¡Hola, hola! Después de un par de semanas, aquí vengo con otro vicio, en este caso Sumisión. No tengo mucho que decir de él, y voy a dejar que vosotros mismos lo leáis y opinéis (aunque sé que no lo hacéis xDD)
Gracias y hasta otra!
2. Sumisión.
Sumisión:
- Sometimiento de de alguien a otra u otras personas.
- Sometimiento del juicio de alguien al de otra persona.
- Acatamiento, subordinación manifiesta con palabras o acciones.
Alice cerró el diccionario de golpe y apoyó el codo en él, resoplando un tanto enfadada. Con un gesto desdeñoso, se apartó los mechones de pelo que se le habían escapado de la coleta y apoyó la barbilla en la mano, con la mirada perdida. Había consultado todos los diccionarios habidos y por haber en Hogwarts en busca de la definición de sumisión.
-Esto es una completa estupidez - murmuró en voz baja.
Alejó el libro de ella y se levantó de la mesa, dispuesta a dejar el libro en su lugar y marcharse a su habitación.
Su suegra tenía un concepto muy diferente al de ella sobre cómo debería ser una esposa. La madre de Frank le había repetido hasta la saciedad que una esposa debe ser sumisa, anteponiendo las necesidades de su marido por encima de las de ella, que tenía que permanecer siempre un paso por detrás de él y nunca discutir con él porque el marido siempre tendría razón. Soltó una risa cargada guasa, aunque sonó más como una risa esquizofrénica que le hizo parecer una loca. ¿Enserio su suegra pensaba eso? Adoraba a la madre de su novio y muchas veces solía estar de acuerdo con ella, pero en ese asunto, Alice no podía estar más en desacuerdo con la mujer.
No había ni un hueso sumiso en su cuerpo. Sabía cuando callar y no discutir, pero eso no implicaba que fuera sumisa. Si no estaba de acuerdo con Frank sobre algo, no tenía pelos en la lengua para decírselo. Si no tenía razón en algo, era la primera en decírselo, siempre de forma razonable y sin faltarle para nada el respeto. Cuando paseaban juntos o iban a clase, Alice siempre se mantenía a la par y veía una estupidez total ir un paso por detrás de él, como si se sintiera inferior.
Y ahí estaba el meollo de la cuestión: Alice relacionaba la sumisión con la inferioridad y no había cosa que detestara más que esa sensación de inferioridad. No consideraba a Frank su superior sino su igual, alguien a quien quería y respetaba. Su relación no tendría ningún futuro si ella se mostraba de alguna forma diferente a como era.
Alice se había criado en un ambiente más laxo en cuanto a las rígidas normas sociales propias de las mejores familias del mundo mágico. Ella estaba acostumbrada a decir lo que pensaba sin ofender a nadie, sus padres le habían animado a que, si algo no le parecía bien, que lo dijera y que hiciera lo posible por cambiarlo. Todo dentro de un límite, por supuesto. Le habían dicho que, aunque su sangre no tuviera los galones de los Malfoy o los Black, esta seguía siendo roja y que no debería sentirse inferior a nadie.
Quería echarle eso en cara a su suegra, decirle que las cosas habían cambiado y que las mujeres, al contrario que ocurría en su época, tenían voz y voto en las decisiones maritales, que habían aprendido a valorarse y a colocarse cerca de los hombres. Sabía que Augusta Longbottom la apreciaba como una hija, pero desde luego, debería modernizarse en cuanto a los consejos que le daba, que estaban un poco pasados de moda.
Ella le diría sin problemas que pensaba discutir con Frank siempre que no tuviera razón, que pensaba caminar a su lado aunque tuviera que alargar sus zancadas, y que por ninguna razón iba a decir de decir lo que pensaba por miedo a que su novio - y futuro marido - pudiera cabrearse con ella. ¡Por Merlín! Llevaban tres años juntos ya y si se quería casar con ella en cuanto salieran de Hogwarts en unos meses, poco debería importarle que no fuera la clase de esposa que su madre quería para él.
Frank nunca le había dicho nada al respecto y ahí precisamente estaba la preocupación de Alice. Nunca se había quejado por su comportamiento o le había mandado callar ni hacerle sentir inferior en algún sentido, pero tampoco la había defendido delante de su madre. Y aquello le molestó. No quería que se enfrentara a su madre por ella, ni mucho menos, pero al menos algo de apoyo por su parte no vendría mal.
