Título: Y los sueños, sueños son [1a/4]
Fandom: Merlin
Advertencias/Spoilers: podríamos decir que es un reincarnation!au o algo por el estilo, pueden haber spoilers generales de todas las temporadas, en especial las primeras. Rating Disney (G) de momento.
Personajes/Parejas: Nimueh, Balinor, Uther, Igraine, Gaius. Multishipping total.
Resumen: Cuando era niña, Nina tenía pesadillas casi todas las noches y pasaba largas horas en vela o llorando en el regazo de su madre. Pero nunca le dio importancia. ¿Para qué? No eran más que sueños que no podían dañarla…
Notas: Es la continuación de
este prólogo. Con todo mi amor y crack para
nyaza y
sara_f_black ♥
Prólogo |
Parte 1a | Parte 1b _________
Escuchaba la voz cantarina de Imogen desde el pasillo, pero ella continuaba en el baño terminando de arreglarse. Nina se miró por última vez al espejo, todavía no se acostumbraba del todo a maquillarse pero desde que se mudó con su mejor amiga, aprendió algunas de sus manías y el maquillaje fue lo primero en caer. Se acercó un poco más al espejo, colocándose una segunda capa de rímel sobre sus pestañas y sólo entonces aprobó su aspecto, sonriendo ante su reflejo.
Salió del baño, deteniéndose en la habitación sólo para tomar el bolso y se apresuró al pasillo. Al llegar hasta la sala se encontró con una escena que comenzaba a ser extrañamente familiar desde hacía unas semanas. En el sofá estaban Imogen y Ben, sonriendo como dos viejos amigos.
-¡Mira qué guapa que estás! Con razón tardabas tanto, pero seguro que a Ben no le importa…- su amiga seguía utilizando el mismo tono morboso que a Nina le incomodaba tanto, pero que Ben parecía ignorar con una sonrisa. ¿Cómo lo hacía? Alguna vez tendría que preguntarle, porque cuando ella quería sonrojarse de vergüenza, él ignoraba los comentarios de doble sentido como si en verdad no entendiera ni una sola de las indirectas de Imogen. Desde que Ben empezó a frecuentarla (prefería no recordar el momento exacto en que tuvo que presentarlos, la cara de su amiga era impagable) ella no perdía oportunidad para poner a Nina en evidencia de una u otra forma.
Si no la quisiera tanto, con seguridad la habría asfixiado al menor descuido.
-Ya deja de decir tonterías…- suspiró acercándose hasta ambos. Ben se puso automáticamente en pie y a los pocos segundos Imogen hizo lo mismo- lamento si tardé mucho…-
-No te preocupes…- sabía que era innecesario disculparse, Ben nunca se quejaba por sus supuestos retrasos y eso que la primera vez que se presentó en el pequeño apartamento tardó casi media hora porque Imogen no la dejó salir hasta que estuviera presentable. Eso sin tomar en cuenta que los estándares de “presentable” de su amiga eran completamente diferentes a los suyos.
-Ben, por favor la cuidas mucho ¿eh? Diviértanse y no hagan nada que yo no haría…- Imogen les despidió con una amplia sonrisa, agitando su mano en el aire desde el umbral de la puerta.
Ben no dejó de reír hasta que ambos llegaron al final del pasillo, para llamar al ascensor pues el apartamento quedaba en el quinto piso. Subir y bajar las escaleras era un ejercicio demasiado agotador para el gusto de Nina, para eso ella prefería ir a correr al parque que quedaba cerca de la universidad por las mañanas, y estaba tomando el gusto a hacerlo.
-De verdad está convencida que tendremos un romántico fin de semana…- comentó Ben, con ese tono despreocupado que usaba siempre. Desde el principio se tomó con mucho humor que Imogen asumiera enseguida que entre ellos había algo, aunque resultaba un poco curioso que nunca lo había negado directamente, al menos no frente a Nina. Ella en cambio sí que lo había negado muchas veces a su mejor amiga, ya que lo último que quería era malos entendidos, pero Imogen era demasiado terca y hasta ahora no parecía entender.
Nina se quedó estática a su lado, apretando quizás demasiado el bolso que llevaba contra su pecho.
-Es mejor que piense eso a que sepa realmente lo que vamos a hacer ¿no?- contestó con tranquilidad, en un esfuerzo por utilizar el mismo tono despreocupado que él.
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Llevaba viviendo en Londres un par de meses y aunque al principio le costó acostumbrarse, no dudó ni un segundo en mudarse cuando tuvo la primera oportunidad a pesar que la noticia fue como un balde de agua fría para sus padres que nunca dejaron de estar al pendiente de él. Sobre todo su madre quien en el fondo no dejaba de verlo como un niño, pero Ben fue enfático en su decisión.
Después de todo, si dejó los estudios atrás, también sería capaz de dejar el trabajo en Cardiff y embarcarse en una nueva aventura en la que no estaría solo en esta ocasión. Nina tenía su vida y sus futuros estudios en Londres, ella parecía realmente muy emocionada aunque no hablara mucho del tema, pero Ben la conocía bien. Le brillaban los ojos cada vez que hablaba de la escuela de arte, sonreía con sólo la mirada.
Ben estaba acostumbrado a los cambios, no tenía problemas en adaptarse a su entorno y para la gente él era el tipo de persona que pocas veces ponía peros a las cosas. Por lo general caía bien a los desconocidos y gracias a ello no tuvo problemas ni en conseguir apartamento ni en conseguir un nuevo empleo. Recordaba con claridad la expresión de Nina cuando casi tres meses atrás, le contó con una sonrisa dónde trabajaría a partir del próximo lunes. Los ojos de Nina se abrieron de par en par, mirándolo incrédula y se quedó sin pronunciar una frase coherente durante largo rato.
“¿El zoológico? ¿En serio?” fueron finalmente sus palabras, sin salir de su asombro durante la media hora siguiente.
-¿Estás seguro que esto va a funcionar?- preguntó ella, sacándolo de sus pensamientos.
Humedeció los labios, tomándose unos instantes para contestar. A pesar que ya habían pasado algunos meses desde que ella apareció en su apartamento buscando respuestas, Nina todavía dudaba. No lo había dicho en voz alta, aunque si lo hubiera hecho seguro que Ben no se lo tomaría a mal, para él también resultó difícil los primeros meses. Recuerdos que no dejaron de acosarlo hasta que poco a poco los retazos se convertían en memorias completas. Sabía que a Nina le pasaría lo mismo, era sólo cuestión de tiempo.
-En realidad, no lo estoy…- dijo con cierto pesar, pero prefirió ser honesto a mentirle precisamente a Nina-pero tampoco creo que se pierda nada si lo intentamos…-
Nina asintió con una pequeña sonrisa, y apenas hablaron durante el resto del camino, pero faltaba poco para llegar hasta su apartamento. Era bastante parecido al que tenía en Cardiff, tampoco necesitaba demasiado espacio para vivir a pesar de haber vivido a sus anchas en una casa considerablemente grande para tres personas durante su infancia.
