Esto lo hice para una persona a la que quiero con todo el corazón tsundere que me heredaron mis Ancestros.
FELIZ CUMPLEAÑOS GALATEA D'NEGRO
El Martín de mi Benja, el Sebas de mi Paula, dios no acabaría nunca. Eres la mejor amiga que se puede tener, eres todo cariño, lo sabes. Te quiero , te adoro, te amo un montón. Hice esto para tí con todo mi corazoncito de sandía en un día de verano. El dad te ama y te manda besitos por barco pirata, PIllán te sonríe (que sonría es un acontecimiento) Y ya sabes, Benjamín debió ronronearte en la mañana el cumpleaños feliz.
Besoootes.
Ahora, el regalo.
Tabla: Amorosa
Claim: Francis Bonnefoy (France)/Arthur Kirkland(United Kingdom)
1.Abrazo2.Beso3.Roce4.Manos5.Caricia----
1.Llévate mi Ira
(Abrazo)
Arthur es un hombre particular, Francis lo sabe muy bien. Sus cambios de humor resultan chocantes para los demás, pero en la fuerza de la costumbre, Bonnefoy puede hasta adivinar lo que piensa solo mirando en sus ojos y fijándose en su lenguaje corporal.
Por esto, tras la conferencia, no hizo nada más que saltarle encima en un recoveco, aprisionarlo contra la pared y abrazarse a él con fuerza para darle a entender que no pretende soltarlo en un buen rato, no importa si protesta o se enfada.
-Déjame solo -reclama Inglaterra, fastidiado ante esta insistencia absolutamente innecesaria-, no tienes derecho a tocarme, Francis -pero él no hace caso. Si algo ha aprendido desde que ama a Arthur es que la necesidad superior es la perseverancia. Kirkland se queja un poco más, pero se da por vencido y permite el contacto, silencioso y quieto como una estatua. La razón o el motivo no tienen importancia, lo relevante es cómo la orgullosa y boba Nación rodea lentamente la cintura ajena con sus manos y lo apega más contra sí, aspirando el aroma fresco de la menta y el perfume en una gran bocanada que retorna la sonrisa tibia a su rostro, el corazón reconfortado.
-Sé que es difícil…
-Gracias, Francis -le dice en un susurro al hundir todavía más la cara en su pecho.
Se odiaron largo tiempo, tantas traiciones y hoy Francia es el único que todavía se esfuerza por ser su amigo y algo más. Y no necesita más que ese agradecimiento para sentirse feliz de seguir peleando.
2.Lo que haces por mí
(Roce)
La Ceremonia del Té Inglés requiere de preparativos especiales: la temperatura del agua, el tiempo que reposa la hierba en el líquido, la presentación de las tazas y, finalmente, los dulces. Claro, Kirkland sabe a la perfección que Francis Bonnefoy considera sus scones un atentado al sentido del gusto y sonríe con cierta perfidia lúdica cuando ve que él toma una de las masas y la come con elegantes modales a pesar de su extraño sabor.
-¿Te gusta? -inquiere Arthur con una expresión esperanzada y dulce que atormenta todavía más a Francis, quien hace un esfuerzo por poner un gesto de deleite en sus labios.
-Está bueno. Te superas cada día -concede al fingir un tono casual en su voz.
Arthur sabe que no es la verdad, sin embargo, no se molesta. Hay cierto halago en el “sacrificio” de Francis, de verdad debe quererlo mucho si se calla los comentarios que solía dejar escapar sobre su horrible gusto culinario. Y sí; es una maldad presionarle a mentir para hacerlo sentir culpable, pero… Arthur necesita de verdad estar seguro de que puede mostrarse un poco más vulnerable sin peligro de recibir daño. Ya le han roto el corazón y lo han utilizado demasiadas veces para ir entregándose a los demás como sino importase en lo más mínimo.
Cierra sus ojos, contento de ver su miedo acallado y con un movimiento rápido roza su mano contra la mejilla de Francis, una sonrisa pronunciada en sus labios mezquinos.
Bonnefoy le sonríe de regreso, alzando sus cejas un segundo después.
-¡Mon dieu! ¿Me pones a prueba? -inquiere, dándose cuenta.
3. Trigo
(Caricia)
Cuando Francis se pone de mal humor, el resto de los países escapa a un refugio seguro (sí, incluido el buen Feliciano, quien teme razonablemente que Bonnefoy se consuele con sus obras de arte por el disgusto). Arthur sabe cuándo hay una pataleta y cuándo es rabia, por lo cual su boca se calla y sus gestos se aquietan, un gato oscuro que teme molestar y salir dañado por algo que no le compete.
Ahí queda Francis Bonnefoy en medio del salón, mortalmente callado y sin que le importe un bledo el resto del mundo. Kirkland, mirándolo desde su lugar, recuerda que la última vez que estuvo así se calmó sólo tras hacer rodar un par de cabezas humanas en su amada guillotine, proclamar a la Diosa Razón como la única deidad decente y otras tropelías que prefiere no enumerar ahora mismo, por una cosa de buena educación. También recuerda que cuando él mismo está enojado, Francis se queda a su lado y lo consuela sin necesidad de palabras.
Resuelto en este instante, Inglaterra camina fuerte hacia su compañero hasta apoyarse sobre la superficie del escritorio de Francia, mirándolo fijamente con sus ojos verdes.