Cuando vino a darse cuenta, ya había subido las escaleras que iban hacia la Torre de Gryffindor y se encontraba delante del tapiz y la Dama Gorda ya le había preguntado un par de veces la contraseña. El ábrete sésamo era muy poco original, pero la puerta se abrió. Saludó a un par de amigas con la mano y después subió de dos en dos los escalones hacia las habitaciones. Dudo un momento cuando llegó a la explanada donde se bifurcaban las escaleras de las chicas y los chicos y se decantó por estas últimas. Frank estaría en su habitación y le había nacido una necesidad de hablar con él.
-¿Tú crees que debo ser sumisa?
Quiso morirse de la vergüenza al ver que su novio no estaba solo, sino que todos sus amigos estaban en la habitación y que había abierto tan deprisa la puerta, que le miraban sorprendidos. Frank fue el primero en romper el silencio y lo hizo con una estruendosa carcajada. Alice le miró mal y sus amigos tuvieron en buen tino de no reírse delante de ella, aunque se notaba que les costaba no hacerlo. Quizá debería haberse ido nada más haber metido la pata hasta el fondo, pero permaneció ahí plantara en la puerta, totalmente sonrojada y abochornada, mirando a Frank quien se bajaba de la cama - donde estaba jugando una partida de cartas con sus amigos - y, cogiéndola por el brazo, la sacó fuera.
Alice nunca tenía problemas para hablar, pero esa vez no encontró nada inteligente o ingenioso que decir. Bajaron hacia la explanada que separaba las dos escaleras y Frank se apoyó en la pared, cruzado de brazos. No parecía enfadado.
-¿A qué ha venido eso?
-Es que tu madre… - Frank soltó un bufido que sonó más bien a risa - ¡Ni se te ocurra reírte!
-Sabes que nunca lo haría, sobre todo, cuando parece que quieres sacarme los ojos - bromeó pero al ver su mirada amenazadora, se calló y borró la sonrisa presuntuosa de sus labios - ¿Qué pasa con mi madre?
-Adoro a tu madre, lo sabes - el chico asintió - pero es que cada vez que la veo o me escribe, no hace más que decirme cómo ser una buena esposa y que esta debe ser sumisa. Quiero agradarla, pero Frank… ¡Yo no puedo ser así! No soporto andar detrás de nadie y sabes que, si no fuera porque me coges de la mano, llegaría a todos los sitios antes que nadie porque camino deprisa, como si hiciera una carrera. Estoy acostumbrada a decir lo que pienso y me conoces lo suficiente para saber que no me callo una. ¿Y eso de que no deba hacerte enfadar? - soltó una exclamación incrédula - Lo siento cariño, pero no voy a inflar más tu ego dándote la razón si no la tienes.
-¿Y cuál es el problema? - preguntó sin entender del todo lo que estaba pasando - En ningún momento te he dicho que no seas tú misma, de hecho, una de las cosas que más me gustan de ti, es precisamente lo que has enumerado antes. No quiero una esposa sumisa, una muñeca que baila al son que yo digo. ¡Pues menudo aburrimiento si no te tuviera a ti para discutir! - se echó a reír.
-¿Y por qué no se lo has dicho a tu madre? ¿Por qué precisamente no dices eso delante de ella?
-¡Ya entiendo! - sonrió divertido y entendiendo por fin - ¿Estás enfadada porque no te he defendido delante de mi madre? - Alice no asintió pero Frank la conocía para saber que era eso - Cariño, eres perfectamente capaz de defenderte tu sola y confiaba en ti para que fueras tu misma con mi madre. No quiero que dejes de ser tu misma solo porque mi madre tenga una imagen de matrimonio y de la mujer, un poco chapados a la antigua - dio un paso hacia ella y le rodeó la cintura con las manos, acercándola a él - A los Longbotton nos viene bien que alguien nos baje los humos, ¿sabes?
-¿Entonces…?
-Entonces, tienes mi total permiso para caminar a mi lado si quieres, para seguir diciendo lo que piensas y a ser tan sincera siempre - se inclinó y le besó el cuello, estremeciendo a Alice con sus respiraciones sobre su piel - Y también tienes mi total permiso para decirle todo eso a mi madre la próxima vez hables con ella y dile que yo estoy total y perfectamente de acuerdo con esas palabras, además de completa y perdidamente enamorado de ti. ¿Crees que eso servirá para que mi madre deje de darte la brasa?
La repuesta ser perdió entre el beso fogoso y ardiente en el que Alice no fue para nada sumisa.
Fin