Apenas abrieron la puerta, notó la expresión de curiosidad de Nina al ver los muebles arrinconados en una esquina de la sala, alfombra incluida, dejando el piso desnudo. Un círculo estaba trazado con pintura en el piso, con algunos símbolos escritos en el centro. Esa mañana, antes de siquiera buscar a Nina a su apartamento, Ben se encargó de todo el trabajo. Ella examinó todo por unos segundos antes de caminar al centro del círculo y tomar asiento en el piso, cruzándose de piernas. Ladeó la cabeza, encontrando la mirada de Ben con lo que parecía ser nerviosismo.
-Se supone que es dentro del círculo ¿cierto?-
Sonrió al notar que ella recordaba todo lo que él había dicho un par de días atrás. Ben estaba determinado a recuperar el pasado, después de tantos años embriagado por ensoñaciones y memorias, un intento era lo mínimo que podía hacer. Llevaba acariciando la idea durante mucho tiempo, pero el motor que impulsó todo fue la inesperada aparición de Nina en su apartamento unos meses atrás. La certeza que tenía alguien con quién contar lo impulsó a seguir con sus planes, además Nina no lo trataba con condescendencia a pesar que él era consciente que muchas veces se obsesionaba demasiado con las cosas y de eso no podía culpar a sus memorias del pasado, desde pequeño era así.
Antes de entrar al círculo con Nina, buscó el libro que había tomado prestado de una biblioteca que quedaba camino a su trabajo. Era un negocio pequeño, que despedía un olor a viejo que provocaba estornudos continuos a más de uno. Desde el primer momento hizo buenas migas con el dueño y fue así como consiguió aquel viejo libro de hechicería. Al principio sólo lo tomó prestado para leer por simple casualidad, pero en las últimas páginas llevaba anotaciones bastante interesantes y mientras más las leía, este plan fue cobrando vida propia en su cabeza.
Aunque tuviera buena parte de sus recuerdos casi intactos, nunca antes se le ocurrió probar algún hechizo. Hablaba con dragones en sus sueños y probablemente pudiera recitar en voz alta las mismas frases que se escuchaba a sí mismo decir, pero no tenía de cerca ningún dragón para comprobar que sus poderes seguían allí, tan intactos como siglos atrás.
Tomó asiento frente a Nina, quien no había dicho nada más. Ya habían discutido sobre el asunto y ella le dijo que no estaba segura que iba a funcionar. Nina estaba segura que no había ni una sola pizca de magia en ella, y a decir verdad Ben tampoco tenía ni una prueba de lo contrario. Pero tal como se lo dijo ella un par de noches antes, no perdían nada intentándolo. En caso que no sucediera nada, al menos no se quedarían con la duda para siempre. Contuvo un suspiro y colocó el libro en medio de ambos, con las páginas apuntando hacia él de modo que pudiera leer las frases sin problemas.
-Dame tus manos, Nina…-
Estuvo a punto de repetir sus palabras, pensando que ella no le había escuchado, pero al cabo de unos instantes Nina extendió sus manos hasta él. Ben las entrelazó con cuidado, intercambiando miradas y procurando sonreír para que ella no se preocupase demasiado. Podía darse cuenta que estaba nerviosa, probablemente aún no estaba segura de lo que iban a hacer.
-No te preocupes, Nina…- susurró, mientras enfocaba la vista en el viejo libro que estaba en medio de los dos. Ben recitó las frases del libro muy despacio, sentía las manos de Nina aferrarse a él con fuerza y lamentó no poder decirle una vez más que no se preocupase demasiado.
Terminó el último párrafo y el silencio les envolvió. Ninguno de los dos se movió, a pesar que resultaba evidente que nada había pasado. Ben miró a Nina en silencio, quien tenía una expresión en su rostro que fue incapaz de descifrar. ¿Temor? ¿Decepción? O tal vez era una manera encubierta de decir “te lo dije”. Ella dejó escapar un suspiro casi imperceptible y con suavidad se soltó de su agarre. Justo entonces una ráfaga de viento se coló en la sala, irrumpiendo con tanta fuerza que adelantó el libro al menos una decena de páginas.
Nina se puso en pie, pronunciando un poco la sonrisa como si con ese simple gesto quisiera compensar el completo fracaso que había sido todo esto. Ben suspiró devolviendo la sonrisa, recordándose a sí mismo que ahora al menos no estaba solo en su odisea.
-Te llevaré a casa…- se apresuró a decir antes que Nina tuviera oportunidad de decir nada, se acercó hasta ella y en un intento por aligerar la situación agregó con un tono más ligero- llama a Imogen y dile que yo invito la cena…-
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Aquella noche se acostó a altas horas de la madrugada, solía hacerlo a menudo desde que comenzó la universidad aunque ya no podía culpar a las pesadillas o al insomnio sino a los trabajos que tenía pendientes. Imogen estaba dormida plácidamente en su habitación, cayó rendida luego de una buena ración de pizza que Ben les invitó tal y como aseguró esa tarde en su apartamento.
Los tres fueron hasta una pizzería que quedaba a tan sólo una cuadra y donde según su mejor amiga, vendían la mejor pizza de Londres. Nina había ido un par de veces allí y el ambiente era agradable, se quedaron allí por varias horas, hasta que empezaron a mirarlos mal por hacer demasiado escándalo. Imogen no dejó de hablar desde que se sentaron a la mesa hasta que regresaron al apartamento. Agradeció para sus adentros, porque la voz cantarina y despreocupada de su mejor amiga fue relajando gradualmente la expresión de Ben. Ninguno de los dos volvió a tocar el tema, pero Nina sabía que en mayor o menor medida él estaba esperando que el intento de hechizo funcionara. Esperaba que entre la pizza y las risas de Imogen se hubiese animado un poco, después de tantos meses de verse casi a diario no soportaría verlo deprimido.
-Sabía que eso iba a pasar, la próxima vez te juro que te arrastro hasta tu cama. No puedes quedarte dormida en cualquier sitio todos los días…-
Abrió los ojos sobresaltada, reconociendo el rostro enojado de Imogen quien llevaba una espátula en la mano. El olor a pancakes recién hechos y jugo de naranja le abrió el apetito de golpe. No se dio cuenta en qué momento se durmió, pero debió estar realmente exhausta. A su lado estaba la portátil, ya sin batería.
-Dime que mi castigo no incluye racionar los pancakes… ¿por favor?- dijo con un tono casi infantil, arrugando la nariz. Tenía un dolor terrible en el cuello y espalda a consecuencia de haber dormido durante horas en el pequeño comedor que estaba en la cocina. La silla no tenía el respaldar suficiente para acoger un cuerpo rendido el cansancio. Talló sus ojos, dejando escapar un bostezo mientras hacía un enorme esfuerzo por recordar lo que había soñado. Sus sueños eran cada vez más recurrentes, y no siempre tenían sentido, pero Nina se esforzaba por memorizarlos todos, para encontrarles sentido más adelante.
