Tabla sádica: Benjamín.

Feb 20, 2011 14:23

 Tabla: Sádica
Claim: Benjamín Alfaro (Oc de Chile para Hetalia Latina) /Antonio Fernández Carriedo (spain)/Arthur Kirkland (United Kingdom)

1.BDSM*4.Tortura2.Gore5.Violación3.Muerte----
*Sadomasoquismo

Estaba tan nerviosa con el tema del cumpleaños de Benjamin que tuve que recurrir a las tablas para relajarme. Me ha servido harto.

Y acá está la tabla. Como ya vieron, estos son los temas. Es para mayores de 18 y con esto están advertidos.

Disclaimer: Hago esto sin fines de lucro y sin ánimo de dañar a Himaruya Hidekaz.

1. Las marionetas.
(Gore)

Era un niño cuando decidió tomar la espada y defender al padre que ama con locura. Bajo la higuera ve estremecido de llanto a Antonio y entiende que matar a los mapuches es su labor.

Se interna en el bosque espeso montado en su caballo, la espada en ristre. En un momento su corcel se detiene y algo mojado le cubre la visión. Sangre. Entonces Benjamín eleva la vista hacia las copas y los mira por un largo segundo.

Como juguetes olvidados, sus hermanos de raza estaban diseminados entre las ramas, destrozados con saña, abiertos por el estómago, rostros desencajados de sus mandíbulas exigen venganza para sí mismos. Benjamín se quedó mirándolos con la fascinación de su infinita curiosidad, cavidades oculares vacías o llenas de una masa informe, cabellos que intentan ocultar sin éxito miembros cercenados, bellezas rotas que se consagraron a vencer al extranjero y pagan así su osadía de oponerse a España.

Belleza rota.

Entonces el pequeño empieza a recordar.

Benjamín o Athn Mapu jamás tuvo madre, siempre lo supo. Pero tuvo guardianas, machis, sacerdotisas, que fueron enseñándole el mundo y toquis, generales, que le enseñaron el largo camino de la guerra, un sendero en que no se tiene descanso hasta la muerte, que demanda de ti alma, cuerpo y pensamiento. Su guardiana dio todo eso por él y entonces recuerda sus ojos llenos de odio hacia Antonio mientras la sangre abandona su cuerpo por ese corte gigantesco en su garganta femenina.

Las almas exigen que el Ancestro Athn Mapu las vengue. Benjamín grita de espanto, incapaz de comprender del todo la masacre, la sangre que le moja las mejillas, la espalda y las manos.

Antonio salió a buscarlo, sus ojos verdes luminiscentes en el amanecer cuando lo vio en la copa del árbol, junto a los cadáveres.

Había cambiado.

2. Sin final.
(Tortura)

Uno, dos, tres.

Lo mira golpearse tras la puerta de la capilla, no puede olvidarlo. Cada exclamación es de genuino dolor.

Cuatro, cinco, seis.

Hay que acallar el deseo porque está mal. Antonio aprieta el mango del látigo y se cruza la piel para purgar su pecado. Pero el dolor no le entrega alivio, sólo aumenta ese deseo, un tormento lento grabado en sangre a través de su espalda. Nadie ve las marcas a la mañana siguiente, pero Benjamín no deja de escuchar los gritos, prolongando el proceso por días y noches en que no es capaz de dormir.

Uno, dos, tres.

Han pasado casi cien años y Benjamín ahora es un muchacho lleno de una rebeldía que paga cara en la estaca, espalda descubierta, manos atadas mientras el cuero muerde sus cicatrices con viciosa lentitud. Antonio está lleno de furia, aprieta el mango del látigo y lo dobla sin piedad para acallar a ese corazón cuya fuerza no es capaz de controlar. Mañana todos sabrán de esas marcas y España se muerde los labios al rememorar los lamentos de su hijo, extendiendo la malicia por días y noches en que no es capaz de pensar.

Cuatro, cinco, seis.

-¿Te gusta?
-Duele.

Los sentimientos se enredan hoy. Se hacen daño de maneras increíbles, en público y tras las puertas de esa casa en Madrid. Nadie lo nota sino observa con atención, la tensión en los nervios espectadores un intolerable sentimiento. Deténganse, piden, con ojos vencidos.

Es imposible, la violencia los define.

Y cada día juntos es un horror que se nutre de sonrisas retorcidas y golpes. Antonio intenta esconderlo y Benjamín se contiene, mas ya tienen el hábito. Se adoran y odian con la misma fuerza, un martirio de siglos.

Un, dos, tres.

Un suplicio que no encuentra su final.

3. En jirones
(BDSM)

Hay una forma de romper que no requiere látigos ni fustas. Refinada, la palabra es más afilada que una daga y más dolorosa que cualquier golpe.

Él yace bajo las piernas de Arthur, el viejo rito del sufrimiento y la degradación otra vez en movimiento. El hombre lo contempla, humillado al comprender que todo esto es su culpa y de nadie más. Él comenzó la cadena, él debe controlar el daño. Benjamín lo mira y exige con sus ojos ser sometido y doblegado, ahíto del dolor de Inglaterra al verse en semejante y terrible necesidad.

