Título: Bienvenido a Valhalla (deje su cordura en la puerta)
Fandom: Original
Advertencias/Spoilers: Spoilers a mansalva de... ¡mitología nórdica! *giggles*
Resumen: Después de haber vivido tantos siglos -tantos putos- uno se aburre de todo. Que se lo digan a Loki.
Notas: Mi intento de Nanowrimo 2009, un poco de desvarío, otro tanto de incoherencias y una pizca de mitología nórdica. Decidí hacerlo en octubre, y no tenía muy claro de dónde irían los tiros de la novela (qué bonito suena eso, por cierto) y no sabía si una trama seria y/o rebuscada o algo más satírico. Al final resulta obvio por cuál me he decidido. Llegué a más de las 23,000 palabras durante el mes, colgaré sólo el prólogo que no vaya a ser que alguno considere que mis paranoias valen algo y las plagie o algo peor.
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“…así que como castigo, los dioses transformaron a Váli en un lobo gigantesco que se volvió contra su propio hermano, matándolo y descuartizándolo sin piedad. Luego usaron las vísceras frescas del recién fallecido para atar a Loki a tres enormes bloques de piedra, transformando las ataduras en hierro y colocando una serpiente venenosa sobre su cabeza de modo que la ponzoña de ésta goteara sobre su cara incesantemente. Cuenta la leyenda que la bella Sigyn se sienta junto a él y recoge el veneno en un cuenco de madera, pero cuando éste se llena tiene como mandato arrojar el veneno para que caiga sobre el rostro de Loki. La agonía es tan terrible que se estremece removiendo los cimientos de la tierra. Su castigo durará hasta el ocaso de los dioses…”
Y ése, se supone, debería ser el final de la historia; suspendida a la espera de un fin del mundo que nunca termina de manifestarse, sobre todo en estos tiempos en que ninguna catástrofe espanta porque siempre queda la certeza que llegará alguna peor. Podría ser un perfecto final y sin embargo no es más que un tormentoso comienzo, pues cuando un castigo tan metódico se termina finalmente es cuando comienza la incertidumbre de la libertad.
Una de las tantas ventajas de ser un dios mitológico y de haber vivido uno que otro milenio, es que Loki puede vanagloriarse de haber experimentado todo lo existente en la creación (y un poco más allá, de hecho), de haber visitado lugares inimaginables y que si algún día escribiesen sus memorias, ocuparían varios tomos enciclopédicos, o por estas épocas ocuparía como mínimo la mitad de un disco duro de alta capacidad.
Ha mentido, robado, embaucado y engañado a reyes, vagabundos y putas sin distinción alguna. Ha invocado demonios, charlado con vampiros, huido de hombres lobo hambrientos y jugado póker hasta el amanecer con los mortales. Visto caer imperios, descubrimiento de nuevos mundos, adelantos científicos, guerras, treguas, tratados de apz, epidemias, muertes y nacimientos. Ha pasado de transportarse en un enclenque navío de madera a un convertible último modelo. La gran desventaja de todo esto, por supuesto, es que después de haber vivido tantas cosas, una tras otra en un ciclo vicioso e infinito, uno terminaba por aburrirse rápidamente.
Así fue como los inicios del siglo XXI le sorprendieron en Oslo, empezó a vivir allí en un arranque de nostalgia hace unos ¿cinco? ¿cuatro? años atrás y los primeros meses estuvieron bien. Nada como el clima frío para hacerlo sentir justamente como en casa. Pero los días pasaron, los bares (y los casinos) de la ciudad no eran infinitos como parecían en la primera impresión y fue sólo cuestión de tiempo para que se aburriera, sintiéndose fuera de lugar sin importar en dónde se encontrara.
Así que un buen día, decidió que era hora de cambiar de aires, al menos por un fin de semana y dejó que el azar se encargara de su destino. Su dardo de la suerte aterrizó justo en Londres, una parada tan específica como esa no podía pasarla por alto y tomó el primer avión (primera clase, sin escalas) rumbo a sus improvisadas vacaciones.
Llevaba un par de décadas sin poner un pie en Londres pero le bastaron sólo unas horas para saber que no había cambiado demasiado en todo este tiempo a menos que su memoria empezara a fallar. La arquitectura de la ciudad y las mujeres que recorrían las calles seguían conservando los mismos rasgos, el mismo aspecto señorial y las mismas melenas rubias que se contoneaban suavemente con la fría brisa invernal. Al final de la primera noche terminó con una botella de whiskey en la cima del Tower Bridge, admirando el paisaje nocturno de la ciudad y regañándose a sí mismo por no tener el humor de deambular por los bares de los alrededores.