-Si no te quisiera tanto…- Imogen dejó la frase incompleta mientras se acercaba, dejando encima de la mesa un plato con tres pancakes que le hacían agua la boca. Nina sonrió y agradeció con un guiño, dando un primer bocado a su desayuno. Le dolía un poco la cabeza, pero el intenso sabor a miel lo curaría todo. Al cabo de un par de minutos, su amiga volvió para sentarse frente a ella, para desayunar juntas- ¿Sabes? Ayer se me olvidó decirte pero mientras estabas con Ben, llamó tu padre…-
Nina casi se atragantó con el jugo al escuchar eso. Tosió un par de veces, mirando a su amiga incrédula. ¿Su padre? ¿Qué hacía su padre llamándola? Tenía el teléfono del apartamento, y ella tenía el suyo, pero por lo general se comunicaban por correo electrónico. Mucho más impersonal y sencillo para ella. Como hija de padres divorciados, llevaba una relación más bien distante con su padre. No lo odiaba ni tampoco le guardaba especialmente rencor, pero desde que su padre contrajo segundas nupcias su relación se limitaba a llamadas en cumpleaños y correos electrónicos que contaban detalles irrelevantes y en su mayoría agradables.
-¿En serio llamó? ¿Y qué quería?-
-Según él sólo quería saludar. Le dije que llamara después, pero como estuvimos fuera… me preguntó cómo nos estaba yendo, ya sabes, lo típico. Y también me pidió que te dijera que Patrick está estudiando en nuestra universidad, que te vio hace unos días en la cafetería pero no alcanzó a saludarte…-
Patrick. No escuchaba ese nombre en mucho tiempo, salvo en contados correos de su padre. Al igual que él, su segunda esposa también tuvo una relación anterior, su hijo se llamaba Patrick y hasta donde Nina supo, convivió con ellos hasta terminar el bachillerato. Pero ella recordaba que él era mayor. ¿Qué hacía todavía en la universidad? ¿Y qué hacía en Londres?
-¿Patrick? Pensé que ya no estaría en la universidad…-
-Quizás no lo está y sólo te está espiando…- Imogen apretó mucho los labios, conteniendo una carcajada. Sabía que ella no lo decía muy en serio, pero la sola posibilidad resultaba bastante perturbadora. No recordaba demasiado a Patrick, cuando se conocieron ella tenía unos ocho años y nunca convivieron demasiado, porque Nina nunca pudo estar demasiado tiempo junto a otra mujer que no era su madre.
-Según recuerdo estaba estudiando leyes, no para espía…- comentó dándole un último sorbo a su jugo de naranja.
-No importa, de todas formas lleva las de perder…-
Nina se quedó callada, ni siquiera estaba mirando a Imogen pero podía imaginarse perfectamente el tono sugerente de su mejor amiga. Ella por lo general trataba de ignorar sus comentarios, pero era difícil la mayoría del tiempo. Lo que más detestaba era que a veces sus indirectas y comentarios de doble sentido le planteaban preguntas que no pasarían por su cabeza de otro modo. Como por ejemplo, qué clase de relación tenía con Ben. Era evidente que no estaban saliendo en el estricto sentido de la palabra, pero desde que fue hasta Gales, Ben era una especie de referencia para todo. Incluso tuvo el atrevimiento de invitarlo a su baile de graduación, y lo más sorprendente, es que él aceptó casi enseguida.
-Esta conversación terminó…- frunció el ceño, poniéndose en pie junto con los platos del desayuno. Esto era precisamente lo que quería evitar, ya tenía suficiente con pensar una y otra vez sobre sus sueños.
-¡Nina perdóname! No te pongas así, me portaré bien…- no duró mucho antes que Imogen la siguiera, abrazándola por la espalda y susurrando contra su oído con voz melosa e infantil. Con ese tipo de gestos instantáneos, Nina se ablandaba. Con tantos años de amistad era muy difícil permanecer enojada con ella durante mucho tiempo. Suspiró sin proponérselo y se giró para darle a su amiga un toquecito en la nariz.
-Si no te quisiera tanto ya estarías en problemas…- bromeó, extendiendo una mano para abrir la llave del fregadero.
Imogen lanzó una carcajada. Era un gesto tan sincero que iluminaba la diminuta cocina. Precisamente por ese tipo de cosas era que Nina no podía estar enojada con ella más de cinco minutos seguidos.
-¿Entonces qué? ¿Contactarás con ese tal Patrick o no? No puedes ir por allí rompiendo corazones, querida…-
Nina sonrió de buena gana, lo poco que recordaba de Patrick no era para imaginarlo con el corazón roto. Era el tipo de persona extrovertida con la que Nina se sentía ligeramente incómoda sin importar qué. Se quedó en silencio unos segundos, sólo para darle un toque dramático a propósito, ya había decidido de todas formas lo que iba a hacer.
-No. Estoy segura que sólo le comentó eso a mi padre por bromear, no creo que en verdad le interese hablar conmigo…- se encogió de hombros, mientras empezaba a hacer espuma al frotar el jabón contra la vajilla. Nunca antes se interesó por llevar una relación cercana con la nueva familia de su padre, mucho menos lo intentaría ahora. Era más fácil continuar con las viejas costumbres.
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Después del incidente en su apartamento, no vio a Nina hasta una semana después. Tampoco hablaron mucho, ella apenas respondió sus mensajes y por un momento Ben llegó a pensar que quizás había hecho algo para molestarla o que la chica decidió de una buena vez ignorarlo por sus ideas tan radicales. Sin embargo la tarde del viernes siguiente Nina le mandó un mensaje, diciendo que tenía la tarde libre y si podía alcanzarlo en su trabajo.
No pudo negarse y cuando se encontró con ella en una de las bancas del zoológico, se sintió ligeramente aliviado. Resultó que ninguna de sus sospechas eran ciertas, pues cuando sus miradas se encontraron Nina sonrió de forma tan sincera que supo una vez más que su cerebro estaba jugando con él.
-Lo siento, he tenido una semana difícil…- Nina se encogió de hombros, borrando de un plumazo cualquier otra idea ridícula que hubiera estado mortificándolo hasta el momento. Pronunció el gesto mientras la miraba con más detenimiento, notando un par de ojeras algo disimuladas por el maquillaje. Frunció el ceño, diciéndose a sí mismo que no estaba obligado a preguntar y que de hecho, quizás Nina prefería que él no lo hiciera.
-Parece que no has dormido bien…- sin embargo el comentario salió de sus labios como si tuviera vida propia y no encontró las palabras adecuadas para disculparse o balbucear que sólo estaba preocupándose por ella. Pero Nina lo miró con la respiración contenida y labios aprestados, lo cual sólo consiguió hacerlo sentir culpable. ¿Por qué no podía callarse? ¿Cuándo aprendería? Un buen día de estos Nina se enfadaría de verdad con él gracias a sus comentarios tan acertados.
-Algo así…- fue la única respuesta, y después el silencio.
Esta vez se recuperó de su torpeza y permaneció callado al igual que Nina. Mientras que Ben había sido literalmente un libro acuerdo en cuanto a sus memorias pasadas, Nina era más bien lo contrario. No hablaba de sus sueños y él hacía un esfuerzo por no hacer demasiadas preguntas, sabía que presionándola no ganaría absolutamente nada y ya contar con su compañía era más de lo que hubiese pedido.
-Recuerdo Camelot…- dijo por fin en un susurro, él ladeó el rostro para mirarla pero Nina tenía la vista al frente, con los ojos entrecerrados por la luz del sol. No estaba seguro, pero sus labios parecían contener un amago de sonrisa- el castillo… la gente… son como piezas de rompecabezas que poco a poco van formándose en mi cabeza. No he tenido mucho tiempo esta semana porque los profesores no tienen clemencia, pero…- abrió su bolso, sacando el cuaderno de bocetos para extenderlo hasta él.
