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Probablemente fue la primera palabra que Remus leyó de un diccionario. ¿Por qué? Simplemente lo abrió y allí estaba, tan quieta y tan apacible, describiendo su vida en una frase. Porque siempre ha tenido esa necesidad. Siempre se las ha ingeniado para no dejar ver más que lo justo de sí mismo, para mantener su espacio, por pequeño que fuera, intacto.
Y entonces llegó Sirius Black, y arrasó su espacio como si fuera un huracán.
- Sabes que en muchas culturas esto se llama allanamiento de morada, ¿verdad?
Tengo una llave, es lo único que le responde, y da otro trago a la cerveza - su cerveza - mientras se reacomoda en el sillón.
El lógico e inteligente niño interior de Remus rechina los dientes, se indigna, patalea y, finalmente, se resigna. El Remus exterior hace exactamente lo mismo, sólo que él ha conseguido reducir los tres primeros pasos a una décima de segundo gracias a años de práctica.
Deja las llaves y la cazadora encima de la mesa y va a la cocina. Tres horas cocinando con Lily, si es que a eso se le puede llamar cocinar, y tiene más hambre del que cree puede caber en su cuerpo.
Y luego lo nota. La televisión deja de sonar, los pasos largos que resuenan contra el suelo, y, por último, los brazos rodeándole la cintura y el rostro de Sirius hundiéndose en su cuello.
- Hueles a quemado - murmura contra su piel, y puede sentir los labios formando las palabras. Hace que se le ericen los pelos de la nuca y que cierre un poco los ojos.
- Lily ha intentado enseñarme a cocinar.
Besos sobre su piel. Palabras entre medias.
- Deduzco que no lo ha conseguido.
Remus se inclina hacia atrás, las manos de Sirius se deslizan por debajo de su camiseta.
Sabe que debería decir algo. Algo de lo que ha estado hablando con Lily, cualquier cosa.
- Ya sabes que soy un caso perdido.
Pero los labios de Sirius le hacen cosquillas en la piel y , de todas formas, no es como si tuviera el valor suficiente para confesar algo así. Así que se calla y lo guarda bajo siete llaves en ese resquicio intocable de su mente.
Sentimientos embotellados y a la deriva
Desde que Remus puso los pies en la cocina de Lily, supo que había trampa. Simplemente se olía en el ambiente, y el aroma correspondía a tortitas recién hechas y a un proyecto de bizcocho de limón sobre la encimera. Y Remus lo sabía, lo sabía, y aun así cayó en la trampa como un crío de tres años al que ponen un plato lleno de chocolate delante de los ojos.
- No sé de qué me estás hablando, Lily.
Tardó demasiado en contestar, pero aun así lo hizo con la mayor dignidad que pudo.
Lily se tomó su tiempo. Asintió lentamente, puso el agua a hervir y echó la sal y unas gotas de aceite. Después se giró hacia él y apoyó las manos sobre la encimera.
- Estoy hablando de ti y de Sirius, Remus.
De ti y de Sirius. Remus tragó saliva. Eso podía significar muchas cosas. Ninguna buena, cierto, pero muchas cosas.
Antes de que pudiera abrir la boca, Lily ya estaba levantando un dedo de advertencia.
- Ah, no. Ni se te ocurra volver a soltarme el No sé a qué te refieres. Estoy casada con James Potter, conozco esa excusa como la palma de mi mano.
Remus no dijo nada y Lily dejó pasar unos segundos hasta ¿Desde cuándo?. Se encogió de hombros - “Hogwarts” - y Hogsmeade, y Londres y muchos momentos después, todos pasando en Fórmula Uno por su mente.
- Deberías decírselo - contestó Lily, tan segura de sí misma que la frase casi tenía sentido -. Este tipo de cosas... No es bueno embotellarlas, créeme, sé de lo que hablo - pausa -. Si lo haces podrías acabar casado y embarazado de tres meses.
Eso le hizo sonreír un poco. Ni siquiera se acercaba a la increíblemente extensa confesión que Lily estaba buscando, pero era un comienzo.
¿Vodka con lima? No, gracias
- Lo único que digo... Lo único... - Peter se para. Repite la frase un par de veces más y se rasca la cabeza -. No sé lo que estaba diciendo.
Desde el sillón, nublado por el humo que llena el salón y borracho como un cuba, Sirius se ríe. Fuerte, áspero y con toda la energía que lleva dentro, destilando vodka a cada respiración.
- Algo de los patos - anuncia James -. Creo.
- Sí - exclama Peter -. Exacto. No, espera... No.
- Me parece que sí.
Peter niega con la cabeza, se traga el mareo y hace oscilar la sílaba en su boca - “Nooooo...”
- Si era algo de los perros me sentiré ofendido - Sirius tose un poco y apaga el cigarro en uno de los ceniceros que hay encima de la mesa, todos prácticamente ennegrecidos.
Da otro trago. De la botella. Ya se bebió lo que había en el vaso y decidió que, realmente, era más útil beber directamente del recipiente más grande y evitar tener que reponer la bebida tantas veces.
