Título: El Huésped
Autor: A Dalton's Warbler
Fandom: Glee
Rating: PG13
Personajes/parejas: Kurt Hummel & Blaine Anderson
Número de palabras: 1,673 palabras
Longitud: Capítulo Dos/?
Disclaimer: Glee es de RIB y Huésped, la historia en la que está basado este fanfic, es de Stephenie Meyer.
Canción Mensajera había pasado por los suficientes huéspedes como para saber que el inicio de su vida en otro cuerpo era experimentar el último recuerdo del humano. Así, el comienzo para él era el final a los ojos de su cuerpo. Su muerte. Ya lo sabía.
Siguiendo el instinto de los de su especie y su propia experiencia eso se ató de manera rápida y firme al centro de pensamiento del cuerpo y cada sistema de él. Se ligó con su respiración y sus reflejos, de una manera tan completa que de pronto dejó de ser el cuerpo y pasó a ser su cuerpo. Ya no eran dos entidades separadas, ya no era el humano y el alma, sino él. Ese cuerpo era ahora su cuerpo. Ya no era el humano, sino Canción Mensajera.
Sintió como la sedación empezaba a desvanecerse y, mientras recobraba la completa lucidez, se preparó para el primer recuerdo, se preparó para experimentar en carne propia la muerte del humano. Ya había pasado por ese proceso unas siete veces, así que sabía que el último recuerdo de un humano era muy diferente al de un alga o un delfín, pero, con el pasar de los años, se había acostumbrado a todo. Era normal que el último recuerdo de un humano fuera mucho más fuerte y vivo que el de cualquier otra especie. Así que intentó prepararse.
Pero terminó sorprendiéndose por la fuerza del recuerdo, la cantidad de emociones y la potencia que tenían. Era algo casi imposible, las emociones en el recuerdo eran más vivas de las que había tenido antes. Se había preparado para ese momento y, contrario a sus otras experiencias, comprendió que nunca podría prepararse para algo parecido. Era tan fuerte que llegó un punto en que olvidó que el recuerdo no era suyo sino de su cuerpo.
Su respiración estaba descontrolada, las piernas le dolían y sentía los ojos llenos de lágrimas. Aun así, su mente no tenía tiempo para reparar en esas cosas, porque todo era miedo. Miedo y desesperación.
Nunca había experimentado algo tan fuerte, un sentimiento tan potente que le sacudió completamente y le dejó mareado, desorbitado. A merced del resto del recuerdo. Porque el miedo parecía haberle encerrado entre sus garras, apretando cada vez más, como si quisiera asfixiarle. El sentimiento le nublaba la mente, la razón, y le paralizó por completo. Intentó moverse, gritar, hacer algo, pero todo lo que pudo hacer fue aferrarse con fuerza a la camilla donde estaba sentado e intentar no llorar. Su pecho subía y bajaba a un ritmo acelerado y le dolía absolutamente todo el cuerpo. Pero nada se comparaba con el dolor y el miedo que sentía.
Fallé.
Jadeó. Jamás se había sentido tan conectado a un recuerdo. Siempre los había presenciado como un simple espectador, pero esta vez no. No era solo el humano el que tenía miedo, él también lo tenía. Ambos querían huir, ninguno podía hacerlo, ambos querían salir vivos de esa situación.
Y, también, ninguno lo lograría.
¿Por qué hice eso? Dios, Santana. Santana morirá si no salgo de aquí. No quiero que me maten, no quiero. No quiero poner en riesgo al grupo. No lo merecen. Pero ellos me atraparon y van a asesinarme y luego los encontrarán a ellos. Van a matarme. Dios, van a matarme.
No quiero morir.
Le dolían las piernas, estaba mareado, pero aun así seguía pensando en alguna manera de cómo salir con vida de allí. Aunque era imposible, porque el lugar estaba repleto de almas y había al menos diez Buscadores, si es que los había contado a todos. Y, no solo eso, tres de ellos estaban observándole en esos momentos. Pero lo hacía, porque no sabía cómo dejar de intentarlo. No quería dejar de intentarlo tampoco. Porque iban a matarlo si no lo intentaba. Y no quería morir.
El sentimiento de terror le sacó del recuerdo por unos segundos, los suficientes para percatarse de que lloraba. Estaba llorando, por el chico, por su recuerdo. Por su muerte. Estaba llorando por un humano.
Se acabó. Estoy perdido. Y pronto los demás también lo estarán.
Están detrás de mí, lo sé. En una habitación detrás de esta sala. Sé que podría escapar de aquí, pero nunca lograría llegar a donde están los demás. Hay demasiados Buscadores. Dios, hay demasiados. Estoy perdido, realmente perdido. Pero no quiero morir, porque morir es dejar que los otros mueran.
No, por favor, ellos no. He fracasado, pero no puedo rendirme.
No hasta que acaben conmigo. Tal vez no puedo escapar, pero no dejaré que le hagan daño a los demás. No puedo dejar que les hagan daño a los demás.
Recuerdo lo que me dijeron cuando me perseguían, ‘¡Tranquilo!’, me dijeron, ‘¡No vamos a lastimarte!’ Mentirosos, claro que van a lastimarme. No solo eso, van a matarme. Van a meter a uno de ellos en mí y luego matarán a todos los demás. Son unos mentirosos, unos crueles mentirosos.
