[Merlin] Y los sueños, sueños son (1b/4)

Feb 01, 2012 18:35

Título: Y los sueños, sueños son [1b/4]
Fandom: Merlin
Advertencias/Spoilers: podríamos decir que es un reincarnation!au o algo por el estilo, pueden haber spoilers generales de todas las temporadas, en especial las primeras. Rating Disney (G) de momento.
Personajes/Parejas: Nimueh, Balinor, Uther, Igraine, Gaius. Multishipping total.
Resumen: Cuando era niña, Nina tenía pesadillas casi todas las noches y pasaba largas horas en vela o llorando en el regazo de su madre. Pero nunca le dio importancia. ¿Para qué? No eran más que sueños que no podían dañarla…
Notas: Es la continuación de este prólogo. Con todo mi amor y crack para nyaza y sara_f_black

Prólogo | Parte 1a | Parte 1b

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Cuando recibió esa llamada de Imogen, no supo exactamente qué esperar. No tenía la más mínima idea por qué ella estaba llamándolo a él, pero tardó más que un par de minutos en darse cuenta que se trataba de la cena. No se arrepentía de haberle dicho a Nina que él lo acompañaba, sin embargo lo que parecía un gesto desinteresado al principio, empezaba a ponerlo más nervioso con cada día que pasaba.

-Lo siento, estaba retrasada, vine directo de clase y el profesor estaba inspirado…- ella llegó unos quince minutos después de la hora acordada. Llegó casi trotando a la entrada del centro comercial, pero estaba sonriendo como era habitual en ella.

-Tampoco esperé mucho tiempo…- susurró encogiéndose de hombros.

-¿Estás listo, entonces…?- Imogen se acercó hasta quedar frente a él, sin perder la sonrisa en ningún momento.

Ben tragó en seco, sintiendo una pesadez en el estómago pero asintió con la cabeza, limitándose a seguir a Imogen en el centro comercial. Casi había olvidado la última vez que fue de compras con una mujer. Cuando estaba en el colegio tenía una novia, duraron juntos pocos más de un mes, pero la chica era tan aficionada a las compras que Ben pasó más tiempo acompañándola a comprarse ropa que cualquier otra actividad juntos.

Ahora estaba de compras con la mejor amiga de Nina, quien lo llamó en esa ocasión para preguntarle cómo iría vestido para la cena. La pregunta lo tomó por tanta sorpresa que no supo qué responderle y entonces, entre frase y frase, se dejó convencer para que ella lo ayudara a escoger un atuendo adecuado para esa noche. En el fondo, también lo había hecho porque quería pasar tiempo a solas con Imogen, quería comprobar si sus sospechas eran ciertas o se estaba volviendo loco de verdad.

-Creo que ésta te viene bien… combina con tus ojos- anunció Imogen mientras le mostraba una corbata, colocando la tela a la par de su rostro. Ben no sabía absolutamente nada de combinaciones de ropa, se conformaba con vestirse decente de acuerdo a la ocasión. Ella colocó la corbata alrededor de su cuello y señaló a Ben el espejo del probador. Él observó su reflejo unos instantes, no estaba seguro si combinaba con sus ojos, como ella decía, pero era de un color azul intenso que sin duda llamaba la atención.

-Está bien, tú ganas, la llevaré…-

-Así me gusta, Ben…- ella sonrió triunfal y a los pocos segundos estaban encaminándose a la caja registradora para pagar. Imagen le escogió varias prendas, parecía bastante emocionada con el tema y como hacía tiempo que no actualizaba su guardarropa siguió cada uno de sus consejos. Según le dijo Nina en algún momento, la chica estaba estudiando periodismo pero si le hubieran dicho que estaba cursando diseño de modas o algo similar, lo hubiese creído sin problemas.

Mientras hacían cola para pagar, Ben la miraba atentamente. Se enfocaba en sus gestos y su sonrisa, cada movimiento de Imogen parecía una confirmación a sus sospechas. Recordaba esa sonrisa amplia y sincera, esos ojos apacibles que miraban a su marido como si éste fuera en verdad el héroe que procuraba aparentar para su reino. Ben no tenía demasiados recuerdos de la reina de Camelot, por lo que asumió con el paso del tiempo que realmente no convivieron demasiado pero sí que pensó bastante en ella después de su muerte.

“¿No lo sabes? La reina falleció, el rey Uther no quiere ver a nadie…”

-¿Ben?-

Imogen dio un toquecito en su hombro, provocando un respingo. Se dio cuenta que estaban casi a las puertas de la tienda, no estaba muy seguro cómo habían llegado hasta ahí. Alzó ambas cejas, en un gesto de sorpresa y ligera vergüenza.

-Lo siento… ¿decías algo?-

-Tengo que retirar algo en la lavandería, convencí a Nina de ir a una fiesta y mandé lavar nuestros vestidos. Queda a una cuadra ¿te importaría acompañarme?- ni siquiera consideró negarse. Asintió con la cabeza de manera automática, sabiendo que ya no necesitaba nada más que confirmara sus sospechas. Claro que tampoco necesitaba ser un genio para darse cuenta que Imogen vivía en completa ignorancia de la verdad, y esta vez no cometería el mismo error, con Nina aprendió la lección.

Nina. No pudo dejar de pensar en ella en todo el camino a la lavandería. Empezaba a llenarse de angustia a cada segundo que pasaba, sobre todo porque no sabía si era buena idea contarle sobre su descubrimiento. Era un tema delicado, no estaba seguro cómo iba a tomarlo y seguro sólo conseguiría angustiarla y ella ya tenía bastante con la cena con su padre. Quizás consideraría contárselo después, pero hacerlo ahora sería un error y eso conllevaba al siguiente problema.

Mentirle a Nina, aunque fuese por omisión, lo llenaba de culpa. Hasta ahora lo habían compartido absolutamente todo, sueños y recuerdos. El problema era que no todos los recuerdos eran agradables, pero empezaba a darse cuenta que Nina no era del todo consciente de esa parte de la historia. Ella parecía recordar la grandeza de Camelot y el respeto que alguna vez le tuvo el pueblo. No podía proteger a Nina de sus propios recuerdos, pero al menos impediría que se rencontrarse con el pasado.

-Gracias, Ben, ya podemos volver…- Imogen extendió la mano por el mostrador, tomando dos vestidos perfectamente envueltos en plástico. Se acercó hasta él de nuevo, lucía tan feliz y radiante que Ben deseó para sus adentros que llevara una vida longeva, y sobre todo, feliz.