Se quedó mirando el cuaderno unos segundos antes de tomarlo entre las manos para ver su contenido. Tomó de guía un separador de páginas que Nina tenía y empezó a mirar con detenimiento los dibujos de un castillo que reconoció sin ningún problema a pesar que eran sólo bosquejos sin mayores detalles. Las vistas exteriores del castillo estaban muy logradas, o al menos eran prácticamente idénticas a las que recordaba. Pronunció la sonrisa casi sin darse cuenta, embriagado de una felicidad repentina.
Continuó pasando las páginas, hasta llegar al último dibujo que ya no era una vista externa del castillo, sino de su interior. Ben observó con detenimiento aquel amplio salón que contenía un trono vacío, era también un bosquejo igual que el resto pero éste no le producía una oleada de buenas sensaciones sino casi lo contrario.
-¿Sueñas con el Rey?- no habían pasado ni diez minutos desde la última pregunta fuera de lugar, pero en ésta ocasión resultó aún más inevitable que antes. Cuando miró a Nina, ella ya estaba negando con la cabeza.
-No… los sueños no son claros cuando se trata de él… pero supongo que todo a su tiempo ¿cierto?- susurró ella con una tímida sonrisa.
Ben quiso decirle que quizás era lo mejor, porque seguramente no serían buenos recuerdos. Pero en esta ocasión fue lo bastante prudente para guardar silencio. Él sí que tenía memorias más concretas, aunque una parte de él hubiera preferido no recordar. Uther Pendragon. Soldado, conquistador, rey, tirano, asesino; tantas facetas reunidas en un solo hombre.
-Pero recordé un nombre. Vino a mí casi sin que yo me diera cuenta ¿sabes? Gaius…- Nina repitió el nombre al menos tres veces más, le brillaban los ojos y parecía una niña que acababa de alcanzar el tarro de galletas antes de la cenar- tengo apenas frases sueltas y sin ningún sentido, tengo su voz grabada aunque aún no distingo lo suficiente para dibujar su rostro… así que puedes estar tranquilo, todavía eres el protagonista absoluto de mi croquera…-
Dejó de pensar en Uther en cuanto escuchó la risa de Nina, era tan contagiosa que en cuestión de segundos él terminó riendo a carcajadas. En una ocasión estaban ambos sentados en el sofá de su apartamento, comparando las anotaciones de su diario junto con los dibujos de Nina; ella le dijo que siempre le resultaba un poco vergonzoso cuando él miraba los retratos que lo representaban. En ese momento Ben le aseguró que en cuanto comenzara a recordar, no sería sólo su rostro quien protagonizara aquellas páginas.
Gaius. No tenía su cuaderno a mano, pero de tantas noches en vela releyéndolo ya tenía memorizado buena parte de su contenido. De Gaius tenía recuerdos concretos, los suficientes para considerarlo un buen hombre, aunque su amistad le fuera arrebatada abruptamente, como el resto de su vida en general.
-Seguro que recordarás muchas cosas de él, pasabas más tiempo en la corte que yo…- de hecho sus recuerdos más vívidos provenían del lomo de un majestuoso dragón, su más fiel compañero. Saber con certeza que ésa era una sensación que no experimentaría nunca más le llenaba de tristeza. Sabía que era ridículo tener esa sensación de pérdida, pero no podía evitarlo.
Nina suspiró, pasándose un mechón de pelo tras la oreja y bajando levemente la mirada. Tenía el semblante triste, como si algo la estuviera preocupando o al menos eso le parecía a él. Era seguro que ella no quería hablar del tema, pero Ben no podía evitar sentirse como un inútil y algo impotente ante la situación.
-¿Nina, pasa algo?-
El silencio a continuación le hizo dudar de sus intenciones. La próxima vez tendría que quedarse callado, aprendería el incómodo arte de morderse la lengua.
-Sí, pero no es… no es nada de lo que estás pensando. Son cosas con mi padre… me ha llamado esta semana, llevaba tanto tiempo sin escuchar su voz que hasta me sonaba extraña. No sé por qué de repente parece que quiere jugar su papel de padre ejemplar y después de pensarlo un poco, creo que me molesta…- dejó la frase entrecortada, como si hubiera deseado agregar algo más pero finalmente no lo hizo. Volvió a encajar la vista en su regazo y de repente todo se sumió en un incómodo silencio.
Ben analizó las palabras una a una, y sobre todo el tono de Nina. Según recordaba, sus padres estaban divorciados desde hacía mucho, de hecho él nunca había visto al padre de Nina; tan sólo a su madre, una mujer encantadora. Ahora entendía un poco más la ausencia de Nina estos últimos días, esto era lo que realmente la estaba preocupando.
Quiso decirle algo, pero sólo tenía de referencia a sus propios padres quienes su mayor defecto a los ojos de Ben era ser demasiado empalagosos y siempre en los peores momentos. Pero apenas tenía quejas de ellos, no recordaba haberlos visto discutir por nada trascendental más allá del control por el mando a distancia de la tele.
-Lo siento… los padres son una especie incomprensible para los hijos…- dijo en un susurro, sintiéndose como un completo idiota. Hacía años tenía claro que lo suyo no era precisamente la empatía.
Pero esta vez se esforzó un poco, extendiendo la mano hasta tomar la de Nina, pensando que quizás eso era lo que ella necesitaba. Sintió la inexplicable necesidad de excusar al padre de Nina por tantos años de ausencia, pero evitó hacer más comentarios. No sabía lo que era estar en lugar de un padre pues no tenía hijos, ni en ésta vida, pues siempre fue cuidadoso gracias a la paranoia de su madre; ni en la anterior.
-Gracias, Ben…- Nina rompió el silencio con palabras de agradecimiento. Sus miradas se encontraron y pudo notar que ella estaba sonriendo, al parecer el esfuerzo valió la pena.
Esa tarde acompañó a Nina hasta su apartamento, a pesar que eso significaba desviarse varias cuadras para tomar el metro que lo llevaría hasta el suyo. Al final obtuvo una pequeña recompensa, porque Nina le dejó una ración de galletas de chocolate que devoró esa misma noche, antes de dormir.
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Su profesor de “Historia del Arte I” avisó con uno de sus compañeros que lo excusaran esa mañana, no podría dictar la clase por compromisos personales. En menos de cinco minutos el salón pasó del bullicio al silencio absoluto.
Nina no tuvo que pensar mucho antes de decidir que aprovecharía la quietud del salón para trabajar en un proyecto que tenía que terminar para ese viernes. Así que se acomodó a sus anchas en un escritorio vacío y sacó la libreta que utilizaba para su clase de perspectiva.
Estaba dibujando un dragón volando sobre un tupido bosque y aunque no le gustaba halagarse a sí misma, estaba bastante contenta con el resultado. Estaba haciendo los detalles en claroscuro, y pensaba que una vez que el profesor asignara nota a los trabajos, quizás podría regalárselo a Ben. Podría conseguir un marco y obsequiárselo, estaba segura que a él le gustaría. Estaba convencida que sería un buen regalo hasta que lo comentó con Imogen, y su mejor amiga le dio una de esas miradas que la hacían sonrojar de vergüenza.