-Cálmate -le pide con simpleza-. Ya nada se arregla solo enfurruñándose como si tuvieras tres años -su mano vuelve a buscar la piel blanca, que al comienzo intenta escapar, pero se entrega tras un instante, las mejillas primero y luego la melena rubia, consentida en silencio-. Siempre me ha gustado tu cabello -añade, abstraído Kirkland.
Y, por primera vez en siglos, la rabia se disipa tan súbita como viene. Francis no habla, aturdido; solo una persona antes hizo semejante cosa para él, su recuerdo le conmueve y enternece, arrancándole una sonrisa de nostalgia y paz…
Casi lo que Arthur quería.
4.Huellas en la Historia
(Manos)
Hay un momento en que las palabras sobran. Ellos lo saben bien. Cuando los ánimos se aquietan, cuando los dolores se duermen y parece que no sintieras absolutamente nada. Solo paz, cansancio o una prudente inactividad.
Así están, tomando una taza de café por ahí, mirándose son decir una sola palabra y, aunque no lo saben, pensando la misma cosa.
Las manos. Como naciones, las manos de ambos son más importantes, son instrumentos que inician y acaban guerras, que dan y quitan la vida, que expresan y comunican el pensar y sentir de cientos de almas, que se han elevado buscando la Gloria y han acariciado las mejillas de los muertos. Manos que han escrito páginas importantes, que dan seguridad y otorgaron a la Humanidad las noches más terroríficas que pueda recordar.
-Te estás cuidando mucho la piel -comenta Francis-. Me reconforta saber que Inglaterra tiene un poco de vanidad.
-No es que me las cuide, es que ya no construyo tantos inventos como antes -y en el tono, Francia comprende que ese hecho le produce tristeza.
Por sobre la mesa, Bonnefoy deposita su mano en el hombro de Arthur, dedicándole una expresión reconfortante.
-Ya podrás volver a tu taller y crear esos abominables y vanos artefactos -lo “anima”.
“No deja de sorprenderme el hecho de que esas manos que alguna vez se alzaron contra mí puedan consolarme de esta manera tan simple, tocándome.
”Ojala nunca deje de sentirse igual.”
Arthur podría enojarse, ofenderse, alejarlo.
Pero no quiere, esto le gusta. Palabras más o palabras menos, hay momentos en que solo las acciones bastan.
5.Nadie podrá cambiarlo
(Beso)
Largo ha sido el camino, ambos se encuentran en paz con todo lo que han dicho. Se quedan juntos entre la multitud apresurada del aeropuerto, los aviones en su ir y venir cotidiano, los seres humanos sumidos en el vértigo de sus cortas vidas, sin verlos. Siempre es un largo camino; siempre se sufre y siempre, al final, vale la pena…
“De todas las ideas locas que pueblan mi cabeza, esta es la única que no vi venir. Bueno, me imagino que siempre es así contigo, Inglaterra: amas con toda tu alma el suspenso y los giros dramáticos.”
“No puedo evitar sentirme bastante tonto, parado acá y esperando tu respuesta, Bonnefoy. ¿Sabes que tu vacilación está obligándome a salir corriendo de aquí?
”¡Vamos! ¡Dime algo!”
Pero la expectativa del silencio antes de que se pueda confirmar un presentimiento sobre la verdad se eterniza, Francis lo sabe muy bien. Por eso no se atreve a decir una sola palabra. La tensión es tan grande que Arthur cede y decide poner fin a todo esto lo antes posible.
-Te amo, Francia -le dice de manera atropellada. La gente avanza alrededor de ambos en un río bullicioso, pero entre Francia e Inglaterra solo hay silencio, el tiempo se ha detenido por completo y sus corazones incluso laten más lento, para no entorpecer sus pensamientos.
Los segundos transcurren veloces, pero ellos no se dan cuenta.
Solo importa este instante, las palabras que Arthur ha dejado escapar en su piel y esa profunda emoción, libre por fin. Kirkland se lleva la mano al cabello y lo revuelve con cierta frustración porque ahora mismo se siente en completo ridículo.
Bonnefoy puede hasta leer los pensamientos de su amado; sabe que se encuentra muy nervioso y cree que se ha expuesto demasiado, que espera una burla o que ni siquiera se lo tomen en serio.
“Pero la verdad, Arthur, es que tengo un poco de miedo de soñar o desvariar contigo, justo ahora.”
Francis tampoco medita su siguiente acción, se limita a borrar el espacio que los separa y darle el beso por el cual ambos han esperado tanto tiempo. La gente no lo ve, el tiempo corre, el ruido regresa a los oídos de ambos: el mundo no se ha detenido en su trajín ordinario.
Y, sin embargo, contra esos labios dulces y atentos, Arthur sabe que algo es absolutamente distinto ahora. Sus hijos sonríen y suspiran al pasar, como si una brisa les refrescara las frentes, aliviándoles de sus preocupaciones. Francis se da cuenta y sonríe con picardía, chocando su frente contra la otra.
-El amor te sienta bien, Inglaterra. Y a tus hijos igualmente -los ojos azules bullen de cariño-.Te amo y lo voy a hacer para siempre.
Pleno de emoción y ternura, Arthur se queda callado pero no se aleja. Y cuando sus labios retoman lo que les pertenece, descubre una cosa más: Francia le ha entregado valiosas lecciones, pero la más importante de todas es esta:
Las acciones son tanto o más válidas que las palabras.
“Y, a diferencia de las palabras, nadie puede cambiarlas.”