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Ciertas cosas no cambiaban nunca. Nina seguía sin sentirse cómoda en las fiestas, pero al final asistía a más de las que le gustaría gracias a que su mejor amiga conseguía convencerla de acompañarla. Esta ocasión no fue la excepción, a pesar que cuando le preguntó a Imogen de quién era la fiesta, su amiga se encogió de hombros, diciendo que una compañera de clases le ofreció una invitación y ella no lo pensó mucho antes de aceptar. La fiesta comenzaba a las nueve, pero apenas a esa hora estaban saliendo de casa; Imogen se demoró un poquito más de lo normal secando su pelo y rizándolo un poco.

Nina llevaba puesto un vestido rojo, no era su color favorito pero el vestido fue el regalo de Imogen por su pasado cumpleaños y aún no había tenido oportunidad para estrenarlo. Antes de salir, su amiga le aseguró con una sonrisa que se veía muy guapa; pero era difícil creerlo cuando Imogen estaba ataviada en ese vestido azul escotado y esos zapatos que la hacían ver aún más alta y llamativa de lo que era. Nina sólo asintió con una sonrisa mientras aseguraba la puerta del apartamento.

La fiesta era en un club, uno de esos sitios de moda que se caracterizaban por la música estruendosa y atestados de gente que Nina tanto detestaba. Pero si tenía que ser totalmente objetiva, la decoración no estaba tan mal y cuando llegaron, el volumen de la música era soportable. Nada más llegar, Imogen se topó con algunos de sus compañeros de carrera a quienes saludó efusivamente, pero nunca se despegó de Nina. Era una especie de pacto tácito entre ambas; si iban juntas a una fiesta pocas veces se separaban una de la otra.

-Te dije que valdría la pena venir. Me reservas una pieza…- susurró Imogen en su oído. Nina, que era un poco más bajita, estaba prendida de su brazo inconscientemente- pero ahora vayamos a la mesa de los postres, mirar todo desde esta distancia es una completa tortura…-

Nina sonrió, fijándose en la enorme fuente de chocolate que estaba a su izquierda y estuvo de acuerdo con su mejor amiga. Ambas se acercaron hasta allí e Imogen fue la primera en tomar una fresa para acercarla hasta el chocolate derretido. Su expresión al primer mordisco era más que suficiente para hacerse a una idea de lo delicioso que estaba. Imitando a su amiga, Nina hundió el extremo de la fresa en el chocolate, llevando después todo el contenido a sus labios. Si todo pudiera juzgarse por la comida, esta sería de las mejores fiestas a las que ha asistido a lo largo de su vida.

-Sólo por las fresas con chocolate ya valió la pena, Nina…-

-Deberíamos tener una de éstas en casa…- Nina se encogió de hombros sin perder la sonrisa. Mientras tomaba otra fresa con chocolate, miró con detenimiento a su alrededor, reparando en un par de metros a su izquierda, en una chica rubia que llevaba una llamativa cinta roja en la cabeza. Le tomó unos segundos reconocerla, era la amiga de Patrick a quien conoció aquella vez en la facultad, Vanessa. Reparó en que estaba hablando animadamente con alguien, un chico pelirrojo con quien cruzó miradas por un par de segundos segundos antes de girarse de nuevo hasta Imogen, engullendo el resto de la fresa.

-¡Nina me encanta esta canción! ¡Y me debes una pieza!- antes que pudiera darse cuenta, sintió un tirón de su brazo izquierdo y fue arrastrada hasta la pista de baile, sin detenerse a pensar si Vanessa la había reconocido.

A pesar de las apariencias a Nina no se le daba mal bailar, tan sólo se sentía ligeramente cohibida al sentir que tarde o temprano todas las mirabas se posaban en ella. Eran paranoias absurdas de las que nunca pudo librarse desde niña. Pero procuró concentrarse en su mejor amiga, en sus cuerpos moviéndose al ritmo contagioso de la música y olvidarse de todo lo demás. Imogen se movía con gracia a su alrededor, con los ojos entrecerrados en completa concentración mientras Nina le seguía el ritmo a su manera. Se dejó llevar por la melodía, riéndose al unísono que su amiga y girando sobre sus talones.

Estaba tan concentrada en la música que sintió un vacío en el estómago cuando alguien tiró suavemente de ella. Tensó su brazo enseguida, lo mismo que el resto de su cuerpo, poniéndose a la defensiva. Se quedó prácticamente sin respiración cuando reconoció quién estaba frente a ella.

-¿Patrick…?- balbuceó sorprendida. Le llevó unos segundos darse cuenta que él todavía la sostenía del brazo. En el fondo, Nina agradecía el gesto, estaba tan descolocada que bien podría tropezar de un momento a otro.

Lo peor de todo, era que Patrick estaba sonriendo. Era ese gesto suyo tan característico y que Nina empezaba lentamente a interiorizar. La sonrisa de autosuficiencia que la intrigaba y desesperaba a partes iguales.

-Vanessa me dijo que le pareció verte por aquí y quise saber si estaba en lo cierto…- dijo en voz alta, inclinándose un poco hasta ella. Nina sabía que era por el volumen de la música, y por eso se mantuvo en su lugar a pesar que una parte de ella quería poner de nuevo distancia entre los dos.

-A mí también me pareció verla…- asintió, con un tono de voz considerablemente más bajo. No estaba segura que él la hubiera escuchado, pero estaba sonriendo y no dejaba de mirarla. La música resonaba a su alrededor, pero ella ya no estaba prestándole atención, lo único que pensaba en ese momento era una buena estrategia para quitárselo de encima.

-Estás muy guapa hoy, Nina…-

Esta vez el tono no era tan claro, pero Nina estaba segura de no haberlo imaginado. O quizás sí dijo algo, pero no precisamente esa frase. Ella quiso decirle algo, pero sentía un ridículo nudo en la garganta. ¿Por qué tenía que ponerse así? ¿Por qué?

-Lo siento, pero tendrás que buscarte otra pareja de baile. Ella está reservada…- Nina experimentó un alivio enorme cuando sintió la cercanía de Imogen. Su mejor amiga apoyó la barbilla en su hombro, debían de verse bastante graciosas considerando que ella era bastante más baja que Imogen.

Tenía que confesar que sintió un poquito de satisfacción al ver la confusión en el rostro de Patrick. Tenía ambas cejas enarcadas en un claro gesto de sorpresa y casi sin darse cuenta Nina pronunció la sonrisa, sintiéndose más relajada. La presencia de su mejor amiga continuaba siendo infalible para cualquier situación incómoda.

-Éste es Patrick…- confesó al fin, girándose un poco para ver mejor a su amiga. La expresión de sorpresa tampoco se hizo esperar, Imogen se reincorporó, quedando en evidencia la diferencia de estatura. La rubia examinó al susodicho con detenimiento, y Nina rogó para sus adentros que para cuando abriera la boca su mejor amiga no hiciera uno de sus fantásticos comentarios. No todos reaccionarían como Ben a sus frases de doble sentido y podía vivir sin saber cómo se los tomaría Patrick.