Se colocó los audífonos, tratando de concentrarse en la música de su reproductor en lugar de estar pensando tonterías. Llevaba el dibujo bastante avanzado y si conseguía terminarlo en esta inesperada hora libre se sentiría realizada.
Mientras repasaba los trazos con carboncillo, Nina empezó a transportarse al paisaje sobre el papel. No estaba segura si era sólo su imaginación o eran recuerdos en forma de ensoñaciones, pero podía verse a sí misma sobrevolando los bosques contiguos al reino de Camelot.
Era una tontería, y probablemente no significara nada, pero los trazos fluían con libertad, como si tuvieran vida propia. Pensaba en el castillo, en aquella majestuosa edificación, que empezaba a hacerse familiar para ella. Si cerraba los ojos era capaz de imaginar los pasillos sin mayor dificultad, y empezaba a tomar consciencia del camino al que conducían cada uno de ellos. Con cada recuerdo se daba cuenta que Ben llevaba la razón, aquel castillo fue su hogar durante mucho tiempo, parecía conocer todos sus rincones y secretos. Porque sabía que en ese castillo se escondían incontables secretos, aunque aún no fuera plenamente consciente de todos ellos.
-¿Sabes que no es tan difícil encontrarte a pesar que este campus parece una nación independiente? Aunque nunca había venido a esta facultad, me perdí dos veces, espero que lo tengas en cuenta…-
Estaba tan concentrada en la música y su dibujo, que le tomó unos instantes darse cuenta que alguien estaba hablando y no sólo eso, sino que le estaba hablando a ella. Se quitó los audífonos, girándose sobre el asiento y tuvo que hacer uso de toda su fuerza de voluntad para no reprimir una exclamación de sorpresa.
No veía a Patrick personalmente en años, pero todavía había algún rastro de sus facciones infantiles en su rostro. Estaba en el centro del salón, mirándola con una sonrisa de suficiencia que a ella no le gustaba en lo absoluto. ¿Quién le había dicho que tenía que buscarla? De repente detestó a su padre, que seguro le había dejado los datos suficientes para que Patrick se sintiera con la seguridad de ir por la facultad preguntando por ella.
-Me dijeron que tenías clase, pero me asomé y no había nadie… excepto tú. Si eso no es una señal, no sé lo que es…- comentó en un tono igual de autosuficiente que su sonrisa. Nina se encogió de hombros, no iba a contarle con detalles cómo su profesor no asistió a clases y ella decidió tomarse el salón vacío para dibujar.
-¿Qué es lo que quieres, Patrick?- preguntó en el mejor tono que pudo encontrar, esforzándose por mirarlo a los ojos. Que la única respuesta que obtuviera fuera una carcajada no mejoró demasiado su humor. ¿Es que acaso se estaba burlando de ella?
-No nos vemos en años, Nina. ¿Y eso es todo lo que vas a decir? Podrías haber empezado con un simple “¿Cómo estás, Patrick? ¡Tanto tiempo sin verte!” porque de verdad que son muchos años… ¿Cuántos? ¿No son unos diez?- se acercó hasta donde ella estaba, tomando asiento en una de las bancas vacías a su izquierda. Nina no estaba contando los años sin verse en ese momento, más bien estaba más ocupada guardando sus lápices y sobre todo su libreta. Detestaba que desconocidos estuvieran husmeando sus trabajos y Patrick caía en la lista de desconocidos.
Sí, eran bastante años sin verse como para considerarlo un desconocido.
-Tu pelo…-
-¿Qué?- exclamó, mirándolo incrédula mientras cerraba su bolso con brusquedad. ¿Había dicho algo sobre su pelo? ¿Estaba acaso volviéndose loca?
-Recordaba tu pelo mucho más corto, es todo. Te queda bien así…- Patrick se encogió de hombros, dejándola completamente sin palabras. No sabía qué intentaba decirle él con esa frase tan trillada. ¿Era una especie de halago? No podía comprender el sentido de la frase, de la misma manera en que era incapaz de entender por qué Patrick estaba allí. Por qué tenía que haber propiciado un encuentro.
-Papá me dijo hace unos días que estabas estudiando aquí también…-
-Me faltan tres semestres para terminar las materias de la carrera. Estoy estudiando leyes… al principio mamá pensaba que estaba quedando con ella, hubieses visto su cara…- él rio de buena gana, con seguridad recordando el rostro de su padre pero Nina prefería no pensar en esa mujer, al menos no de momento. Patrick se inclinó un poco sobre su asiento, Nina sabía que estaba fijándose en la libreta que estaba sobre el escritorio, que por fortuna ella había cerrado justo a tiempo- tú vas a ser una artista… tendrás que dejarme algo que pueda subastar por si mi otro plan de vida fracasa…-
Mientras lo escuchaba hablar, Nina pensó que quitando la apariencia física no habían demasiados cambios en Patrick. Seguía teniendo esa tendencia a hacer monólogos absolutos en los que él terminaba siendo el protagonista sin importar cuál fuera el tema de la conversación. También tenía esa actitud, esa especie de seguridad de que podía hacer cualquier cosa que se propusiera, que no era más que arrogancia bien encubierta. Podían haber pasado varios años, pero Patrick Uhlman seguía siendo el mismo en esencia.
-Yo recién empiezo, me faltan decenas de semestres por delante; pero la carrera va bien hasta ahora…- Nina con esfuerzo podía mantener el hilo de la conversación, en parte porque Patrick hablaba el triple que ella y en parte porque estaba pensando al mismo tiempo cómo podía salir de allí sin parecer una completa grosera.
Estaba rogando para sus adentros que sonara su celular, esperaba que de un momento a otro sonase la melodía de Imogen y que su amiga la salvara de esta tortura. Pero sabía que eso no pasaría porque ella debía estar en clase en estos momentos.
-Me dijo tu padre que estás compartiendo piso con una amiga, yo también hice lo mismo cuando comencé la universidad. Al principio cuesta un poco acostumbrarse ¿no? Pero ahora no imagino cómo aguanté tantos años con mamá metiendo sus narices en mis cosas…- quiso decirle que ella no tuvo ese problema, porque su relación con su madre era muy buena pero decidió no comentar nada para evitar una discusión innecesaria- ¿Sabes? Mamá viene a visitarme a fin de mes… viene con tu padre y pensamos que sería una buena idea si cenamos los cuatro juntos ¿No te parece?-
No se esperaba esa propuesta, agradeció estar sentada porque de otro modo quién sabe qué torpeza hubiera cometido. Pero no terminaba de creerse lo que estaba pasando. Patrick acababa de invitarla a una especie de cena familiar en unas semanas. De repente comprendió todo, que esto era un plan de su padre y Patrick estaba ayudándolo. Tenía que ser eso, no podía ser de otra forma; mientras más se convencía de la idea, más le desagradaba.
-¿Nina? No te estoy pidiendo que pases Navidad con nosotros… es sólo una cena. Anda seguro que a tu padre le dará gusto que nos acompañes…- Nina tenía el “no” grabado en los labios. Estaba mentalizada para negarse, pero Patrick la miraba casi suplicante. En ese momento parecía el Patrick de diez años que sonreía para congraciarse con su madre. Era una mirada atrayente y Nina se sorprendió dándose cuenta que estaba considerando ir a la cena. Pensando que quizás no era tan malo y que a fin de cuentas eran sólo unas horas. Actuaría como hija ejemplar y podría ir, a fin de cuentas no iba a estar sola.