Le ofrece la botella a Remus antes de darse cuenta, por segunda vez, de que está dormido - desmayado, más bien -. Ergo, no puede beber.
Mejor, más para él.
Bebe de nuevo y siente cómo un montón de pensamientos complicados e del todo innecesarios se inundan en su mente.
- Guh, tengo que irme - murmura James intentando levantarse. Intentando, siendo la palabra clave, claro. Lo cierto es que se limita a impulsarse hacia arriba, se tambalea y cae de nuevo en el asiento -. Tío, tu piso da vueltas.
- Tu mujer te va a matar - responde Sirius. Se echa hacia atrás en el sillón, se estira hasta el máximo y cierra los ojos -. Y luego me matará a mí.
James se ríe y le imita.
- ¿Crees que acabaría muy lejos si intentase aparecerme?
- En Siberia, mínimo. Pero podrías traerme un souvenir - hace una pausa, abre un ojo y mira alrededor - ¿Y Peter?
James se encoge de hombros. Oyen un ruido proveniente del baño, como si alguien estuviese intentando echar hasta su primera papilla. Por alguna razón a Sirius le hace mucha gracia.
- Sois unos pringados, tenéis el aguante de una niña de tres años - y da otro trago a la botella.
Oye a Peter arrastrarse fuera del servicio - “Ni se te ocurra vomitar en mi suelo, Colagusano” - y se incorpora con más fuerza de voluntad que fuerza física.
- Me voy a la cama.
Peter asiente levemente desde la pared y tiene la sensación de que James ya está roncando. “Pringados” repite para sí mismo, y se ríe suavemente. Tira un poco del pelo de Remus y éste gruñe desde el sofá y hunde aún más el rostro en los cojines.
- Lupin, ¿piensas dormir ahí o en la cama?
Le responde otro gruñido y luego la voz de Peter preguntando si él puede dormir en la cama. Sirius bosteza y se acerca tambaleándose a su dormitorio.
- Tú puedes dormir en la encimera - contesta antes de cerrar la puerta.
Lo que se dice sin decirse
James se despierta dolorido, acurrucado en un sillón desconocido, en un ángulo imposible, y diosmíoquiécoñohabráinventadolaluz. Gime de dolor, se encoge aún más y se tapa los ojos - los párpados - con las dos manos, rezando porque el sol decida que no, la verdad es que hoy no merece la pena salir.
No hay tanta suerte. El sol no desaparece, el mundo no se acaba, y de la cocina llega un olor a chamuscado que podría ser bacon recién hecho o un vaso de plástico que ha decidido sobre-calentarse. Por su salud estomacal, preferiría pensar que es la primera opción.
- ¿Estás... haciendo el desayuno? - pregunta incrédulo cuando encuentra a Sirius en la cocina frente a lo que parece una sartén con comida. Probablemente.
- Lo creas o no, James, sé valerme por mí mismo - contesta. Antes de saltar para esquivar una gota de aceite que salta peligrosamente cerca de su rostro.
James inspecciona el plato que hay sobre la mesa e intenta decidir si lo que hay sobre él es comestible o no.
- Tío, ¿qué es esto? ¿Has frito a Colagusano?
Sirius intenta contestar, de verdad, pero le duele la cabeza y lo cierto es que el muy capullo tiene razón. Parece una rata frita, así que se limita a darle una colleja y a revolverle el pelo con la mano.
En ese momento el estómago de James ruge y decide que a la mierda, no es como si realmente se vaya a morir por comer bacon en mal estado - o lo que sea que haya en el plato -, coge un poco con los dedos y se lo mete en la boca. Sorprendentemente, no está TAN malo. Se atrevería a decir que incluso está medio bueno, pero no quiere que a Sirius se le suba a la cabeza, o insistirá en cocinar cada vez que pueda.
- Le preguntaste a Remus si iba a dormir en la cama - comenta tranquilamente mientras se dirige al frigorífico en busca de algo de zumo.
Sirius se para durante un momento, casi imperceptible, pero ahí está. Se para y se encoge de hombros en ese gesto tan Sé de lo que hablas, pero no te lo voy a contar patentado por Sirius Black.
Sólo hay zumo de naranja en el frigorífico, con pulpa y sin azúcar, pero James bebe de la botella de todas formas.
- Muy considerado por tu parte - lo dice en tono casual, sin mirarle a la cara.
- Ya me conoces, soy todo corazón, margaritas y rayos de sol - contesta dándose la vuelta para controlar la sartén.
- En serio, me sorprendió tu generosidad. Aunque supongo que no es para tanto, siempre has sido un poco... - bebe, y hace una mueca cuando nota el sabor ácido en la lengua - blando, en lo que corresponde a Remus.
- ¿En serio?
- Sí.
- ¿Celoso, Potter?
James sonríe.
- Puede, pero me invitarás a vuestra boda, ¿a que sí?
- Mejor - contesta, y sonríe como sólo Sirius Black puede hacerlo. Encantador, asfixiante e endiabladamente atractivo -, te dejaré venir al banquete.