-Así que tú eres el famoso Patrick…- comentó en voz alta con una sonrisa. Dio un paso al frente y extendiendo su mano derecha hasta él, haciendo un guiño- yo soy Imogen, la mejor amiga…-

Patrick pareció recuperarse con rapidez de la sorpresa, pues estrechó su mano casi al instante. Procuró sonreír, aunque Nina estaba viendo todo desde otro ángulo y se daba cuenta que aún había una ligera tensión en su mirada. Su amiga en cambio, estaba completamente relajada y en su elemento. Conocía ese gesto en Imogen, esa sonrisa a medio gas que parecía un gesto inocente pero que su amiga adoptaba cuando se sentía en control de la situación.

¿Estaban realmente en control de la situación? Nina no estaba segura de ello pero procuró quedarse donde estaba, temía que si se alejaba un milímetro más la multitud que estaba a su alrededor la envolvería sin que ella pudiese hacer nada al respecto.

-Un placer…- Patrick se mordió el labio inferior, en una mueca que parecía una sonrisa indecisa y miró hasta su izquierda, donde estaba el bar- ¿Qué dicen si les invito algo, señoritas?-

-Creo que nos encantaría… ¿Cierto Nina?- antes que pudiera reaccionar, Imogen se prendió de su brazo y estaba sonriendo triunfal, esperando su aprobación. Mientras asentía con la cabeza, Nina se dio cuenta que después de todo sí tenían el control de la situación.

Llegaron hasta el bar a tropezones, pero milagrosamente encontraron un buen sitio para acomodarse allí. Aunque Patrick aseguró que él invitaba, Nina se sintió un poco incómoda al ordenar, sentía que había algo que no terminaba de encajar y no conseguía descifrar el qué. Después de Imogen pidiera una margarita y Patrick una cerveza, fue su turno. Pidió lo primero que se vino a su cabeza, un blue dragon. Sólo después de tener el vaso en sus manos, se dio cuenta de lo irónico de la situación.

-Entonces… ¿Son amigas de siempre?-

Nina estaba justo en medio de los dos, Patrick a su derecha e Imogen a su izquierda. Se sentía abrumada por las circunstancias y lo único que pudo hacer, además de asentir, fue dar un largo sorbo a su bebida. El alcohol le raspó la garganta, pero no le importó.

-Nos conocemos desde hace años. Tengo dos hermanos menores, pero Nina es la hermana que siempre quise tener…- para su fortuna, Imogen estaba rescatando la situación, como casi siempre pasaba.

Patrick asintió vagamente, con su vaso de cerveza en la mano. Las miró a ambas en silencio, con un amago de sonrisa que parecía más bien una expresión pensativa. Nina revolvió su pajilla, chocando los hielos unos contra otros con insistencia.

-Sé lo que es eso. Mi mejor amigo… lo conozco desde que éramos niños… conoce absolutamente todos mis secretos. El día que decida dejar de hablarme estaré en problemas…- estalló en carcajadas, inclinándose un poco más hasta Nina, rozando sus hombros en un acto reflejo. Ella no dijo nada, pero se preguntó si se estaría refiriendo al novio de Vanessa, le parecía recordar que había dicho que era su mejor amigo. O quizás no. Quizás lo imaginó. Tenía el vaso medio vacío, todo podía ser posible en este momento.

-Te comprendo. Esta chica aquí presente puede publicar mi biografía no autorizada…- Imogen estaba hablando de ella, pero en realidad estaba mirando a Patrick. En efecto Nina conocía a su amiga mejor que nadie, no le gustaba ser soberbia pero dudaba que aún los propios padres de Imogen la conocieran tanto como ella.

Por eso reconocía con facilidad las sonrisas de su amiga, los guiños y los gestos corporales sólo podían indicar una cosa. Era claro que estaba coqueteando, Nina lo había visto en decenas de ocasiones pero nunca había tenido que presenciarlo tan cerca. Pero su amiga y Patrick sonreían, no se quitaban la vista de encima y toda la escena despedía un aire ligeramente morboso que lo único que provocaba era más y más incomodidad.

Nina bebió hasta el último sorbo de su blue dragon, sintiéndose algo mareada. Quizás por eso pensó que había imaginado a Patrick pidiéndole a Imogen bailar. Sin embargo cuando reparó en ella, su rostro confirmaba que no fue su imaginación después de todo.

-¿Nina…?- su mirada se encontró con la de su amiga, quien tenía los labios apretados en lo que parecía ser un puchero en la espera de su aprobación. Nunca había podido negarse a ese gesto y se encogió de hombros, acomodándose mejor en su asiento.

-Seguro que Patrick baila mejor que yo…- se excusó con una sonrisa afectada, y no se atrevió a mirar a Patrick al decirlo, así que no estaba segura si él alcanzó a escuchar su especie de broma. Se enfocó en la esbelta figura de Imogen mientras los dos caminaban hasta el centro de la pista de baile.

Los primeros segundos evitó mirarlos, pero al final la curiosidad pudo más que ella y se giró sobre su asiento para ver la pista sin ningún problema. No fue difícil localizarlos, eran ese tipo de personas que sin importar que estuviesen en medio de una multitud llamaban la atención tarde o temprano. Imogen estaba radiante, parecía que había recién llegado y Nina no estaba segura si era producto de la música ensordecedora, el juego de luces o el alcohol en su organismo, pero aquella escena de Imogen y Patrick bailando y riéndose como si se conociesen desde siempre, le parecía familiar. Tal vez sólo era la sensación de ser una espectadora de una historia mucho más interesante que la suya propia.

Suspiró, reparando en la forma en que Patrick se inclinaba hasta su amiga para decirle algo al oído. Desde esta distancia y aún sin la música hubiera sido imposible adivinar de qué estaban hablando. Pero ambos se giraron hacia la izquierda para fijarse en algo y Nina hizo lo mismo por puro instinto. Un par de metros a su izquierda estaba aquel muchacho pelirrojo que estaba hablando con Vanessa cuando recién llegaron. El chico alzó el vaso que tenía en la mano en dirección a Patrick, a manera de saludo.

Nina se quedó mirando al chico una vez más, decidiendo si era él de quien Patrick habló un momento antes. Su mejor amigo.

El chico se giró, y aún desde esa distancia Nina estaba segura que otra vez intercambiaron miradas por unos segundos. De hecho, aunque de esto culpaba más al alcohol, estaba casi convencida que mientras la miraba estaba sonriendo.

“No más alcohol para ti, Nina…” concluyó mientras ladeaba la mirada.