Era la primera noche en Londres, y una inesperada ráfaga le llenó los pulmones de un tenue aroma, que apenas se distinguía entre los rastros de smog y humedad; pero tan característico que llamó su atención enseguida.
Todos los seres que ha conocido a lo largo de su vida emiten un aroma característico, a lo largo de los años (los siglos) Loki aprendió a clasificarlos uno a uno. Los demonios, y a veces los fantasmas con un pésimo carácter, despiden un aroma a azufre y alcohol, muy penetrante para su gusto. Los entes celestiales (los niños de papá) son puro incienso y canela, capaces de asfixiar hasta el más devoto creyente. Los vampiros apestan a sangre seca, maloliente y putrefacta; en cambio los hombres lobo son una mezcla de sangre fresca y barro húmedo.
Los humanos, sus favoritos, son una mezcla muy característica de sudor y especias, el aroma de los mortales. Durante años, cuando todavía vivía en Asgard, les observaba guardando distancias muy curioso al comprobar cómo eran capaces de arreglárselas para sobrevivir con simple ingenio y algo de astucia; contemplaba estupefacto cómo llegaban a arrasar pueblos enteros de sus congéneres con simples armas hechas de metal en compañía de antorchas con fuego perecedero. El aroma característico casi siempre es constante y no difiere demasiado de un mortal a otro, a menos que éste sea especial.
Por eso reconoció aquella delicada mezcla de vainilla y yerbabuena, aún desde aquella altura. Instintivamente cerró los ojos, concentrándose en el aroma un poco más, así le era más fácil imaginarse a la menuda silueta caminando por las calles de la ciudad como quien lleva algo de prisa porque va atrasado a una cita, apresurando el paso para perderse entre la gente y por unos instantes se le ocurrió que podría estar huyendo de su presencia.
Pronunció la sonrisa al pensar en la mujer que había detectado, evocando con facilidad su negra cabellera, su cuerpo menudo y esos enormes ojazos azules que seguramente le consiguió uno que otro admirador. Para ser una humana no estaba tan mal, aunque Loki siempre las preferiría rubias. Christine Jones. Vainilla y yerbabuena. Una médium en toda su extensión.
En cuestión de instantes terminó por decidirse, y con un gran salto dejó su cómodo balcón privado y descendió a las calles nuevamente en tan sólo cuestión de segundos. Siguió aquel aroma hasta un conglomerado de personas que parecían avanzar a su ritmo. Avanzó a grandes zanjadas entre la multitud, atravesando una marea de gente que amenazaba con alejarlo de su objetivo, pero Loki continuó su paso constante, siguiendo los rastros de vainilla y yerbabuena que revoloteaban por el aire, como un lobo viejo que olfatea con insistencia la primera nevada de la temporada.
-¿Qué es lo que quieres, Loki? Porque tenía la esperanza que no fuera conmigo- como toda médium que se precie de serlo, Christine ya había detectado su presencia y en cuestión de instantes había detenido su paso para encararlo con los brazos cruzados, a escasos centímetros de él y mirándolo como quien regaña a un niño pequeño. Loki frunció el ceño, pues era especialista en hacerse el ofendido para estas cuestiones y optó por encogerse de hombros, con una media sonrisa.
-No nos vemos desde hace diez años, guapa. Esperaba un mejor recibimiento ¿sabes? No sabía que estuvieras aquí de vacaciones…-
Repentinamente la mirada de Christine se endureció, apretó los labios y le mantuvo la mirada, penetrante y altiva. Loki guardó silencio, pero ese gesto le parecía tan impropio de ella que enseguida recordó la primera vez que la vio, hace tanto tiempo, ella y su madre estaban ayudando a una familia a deshacerse de un fastidioso poltergeist que tenían de inquilino indeseable en su casa en Kentucky (nada relevante, pero siempre le hizo gracia ese nombre) y él estaba de paso por América porque el nuevo mundo era, valga la redundancia, su nuevo patio de recreo. Loki siguió su presencia cuando estaba sola en un parque y ella también giró hacia él, mirándolo muy curiosa y preguntó con cierta timidez quién era y qué era lo que quería exactamente. “No luces como nada que haya conocido antes” fueron sus palabras exactas y él estalló en una carcajada antes de presentarse formalmente. En ese entonces Christine era bastante inexperta y curiosa, pues no dejó de hacerle preguntas; además sus facultades estaban muy dispersas y, si se ponía superficial, llevaba el pelo mucho más corto que ahora.
