¡Dinerito!

Nov 18, 2013 16:43




Con los nervios, había salido de casa casi dos horas antes y ahora tendría que esperar mucho rato. ¿Por qué no habría podido salir más tarde de casa y entretenerse mientras con otra cosa? No tendría que estar más de una hora y media sentada en un banco, mordiéndose las uñas y esperando al chico. ¿Todas las chicas se ponían tan nerviosas ante su primera cita? ¿Estaría Frank tan nervioso como ella? Se pasó la mano por el pelo, con cuidado de no deshacérselo y parecer una loca. Seguro que la cita sería un completo desastre, lo veía venir. Ella estaría siempre callada y si sonreía, parecería más la mueca de una desequilibrada mental. Frank saldría huyendo y ella se quedaría compuesta y con el corazón roto. Seguro que sería la eterna solterona toda la vida. Viviría sola y rodeada de periquitos, porque los gatos le daban alergia.

Y encima, para mayor desgracia suya, se había dejado el reloj en casa. ¿Qué hora sería? El tiempo, en según qué ocasiones, podía pasar muy deprisa o muy despacio. ¿Estaría Frank retrasándose? ¿Habrían pasado ya de las cuatro y estaría recibiendo su primer plantón? Tenía que quitarse todas aquellas ideas descabelladas y catastróficas de su mente o la cita sería un desastre sin haber empezado. Además, ¿Por qué estaba tan atacada si no era la primera vez que quedaba con él? Vale, puede que nunca asolas y fuera del colegio, pero habían sido amigos casi desde primero y tenía la suficiente confianza con él como para poder ser ella  misma sin temor a ser juzgada. Y entonces, ¿Por qué ese miedo? Pues porque según el resultado de esa cita, podría perder a un amigo o, en caso contrario y pensando más positivamente, podría no solo conservar ese amigo, sino ganar algo más.

Tragó con fuerza al ver a Frank acercarse. Haciendo caso de sus instrucciones, se había vestido enteramente como un muggle y gimió por lo bajo la ver como esos vaqueros se le ajustaban como un guante. El pantalón de clase disimulaba un poco el trasero, pero seguro que con esos que llevaba ahora mismo, se le marcaría que daba gusto. ¡Dichosos sus ojos! Arriba, llevaba una camisa de manga corta, color rojo. En la mano, llevaba una chaqueta. Pese a ser verano, a media tarde refrescaba un poco. Ella también había cogido una chaqueta vaquera para ponérsela encima de la camisa negra en caso de tener frío. En esos momentos, desearía haberse arreglado un poco más, haberse puesto alguna falda sexy en vez de aquellos vaqueros tan ajustados que había tenido que hacer malabares y piruetas para poder ponérselos.

-Hola - la sonrisa de Frank era como un rayo de sol en medio de un cielo nublado. Su cabeza se convertía en toda una poeta cuando estaba cerca de él y esa no había sido la mejor cursilada que se le había ocurrido - ¿Llevas mucho rato esperando? - Alice negó mientras cerraba los ojos cuando el chico se acercó a darle un beso en la mejilla - Hubiera llegado hace mucho rato, pero reconozco que me he perdido - que mono estaba cuando se sonrojaba y parecía avergonzado.

-¿Te perdiste aún con mis instrucciones? - alzó una ceja, divertida. Pasó por alto la pregunta del tiempo esperando. Era demasiado bochornoso decirle que llevaba casi dos horas sentada en ese banco.

-Me las apunté, pero con las prisas y los nervios, me las he dejado en casa - se echó a reír. Esa era una de las cosas que más le gustaban de él, que fuera capaz de reconocer que se equivocaba y que podía reírse de sí mismo - Si no llega a ser porque un hombre se ha apiadado de mí, no sé donde hubiera terminado.

¡Él también estaba nervioso! Se hubiera puesto a bailar, pero lo mejor era no tentar a la suerte. Que él también estuviera un poco nervioso por la cita, le daba a ella algo más de seguridad y confianza.

-Bueno, ¿y a donde vamos? - preguntó con curiosidad y a Alice no le pasó desapercibido el repaso que le hizo, de la cabeza hasta los pies enfundados en unas sandalias con un poco de tacón. Y pareció gustarle lo que vio, porque sonrió con algo parecido a la satisfacción - Eres tú la que conoces esto, ya conoces mi sentido de la orientación.

-Había pensado en que podríamos ir a tomar un helado - propuso, mordiéndose el labio, un poco indecisa. No habían hablado mucho de lo que iban a hacer, aunque Alice se hizo un planning con varias alternativas. Se volvía una maniática del control cuando estaba nerviosa - Luego, podríamos pasear un poco hasta el cine al aire libre. En el periódico ponía que daban una película antigua y como me dijiste que nunca habías visto una…

-¡Me parece genial! - sonrió con aprobación - Entonces, ¿vamos a por ese helado? ¿Son de esa heladería que me contaste, la que estaban tan ricos?

-Esa misma.