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Nina se escuchaba tensa esa mañana, aunque no dijo nada en especial, sólo si podían verse. Ben estaba cansado considerando que estaba saliendo de un turno nocturno ese día pero no pudo negarse y aceptó reunirse con Nina. Ella aseguró que se saltaría la última clase y que lo alcanzaría en su trabajo poco antes de mediodía. Quiso decirle que no faltara a clases, pero calló por miedo a iniciar una discusión completamente innecesaria.

Se encontró con Nina en el acuario, estaba de espaldas a él, pero podía ver su reflejo en el cristal. Era la sección de peces tropicales, aunque ella no parecía estar prestando demasiada atención, tenía una expresión pensativa que lo único que conseguía era preocuparlo más. Inspiró hondo, acercándose hasta ella, mientras se repetía una y otra vez que quizás no era tan grave. Quizás sólo el sueño estaba nublando un poco su juicio.

-Lo siento… no debí venir, no pretendía molestarte…- antes que él pudiera decir nada, Nina estaba disculpándose. Frunció el ceño, sintiéndose un poco confundido porque en realidad ella no estaba molestándolo en lo absoluto. Su tono de urgencia le preocupó un poco, pero eso era una reacción natural.

-No es nada, Nina…- susurró encogiéndose de hombros. Estaba en pie a su lado, observando ambos reflejos en el vidrio. Por alguna razón, lo único que podía pensar era que Nina era más bajita que él, parecía una muñequita a su lado.

Ella suspiró, ajena a sus pensamientos, y se revolvió los cabellos con cierto nerviosismo. O tal vez era ansiedad, Ben no podía descifrarlo con exactitud.

-Fui a una fiesta hace unos días… fue idea de Imogen, por supuesto. La estábamos pasando bien, aún considerando que no me gustan demasiado esos sitios. Me encontré a Patrick… y fue todo tan… tan extraño. E incómodo, no sé ni cómo describirlo. Estábamos los tres, pero por algún motivo fue como si de repente sólo estuviesen ellos dos en el mundo. Fue una sensación tan incómoda, llegué a sentir que me asfixiaba… ¿Comprendes? Se fueron a bailar y me quedé observándoles sin hacer nada. Por un momento sentí que había vivido algo como eso, era casi como estar soñando despierta. Ya sabes, soñando de verdad…- Nina hablaba entrecortado, tenía los labios apretados y la mirada encajada en el piso.

Él no dijo nada, no sabía exactamente cómo procesar todas sus palabras, esa confesión tan apresurada que no le dio tiempo para pensar con claridad. Una parte de él quería creer que era justo lo que parecía. Que el tal Patrick era un completo idiota, además de mujeriego que no se le ocurrió una mejor idea que coquetear con la mejor amiga de Nina justo en sus narices. Pero otra parte de él nunca dejaría de buscar significados ocultos en cada esquina, ya era una costumbre interiorizada.

-Estoy empezando a volverme loca… ¿cierto?- dijo ella finalmente, sin despegar la vista del suelo.

Ben se giró hasta ella, y conteniendo la respiración, la contuvo en sus brazos con una torpeza sólo comparable a la de un niño de diez años. A veces pensaba que nunca terminaría de sentirse cómodo con el contacto físico, pero no soportaba ver a Nina de aquella manera.

-No digas eso, Nina… recuerda que el que está algo loco aquí soy yo…- usó por inercia un tono ligero, esperando que ella lo tomase a bien.

Por unos segundos creyó que había metido la pata, como siempre, pero sintió un toquecito en el pecho, Nina removiéndose entre sus brazos y a pesar que no estaba mirándola directamente pudo imaginar su sonrisa.

-Ben… ¿Crees que alguna vez recordaremos todo? Ya sabes… todo- ella suspiró, separándose finalmente y buscó su mirada- he tenido… ¿ensoñaciones? No estoy segura, pero conforme pasan los días relaciono tonterías cotidianas con recuerdos… claro que no tengo cómo probarlo pero sé que son recuerdos…-

Él se quedó mirándola un tiempo considerable, sin saber exactamente qué responder. Sabía a lo que ella se refería. Nina llevaba conviviendo con Imogen mucho más tiempo del que ellos tenían de frecuentarse y era extraño que esto no hubiese sucedido antes.

Por una fracción de segundos quiso decirle. Que su mejor amiga había estado a su lado mucho más tiempo del que ella creía. Que ambas habían caminado juntas los largos pasillos del palacio, que ella había estado presente cuando Camelot coronó a su nueva reina y también había estado allí para recibir en sus brazos al heredero al trono. Miró a Nina a los ojos y de la misma forma en que vino, el valor se esfumó.

Apretó los labios, sintiéndose como la persona más miserable del mundo, pero negó con la cabeza. Se dijo a sí mismo que era lo mejor, después de todo, Imogen no sabía nada y Nina desconocía esa parte de la historia. ¿Qué caso tenía? Sólo iba a lastimarla si se lo decía.

-No lo sé… supongo que tiempo al tiempo… ¿no?- sonrió apenas, y en un impulso por hacer algo con las manos, pasó varios mechones de pelo tras la oreja de Nina. Eso pareció causar el efecto correcto porque ella sonrió casi enseguida, frunciendo la nariz. Empezaba a reconocer ese gesto como algo positivo.

-Tiene gracia que seas tú quien diga eso… pero te tomaré la palabra por hoy…- pronunció más la sonrisa y Ben fue relajándose gradualmente. Nina no le dio tregua, por supuesto, al instante siguiente dio un tirón de su brazo y él no opuso demasiada resistencia a pesar que no tenía la más mínima idea de qué se proponía- así que te invitaré a almorzar, es lo mínimo que puedo hacer luego de esta escena…-

Ben aún tenía sueño, y su cuerpo le pedía dormir por diez horas seguidas como mínimo. Sin embargo por primera vez en mucho tiempo tenía miedo de soñar libremente. Por eso aceptó la propuesta de Nina.

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“¿Estás segura?”
“Estoy segura. Igraine será una reina maravillosa…”

Hacía mucho tiempo que no despertaba de aquella forma, el corazón latiéndole con fuerza y un intenso dolor de cabeza. Buscó a tientas su cuaderno de bocetos, que estaba sobre la mesita junto a su cama, pero cuando enfocó la vista a la página en blanco, se dio cuenta que las imágenes en su cabeza eran borrosas, y mientras más se esforzaba en recordar, era peor.

Arrojó el cuaderno lejos, sintiéndose repentinamente de mal humor, sin ninguna razón aparente excepto tal vez por la jaqueca que sólo aumentaba.

Se tomó unos minutos más antes de pararse definitivamente de la cama y ducharse, demoró casi media hora bajo el chorro de agua fría. Sólo se dio cuenta de lo tarde que era cuando llegó hasta la cocina. Eran pasadas las once de la mañana y por supuesto que se había perdido la clase. ¿Cuánto tiempo había dormido? ¿Y por qué a pesar de eso se sentía tan cansada?

