- ¡Ustedes! -llamó una potente voz con una especie de parlante, haciendo que los tres fugitivos se detuvieran y que ahora, fueran alumbrados por una intensa luz amarilla desde una de las torres.- Un paso más y estarán muertos. -amenazó el sujeto, sacando una escopeta y apuntándole a uno de ellos.
- ¡Basta! -y articuló con más potencia el hombre que permanecía fuera de la mazmorra, dejándoles ver a los fugitivos que sus hombres ya habían capturado a Brooklyn y Kinomiya.
- ¡Imposible! -declaró un sorprendido y hasta preocupado peli-lavanda, observando cómo los otros dos estaban sometidos ante los guardias.
- ¡Tú! ¡Baja el arma, ahora! -ordenó el tipo que acaba de llegar, pareciendo por su ropaje y su forma de hablar que era el líder, o quizás y hasta la cabecilla detrás de todo eso.- ¡¿Qué no me escuchaste?! ¡Dije ahora! -y al instante, el guardia de la torre obedeció. De ante mano, sabía que después que la situación fuera controlada, recibiría un fuerte castigo.
- Muy bien. ¿Y ustedes? -su atención volvió a los tres chiquillos.- ¿Se puede saber qué es lo qué hacen afuera en un día como éste? -y una sonrisa se curvó en sus labios.
Hiro sabía que significa eso, por lo que intervino.
- ¡D-déjalos ir Boris! ¡Son sólo niños!
Pero fue inútil, sólo logró captar la mirada de desapruebo y molestia del abad.
- ¡Nadie pidió tu opinión, Kinomiya! -y le dio un fuerte golpe con el báculo que portaba, lastimándolo y abriéndole la herida de su pierna.
- ¡Agh! -y éste trató de contener el dolor, pero realmente dolía, y mucho.
- ¡Hiro! -articuló desesperado Brooklyn. .
- Tranquilo muchacho... -y el báculo, esta vez lo amenazó a él.- Quédate quieto y calladito, y nada malo te pasara. Ni a ti ni a él. -lo apartó de su mentón, para tocar esta vez su garganta.
- Es...toy bien. No te... preocupes. -logró decirle con dificultad, apenas y esbozando una sonrisa.
- Lo ves, está bien. Así que tranquilo. -y entrecerró sus ojos, apartando aquel objeto.- Ahora regresando en lo que estaba... ¡Ustedes! ¡No sé queden ahí, vengan ahora mismo aquí! -ordenó con voz implacable, revelando que estaba muy enojado y cansado de aquel jueguito.
- ¡No! -y el ruso se puso delante de Tala y Kai, protegiendo a ambos con mucha determinación.- ¡Toma! Sálvalo y protégelo, pero... tú también cuídate. -una vez que le dio las llaves, le sonrió levemente, regresando su atención al loco del báculo.
- ¡¿Bryan?! -cuestionó un sorprendido pelirrojo, sintiendo una agradable sensación.
- ¡Vamos! ¡Váyanse de una vez ahora! -dijo, incitándolos a que se fueran ya. No podía estar todo el día ahí.
- ¡Hn! -asintieron los dos con una pequeña sonrisa, dándose vuelta y corriendo hacia la reja principal.
- ¡Muchacho insolente! ¡¿Pero quién te crees qué eres?! -y le apuntó molesto, saliendo de éste una especie de rayo rojo que estuvo a punto de tocarlo de no ser porque se agachó para esquivarlo.
- No te será tan fácil. -susurró por lo bajo, manteniendo su sonrisa al haber escuchado un “Gracias” por parte de aquellos dos.
Así que corrió unos cuantos pasos, aventándose en la nieve para esquivar aquella serie de rayos que lo persiguieron.
- ¡Maldito! -sentenció enojado el hombre, mirando a los guardias que tenía apresado a los otros dos y que no hacían nada.- ¡¿Pero qué están haciendo ahí, estúpidos!? ¡Vayan por lo otros! -les dijo furioso, continuando atacando al otro mocoso.
- ¡Sí! -contestaron los encapuchados, soltando a los prisiones para dirigirse a alcanzar al otro par que ya casi llegaban a la entrada de la abadía.
- ¡Brooklyn! -gritó Hiro para que se hiciera a un lado y pudiera golpeara a uno de los tipos, cayendo a los segundos siguiente uno de ellos.
Levantándose con dificultad retuvo al otro sujeto, logrando dejarlo noqueado con la ayuda del oji-verde.
- ¡Ah! ¡Maldición! ¡¿Qué tengo todo qué hacerlo yo?! -y se dio la vuelta, lanzándole uno de sus rayos al peli-naranja.
- ¡No! -gritó desesperado Hiro, viendo como caía el inerte cuerpo de su Brooklyn en la blanca nieve.
Mientras tanto.(*)
- ¿S-será ésta? -preguntó un nervioso pelirrojo, metiendo la tercera llave pero al igual que las otras dos, ésta tampoco encajaba.
