Habitación 250.
Bien podría ser el título de un thriller, mi género favorito después de la poesía de Safo y Margerit.
Bien podría ser el título de una película al estilo de Aeropuerto 75.
En la habitación 250 las horas pasan sin cesar, sin un minuto de desesperación.
En la habitación 250 hay tiempo para pensar, penar, mirar el techo, hablar, dormir, mirar por la ventana, leer, hacer crucigramas, callar, callar, callar, sobre todo para callar.
Hay tiempo para reflexionar acerca de la amistad, el narcisismo, la vanidad, la arrogancia, el orgullo, la soberbia, la egolatría, lo absurdo de la vida, el desperdicio de la alegría, el qué será.
En la tienda de abajo descubro que venden libros, lo mejor que me podía pasar, mientras fijo mi vista en sus letras mi cerebro no da para más,
mientras deslío sus frases mi mente no puede pensar en otra cosa,
mas, muchas veces creo que estoy leyendo pero solo sigo las líneas, párrafos y más párrafos se van pasando sin que consiga concentrarme, la desazón gana la partida a la trama una y otra vez, una y otra vez...
Y así un día, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, doce, trece, catorce, quince, dieciséis, diecisiete, dieciocho, diecinueve, largo de contar hasta veinte.
Una vez en el exterior, solo queda esperar que pasen los días para acabar el año, para mandar todo al infierno y seguir viviendo.