Uno al lado del otro, fueron paseando hacia la heladería, que estaba a un par de manzanas de donde habían quedado. Al principio, la charla fue un poco tensa, pues los dos se sentían un poco cohibidos, pero pronto la dejaron atrás y afloró la amistad y la confianza de tantos años. Aunque habían hablado durante el verano, con las lechuzas yendo y volviendo cargadas de cartas cada dos o tres días, volvieron a contarse lo que les había pasado en ese mes que llevaban de vacaciones. Hablaron de sus amigos, tanto de los de una, de los del otro como los que tenían en común. Salió incluso el tema de su último curso en Hogwarts y lo que harían cuando salieran de él.

Su charla solo fue interrumpida cuando llegaron a la famosa heladería, llena a rebosar a esas  horas. Tuvieron que hacer cola más de media hora. Frank esperó a que ella eligiera primero. Parecía indeciso sobre qué pedir y quería ver que pedía Alice o que le recomendaba.

-Invito yo - colocó una mano sobre la de Alice, quien se disponía a pagar su helado.

-No - se negó sonriendo e hizo el ademán de soltarse la mano - Frank, enserio, no hace falta que me pagues el helado.

-Lo sé, pero me apetece hacerlo - le cogió la mano con el dinero y la apartó del mostrador - Una tarrina con una parte de chocolate negro y la otra de chocolate blanco - pidió deprisa antes de que a Alice le diera por volver a intentar pagar - Tome, cóbrese los dos.

No hizo caso de la  mirada malhumorada de Alice a su espalda. El dependiente cogió el dinero - que por suerte había cambiado antes por monedas muggles - y cuando le dio la vuelta, ambos salieron, cargados con sus helados. No volvieron a hablar durante un rato, comiéndose cada uno su helado en silencio. Frank miró a Alice de reojo, preguntándose por qué parecía molesta porque le hubiera invitado. Era solo un helado. Se lo preguntó.

-No es que esté moleste, es  más, te agradezco el gesto, pero no estoy acostumbrada a que la gente me invite - respondió intentando sonar como si el asunto no tuviera importancia, pero Frank la conocía bastante bien para saber que el asunto tenía su seriedad - Siempre me lo pago yo todo y me da un poco de palo que alguien me pague algo o me invite. Digamos que despierta en mí una obligación de hacer lo mismo en otra ocasión.

-Olvida eso, Alice - sonrió Frank. Por lo que sabía, la familia de Alice no tenía mucha holgura económica y la conocía a ella lo suficiente para saber que ese asunto, era muy serio para ella - Te he invitado porque he querido, porque somos amigos y porque me apetecía tener ese pequeño gesto contigo. No espero nada a cambio de eso, así que deja de darle vueltas - se atrevió a alargar el brazo y colocarle un mechón de pelo detrás de la oreja. Llevaba queriendo hacer eso toda la tarde - Pero si te hace sentir mejor, dejaré que seas tú la que pague las palomitas del cine, ¿vale?

-No me sigas la corriente como a los locos, Frank - le riñó suavemente, pero por dentro de sentía agradecida.

Sus amigas la llamaban tonta por no querer que la invitaran cuando salían algunas veces, pero a ella le sabía mal. No había nada de malo en que alguien te invitara a una copa o a un helado como en este caso, ella eso lo sabía, pero eso no quitaba que se sintiera un poco mal. La habían enseñado a conformarse con lo que tenía, a no pedir más de lo que se podía conseguir y, si no podía comprarse un helado, una camisa, un libro o lo que fuera, no se podía y ya está. No quería que nadie se lo comprara, aunque fuera disfrazado de regalo. Como le había dicho a Frank, despertaba en ella la obligación moral de devolver el gesto.

-No es seguirte la corriente, Alice - sonrió divertido, negando con la cabeza - Y que sepas que con dejar que pagues tu las palomitas, estoy rompiendo unas cuantas reglas morales que mis padres me han enseñado desde pequeño: cuando tuviera mi primera cita con la chica que me gustara, la trataría como una reina y no dejaría que le faltara de nada. Y eso incluye invitarte a un helado - le guiñó un ojo - Mi madre no me lo perdonaría nunca pero, si tu no se lo dices, yo tampoco lo haré.

Sonrió porque la ocasión ameritaba que sonriera con la misma diversión que Frank, pero lo cierto es que después del “con la chica que me gustara”, poco más había escuchado. ¡Le gustaba! ¡Le gustaba a Frank! Quiso saltar o bailar, pero tampoco lo hizo.

-Entonces, supongo que solo me queda decir gracias - se puso se puntillas y le dio un beso en la comisura de sus labios.

Frank murmuró un “cuando quieras” y se agachó un poco para besarle en los labios, en apenas un roce pero que arrancó sendas sonrisas en ambos.

Esa primera cita estaba yendo muy bien y aún les quedaba mucha tarde por delante y lo que era más importante: muchas más citas después de esa y muchas más ocasiones en las que invitarse mutuamente.

Fin

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