Fandom: Conejitos fantasmas
Claim: General.
Tabla:
Frases de amor y desamor.Prompt: 12.- Se ha acabado
Advertencias: ¿Angst? Bleh.
¿Fantasía o realidad?: Realidad~
Hace frío.
Permanece acurrucada en cama, el cuerpo pesado y la respiración lenta. El silencio le ahoga, pesado y denso, la devora. El aire frío de diciembre penetra por la ventana abierta, pero no es capaz de levantarse a cerrarla. No tiene fuerzas para ello. No tiene importancia tampoco.
Es como la nada.
Agradece, internamente, estar enferma. Poder echarse en la cama entre cobijas y cerrar los ojos sin dormir. Que nadie lo note. Que nadie adjudica a nada más su estado. Agradece la familia rota que tiene, que la mira sin mirarla y no la observa. Porque así nadie pregunta, porque así no tiene razón de pensar en ello.
Pero lo piensa. Demasiado. Las preguntas se repiten en un bucle infinito, las mismas y distintas. Mira dentro de sí y recuerda, busca lo que estuvo mal y se arrepiente. De ésta, de aquella vez. De esa otra. De ese viernes y ese viaje. De lo que hizo. Lo que no hizo. Lo que dañó. Y aunque le duele, recorre cada hilo en busca de los nudos que ya no puede desenredar.
Porque se ha acabado. Todo. Acabado.
Porque no fue suficiente. Fue creer en cuentos de hadas y ahora se asoma a la realidad. Y hiere. Porque los finales felices sólo existen en televisión y libros. Y aún la ama. Y se jura mil veces que si hubiera otra oportunidad, la tomaría. Sería buena y comprendería, sería buena y haría las cosas que no hizo y sería sincera. Si hubiera otra oportunidad.
Pero se ha acabado.
Y duele tanto, tan profundo, tan fuerte. Y está tan muerta, vacía. No es capaz de llorar, porque ha cruzado un punto en que ya no es suficiente. Ha pasado al cementerio desértico de su alma.
En el futuro estará bien -sobrevivirá aunque no quiera.
Y realmente no quiere.
Fandom: Conejitos fantasmas
Claim: General (Javier/Ada)
Tabla:
Frases de amor y desamor.Prompt: 13.- ¿Puedo besarte?
Advertencias: Lime.
¿Fantasía o realidad?: Realidad.
No pueden decir que no saben lo que hacen. No son niños, ni la una ni la otra y la situación no se ha dado con la espontaneidad necesaria para decir que ha sido un accidente. Lo han provocado, premeditadamente.
Javier no sabe del todo por qué lo hace. Puede que sea la soledad, la lejanía y lo mucho que necesita a Dulce, su novia, últimamente. También, que existe cierto parecido, porque Ada tiene la estatura y las mismas curvas que Dulce. Y se parece a su hermana. Y él aún no olvida a Nancy, después de todo.
Ada no tiene razones. Aunque su novio esté lejos y no exista ya algún sentimiento que la ate a la fidelidad con él -porque piensa que ya ama a otra persona, aunque no está segura-, pero eso no es razón y ni siquiera excusa. Y al contrario. Porque hace tiempo que quiso dejar de ser una muñeca, aunque aún hoy siente que no es dueña ni de su propio corazón, menos aún de su cuerpo. Y se está traicionando.
Cuando la casa queda sola, bajan de la habitación de él, hasta la de su hermano. Es domingo y en televisión suena la lucha libre, golpes tras golpes y el constante sonido que hacen los cuerpos al caer contra la arena del ring. Ambos la miran sin verla, sentados en la cama. El ambiente es tenso, porque saben lo que viene. Para ella es algo relativamente nuevo, pues pese a sus dieciocho años, hay muchas cosas que no ha hecho, que él, a sus quince, sí.
- ¿Puedo…?
Y ella asiente.
Ni siquiera se gustan, porque no hay nada en común más allá del nexo que el conocer a Nancy supone. Ni siquiera hay algo en común, porque ni siquiera escuchan el mismo tipo de música ni ven los mismos programas. No hay intereses comunes ni afinidad existente. Sólo una tristeza infinita dentro de él que a ella le llama, atrayéndole, como si fuese posible curarla cuando ella es casi más triste que él.
No hay reacción alguna cuando siente las manos palpando sobre sus ropas, no más allá de una sensación apenas percibida de extrañeza y cuando él le pide permiso -educadamente, eso es algo que ella aprecia, aunque no tanto- de tocar bajo las telas, lo permite. Cuando lo hace con las manos, cuando lo hace con labios y lengua.
- ¿Puedo besarte? - Pregunta él en algún momento, y ella no responde, observando fijamente el techo, donde las marcas de humedad han dibujado escenarios que su imaginación dota de vida. Él lo traduce como una negación que, sin embargo, no entiende.
No se arrepiente, pero no se siente bien. Ni él ni ella. Para ella es como caer en un vacío y sentirse pequeña. Y le trae recuerdos de su infancia y la hace cerrar los ojos al recordar cuando era más una niña y aún así, había decidido ser del primero que la quisiera, porque no podría aspirar a más, porque desde entonces no creía en la felicidad. Y Javier le recuerda esa sensación cuando pregunta, deteniéndose, si acaso no le molesta que él la toque así.
(Podría ser cualquiera).
Para él el hecho está en que comienza a sentir la punzada en su pecho de la culpa. Y cuando acaricia la piel que no es la de Dulce no se siente como debería. No porque no sea agradable en sí. Porque él lo propició, después de todo, pero ahora se da cuenta que no es lo que quería. Que no la quiere a ella. Que ni siquiera quiere a Dulce o a Nancy. Menos a Ada. Que no las quiere y que necesita algo más. Y mientras, posiblemente, sea mejor guardar fidelidad.
(Porque no le es fiel a Dulce, sólo es fiel a su palabra).
- Creo que… - No termina la frase, levantándose y ella se arregla las ropas, sintiendo el corazón demasiado acelerado para su gusto y lejanamente, el pensamiento paranoico de que algo está mal con su corazón la hace distraerse un poco de la situación.
Ella espera, en la cama, observando las luchas, como si le interesaran y él regresa al rato, sentándose también, abriendo la bolsa con frituras que para ver televisión habían comprado y sirve en los vasos el refresco de naranja que revuelve con el de fresa.
- Uh, creo que, es mejor si no… - Comienza él y ella sonríe, porque entiende.
- Ya, lo sé. - Y él también le sonríe, algo avergonzado. Y ella piensa en que su hermana es un poco idiota por dejarlo. - Y tu novia, ¿vas a ir a su pueblo pronto?
- La semana que entra. Y el tuyo, ¿se viene o qué?
- Ni puta idea.
Y aunque parece igual, ya no es lo mismo. Pero tampoco es que importe mucho, después de todo, saben que pasarán meses antes de que vuelvan a verse, hablar, a enfrentarse a la tensión formada y seguir tomando la decisión correcta.