-Vale. Está bien, iré si tanto te hace feliz…- se encogió de hombros, tratando de restarle importancia al asunto. ¿Qué importaba si era una cena?
Sin embargo se dio cuenta que Patrick estaba sonriendo como si se hubiera ganado la lotería. Nina pensó que exageraba, sólo aceptó ir a una cena. ¿Tan jodida estaba la situación familiar? En parte agradecía haberse desentendido de esa parte de la familia; su madre y ella lo llevaban bastante bien.
-Ahora, si no te importa, tengo clase…- no estaba mintiendo del todo, aunque no había mirado su reloj llevaba allí un tiempo considerable para saber que si se quedaba allí con Patrick, llegaría tarde a su clase siguiente.
-¿No te importa si te pido tu número, cierto? Es mucho más fácil que estar preguntando por ti en la facultad…- sonrió otra vez como un niño pequeño y Nina no pudo negarse. Aunque esta vez su petición era mucho más razonable. Intercambiaron números telefónicos, aunque muy en el fondo ella espera que él sólo llamara en las próximas semanas para recordarle la fecha de la cena. O si tenía mucha suerte, la llamaría para cancelar por algún imprevisto. El problema era que según su experiencia, Nina no tenía demasiada suerte.
-Me gustó mucho verte, Nina. Cuídate y nos vemos pronto…-
Era una frase inocente, de esas que se dicen por cortesía y él extendió el brazo a manera de despedida. Nina hizo lo propio y devolvió el gesto, apretando la mano de Patrick con una pequeña sonrisa. Sus miradas se encontraron y ella lo miró directamente a los ojos, sintiéndose ligeramente intimidada por su presencia. Estaban bastante cerca y sólo podía prestar atención a los ojos de Patrick, fijos en ella. Sin saber por qué, tuvo la sensación que ya había vivido esa escena, ese momento en que la mirada de Patrick sólo estaba para ella.
El dejá vú sólo duró unos segundos, después Patrick se separó sin perder la sonrisa e hizo un gesto de despedida con la mano. Cuando la puerta se cerró, Nina dejó escapar una enorme bocanada de aire. Ni siquiera se dio cuenta en qué momento empezó a contener la respiración.
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Esa noche, soñó con Nimueh; observó su esbelta figura desde lo alto de una torre, contemplando el horizonte. Lucía tan impasible como siempre, y sólo después de unos segundos reconoció una segunda figura a su lado. Era la reina, ataviada con un vestido azul y la corona sobre su cabeza. Las mujeres parecieron mirar en su dirección, y aunque no podía distinguir bien desde la distancia parecía que ambas sonreían. Pero no pudo quedarse a comprobarlo, sabía que era su deber continuar hasta la sala del trono y debía hacerlo en la mayor brevedad. El rey esperaba y no era buena idea llegar con retraso.
Ben despertó aquella mañana con tal dolor de cabeza que se tomó dos analgésicos antes de ir al trabajo. Para su fortuna pasó casi todo el día acompañando a Jane, una cría de antílope que tenía pocos días de nacida y llevaba enferma desde entonces. Tener por única compañía al pequeño animal que apenas y podía estar en pie, resultó muy relajante. La cría necesitaba muchos cuidados y sobre todo alguien que estuviera para suministrarle cada cierto tiempo un compuesto de leche y vitaminas. Cuando uno de sus compañeros vino a relevarlo de su turno, se dio cuenta que eran pasadas las cuatro.
Era un viernes por la tarde, y resultaba bastante patético pensar que no tenía planes en lo absoluto. Pero cuando revisó su celular, había un mensaje de Nina, pidiéndole que por favor pasara a su apartamento si tenía tiempo. Y de hecho, tiempo era lo que más tenía.
-¡Ben! Sabía yo que no nos fallarías… Nina está bañándose, pero no tarda…- Imogen le recibió con una sonrisa, y él no pudo evitar que pensar que casi todo el tiempo que venía, era ella quien le recibía. Por alguna razón Nina siempre estaba terminando de arreglarse, lo que resultaba cuando menos curioso.
-No es problema…- tomó asiento en la sala sin muchos rodeos. Al principio se sentía un poco cohibido, el apartamento de Nina e Imogen era bastante acogedor pero al mismo tiempo intimidante. Tenía ese aire femenino que lo hacía sentir un poco fuera de lugar, aunque eso se disipó con el paso de los días y la costumbre.
-Oh, Ben… en realidad esta vez Nina no tuvo la culpa de que vinieras hasta aquí…- se fijó en Imogen casi enseguida, un poco sorprendido. Estaba sonriendo y antes que él pudiera preguntar algo ella continuó- verás, estaba tan emocionada cuando compré un nuevo escritorio para mi habitación, que olvidé por completo que soy una negada para las cosas manuales. Así que ya te imaginarás que hay una enorme caja en mi habitación y un manual de instrucciones que parece escrito en chino…-
Imogen parpadeó muchas veces, él sabía por experiencia que cuando las mujeres hacían eso acompañado de una enorme sonrisa, encerraba un significado oculto. Cuando se dio cuenta lo que estaba pasando, dejó escapar una exclamación de sorpresa.
-Oh… ¿Quieres que…?- sonrió lo mejor que pudo, sintiéndose ligeramente avergonzado- no soy precisamente un experto pero seguro que puedo echarles una mano…-
-¿Ves Nina? ¡Te dije que llamar a Ben era buena idea!-
Giró la vista hacia el pasillo, donde estaba Nina todavía con el pelo mojado. La saludó con un gesto y ella sonrió, acercándose hasta el sofá donde Imogen estaba sentada. Conocía esa mirada severa, aún no había encontrado el momento oportuno para decirle a Nina que en realidad a él no le molestaba en lo absoluto compartir tiempo con ellas. Ni siquiera si eso implicaba que lo utilizaran como mano de obra gratuita.
-Lo siento mucho, Ben… te prepararemos la cena…- susurró Nina con tono apenado, mientras tiraba de su amiga rumbo a la cocina.
-¡Mi cuarto es el segundo a la derecha, Ben!-
No pudo contener la risa hasta llegar al cuarto de Imogen. Cuando llegó allí se encontró efectivamente con una caja llena de piezas de diferentes formas y tamaños, junto con un detallado manual de instrucciones. Pero también se encontró con una cama llena de almohadones, una alfombra lila bajos sus pies y las paredes empapeladas con tonos rosas y amarillos.
Luego de unos instantes decidió tomar asiento en el borde de la cama. Mientras leía el manual, se dio cuenta que aquel aroma a canela provenía de una vela aromática que estaba sobre la mesita de noche. No pudo evitar preguntarse si la habitación de Nina sería remotamente parecida a la de su amiga. Frunció el ceño, tratando de no pensar en cosas que carecían de importancia.
-¡Oh Ben, eres mi héroe! ¿También eres plomero o electricista?-
-Imogen…-
-Es información de vital importancia… ¡Es el único hombre al que le dejaríamos la llaves en caso de emergencia!-
Estaba tan concentrado atornillando la base del escritorio, que no se dio cuenta en qué momento las chicas entraron a la habitación. Por la sonrisa, podía darse cuenta que Imogen estaba bastante satisfecha con el resultado. Las miró a ambas con una amplia sonrisa, pudo percatarse que Nina llevaba una bandeja en las manos que seguramente era la cena. En realidad no tenían que molestarse, pero su estómago agradeció percibir aquel delicioso aroma.
