Travesuras: 02. This better be worth It

Aug 16, 2010 00:21

Martín se llevó una mano a la cabeza, revolviendo su pelo con un gesto aliviado.

- Bueno, hubiera sido lindo y…
- ¿Y qué? -preguntó Manuel, curioso.
- Y ya sabés, eso que te imaginás -Los párpados se entrecierran sobre los ojos verdes.
- Es demasiado raro para mí, ni lo sueñes.

Se quedó en el ambiente un embarazoso silencio, ambos mirándose a hurtadillas. Ese día Manuel tuvo un encuentro con su jefe, por lo que aún lleva puesto un traje formal, la corbata ahogándolo, mientras Martín sigue con los ojos fijos en él, imaginándose quizás qué cochinada. “¡Es una pendejada!” se dijo el joven chileno, espantando la idea de su mente con rapidez.

Aunque, si bien era una cosa de niños…

- Ehmmm, ¿Quieres comer? Ya es hora de once -propone Manuel, como si nada hubiera pasado.
- Para vos siempre lo es.
- Ese es el encanto; cualquier hora es la hora -dijo constatando cómo se rompía la tensión entre ambos.

En menos de 10 minutos estaban comiendo pancito con palta y tomándose un tecito caliente. Aún así, el silencio continúa, odioso, porque ni uno ni otro ha dejado de darle vueltas al tema.

- Ya me dejaste pensando en esa estúpida propuesta -terminó por decir el dueño de casa más frustrado que enojado.
- Si. Es una idea llamativa, nunca le puse atención hasta que lo dijo Sebastián ¿Sabés?
- No -siguió Manuel, como cambiando de opinión-, es demasiado fleto para mí. Además -entrecerró los ojos-, correrías a mostrársela a todo el mundo.
- ¡JA! ¿Yo mostrar una cosa así? ¡En la vida…!
- ¿Ah, no? A ti te fascina vanagloriarte de cualquier cosa, si ya te veo: ‘¡Mirá!’-empezó Manuel a imitar a Martín, agitando su marraqueta con palta en el aire, hablando con voz aguda-. ‘Le saqué una foto al Manu y se ve taaan sexy’ -retoma su gesto enojado y el tono burlón-. Sino te conoceré yo…
- Como si fueras sexy. No podrías hacer una foto sugerente ni aunque te lo explicara con dibujitos.
- ¿Siii? -La amenaza en su cara morena puede matar.
- Sos tan ‘compuestito’ que no podrás, asumilo -prosigue Martín, despreocupado.
- Yo puedo ser lo que quiera cuando se me antoje -El rubio entonces vio su oportunidad.
- Demostralo -La sonrisa ganadora azuzando al chileno.
- No me vas a manipular, argentino fresco.
- Si, claaro, escudate detrás de mi 'manipulación’. Simplemente no-po-dés, te da vergüenza ¡decilo! No hay nada de malo.

Manuel se quedó callado. ¿Qué puede más? ¿Orgullo o pudor? Porque en parte Martín tiene razón: le da vergüenza, pero lo de que no puede ser sexy es toda una mentira y más el hecho de que no tiene idea qué significa esa palabra.

Como sea, de un lado o del otro, pierde: Si lo hace, pasa por fleto; sino, por cobarde. Martín sonríe con altivez, dándole al carácter de su compañero el último empujón.

- No me explicarás nada, weón odioso. Pero si dices una sola cosa o te atreves a mostrársela a alguien, la Conquista será una vuelta a la esquina comparado con lo que te haré ¿Me oíste?.

Martín apenas pudo esconder la sorpresa tras la sonrisa autosuficiente. Con manos firmes sacó la cámara -análoga- de su bolso y estuvo al lado de Manuel durante una media hora muy silenciosa, hasta que el chileno se vio tan angustiado como antes estuvo seguro.

- No tenés ni puta idea ¿verdad, Manu?
- ¡Cállate weón! Sino puede ser tan difícil. ¿Cómo siempre me meto en tus ideas idiotas, argentino ridículo? -se quejó, acorralado su orgullo.

Enojado, Manuel enredó sus dedos alrededor del nudo de la corbata y la soltó un poco. De tantas veces que se pasó la mano por el pelo consiguió que el flequillo le cayera de manera desordenada sobre la frente, otorgándoles a las pupilas castañas un protagonismo desusado en la expresión tímida de su rostro.

¿Qué carajo importa que sepa lo que es ser sexy o no? Así, con su aire avergonzado y su camisa arrugada, Manuel se ve jodidamente apetitoso. Martín le conoce lo suficiente para saber que si le pide que pose romperá el encanto, así que se da la media vuelta y avanza con grandes trancos hacia la habitación de su anfitrión, enigmático.

- ¡¿Qué demonios estás haciendo?! -exclama el chico moreno visiblemente ofendido y apabullado, siguiéndole-, ¿Por qué te metes a mi pieza? ¡Oye! No te he dado permiso ¡Fleto y más encima intruso! -Argentina le ignora, conciente de que Manuel es como uno de esos gatos cachorros; sólo le prestará atención mientras se mueva frente a sus ojos.

Como previó, la puerta está sin llave, así que sin más trámites se introduce en ella y deposita su mirada sobre el elemento que le faltaba para llevar a cabo su plan.

- ¡Oye! ¡Sal de mi pieza!

Manuel ingresa en la habitación, momento que aprovecha el joven rubio para tomarlo de un brazo y besarlo, siempre cámara en mano. El contacto es prolongado, Martín avanzando en tanto rompe la resistencia ajena, sonriente y gozoso en la dulce antesala de su éxito.

Pronto se topan con el escritorio. Manuel, acorralado, termina por tropezar y caer cuan largo es sobre la superficie pulida, Martín acoplando su cuerpo sobre él, usando una mano para acariciarle la mejilla en tanto prepara la máquina para capturarlo de improviso, al “natural”.

Por su lado, Chile se olvidó de la foto, la apuesta, los nervios y hasta de su orgullo; muy fleto será el contacto de Martín con su piel, el roce sobre su cara y el sabor de esos devotos besos, pero la verdad se siente “bien”, rarísimo, pero muy rico. Con cuidado su amante le acomoda el cabello, unas hojas y un lápiz a punto de rodar por el escritorio armando una escena perfecta.

“¡Ahora!”

***

Sin duda la cámara análoga fue la mejor elección; de haber llevado una digital, Manuel hubiera notado sus intenciones y sin duda arruina la foto.

No importa lo mucho que costó conseguirlo; contemplarlo en esa imagen, entre papeles y un lápiz olvidados, su expresión abochornada, la ropa hecha un desastre con la corbata ocultando esos botones libres revelando el pecho agitado; sus labios entreabiertos, el rubor de sus mejillas, esa curva larga y tentadora del cuello brillando aterciopelada, el cabello revuelto, la turbación vencida de sus ojos, mirándolo para siempre, es sin duda el mejor premio de todos, aunque jamás pudiera presumirlo con su primo, aunque tuviera que morderse los labios cuando el tema saliese para no soltar una risita ganadora...

Él no fue la única persona que ganó una batalla esa noche, claro está.

Pero ésa, es otra historia.

Contempla la foto AQUI)

Fanfic Martín Manuel Fancannon Argentina

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