Imogen llegó casi una hora después, ataviada con esa camisa rosa que Nina le obsequió para una Navidad. Su amiga sonrió automáticamente al verla, pero luego frunció el ceño, dándose cuenta que algo andaba mal.

-Hoy es jueves… ¡Siempre llegas después que yo!- dijo mientras se acercaba hasta la sala, tomando asiento junto a ella.

-Tenía dolor de cabeza, me quedé dormida…- su voz sonó desganada, y enseguida se reprendió por no hacer un esfuerzo. Imogen arrugó más las cenas y no le quitó la vista de encima. Sabía que no podría deshacerse de ella tan fácilmente.

-Quizás estás enferma. ¿Tomaste algo para el dolor de cabeza? Puedo prepararte un té…- en realidad no era una propuesta, porque se puso en pie enseguida y prácticamente corrió hasta la cocina. Nina suspiró hondo, era inútil gritar desde donde estaba que no era necesario, y tampoco tenía ánimos de ir tras ella para impedir sus atenciones. Recibiría de buena gana el té, daría un par de sorbos y eso bastaría.

Su amiga reapareció con una taza entre las manos y una enorme sonrisa. Nina hizo exactamente lo planeado, tomó la taza de té y agradeció con un gesto. En realidad hubiera dado cualquier cosa por estar sola, pero le sabía mal decírselo a Imogen en este momento. Sólo estaba preocupándose por ella.

-Mañana ya estaré bien… y si no, aún me queda el fin de semana…- hizo un esfuerzo por parecer más animada, de creerse sus propias palabras. Funcionó tan bien que incluso se animó a sonreír, antes de dar el segundo sorbo de té.

-Por eso no respondías mis llamadas, y yo pensaba que estabas en clase…- enfocó la vista en su amiga, mirándola confundida por sus palabras. Imogen pronunció la sonrisa, encogiéndose de hombros- es que me topé con Patrick en la facultad. Me preguntó por ti y quise llamarte, como no contestabas, pensé que seguías ocupada en clase así que lo dejé por la paz…-

Se quedó en silencio, pues hasta ese momento no había pensado en su teléfono. Debía estar olvidado en alguna esquina de su habitación. Bajó la vista, enfocándose en el contenido de la taza, por alguna razón la idea de Patrick y su mejor amiga, solos en la facultad, no terminaba de gustarle. Ninguna de las dos habló por unos minutos, conocía lo bastante bien a su amiga para saber que quería decir algo, pero no sabía cómo. La incertidumbre empezaba a disparar su dolor de cabeza, a estas alturas terminaría por explotar de un momento a otro.

-Imogen…-

-¿Sabes? Patrick dijo si podíamos salir una vez…- dijo ella justo antes que Nina elaborara más de dos palabras. Tal vez creyó hablar demasiado rápido, pues un sonrojo tiñó sus mejillas. ¿Cuándo había sido la última vez que veía a Imogen sonrojada de esa manera? Su amiga bajó la mirada, sonriendo con nerviosismo- no me lo esperaba, te lo juro. Sólo bailamos esa vez, tampoco fue la gran cosa, y no sé si lo dijo por el momento, por cortesía o qué pasó por su cabeza. Le dije que lo pensaría… no sé si realmente llamará. Sólo quería preguntarte si no habría problema, porque de verdad que si tienes algún problema con ello… pues no sería ni el primero ni el último al que no devolvería las llamadas…-

Imagen la miraba con ansiedad, mientras Nina pensaba que era un milagro que la taza no estuviera hecha añicos en el suelo a estas alturas. Contuvo la respiración, sin dejar de preguntarse si de verdad había algún problema. Sí. Sí que lo había, pero no lograba determinar el qué. Quizás sólo hubiese deseado que Patrick no se inmiscuyera en lo absoluto en su vida privada. O en el fondo estaba enfadada consigo misma, jamás debió aceptar ir a esa cena “familiar”. Ese fue el motor de todo lo demás, nadie podría convencerla de lo contrario.

Estuvo a punto de decírselo a Imogen, que prefería mantener a Patrick al margen. Pero se arrepintió al último momento, sabiendo que se sentiría como una egoísta si hacía eso. Además, ni siquiera había garantía que Patrick llamara, quizás ni siquiera lo decía en serio.

-Olvídalo, Nina. Quizás Patrick sólo lo dijo por decir, ya sabes cómo son los hombres…-

-No hay problema. En serio…- se apresuró a decir, aferrando con fuerza la taza entre sus manos, sin importar cuán caliente estaba la porcelana- quiero decir, si llama… no habría problema. Patrick no es tan mal tipo, y en caso que lo fuera sé que tú lo pondrías en su lugar…- comentó sonriendo, en verdad no le había duda de eso.

Imogen la miró, con expresión de sorpresa.

-¿Estás segura…?-

-Estoy segura…- Nina respondió de manera automática, sin pensarlo dos veces. Suspiró hondo, sintiéndose más conforme mientras Imogen poco a poco relajaba la expresión de su rostro.

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Ben no recordaba con exactitud cuándo fue la última vez que vio al padre de Nina, ni siquiera una fecha aproximada. Según tenía entendido, los padres de Nina se separaron cuando ella todavía era una niña y la gran mayoría de las veces visitaba en Gales a sus abuelos, iba sola o en compañía de su madre. Por eso estudió con detenimiento las facciones del hombre que les abrió la puerta. Mientras estrechaba su mano, buscaba similitudes físicas con Nina pero no pareció encontrar ninguna, al menos a su criterio.

-Ben… ¡Cuánto tiempo! La última vez que te vi…-

-Sí, señor, debía tener menos de un metro, como mucho…- terminó la frase por él, pronunciando la sonrisa.

No supo exactamente en qué momento Nina se prendió de su brazo, quizás cuando su padre abrió la puerta o tal vez desde que tomaron el ascensor. Sólo reparó en ese detalle cuando el padre de Nina empezó a charlar y sintió un pequeño tirón en su brazo derecho. Sabía que ella en el fondo no quería estar allí, cuando venían en el taxi dijo en al menos tres ocasiones que no estaba segura de haber venido. Fue por ella hasta su casa casi una hora antes, y ella todavía estaba en su habitación. Para su suerte, Imogen estaba allí e hizo gala de toda su complicidad femenina para convencer a Nina que estaba lista y que era hora de irse. En ese entonces, se contagió un poco de la alegría que desprendía Imogen y él también convenció a Nina que todo estaría bien, sólo serían unas horas y estarían de vuelta en casa.

Pero ahora estaba en un ambiente desconocido, y hasta cierto punto hostil, con Nina prendida de su brazo. Tal vez no había sido una buena idea, después de todo.