‘Todo está bien, no vamos a dañarte. Solo deja de correr’ había gritado una de esas cosas, pero solo intentaba engañarme, ¡quieren matarme!
¡Quieren matarme!
Intentó respirar, pero el miedo le asfixiaba, sacándolo del recuerdo por segunda vez. ¿Cómo era posible? Había pasado por seis inserciones, estaba acostumbrado a este tipo de proceso. ¿Por qué este recuerdo era tan vivido? ¿Por qué le afectaba tanto? El miedo le tenía paralizado, el humano había logrado envolverlo completamente en su recuerdo y ahogarlo. No sabía qué estaba sucediendo. Nasa de eso era normal. ¿Qué estaba sucediendo?
No tuvo tiempo de buscar una contestación porque el recuerdo le arrastró de vuelta al terror.
Se vio a sí mismo entrar a la sala junto al Sanador y sentarse en una camilla junto a la suya. Los ojos se le llenaron de lágrimas instantáneamente.
Ya van a hacerlo, van a matarme. ¿Esto es todo? Tanto luchar, ¿para nada? ¿Aquí se acaba? Moriré como un idiota. Moriré con una de esas cosas tomando el control de mi cuerpo. Seré una marioneta más. Desearía no haber perdido mi píldora en la carrera, así ya estaría muerto y nunca podrían encontrar a los demás.
Eso sí sería morir, pero esto es todo lo que tengo.
Santana estará bien, sé que Kurt se encargará de eso, él sabe cómo curarla. Los demás también estarán a salvo, lo sé. Idearán algo y yo no permitiré que esa cosa vea mis recuerdos. Ellos estarán bien. No los encontrarán. Jamás.
De repente, todo parece apagarse, todo era oscuro, sabe que está en la camilla de la sala de operaciones, pero no puede ver nada. Como si el recuerdo estuviese siendo alterado o manipulado de alguna forma. No entendía qué sucedía, podía escuchar a Derek susurrarle que no le dolería y sentir como él mismo le murmuraba de vuelta que nunca encontrarían a los demás, pero todo lo demás era un mosaico de borrones. Fue cuando sintió que su respiración empezaba a tranquilizarse que comprendió que sucedía.
El sedante, lo estaba durmiendo. Y de pronto no hay nada. Todo se torna negro, como si la luz del mundo se hubiese extinto. Se prepara para despertar, pero siente un recuerdo danzando en la parte posterior de su cerebro y retiene el vínculo por un momento más. Pelea contra una barrera invisible que le prohíbe pasar, pero la barrera ya es débil porque aun está bajo el efecto de la sedación y termina cediendo. Lo que encuentra tras ella le deja sin aliento.
Siempre se ve hermoso a estas horas de la mañana, los rayos del sol caen delicadamente sobre su cabello, haciendo que se vea rubio y castaño a la vez. También ilumina sus hermosas facciones y delata el tumulto de pecas que tanto detesta y yo tanto amo. Su camisa holgada cuelga sobre sus hombros y puedo ver las hermosas líneas de su clavícula. Es tan increíblemente precioso que hay veces que no puedo creerlo. Aún así, nada de eso es lo que más me impresiona de su aspecto. No es su cabello, ni sus facciones, son sus ojos. Enormes, maravillosos e increíblemente expresivos. Del color del cielo, aunque no del todo, puedes ver los pequeños puntos verdes y los tonos diferentes tonos de azul. Un auténtico espectáculo.
Pero no es él quien piensa así, es su cuerpo. Porque él solo alberga una sola emoción por lo que ve.
Odio.
Las almas no odian realmente, pero eso, se siente traicionado.
El par de ojos azules le observan prácticamente con adoración. No, se corrige, no adoración, amor. Un alma, alguien de los suyos, observa a un humano con amor. Aguas Profundas es su nombre. Con sus ojos claros y multicolor, su sonrisa cautivante y su piel pálida está dedicándole una miraba de completo amor.
A un humano.
No lo entiende aun, no logra hacerlo y no sabe si quiere entender, pero debe hacerlo, así que decide buscar más entre los recuerdos del humano, porque debe haber una explicación, debe entender quién es Aguas Profundas y qué papel ocupa en toda la historia. Así que se concentra y busca entre los recuerdos.
¡No!, el grito es tan repentino que le sorprende. Aunque no solo el grito, de pronto todo empieza a desaparecer, siente cómo los recuerdos van escondiéndose y cómo el rostro del alma se va con ellos. Como si jamás hubiese estado ahí. Pero Canción Mensajera comprende lo que sucede, alguien está escondiéndolos. Alguien intenta evitar que vea algo más.
Mío, todo es mío, fuera.
No puede respirar, su cuerpo le está hablando.
¡El humano le está hablando! Está aturdido. No debería haber nadie más ahí, solo él y los recuerdos. Sin embargo, ahí estaba la voz, fuerte y real. No entendía, ¿cómo es que él seguía ahí? Se supone que ahora era Canción Mensajera, no Canción Mensajera y Blaine Anderson.
Mío, volvió a repetir, con un tono fuerte y lleno de un poder que solo debía tener el alma. ¡Fuera!, le gritó. Pensó en contestarle, pero el asombro pudo más con él.
El humano seguía ahí. El humano le estaba hablando.