-Ya deja eso, Ben…- Nina le invitó a acercarse con una sonrisa y a él no le quedó más remedio que también tomar asiento en la cama, con ambas. Estaba literalmente en la cama con dos chicas guapas, seguro que si le contaba a sus compañeros de trabajo que lo único que hicieron durante todo el rato fue comer emparedados lo matarían a golpes.
Hablaron de todo y nada en particular por los siguientes minutos. Ben siempre perdía la noción del tiempo cuando estaba con Nina, y las veces que Imogen se les unía, todavía más; porque la rubia siempre tenía algo qué contar. Fue así como de tema en tema, Nina comentó algo sobre su padre y Ben se tomó el atrevimiento de preguntar si al final consiguió hablar con él de nuevo. La expresión sombría de Nina lo hizo sentirse miserable otra vez. ¿Cuándo aprendería?
-Ya no te atormentes pensando en eso, Nina…- Imogen se acercó hasta ella, pasando un mechón de pelo tras de su oreja, con una sonrisa. Ambas intercambiaron miradas cómplices, de la forma que suelen hacerlo las personas que llevan conociéndose de toda la vida. Ben ladeó el rostro, sintiéndose extrañamente familiarizado con aquella escena, sin saber por qué. Hacía mucho tiempo que no le pasaba algo como eso.
-Es que no te conté, Ben… pero quedé atrapada en una especie de cena familiar con mi padre y su esposa. Y por si no fuera lo suficientemente incómodo, va a ser en casa de Patrick, o eso tengo entendido…- Nina se encogió de hombros, con expresión de agobio. Él frunció el ceño, pero ella pareció adivinar su pensamiento porque no tuvo que preguntar cuando Nina agregó- es el hijo de la esposa de papá. Me fue a buscar a la facultad… no sé ni cómo me dejé convencer…-
-Quizás fue la presión del momento. No es lo mismo ignorar mensajes o llamadas telefónicas a rechazar a alguien en persona…- Imogen intervino, con gesto serio y sin quitar la vista de Nina- pero si de verdad no quieres ir, alguna excusa se te ocurrirá. Piensa que realmente no estás obligada a ir, mucho menos si estás predispuesta a pasar un mal rato…-
Se sumieron en silencio, Ben sopesaba la situación y no dejaba de mirar la expresión tensa de Nina. La imaginaba cenando con su padre, su nueva esposa y el hijo de ésta; era literalmente Nina contra el mundo. Quizás era una manera demasiado dramática de ver las cosas, pero si Nina iba a esa cena no tendría ningún punto de apoyo en caso que las cosas salieran mal.
La miró durante unos instantes, sabiendo que como siempre iba a meter la pata, pero decidió que al menos debía intentar algo de utilidad. Nina parecía realmente agobiada con ese asunto, evocó su conversación de días atrás y decidió que no podía quedarse callado.
-Si quieres puedo acompañarte…-
Ambas miradas se posaron en él, tuvo que tragar en seco, pensando que quizás no había sido tan buena idea decirlo de buenas a primeras. Nina lo miraba con un gesto indescifrable y la expresión de Imogen era de genuina sorpresa. Quiso explicarse, decir que sólo era una idea y que Nina no tenía por qué aceptar una propuesta tan salida de la nada, pero ella fue más rápida esta vez.
-¿De verdad… de verdad vendrías conmigo?- preguntó Nina, con un tono angustiado, como si él no hablara en serio.
Ben sonrió, con los labios apretados y asintiendo enérgicamente con la cabeza.
-Sí. Si tú quieres, claro que te acompaño…-
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Fue fácil aceptar la propuesta de Ben. Sobre todo cuando él la miró de esa forma que fue incapaz de descifrar. Pero aceptó porque a fin de cuentas su padre sabía quién era él, seguro que no iba a asombrarse si lo llevaba. La parte difícil venía después, como soportar las miradas de su mejor amiga, cargadas de significado. Imogen escogió su peor técnica de tortura, no decir una palabra al respecto, tan sólo la miraba sonriendo de tanto en tanto.
Sin embargo con un par de días consiguió reponerse y aguantar con la mirada impasible todos los ataques silenciosos de Imogen. Lo verdaderamente difícil, y sobre todo incómodo, era hablar con Patrick sobre el asunto. No le agradaba la idea de llamarlo para decirle que planeaba llevar a alguien a la cena familiar, y quizás no lo hubiera hecho de no ser porque sería en su casa. Como mínimo, tenía que saber que tendría un invitado extra.
Decidió decírselo el lunes siguiente, para no retrasar más la situación. Estuvo ensayando un poco con Imogen la noche del domingo. Su amiga le sugirió que le hablara primero sobre Ben, para que no creyera que estaba llevando un desconocido a su casa porque sí, pero Nina no estaba segura si a Patrick le interesaría oír sobre quién era Ben y desde hace cuánto lo conocía. Al final, ninguna de las dos pudo ponerse de acuerdo, y su mejor amiga le aseguró con una sonrisa que lo importante era que Patrick supiera que estaba llevando a alguien importante para ella, que deseaba que Ben le hiciera compañía en esa cena.
Llamó a Patrick en el receso de su segunda clase, y para su sorpresa él contestó al tercer timbre. Le habló en un tono alegre, y dijo si podían verse en una de las cafeterías de la facultad de derecho y ciencias políticas. Nina nunca había pasado por esa facultad, no tenía conocidos allí pero sabía cómo llegar, así que se encaminó allí luego de su tercera clase del día.
La facultad era enorme, seguro que era tres veces el tamaño de la suya y allí cualquiera podría perderse. Pero para su fortuna, Nina tenía buen sentido de la orientación y le fue fácil encontrar la cafetería. También tenía que darle algo de crédito a Patrick, que le dio bien la dirección.
Inspiró hondo justo antes de empujar la puerta de entrada, sintiéndose ligeramente intimidada como casi siempre le pasaba en un sitio desconocido. Se quedó unos segundos en la entrada, tratando de divisar con la mirada dónde estaría Patrick. Al final lo encontró a su izquierda, en una mesa sentado a sus anchas, hablando con una chica. Parecía inspirado con cualquier cosa que estuviera diciendo, pues hacía varios ademanes y no dejaba de sonreír. Luego reparó en la chica, una rubia exuberante y de largas piernas, que parecía muy divertida con él, porque sonreía cada cinco segundos.
Nina pensó que no podía tener peor suerte, cuando su mirada se encontró con la de Patrick y él alzó la mano, mostrando su mejor sonrisa. Por supuesto que no tenía la más mínima idea que ella llevaba ya un tiempo observándolo.
“Bueno Nina, hazlo ya…” se dijo a sí misma, tratando de animarse un poco mientras caminaba hasta él.
-¡Nina! Tan puntual como siempre…- le hizo un guiño, para luego dirigirse a su acompañante- Vanessa, ella es Nina. Es la hija de Richard, mi padrastro…- explicó a medida que la chica rubia se giraba para verla, sin perder su gesto alegre.