¿Por qué?

Da igual, en este punto hasta respirar da lo mismo.

Una a una las palabras salen de la boca de Kirkland y penetran la piel de su extorsionista como un hábil veneno, la maldad trastornada hasta volverse odio y después sumisión.

Y en la medida en que Arthur lo arremete y lo culpa de haber sido violado; en que enumera las razones por las cuales no merece a Martín y le restriega sus errores, algo se le va quebrando en el pecho, una fuente de amargura que lo hace anhelar el alcohol como el náufrago busca el agua dulce.

-Eres sucio, Benjamín ¿Por qué te querría Martín? Te comerías su corazón, tornándolo vacía cáscara, además, tiene a Artigas, que es más hábil y educado que tú, un indio asqueroso y manchado con ese animal que Antonio te metió en el cuerpo.

Arthur sonríe de placer y maldad, pero en el fondo está más herido que su víctima. Y tras poseerlo y ensuciarlo con su semilla, Inglaterra bebe hasta quedar borracho, tenderse al lado del muchacho dormido, agotado de tanto llorar, acariciarle la melena castaña y preguntarse, envuelto en ese dulce aroma a canela:

¿Por qué disfrutas tanto que te desgarre el alma?

4.Laberinto de Espejos.
(Violación)

La carne se abre, resistencia y poder bajo sus manos, él sigue escapándose para provocarlo todavía un poco más.

Antonio ya no sabe si esto es un juego o está pasando de verdad. Benjamín ruega que se detenga y parece a punto de llorar, pero… es difícil discernir cuando él mismo le pide que lo haga, lo exige, se comporta con saña para que a España le gane el odio.

Tal vez él si está hablando en serio y le pide que pare. A lo mejor él nunca le demandó que lo poseyese por la fuerza y resiste con tal de escapar. ¿Y si esas lágrimas son reales?

“Basta, él lo merece, debe entender que no puede hacer lo que quiera”

Se siente cálido y lúbrico ahora que, con un empuje firme, lo posee otra vez. Hay lágrimas en sus ojos siempre soberbios y eso es un tesoro en sí mismo. Tan hablador, siempre sacando el pasado a flote. Ahora tendrá su lección.

En cada movimiento Antonio deja escapar su rencor. Esto es malo, esa maldita costumbre de Benjamín de estar y no, de abrazarlo y decirle que lo ama pero al mismo tiempo nunca pertenecerle de verdad. Lo hastía mucho, hace que al final él deba recurrir a estos trucos sucios para abrazarlo y sostenerlo como debió hacer siempre, por el mero hecho de ser su padre.

Las manos se cierran alrededor de las caderas para que no se escamotee de nuevo, el pecho recibe los golpes, los hombros las mordidas de ese animal, sin éxito. No: como ese día hace tanto, hoy tampoco se va a escapar. Los jadeos se sobreponen a los ruegos y lentamente la excitación de Benjamín le arrebata a éste la capacidad de negarse mucho más.

“No, hijo, ya no puedes renunciar a mí”

5.Metal
(Muerte)

La Bestia es demandante. Benjamín debe callarla y ya nadie se ofrece a dormirla. Es momento de tomar acción.

Cuando ella despierta exige una cosa, el viejo rito que se ofrecía a los más renombrados prisioneros de guerra. Se dice que es una leyenda, sin embargo, para Benjamín es una realidad vigente. Ya no existen los vencidos de antaño, hoy cualquier pequeña rata es bienvenida.

El muchacho corre desesperado por las calles, Benjamín tras él, acosador. Tomarlo del polerón y azotarlo contra la pared es sencillo, sabe cómo apretar el cuello para dejarle sin aliento, lo hace sin vacilación. El muchacho lo mira con odio, recibiendo a cambio una sonrisa burlona, anuncio de su final. Y hoy decide ser más sucio, saca de su chaqueta la cuchilla enterrándosela sin duda en la carótida, cercenándola, los ojos castaños contemplan fascinados cómo fluye la sangre, un hilo escarlata en las sombras de Santiago.

Los ojos del muchacho humano se clavan en los suyos, rogando aire, pidiendo otra oportunidad.

No existe tal cosa para esa criatura agazapada en el vientre de Benjamín.

La vida se desmigaja sobre la ropa como una caricia húmeda y fragante, metal en el paladar, exquisito, pupilas castañas curiosas como el primer día, cuando era pequeño y vio las marionetas en los árboles. El corazón deja de bombear, los pulmones no atrapan el aire y el cuerpo deja de resistir, aún pegado a la pared, las rodillas flaquean y el peso se vuelve más intenso.

“Bienvenido insignificante niño, honrarás a tu Nación”

Lo tiende en la calle estrecha, le arrebata la ropa mojada y deja su pecho al descubierto. El cuchillo brilla al blandirse en cortes certeros, producto de la larga práctica. Allí esta:

El corazón.

¿Quién dijo que esto es malo?

Es necesario.

-Gracias por permitir tu muerte.

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