Oct 10, 2018 19:46
Ains.
Las cosas que pasan.
Acabo de leer la última entrada. Hace ya cuatro meses, guau. Tan roto.
Creí que no volvería a estar bien al cien por cien en mucho tiempo. Me equivoqué.
Y, sorpresa, querido Tristán, estás incluso mejor.
Tuve oportunidad de cambiar de ciudad en verano y no me lo pensé. Estaba un poco harto de llorar en el metro, porque, no sé por qué, cada vez que viajaba en metro, revivía toda la devastación recibida y no podía dejar de llorar.
Nada más cambiar de escenario sentí alivio. Tenía que preocuparme de otras cosas. El idioma, conocer sitios, personas...Y, muy pronto empecé a sentirme otra vez yo mismo. Más yo mismo que nunca; que hacía mucho tiempo.
Y de nuevo empecé a sentir deseo. Me había quedado tan hecho polvo que no me apetecía ni masturbarme. Y casi la primera semana allí: erecciones inesperadas a distintas horas del día. Era como encontrarme con un Tristán que hacía tiempo que no veía, y verle espléndido. Con las fuerzas renovadas, me fijé en un tipo que veía en un sitio pequeño de conciertos. Era un tipo no muy de los que me suelen atraer, definitivamente, pero atractivo como pocos. Y, como puedo bautizar a este verano el verano de las casualidades, casualmente teníamos un amigo en común. Esa primera noche que nos presentaron, hostia, parece exageración, pero nunca me había pasado eso. Podía notar una corriente de atracción entre nosotros.
Y, de repente, fui consciente de que nunca había follado. A ver, sí, por supuesto, con mucha gente. Pero lo que consigo con este tipo es otra cosa. Es increíble, va más allá de todo. Pierdo la noción del tiempo, la consciencia de las necesidades básicas, todo...
Creí que ya no podía sorprenderme de este modo en estos temas.
Pero, de nuevo, me equivoqué.
(Y qué bien que me equivoqué)