-Por favor, llámame Richard. Dejemos las formalidades en la puerta…- el hombre continuaba sonriendo pero Ben pudo notar el momento de tensión cuando éste posó la mirada sobre Nina. Rogó para sus adentros que no dijera nada fuera de lugar, era demasiado pronto- muchas gracias por venir, Nina…-

-No es nada, papá…- el tono de ella era conciliador, lo suficiente para que Ben dejara de contener la respiración.

El padre de Nina -Richard- los condujo hasta el comedor, allí les presentó a su esposa. En realidad sólo para Ben era una presentación, porque Nina debía conocerla de sobra. Anne era una mujer esbelta, de cabellos oscuros y una sonrisa llevadera. Se acercó hasta los dos con naturalidad y les dio un rápido abrazo a cada uno.

-Gracias por venir, Nina. ¡Y cuánto me alegra que hayas traído a tu novio! Es Ben, ¿cierto? Lo siento, soy realmente mala con los nombres…-

Ben podía imaginarse perfectamente el sonrojo de Nina, pero mantuvo la mirada en la mujer y lo único que hizo fue asentir con la cabeza. No consideró necesario aclarar que, aunque pudiera parecerlo, no era el novio de Nina. No necesitaban momentos incómodos gratuitos y además, seguro que a la mujer no la volvía a ver nunca más. ¿Qué más daba?

-Es un placer, Anne. Y muchas gracias por aceptar mi presencia, no podía dejar de acompañar a Nina…- dijo sin perder la sonrisa.

Esperaba que con eso fuera suficiente, y a los pocos segundos la mujer le sonrió, con los ojos brillantes, y le indicó que se acercaran hasta la mesa. Desde donde estaba, era fácil darse cuenta que estaba decorada hasta el último detalle. Empezó a preocuparse otra vez, ¿cuándo fue la última vez que estuvo en una cena formal? Debió haberle hecho caso a su madre todas esas veces que se esforzaba por enseñarle las normas de etiqueta.

-Espero recordar cuál es el tenedor para la ensalada…- susurró a Nina, inclinándose un poco hasta ella.

Nina lo miró de hito en hito, con una expresión indescifrable pero después se llevó una mano a los labios, en un claro intento por ocultar una carcajada. Ben supuso que eso era algo bueno, aunque técnicamente estaba burlándose de él y su torpeza.

-No te preocupes, te sentarás a mi lado y sólo tendrás que hacer lo mismo que yo…- respondió ella en otro susurro. Él sonrió de vuelta, era una idea maravillosa.

Se fijó en ella con más detenimiento esta vez, estaba mucho más relajada, su sonrisa no era tensa sino sincera. Ben supo que había hecho lo correcto al ofrecerse a acompañarla, prefería no imaginar cómo estaría Nina sola, compartiendo mesa con su padre, su nueva esposa y el hijo de ésta. Anne no parecía una mala persona, pero sabía que Nina no podía ser objetiva al respecto y sólo por eso la cena tenía todos los ingredientes para convertirse en un desastre. Pero Ben estaba allí para ella, y las cosas no tendrían por qué salir mal.

-Buenas noches…-

-Patrick, pensé que nunca soltarías ese teléfono. ¡Estaba por llamarte!-

-Era Gavin. Manda saludos, por cierto; dice que le apena mucho no haber venido pero le surgió un asunto fuera de la ciudad…- se dio cuenta que Nina estaba mirando al recién llegado. Él se giró en la misma dirección para hacer lo mismo, comenzar a cenar de una buena vez y regresar a casa.

Casi deseó no haberlo hecho.

-Cariño, éste es…-

-Lo sé, madre. Ben, mucho gusto…- el muchacho avanzó a grandes zancadas y en cuestión de segundos estaba frente a él, con la mano extendida a manera de saludo. Ben parpadeó, quizás un par de ocasiones, y a pesar de sentirse ligeramente abrumado hizo un esfuerzo para estrechar su mano. Sin proponérselo, contuvo la respiración por escasos segundos, aquel era un apretón de manos que a simple vista parecía sólo un gesto sin importancia. Pero no para él, porque de todos los sueños que había tenido, nunca un rostro pareció tan claro en su memoria.

“¿Y tu nombre es…?”
“Balinor, milord…”
“Balinor… ¿Sabes que tu reputación te precede?”
“No… no, milord. Así que ruego que no escuche todo lo que dicen…”

-Mucho gusto, Patrick…- las palabras salieron de su garganta con tanta naturalidad que tendrían que nominarlo a algún premio por ello. Patrick sonrió, él conocía ese gesto, lo llevaba estudiando en cada uno de sus sueños, en sus memorias. Sonreía con la misma actitud de poderío y suficiencia que costó la vida de tanta gente inocente.

De repente, lo único que deseaba Ben era salir de allí, respirar hondo y decirse una y otra vez que no era cierto. Que este debía ser otro de sus sueños, porque no podía creer que tuviera frente a frente al hombre que durante tantas noches había odiado hasta despertar a gritos.

Sin perder ese gesto, posó la vista en Nina, quien le saludó con una escueta sonrisa. No hubo palabras, pero Ben creía estar viviendo una especie de pesadilla. Agradeció para sus adentros que él no se hubiera atrevido a tocarla porque en ese momento estaba tan alterado que no sabía a ciencia cierta cómo iba a reaccionar. Pero no le gustaba esa sonrisa -odiaba esa sonrisa- y no le gustaba la forma en que miraba a Nina. Parecía un gesto inocente y sin segundas intenciones, pero él lo conocía mejor que eso. Toda la escena, el intercambio de miradas, era tan calcado a decenas de sus sueños que repentinamente sintió náuseas.

-La cena está servida…- para su fortuna, o quizás su desgracia, Anne rompió el momento llamando a todos a la mesa. No quería imaginarse cómo sería estar sentados todos a la mesa, y mucho menos cómo iba a comer algo cuando se sentía mareado y con un nudo en el estómago.

-¿Ben?- miró a Nina, sintiéndose repentinamente de vuelta a la realidad. Ella tenía el ceño fruncido y por primera vez se arrepintió de haberla buscado aquella vez, después de la muerte de su abuela- ¿Estás bien?-

Ben odiaba mentir, pero dados los últimos acontecimientos, más le valía perfeccionarse en ese arte.

-Estoy bien, no me hagas caso…- sonrió lo mejor que pudo, tomándola de la mano y llevándola hasta su sitio en la mesa.

Aunque la comida lucía especialmente apetitosa, su estómago se revolvía una y otra vez. Al menos Nina tomó asiento a su lado tal y como prometió, seguía sonriendo y que ella estuviera tan relajada en apariencia lo obligaba a mantener un poco la cordura. Inspiró hondo, y decidió que guardar silencio era la mejor estrategia por el momento. Escuchó con fingida atención cómo Anne hablaba animadamente, la mujer no dejaba de reír, contando una anécdota sobre el último viaje que había hecho con su marido, pero Ben no encontraba una pizca de gracia en sus palabras, aunque se esforzó por sonreír.