- ¡Déjame a mí, Tala! -y le quitó las llaves, concentrándose en la cerradura y no en la presión y su acelerado corazón.- ¡Listo! -anunció al abrir la cerradura, abriendo la reja que los sacaría de aquella prisión.
- ¡Vamos! -cogió la mano del ruso-japonés, saliendo del lugar y corriendo con todas sus fuerzas a pensar de escuchar los gritos y alaridos que Hiro y Bryan dieron después.- ¡Van a estar bien, ya verás! -trató de decirle con una sonrisa, pero no era tan fácil como él creyó.
- Sí, mi abuelo sabrá qué hacer. -fue todo lo que dijo, concentrándose en seguir corriendo hasta que llegaron a lo que era una especie de intersección.- No, no, no. ¡No! -gritó desesperándose, llevando sus manos a su rostro.- ¡No me acuerdo cuál es la calle! ¡Tala! -le dijo al borde de un colapso, tranquilizándolo el otro.
- Está bien, escucha. ¿Me escuchas? -le preguntó, sujetándolo de los hombros y viéndolo fijamente.
- S-sí... -atinó a decir éste, comenzando a tranquilizarse. Esos ojos azules siempre hacían eso.
- Bien. ¿Tu abuelo vive en una mansión, cierto? -y ante el asentimiento de Kai, prosiguió.- Entonces hay que ir por ésta calle, las mansiones y casas de lujo se encuentran por esta calle, ¿ves? -e hizo que mirara las notables diferencias al ir alejándose y ensanchándose la calle.
- Sí. -dijo, sintiéndose ya mejor.
- Entonces, vamos. -volvió a tomarlo de la mano, caminando cuesta arriba.
- Es el fin... -musitó por lo bajo aquella persona con el semblante desencajado, apuntándoles con el báculo mientras sonreía desquiciado.
De la punta del artefacto salió un rayo rojo, dirigiéndose rápidamente hacia ellos; reaccionando de pronto uno de ellos, fue como empujó al otro al lado del camino.
- ¡Cuidado! -le gritó desesperado, escuchando tan lentamente la advertencia que se le figuró durar largos minutos.
Pero al final, aquel rayo dio en el blanco, transcurriendo todo con tanta velocidad que lo asustó aún más. Y todo fue tan rápido que lo siguiente que miró y sintió, fue como un segundo rayo se dirigía a ellos, viéndose inmovilizado a escapar.
- ¡N-no! -y su voz sonó tan grave y lenta que sólo cerró sus ojos y espero a que todo terminara.
- ¡Ah! -dio un brinco asustado, despertándose bañado en sudor y con su respiración agitada.
- ¿Kai? -le llamó confundido la persona que estaba a su lado, terminando de despertarse por completo.- ¿Estás... bien? Sólo estabas... soñando. -dijo con preocupación en su voz, encendiendo la lámpara de noche y viéndole tan agitado y pálido.
- ¿Sólo un... sueño? -murmuraba el aludido, respirando hondo y recordando las últimas escenas que había vivido o mejor dicho, soñado.
El rayo iba directo a ellos, podía verlo tan cerca, estaba a punto de alcanzarlos.
- ¡Cuidado! -le había gritado Tala, aventándolo a un lado para evitar que le diera a él.
- ¡Tala! -gritó desesperado al ver que el rayo lo había alcanzado, observando como la expresión del pelirrojo reflejaba tanto dolor, cayendo después al piso una vez que la energía se disipó.
- ¡No, no, Tala! -y corrió hasta él, abrazándolo para tratar de reanimarlo, de que abriera sus ojos y le dijera que todo estaba bien. Pero el ruso no despertaba, no se movía ni abría sus ojos; no respiraba.- ¡No, no! ¡No no te vayas! -decía una y otra vez, sucediendo lo que se había jurado que nunca más iba a pasar.
De sus ojos caían lágrimas.
Por él, por Tala. Porque no quería que se fuera y lo dejara solo. Él era su mejor amigo y lo quería tanto. Él lo...
- ¡Tala! -bramó una vez más, quedando enmudecido al ver otro rayo rojo dirigirse a él y al cuerpo inerte del ruso.
- ¡N-no! -dijo una vez más, abrazando con más fuerza el cuerpo de su pelirrojo y cerrando con tanta fuerza sus propios ojos.
Y ahí, fue cuando despertó.
- Una pesadilla. -susurraba, acostándose y dándole la espalda al otro para hacerse ovillo sobre sí.- Sólo fue... una pesadilla. -se repetía de vez en cuando, quedándose en él la viva y tan real imagen y sensación de todo eso.
De haber perdido al pelirrojo.
- Kai. -y aquella persona le llamó en voz baja, haciendo a pesar de eso que éste se sobresaltara.- Ya ha pasado, ya ha terminado. -y se acercó a él para abrazarlo por la espalda, dejándose el otro cubrir entre esos brazos.