Ser o no ser, ésa es la cuestión
Lo que más le jode de todo el asunto es que no lo vio venir. O a lo mejor sí que lo vio venir y simplemente se escondió detrás de un contenedor hasta que se le pasó el momento. De todas formas, sea la opción que sea, es una auténtica putada, porque de repente se encuentra hasta el cuello de mierda y no tiene a nadie al que culpar salvo a él. A Sirius Black y a su propio ego.
Amor. Y una mierda. No es amor. No lo es. No puede serlo. Simplemente no. No.
Métetelo en la cabeza, Black, no lo es.
Resaca
Cuando Remus abre los ojos, hace ya una hora que James y Peter se han ido. James para enfrentarse a una pelirroja enfadada y armada con miles de libros que lanzar, y Peter a donde quiera que esté trabajando últimamente.
Se despierta en la cama y con una migraña de mil demonios que, joder, no debería estar allí, porque sólo bebió tres copas, así que lo achaca a la luna llena.
La cama no le es desconocida y aún huele a Sirius, lo que le lleva a pensar que alguien le ha llevado allí esa mañana, dado que está prácticamente seguro de que, cuando se desmayó, estaba perfectamente tendido en el sofá.
- ¿Resaca? - pregunta una voz a su espalda.
Remus evita moverse demasiado. Estira el brazo hasta alcanzar uno de los cojines y lo lanza a ciegas con la máxima fuerza que consigue. Sirius se ríe, lo que puede significar una de dos, o ha acertado, o no ha acertado.
Unos segundos más tarde hay un peso más en la cama y Remus puede notar el olor de Sirius mucho más cerca.
Le rodea la cintura con el brazo, no demasiado fuerte, pero en ese tono de advertencia que parece decir “mío”. Aunque Remus sepa que nunca lo dirá. Le rodea la cintura y comienza a besar su cuello despacio, como si tuviera todo el tiempo del mundo, y Remus no tiene otra opción que cerrar los ojos y rendirse ante eso.
Deja que sienta su aliento en la nuca y mientras acaricia el brazo de Remus ausentemente, recorriendo la piel con las yemas de los dedos y haciendo que se estremezca un poco de vez en cuando.
- ¿Estás viendo a alguien?
Y, entonces, como no, el gran Sirius Black jode una situación prácticamente perfecta y gana el premio honorífico a las cagadas más estelares de la historia.
- ¿Qué?
- A alguien. O sea, una chica - se traba -. O un chico. No sé, alguien.
Remus no contesta, Sirius se detiene antes de besar su nuca y apoya la nariz sobre su piel. Huele a sudor, pergamino y algo de alcohol, pero tiene la sensación de que esa parte la pone él mismo.
- Lo digo porque puedes, ¿sabes? Quiero decir, no es como si te estuviera reteniendo o...
Omite esa vocecita interior que le grita que eso suena a ruptura. La omite y la aplasta bajo un montón de pensamientos porque, realmente, no hay ninguna relación que romper.
- Ya lo sé - lo dice como escupiendo las palabras, pero espera que no se note.
- Sólo quería dejarlo claro.
Remus asiente un poco. Sabe lo que quiere decir, claro. Puedes largarte cuando quieras. Puedes largarte antes de que te eche yo.
- ¿Te importa irte, Black? Me duele la cabeza - y puede que suene un poco cruel, pero en realidad no le importa.
Querer, necesitar, permitir
Después de lo que Remus ha denominado La Conversación - un gran eufemismo, claro -, no vuelven a pasar la noche juntos. Ni la tarde, ni la mañana, ni ninguna otra maldita hora del día. Lo que, deber admitirlo aunque le duela, le resulta jodidamente frustrante.
Es como tener un enorme bastón de caramelo delante. Lo ves, está al alcance de tu mano. Quieres tocarlo, lamerlo y simplemente comer hasta destrozarte los dientes. El problema es que puedes caer alguna vez en la tentación, pero no puedes alimentarte de bastoncitos de caramelo toda tu vida.
Aunque a Remus le gustaría. Le gustaría mucho.
Y, a veces, cuando está con James y Sirius, con Peter y Sirius o con cualquier persona y Sirius, la situación es casi insoportable. Se muerde los labios para no gritar, para no estallar y dejar escapar ese Eres un gilipollas, Sirius Black. Eres un grandísimo gilipollas y te quiero, tanto que duele que lleva años estancado en su garganta. Es insoportable no permitirse levantarse, empujarle contra la pared y besarle hasta que no le quede una gota de aliento. Murmurar contra sus labios ese puedo irme, pero no voy a dejar que tú te vayas y morderle hasta hacerle sangrar, gemir, o las dos cosas a la vez.
Es frustrante e insoportable, y aún así es él el que siempre se para los pies y no se deja ceder, porque sabe que será peor el remedio que la enfermedad, que lo mejor es cortar por lo sano. Lo sabe, lo sabe, lo sabe y aun así le duele, porque sabe que sigue necesitando a Sirius Black en su vida.
Tercera parte