-¡Nina! Me alegra conocerte, Patrick no ha parado de hablar de ti…- dijo con una voz cantarina, y un tono bastante meloso. Por momentos, su comentario parecía llevar un significado oculto que la dejó desconcertada. Probablemente si estuviera frente a su mejor amiga, sabría qué clase de burla intentaba hacer, pero estaba en terreno desconocido así que optó por ignorar el comentario y centrarse en las presentaciones.
-Mucho gusto, Vanessa…- fue lo único que pudo decir, utilizando su mejor sonrisa. Después de ese breve intercambio, la rubia se puso en pie, y sólo entonces Nina se dio cuenta de lo alta y esbelta que era. ¿Qué demonios hacía una chica así en esta facultad?
-Yo ya me iba, nos vemos luego Patrick, quedé de verme con Graham en un rato…- comentó, mientras se inclinaba lo suficiente para darle a Patrick un toquecito en la nariz. Nina no dijo absolutamente nada, aunque le resultó un intercambio de gestos bastante curioso, porque él bajó la mirada, quizás algo avergonzado. Luego Vanessa volvió a girarse hacia ella y sonrió, haciendo un guiño- mucho gusto Nina. Trátalo bien ¿eh? Mira que es más sensible de lo que parece…- rió por lo bajo mientras alzaba la mano para despedirse, alejándose poco a poco de la mesa.
Vanessa se fue antes que Nina pudiera comprobar si lo estaba diciendo en serio o si sólo estaba burlándose de ella. Miró a Patrick, como si en él encontraría las respuestas que buscaba. El susodicho tan sólo le hizo un gesto, para pedirle que se sentara frente a ella.
-No le hagas mucho caso, es la novia de mi mejor amigo, nos conocemos de hace años y me sigue tratando como si fuera un niño…- se encogió de hombros, zanjando la situación- ¿Quieres algo de tomar, Nina?-
Ella estaba demasiado ocupada pensando si en algún momento ella había tenido ese tipo de confianzas con un hombre. Pero entonces recordó que la única referencia de amistad masculina que tenía era Ben, y si se ponía a pensar en eso justo ahora, sólo conseguiría un grave dolor de cabeza.
-Una limonada está bien…-
Patrick con un gesto llamó al mesero, pidiendo una limonada y una gaseosa. Nina aprovechó para reclinarse un poco más sobre el asiento y buscar algo de comodidad. ¿Cómo empezaba su discurso? Iba algo así como “Patrick, me gustaría decirte algo”.
-Patrick… me gustaría decirte algo…- comentó, para llamar su atención- es sobre la cena…-
-Mi madre está muy emocionada. Nunca te lo he dicho, pero en el fondo siempre quiso tener una hija, así que cuando tu padre dijo que podríamos invitarte a cenar se emocionó bastante con el asunto…- se calló por un momento, como si hubiera dicho algo inadecuado y Nina se preguntó si ella hizo alguna expresión de rechazo de manera inconsciente- lo que quiero decir, es eso, que está bastante emocionada con que vayas…-
Ella se quedó callada durante unos instantes y luego sonrió, no estaba segura si era una sonrisa sincera, pero la idea que la madre de Patrick estuviera feliz con su asistencia la hacía sentir un poquito mejor. Quizás la cena no fuera un completo desastre, pero para eso tendría que continuar con esta conversación tan incómoda.
-No te preocupes que no estoy aquí para cancelar…- luego pensó que había dicho eso muy rápido y miró a Patrick con expresión arrepentida. Antes que pudiera darse cuenta, los dos estaban sonriendo. Se sintió un poco mejor después de eso, y se animó a continuar- sólo quería decirte si no tienes problema en que lleve un acompañante…-
Se arrepintió enseguida al ver el ceño fruncido de Patrick. No debió haber dicho “acompañante” porque eso sonaba demasiado general. Pero por algún motivo fue incapaz de utilizar la palabra “amigo” en el último momento y se sintió traicionada por su propia voluntad.
-¿Estás hablando de llevar a tu novio?- preguntó Patrick, antes que ella pudiera recuperarse de su propia torpeza.
Novio. Imogen ya le había dicho que tarde o temprano esa palabra llegaría a la conversación, pero para Nina llegó demasiado pronto. Sabía que tendría que contestar con la verdad. Ben no era su novio, aunque viéndolo desde el punto más objetivo, era lo más cercano a un novio que había tenido en su corta vida. En los últimos meses compartían prácticamente todo y se veían con regularidad, la única persona que veía con más frecuencia era Imogen y eso porque vivían juntas. Ben sabía casi todos sus secretos y lo que compartían a través de los sueños era una conexión que hasta ahora no había tenido con nadie más.
Pero no, no era su novio, y Nina no podía mentirle a Patrick. Era algo inexplicable, pero sentía que si le mentía, él se daría cuenta y ya no quería más problemas.
-No, no es mi novio…- se apresuró a decir, con la mayor tranquilidad de la que era capaz en ese momento- es sólo que… tú sabes, Patrick… que la situación con mi padre no es la mejor del mundo. Conozco a Ben desde que era una niña, es mi mejor amigo y sabe lo incómodo que es todo para mí, así que se ofreció acompañarme…- miró a Patrick, tenía una expresión indescifrable ene l rostro y eso sólo hacía aún peor la conversación- por eso quería saber si tenías algún problema, no quiero causarte molestias…-
No estuvo segura de cuánto tiempo transcurrió, si fueron segundos o minutos, pero tenía la mirada de Patrick fija en ella. De nuevo le atacó esa extraña sensación de familiaridad, era como si antes hubiera tenido la mirara de Patrick sobre ella. Mirándola de aquella forma como si quisiera leer su mente, con esa intensidad que cortaba su respiración.
-Patrick…-
-Seguro, Nina. No tengo ningún problema…- dijo él finalmente, relajando su expresión poco a poco hasta mostrar una sonrisa. Nina se sintió un poco aliviada, aunque no del todo satisfecha.
-¿Seguro que no hay problema?- volvió a preguntar, aún con la duda. Pero Patrick esta vez enfatizó en la sonrisa, y aquella fijación en su mirada pareció desaparecer gradualmente, haciéndola sentir más tranquila.
-No tengo ningún problema. ¿Ben dices que se llama? Pues dile a Ben que las puertas de mi casa están abiertas para él…-
Escuchó la frase, sabía lo que Patrick había dicho, pero en realidad estaba escuchando un eco. Era un eco que parecía venir desde un sitio demasiado lejano para ser detectado. Pero allí estaba, inequívoca, la voz de Patrick.
“Dile que las puertas de mi reino están abiertas para él…”
El mesero les interrumpió, dejando las bebidas sobre la mesa y Nina sonrió con un agradecimiento genuino mientras tomaba el vaso entre las manos. La sensación del vidrio frío contra su piel la hizo volver a la realidad completamente. No estaba soñando, era la primera vez que no estaba soñando y de no ser por el gélido sorbo de limonada traspasando su garganta, hubiera gritado de la desesperación.
Pero tragó dos sorbos más, y miró a Patrick a los ojos, procurando sonreír lo mejor que pudo. No tenía ni idea qué estaba pasando con ella, pero procuró pensar positivo como su mejor amiga, diciéndose a sí misma que al menos ya cumplió su cometido.
Parte 1b por aquí~