- No dejes que Boris te robe tu alma. -logró decirle en susurro, desconcertando al otro por sus palabras.
- N-no, no se lo permitiré. -y su voz sonó tan segura y cierta que terminó de calmarle y relajarle.- Aquí estoy y estaré contigo. -le dijo, entrelazando sus manos para después cerrar sus ojos y tratar de dormir de nuevo.
Y a la mañana siguiente, el pelirrojo se enteró con lujo de detalles cuál había sido la pesadilla que su Kai había soñado, dejándolo asombrado por su historia.
- ¿El ladrón de Sombras? -repitió confundido, recordando ser el libro que hacía muchos años atrás se habían leído en su estancia en la abadía.
- Sí. -le contestó éste sin importancia, ignorando el semblante que tenía.
Después de todo, él había sido el que habían insistido en saber qué había estado soñando la noche pasada, ¿no?
- No me extraña que Boris haya resultado ser el loco Mago Aldor; si aquí intentó extraer los espíritus sagrados... ¿Por qué allá no, las almas de las personas? -y se encogió de hombros, estirando su brazo sobre el sillón.
- Ya vez, supongo que algunas cosas nunca cambian. -y entrecerró sus ojos, desviando su mirada. Ya llevaban tiempo hablando sobre el tema.
- Mhm... ¿Y dices qué estabas desesperado porque a mí me quitaron mi alma? -planteó de pronto el ruso, pensando detenidamente en el asunto.
- ¡Hey, espera! ¡Yo no dije eso! -respingó exaltado, sintiéndose incomodo por la forma en que lo decía.- Yo no estaba... desesperado. -terminó de decir por lo bajo con un puchero, mirando hacia otro lado.
- Pues ha juzgar por los gritos que dabas anoche y la forma en la que gritabas mi nombre, yo diría qué hasta estabas llorando. -y una mirada suspicaz le miró divertido.
- ¡I-idiota! -por lo que el otro le lanzó un par de cojines, tratando de ocultar el sonrojo que su insinuación le había provocado.
- ¡Hmf! ¿Pero sabes qué es lo que más me llama la atención de todo eso? -le preguntó, adoptando un semblante un tanto serio.
- ¿Qué haya soñado la adaptación de un libro que leímos hace años? ¿O quizás que tanto mi abuelo como Boris sigan siendo los malvados villanos del cuento? -mencionó.
- No exactamente. -e hizo una pausa, aumentando su sonrisa de forma suspicaz.- Más bien... que tú hayas resultado ser Mili. ¡Ven aquí mi querida, Mili-chan! -e imitó un tono tan alegre y danzarín que hizo que el bicolor se tensará, pasando rápidamente al enojo.
- ¡Maldición, no me llames así! -y le lanzó un par de cojines más, pero como el ruso los esquivó sin problemas, se levantó del mueble contiguo para darle (o al menos tratar) de darle su merecido.
Claro que no contó con que éste lo tomaría de la muñeca y lo jalaría hacia sí, permaneciendo arriba de él con una de sus piernas tan cerca de la entrepierna del ruso.
- Aquí entre nos, Kai... -y con un tono tan bajo y seductor le dijo, acercándose hasta su oído para susurrarle después.- Tú eres más sexy que cualquier Mili del mundo. -y aquello sonrisa presuntuosa volvió a aparecer, logrando que el sonrojo del aludido también.
- ¡Hmf! ¿Sabes qué eres un idiota? -le dijo como defensa, mirando con interés hacia otra parte mientras recobraba su típico semblante.
- ¿Un idiota y arrogante? -preguntó.
- Sí. -le contestó.
- Sí, ya lo sabía; me lo has dicho muchas veces. -y su sonrisa aumentó.- Así que ven aquí, ¿quieres? -volvió a jalarlo, logrando que esta vez pudiera a cada lado de él sus piernas.
- ¿Qué haces? -aventuró tranquilo, viendo como éste comenzaba a darle besos que iban subiendo hasta su cuello.
- Quiero hacerlo con mí Mili-chan. -le susurró sexy, mirándole de forma seductora.
- ¡Te dije que no me llamarás así! -e intentó golpearlo con uno de los cojines, siendo detenido por las muñecas por el pelirrojo.
- ¡Oh vamos, Kai! Es excitante, ¿no crees? -y volvió a besarle el cuello, comenzando a meter sus manos bajo esa playera.
- Pues a ver si te sigue pareciendo excitante cuando termines todo enyesado y por largos meses recluido en una cama de hospital, y sólo, eh. -le advirtió serio, ignorando las caricias que comenzaban a excitarlo.
- Está bien, está bien; sólo ven a aquí. -y esta vez el ruso-japonés accedió por la buena, correspondiendo a aquellos labios que lo besaban con tanta pasión y deseo, dejando que aquellas manos traviesas le despojaran rápidamente de su ropa.
Fin.