Para cuando Patrick se unió a la conversación, decidió de nuevo concentrarse en la comida. No resultó muy provechoso, tomando en cuenta que había tres tipos de ensalada, cada cual con un nombre más exótico. Sentía que estaba asfixiándose poco a poco, y escuchar a Patrick hablar de sus estudios, de todos los planes que tenía para después de su graduación. Estaba estudiando leyes, su madre parecía completamente encantada con la idea y dijo con una sonrisa que Patrick llegaría tan lejos como se lo propusiera.

El problema no era llegar lejos, sino el cómo.

-… pero Nina también es increíble, y eso que he visto sólo uno de sus dibujos. Tendría que suplicar… o quizás robar una croquera cuando no estés mirando…- de repente todos los ojos estaban puestos en Nina, gracias a Patrick. Ella se sonrojó, seguramente apenada por la atención, y por el halago muy mal encubierto.

-No es para tanto, Patrick, eres un exagerado…-

-A mí me gustaría verlos también…- Richard estaba mirando a su hija con una mezcla de súplica y vanas esperanzas, pero el gesto de Nina era claro. Al verla así, recordó por qué había venido aquí en primer lugar, pero esa razón parecía ahora tan lejana y hasta cierto punto, ridícula.

-Un artista no va por allí mostrando sus obras maestras tan fácilmente, hay que darle tiempo…- dijo, siendo el primer aporte coherente que hacía en aquella conversación. No estaba seguro si Richard lo miraba con reproche, él decidió concentrarse en Nina, en la diminuta sonrisa de agradecimiento que asomaban sus labios.

Luego de ese momento, la tensión disminuyó de nuevo y consiguieron sobrellevar una conversación medianamente amena hasta el postre. Era tarta de chocolate y a Nina le brillaban los ojos como a una niña pequeña cuando partió un trozo enorme de pastel. Él la imitó casi enseguida, algo de azúcar en su organismo no vendría nada mal en estos momentos. Estaba delicioso, según Anne la receta era de su abuela, pero a ella no le quedaba tan bien como la original.

Mientras terminaba su trozo de tarta, no dejaba de pensar que la cena estaba terminando y él estaba a punto de salir airoso. Todavía no estaba seguro qué haría a partir de ahora, pero salir de ese apartamento y alejarse de Patrick sería un primer paso, lo demás vendría poco a poco.

Lo que no estaba en sus planes, ocurrió al momento de recoger los platos de la mesa. Richard y Anne se ofrecieron a hacerlo, a pesar que no era su apartamento seguían siendo los anfitriones de la cena, así que a pesar de cohibirse un poco decidió aceptar sus atenciones. Pero Nina decidió ofrecer su ayuda, y lo hizo con tanta insistencia que empezó a dudar si lo hacía para tener un momento a solas con su padre, así que decidió no opinar.

-No tardo…- susurró con una sonrisa, mientras desaparecía rumbo a donde debía estar la cocina. En un impulso quiso acompañarla, pero se contuvo. Concentró todas las fuerzas que le quedaban en desear que Patrick decidiera ser un buen hijo y ayudar a su madre, pero para cuando se fijó en él, estaba sirviéndose una última copa de vino.

Repentinamente el comedor en donde estaban, parecía mucho más pequeño.

-Así que dime, Ben...- clavó su vista en él, Ben no pudo evitar su mirada por mucho más- ¿Hace cuánto que estás con Nina?-

Instintivamente apretó los labios, no estaba seguro cómo tomarse la pregunta, y entonces recordó que la madre de Patrick no hizo más que hacer alusiones a su noviazgo con Nina. Ben no se ocupó en negarlo en ningún momento de la cena. Su primer impulso fue decirle que eso no era de su incumbencia, pero contó hasta cinco antes de responder.

-Nos conocemos desde niños, si es lo que quieres saber…- dijo, en un tono neutro y reclinándose más en su asiento.

Patrick rió, dando otro sorbo a su copa; pero no era una risa conciliadora, él estaba seguro de eso. Era como si se estuviera burlando de él, y Ben empezaba a desesperarse un poco. ¿Qué debía hacer? Quizás excusarse e ir tras Nina a la cocina, o decir que necesitaba ir al baño, cualquier cosa sería mejor que quedarse frente a él. No soportaba su mirada, sus labios curvándose en una sonrisa como si tuviera el mundo de su lado. Cuando soñaba podía controlarse, porque sólo eran sueños que no le hacían demasiado daño; pero no podía seguir en presencia de Uther Pendragon durante mucho más tiempo.

-Es buena chica, tienes suerte. Trátala como merece…-

Agradeció estar sentado todavía, porque la frase lo dejó sin aliento. Parpadeó un par de veces, asimilando lo que él acababa de decir. Si creyó sentir enojo al escucharlo reír, la sensación que experimentaba en este momento era indescriptible.

-Sé lo que vale, no me lo tienes que decir. Sólo porque tu madre esté casualmente casada con su padre no quiere decir que puedes opinar sobre su vida…- las palabras salieron de su boca antes que pudiera pensarlo.

Patrick volvió a reír, Ben lo único que pudo hacer fue apretar los puños, dándole el beneficio de la duda al pensar que podía estar algo borracho. No golpearía a alguien borracho, mucho menos en su propia casa.

-Si no llevo una estrecha relación con Nina es porque ella así lo decidió, no es lo que yo hubiese querido…-

Escuchó la frase repetirse una y otra vez en su cabeza. Frunció aún más el ceño, preguntándose si había un significado oculto en las palabras o en aquella sonrisa. Decenas de interrogantes cruzaban por su mente ¿Él sabía? ¿Sobre el pasado? Justo entonces recordó la conversación con Nina en el acuario, su semblante tan confundido al hablar sobre Patrick y su mejor amiga.

Su mejor amiga.

-¡Lo siento, ya regresé…!- la voz de Nina resultó un ancla para sus sentidos. Giró hasta ella, todavía abrumado, sintiéndose como un completo estúpido porque no había pensado con más rapidez. ¿Cómo esperó tanto para hacer aquella relación tan importante?

Nina tomó asiento a su lado, con el ceño ligeramente fruncido. En este momento suponía un problema que ella le conociera tan bien, sentía como si lo estuviera indagando a pesar que no había dicho una palabra.

-¿Sabes que tu novio es poco conversador, Nina? Son tal para cual…- ambos se giraron casi al mismo tiempo, mirando a Patrick que ya tenía la copa vacía. ¿Pero cuánto había bebido ese tipo? Después de sus brillantes comentarios, Nina se revolvió incómoda en su asiento y él se sintió en la obligación de decir algo para salvar la situación.

