Una vez cogido la carrerilla... ¡Vamos con otro vicio!

Sep 15, 2013 15:53

¡¡Holaaa!!

Para este vicio, tengo que darle las gracias a hikari_k por haberme mandado deberes otra vez xDD ¡¡Gracias, cielo!!

Y nada, no me enrollo más y aquí os dejo con el primero de 3 vicios relacionados: Medicina, Infierno y Húmedo. Espero que os guste!



4. Medicina
Se había levantado esa mañana sintiéndose rara. No supo explicar qué era realmente lo que le pasaba, pero había algo malo… lo que ya no sabría decir si era algo de ella, porque físicamente se encontraba perfectamente, sin ningún tipo de dolencia ni nada. Se sentó en la cama y movió la cabeza de un lado a otro, haciendo crujir el cuello. El nudo de tensión en el cuello era amigo suyo desde hacía años, así que no era aquello lo que la hacía sentirse inquieta.

La ducha borró el rastro de sueño, pero no la inquietud que iba adueñándose de ella. Era una especie de cosquilleo de anticipación, como si estuviera preparándote para algo que iba a ocurrir. Quizá McGonagall se había levantado con el pie izquierdo e iba a hacerles una prueba sorpresa. Tenía que ser eso.

Llamándose tonta por estar preocupándose por eso, enterró bien hondo esa sensación y se vistió para bajar a desayunar. Solía ser más madrugadora que sus amigas porque le gustaba comer con tranquilidad, sin atragantarse con las prisas por llegar tarde a la primera clase. Además, le gustaba el ambiente del comedor a primera hora de la mañana, con ese resplandor cálido que deja la bruma del sol, con el silencio y los susurros de los madrugadores que bajaban primeros.

Se sentó en su sitio de siempre, hacia la mitad de la gran mesa de Gryffindor y estaba a mitad del desayuno cuando llegaron sus amigas, a las cuales saludó con una sonrisa y un buenos días, y apenas segundos después, llegó el correó. Un pinchazo de ansiedad se adueñó de ella al ver que no había nada para ella, lo que resultaba muy raro. Sus padres solían escribirle lunes, miércoles y viernes y, justamente ese día era miércoles y no había recibido nada. Nadie pareció darse cuenta de que la tostada se había deshecho en migajas por haberla apretado debido a su agitación. No recibir una carta no era motivo para preocuparse, pero cuando, durante los seis años que llevaba en Hogwarts, sus padres no habían faltado ni un solo día, no podía evitar preguntarse qué habría pasado y esos pensamientos la llevaban enseguida por el mal camino.

-¿Señorita Morgan?

La voz de la jefa de su casa fue suficiente para que los que estaban a su alrededor, se callaran de golpe y prestaran toda su atención. Era raro que el silencio reinara en la mesa de los leones, pero así fue y a Alice no le fue  necesario girarse para mirar a la profesora porque su voz fue suficiente. Aquella sensación que había sentido nada más despertarse, acudió a ella con tanta fuerza que la dejó temblando y McGonagall tuvo que volver a llamarla y pedirle que la acompañara para que Alice lo hiciera.

Era consciente de las miradas de sus compañeros clavada en su espalda mientras recorría el pasillo hacia la puerta de entrada. Le temblaban las piernas y, aunque se obligó a calmarse diciéndose que aquello no tenía nada que ver con el hecho de no haber recibido carta de sus padres, no pudo evitar asustarse. El nudo de congoja que tenía en la garganta, le daban ganas de llorar.

Pensó que irían al despacho de la profesora, pero cuando pasaron de largo, tomando dirección del despacho del director, supo que la cosa era grave. No recordaba mucho del viaje y cuando se dio cuenta, se encontraba sentada enfrente Dumbledore. Había otro hombre a quien Alice no conocía, plantado a un lado del escritorio. Reconoció la túnica de los Aurores. ¿Qué hacía un Auror allí? Y lo más importante, ¿porqué estaba ella allí?

-Señorita Morgan… - empezó a decir Dumbledore con esa voz tan suave que tenía y Alice negó con la cabeza. No quería escuchar lo que tuviera que decirle y no ayudaba nada que los ojos azules del hombre, estuvieran empañados de lástima y pesar - Sus padres…

-No quiero escucharlo.

Se levantó de golpe de la silla y quiso huir hacia la puerta, pero se la encontró cerrada. Forcejeó con el pomo, tirando fuerte hacia ella, pero no consiguió mover ni un solo milímetro la puerta. No se dio cuenta de que estaba llorando hasta que se giró y lo vio todo borroso. El hombre, el Auror, se acercó a ella con la clara intención de cogerla y volver a sentarla, pero ella se apartó y se alejó de ella.

-No entiendo qué estoy haciendo aquí - respondió con voz alta e intentando una seguridad que no sentía para nada - No sé qué quiere decirme de mis padres, pero ellos están bien y si no me han escrito hoy, es porque aún estarán descansando. Anoche estaban de servicio en el Ministerio.