-Fueron sólo cinco años, Loki, ya sé que para ti diez o cinco no significan mucho pero no me eches más arrugas de las necesarias- tal y como apareció, el destello de dureza en su mirada se desvaneció. Relajó los hombros, haciendo un gesto despreocupado y ladeando la cabeza, parecía fijarse en la otra orilla de la calle, mirando de tanto en tanto el semáforo que todavía estaba en rojo para los peatones.
Loki se colocó a su lado, mirando descuidadamente los carros pasar frente a ellos.
-Me disculpo, no nos vemos desde hace cinco años, guapa. En todo caso sí esperaba un mejor recibimiento, ¿no se te antoja una cena para ponernos al día? Te aseguro que no te vas a aburrir- soltó una carcajada, al tiempo que hacía un rápido resumen mental de los últimos cinco (que en realidad parecían diez) años.
En verdad sí había mucho qué contar, incluso para sus parámetros.
-Lamento desechar tu invitación, pero tengo otras cosas que hacer- ella se encogió de hombros resuelta y empezó a caminar por el cruce peatonal, ahora que la luz estaba en verde. Loki sólo dejó un par de segundos correr antes de apresurar el paso para alcanzarla. Christine en verdad no parecía interesada en su presencia, y él empezaba a ofenderse con semejante indiferencia. No todos los días uno se encuentra a dios mitológico paseando por las calles, ni siquiera en estos tiempos con aires apocalípticos.
-Vamos, no puedes negarme que al menos tendrás algo de curiosidad por saber qué ha sido de mí…- apenas habían llegado al otro lado de la calle y Christine soltó algo parecido a una risita incrédula. Él frunció el ceño pues no acababa de entenderla, las mujeres humanas eran extrañas y eso que había convivido con Sigyn durante un par de siglos así que tenía cátedra en terquedad femenina.
-Sigues siendo tan egocéntrico como te recordaba, Loki. No te lo tomes tan personal, de verdad tengo otras cosas qué hacer, pero si quieres mañana o pasado podemos reunirnos a cenar en algún sitio cerca de aquí. Mejor pasado mañana porque antes tengo que entregar material en la oficina, y sólo a cenar Loki, te lo advierto…- Christine frunció el ceño después de imponer sus condiciones, señalándole con el dedo en un gesto que pretendía ser amenazante y que a él sólo le hacía gracia.
-Al menos me puedes decir por quién me estás rechazando, bonita. Ahora no me vengas con que tu esposo te está esperando en su nidito de amor porque eso sí que no me lo creo- dijo casi sin pensarlo. No porque resultara extraño que en cinco años Christine hubiera conseguido algún chico con el cual divertirse o por qué no, con el cual compartir apartamento. Era sólo que sabía por experiencia que los médiums no llevaban a buen término sus relaciones de pareja.
Christine se quedó estática, mirándolo fijamente y sus ojos azules parecían traspasarle por momentos, como si la pregunta hubiera sido un insulto. ¿Qué? ¿Acaso era viuda y acababa de cometer una imprudencia? Loki sintió repentinamente la boca seca y algo bastante parecido a la culpa en la boca del estómago. Tanto tiempo (años, décadas podría ser) sólo entablando conversaciones triviales con mortales le habían hecho olvidar lo vulnerables que eran a las emociones. Sólo entonces se preguntó qué haría una chica como ella viviendo tan lejos de su familia, porque a menos que su memoria le fallara, todos los Jones vivían en el nuevo continente y dudaba mucho que hubieran hecho una mudanza masiva. ¿Qué hacía Christine aquí, entonces?
-No tengo esposo, ya que te interesa tanto saberlo. Pero le prometí a mi hijo que llegaría temprano el día de hoy y pienso cumplirle, no sabes cómo se ponen los niños cuando no cumples las promesas…- se lo dijo así como quien habla resignada del pronóstico del tiempo. Antes que Loki pudiera recuperarse de su asombro, ella ya le había dado un par de palmaditas en el hombro, despidiéndose condescendiente y echando a andar nuevamente, sin mirar atrás- pero en serio podemos ir a tomar un café uno de estos días, si es que sigues en la ciudad-
La voz cantarina de Christine continuó resonando en su cabeza hasta mucho después que ella desapareciera tras la siguiente cuadra. Ahora sí, se dijo, eran cinco años que parecían diez.