-Creo que es hora de irnos…- se puso en pie casi enseguida, sin dejar de mirar a Nina, quien se tomó unos instantes antes de hacer lo mismo. Hubo un silencio incómodo en el salón y agradeció que Richard y su mujer regresaran otra vez, ambos charlando animadamente.

Para su sorpresa, despedirse de Richard no resultó tan difícil como despedirse de su esposa. Anne se despidió de ambos con un abrazo y les dijo al menos dos veces que cuando regresara a la ciudad, estaría encantada de verlos otra vez. Nina no dijo nada comprometedor a esa frase, y Ben no pronunció palabra.

De hecho, no pronunció palabra prácticamente en todo el viaje de regreso. Sabía que su comportamiento no era normal, y que seguramente sus silencios no hacían más que poner a Nina más nerviosa. Pero no podía dejar de pensar en Patrick, su rostro se combinaba con el estandarte de Camelot y sentía como si la cabeza le fuera a estallar de un momento a otro. Era una mezcla de sentimientos demasiado contradictoria; pues por un lado se sentía impotente por lo ocurrido en la cena, como si hubiese jugado en terreno de Patrick y perdido la partida. Por otro lado no dejaba de preguntarse cómo era posible que después de tantos años esperando rencontrarse con su pasado éste hubiera colisionado contra Ben sin previo aviso. De sentirse completamente solo a estar abrumado por tantos rostros conocidos.

Estaba aturdido, demasiado distante y tan sólo había que tener un mínimo de sentido común para darse cuenta. Nina, tan intuitiva, no hizo comentarios y el trayecto de vuelta en taxi se convirtió en un verdadero suplicio. Hubo tan sólo un momento, durante un semáforo en rojo, en que ella lo miró fijamente y creyó que iba a decir algo, pero al final sólo se acomodó sobre el asiento y todo siguió en el mismo silencio hasta que llegaron al apartamento de Nina.

El camino en el ascensor también fue incómodo, pero hizo un esfuerzo por pensar en alguna frase de despedida, alguna cosa que salvara la situación. ¿Pero qué podía decir? Durante todo el recorrido en taxi se comportó como si estuviera enojado con Nina cuando no era así en lo absoluto.

-¿Sabes? En realidad no tenías que venir, no te obligué…- pero fue Nina quien rompió el silencio, mirándolo acusadora y con un claro tono de reproche.

Él frunció el ceño, esperándose cualquier otro argumento excepto ese. Nina pensaba que ella, de alguna forma, era la causante de su enfado. Aquella idea sólo conseguía alterarlo todavía más. Lo último que faltaba esta noche era discutir con ella.

-Nina, no… no es lo que piensas…-

-¿Entonces qué es? ¿Qué es lo que te pasa?- a Nina le temblaba la voz, Ben no recordaba haberla visto así antes y eso sólo conseguía prolongar su angustia.

¿Qué le pasaba? Le pasaban demasiadas cosas, y ninguna podía explicársela, eso ya lo había decidido. De momento lo mejor era mentir, pero no sabía exactamente cómo hacerlo sin ser demasiado obvio y que ella se enfadara aún más.

-Lo siento. Lo siento mucho, Nina…- balbuceó, creyendo que disculparse por anticipado mejoraría las cosas. Pero pudo darse cuenta que ella continuaba con la misma expresión incrédula que antes- es sólo que Patrick no me parece de fiar…- a pesar de todos sus esfuerzos por cuidar cada frase, eso fue lo primero que salió de sus labios y sólo consiguió hacerlo sentir aún más idiota. ¿Por qué había dicho eso?

-¿Patrick te dijo algo…?- el tono de Nina se suavizó un poco, pero eso no ayudaba en nada porque Ben no tenía una respuesta para eso.

No estaba pensando con claridad, no tenía respuestas para Nina. La verdad era quizás mucho más dolorosa que la mentira en este momento. Tragó en seco y dio un paso al frente, acortando la distancia entre ambos, Nina se quedó inmóvil frente a él.

-Sólo no me fío de él, Nina. Se cree con derecho a opinar sobre tu vida y no sé quién le ha dado el derecho…- susurró, eso era una verdad a medias, pero lo había dicho de forma tan convincente que esperaba que ella le creyera. La tomó del brazo con la menor brusquedad posible, pero aún así sintió el respingo instintivo ante el roce- Nina, por favor, no te fíes de él…-

Ben no tenía bases para acusar a Patrick, excepto quizás su actitud de imbécil ególatra que tuvo durante la cena pero eso podía excusarse gracias al alcohol. Lo único que quería en este momento era que Nina le creyera, o que al menos considerase la posibilidad de mantener su distancia con Patrick. Porque él ya le había dejado claro que tendría otro tipo de relación con Nina si fuera únicamente su decisión.

-Ben…- Nina exhaló hondo, hasta entonces no se había dado cuenta lo realmente cerca que estaban uno del otro. Estaban tan sólo a escasos centímetros de la puerta del apartamento y la luz del pasillo alumbraba escasamente, por eso no estaba seguro si el sonrojo de ella era real o se estaba imaginando todo.

Hasta el momento de estrechar la mano de Patrick, nunca tuvo tanta certeza que la historia podría repetirse. Y él no quería, no quería ver sus sueños convertidos en realidad, cuando apenas y podía asimilar el peso de sus memorias.

-No te preocupes por Patrick…- susurró ella, pero de nuevo no estaba seguro si lo había imaginado, era como si todos sus sentidos estuviesen adormilados luego de aquella cena y aquel agotador trayecto de regreso.

Suspiró hondo, mirándola a los ojos con detenimiento, dándose cuenta que aún cuando en este momento le estuviese mintiendo era la única que conseguía mantenerlo a flote. Instintivamente bajó una mano hasta la cintura de Nina, acariciando su piel con movimientos circulares y regalándole la primera sonrisa sincera desde que salieran de casa de Patrick. Ella sonrió también, con un gesto cómplice que pareció poner todas las piezas en su lugar otra vez.

Todo lo que ocurrió a continuación, fue consecuencia de toda esa aura de naturalidad que parecía envolverlos a los dos. La mano en la cintura, presionando el cuerpo de Nina contra él, la fuerza con que chocaron sus labios, uno contra otro; los dedos de ella prendiéndose de sus cabellos en un intento de no perder el equilibrio. Tomó algo de consciencia luego de exhalar durante unos segundos, dándose cuenta que hacía mucho que no besaba a una chica y estaba actuando por puro instinto, pero terminaron apoyados en la pared del pasillo, sus cuerpos adheridos entre sí.

fandom: merlin, rating: g, fic: ylsss, personaje: balinor, personaje: nimueh

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