-Señorita Morgan…

-¡Deje de hablarme en ese tono de lástima! - gritó notando las mejillas húmedas  - Ellos están bien, tienen que estar bien - rogó.

-Te llamas Alice, ¿verdad? - asintió ante la pregunta del Auror y se dejó llevar hacia la silla otra vez. El hombre tomó asiento a su lado - Soy Qhuinn y era compañero de tus padres. Siento mucho tener que decirte esto, de verdad, porque los apreciaba mucho. Lucharon como valientes y murieron como héroes.

-¡Eso no es cierto! - exclamó antes de derrumbarse -¡Ellos no están muertos!

Se tapó la cara con las manos y sollozó. Cuando se había levantado, ya se había dado cuenta de que algo no estaba bien, alguna especie de anticipación, pero nunca pensó que fuera eso. Nunca pensó que la falta de una carta, desembocara en esa situación. Sus padres. Muertos. No era capaz de pensar en nada que no fuera eso y no acababa de creerse del todo lo que estaba pasando. Aquel hombre le estaba diciendo cómo habían fallecido sus padres - una emboscada durante una redada - pero no sabía aún qué significaba que sus padres ya no estuvieran más. Para ella, seguía estando demasiado presente dos días atrás, cuando había recibido carta de su padre anunciándole que su madre, por fin, había accedido a comprar un coche. Parecía tan ilusionado...

Y ahora…

La charla siguió durante unos minutos más y después, Qhuinn le dijo que recogiera sus cosas para llevar a casa de su abuela, donde estaría un par de días antes de que se celebrara el funeral. La profesora McGonagall se ofreció a acompañarla y ayudarla, pero Alice negó con la cabeza y prometiendo volver en menos de una hora, salió del despacho.

Caminó por los pasillos como ausente, dejándose guiar por el camino que seguían sus piernas. Sentía la mente embotada, como si sufriera resaca y no supiera exactamente qué había pasado y solo captara pequeñas palabras. Emboscada. Muertos. Héroes.

-¿Alice?
En la lejanía, escuchó a alguien llamándola y alzó la mirada. Vio a Frank, su compañero de casa y amigo, apenas un par de pasos delante de ella, con evidente preocupación. Alice inclinó un poco la cabeza hacia un lado, como si estuviera evaluándolo, cuando en realidad, tenía la mirada perdida en un punto de su corbata roja y dorada. Le escocían los ojos y sentía un pinchazo en las sienes, preludio de un fuerte dolor de cabeza.

-¿Estás bien?  - ella negó porque no sabía qué decir - ¿Qué ha pasado?

-Mis padres… ellos… - respondió a borbotones - Una emboscada han dicho y ellos… ellos…

En el momento en que Frank acortó la escasa diferencia que les separaba y la apretó fuerte en un abrazo, Alice simplemente se rompió. Sollozó dejándose la voz y el alma en ello, con su cuerpo siendo sacudido sin control y las lágrimas brotando de sus ojos sin ninguna compuerta que las controlara. El chico no dijo nada, tan solo se limitó a abrazarla, acariciarle el pelo y dejar que se desahogara.

-Duele, Frank - murmuró aferrándose a él cual bote salvavidas - Haz que pare, por favor.

Le dolía el pecho, como si estuvieran haciendo un agujero en él, dejándolo frío y vacío. Solo quería tirarse en el suelo, abrazarse a sus rodillas y llorar hasta que no quedaran más lágrimas que derramar. Quería gritar y sacar de alguna manera, todo aquello que la estaba destrozando por dentro. ¿No habría nada para poder aliviarle? ¿Alguna especie de poción o medicina que hiciera todo aquello más fácil? Tenía que haberlo, porque no sabría si ella podría con eso.

-Todo va a ir bien, ya lo verás - murmuró Frank acunándola suavemente.

-No irá bien, porque ellos ya no están - murmuró con la voz ronca - Ya no están.

-Mírame, Alice - el chico le acunó el rostro con las manos y con los pulgares, le secó las mejillas mojadas por las lágrimas - Sé por lo que estás pasando y también sé que, cualquier palabra de ánimo que te dé, no te va a servir de nada, porque ni el dolor va a desaparecer ni ellos van a regresar - hablaba con mucha dulzura, pero también con la seriedad y la seguridad de alguien que ha pasado por lo mismo y fue entonces cuando Alice recordó que su padre falleció hacía tan solo dos años. Era Auror también - Me gustaría decirte: toma una poción que lo va a curar todo, pero eso no puede ser. Lo único que puedo hacer, es ofrecerte mi hombro para llorar, mis abrazos para consolarte y mis hombros para sujetarte cuando creas que no puedas con todo. El tiempo y el cariño de la gente que te quiere, es la única medicina que existe para lo que estás sintiendo.

Continuará…

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