EL REGRESO DEL FRÍO

Nov 18, 2007 16:10

La llegada del frío me hace desear no estar sola. Eso es malo. Pero la misma razón que me hace buscar un ser humano con el que compartir las largas noches, también me vuelve más hogareña. Eso es bueno.

Lo malo

El viernes tuve una segunda cita con un chico 6 años menor que yo. La segunda siempre es la definitiva. En la primera, cada uno intenta impresionar al otro mostrando lo mejor de sí mismo y ocultando lo peor. En la segunda, eres tú mismo. Y él resultó ser un pulpo sin gracia alguna. Antes siquiera de besarme por primera vez en la última fila del cine, ya me había echado las manos a las tetas. Tuve que darle un empujón. Ojalá hubiese pedido una coca-cola para tirársela por encima.

--No volverás a llamarme, ¿verdad? --me preguntó al salir del cine.

Y no lo haré.

Lo bueno

Cocinar. Me relaja. Cuando cocino no pienso en nada más. Mi casa se caldea, se llena de olores que me tranquilizan. ¿Qué más da que ahora no pueda apenas comer? Cocino sólo por el placer de cocina, de cortar en juliana cebolla, champiñones, pimientos, de triturar tomates y ajos, de mezclar carne picada con peregil, pan rallado, pimienta, ajo y huevo. Mi casa entera huele a arroz con marisco y alcachofas rellenas de carne acompañadas con champiñones y gírgolas. He llenado 5 tuppers y comido algo de paella. Los platos están fregados, los suelos, límpios, la ropa lavada y colgada, y yo escribo tumbada en el sofá, tapada con una manta de cuadros, cerca de la estufa, los gatos echos un ovillo sobre mis pies.

Estoy sola en casa. Se está calentito y aún huele a salsas de mamá. Ha llegado el frío. Como cada vez que eso ocurre, vuelvo a abrir Bajo el sol de la Toscana, de Frances Mayes y sueño con encontrar una casa, hacerla mía, convertirla en un hogar que llegue a ver una boda, una familia y mesas con manteles de lino blanco y rostros sonrientes alrededor. Una casa con jardín y una gran cocina donde reunirnos al finalizar el día, que siempre huela a hogar, a cosas ricas, que se convierta en el lugar al que siempre regresas.

"Las mujeres de mi familia siempre han hecho encurtidos caseros, gelatina de moscatel, peladura de sandía confitada y confituras de melocotón y crema de ciruela. Me fascinan las ollas de agua hirviendo, la imagen de las frambuesas reblandeciéndose con rapidez y rezumando sobre el poyo, los cuencos especiados con clavo de los melocotones en almíbar a punto de sumergirse en el baño de vinagrea atringente, los pepinillos del tamaño del dedo anular..."

Mi madre recogía botes de cristal durante todo el año y los hervía en septiembre. Durante todo un fin de semana hervía tomates, asaba berengenas y pimientos verdes, y mi hermana y yo teníamos que pelarlos. Tenían una piel tan fina que costaba mucho. Luego los trituraba y llenaba los botes, algunos sólo con tomate, otros con tomate, cebolla y pimiento verde para usar en los sofritos, otros con los pimientos y berengenas pelados y cortados en tiras. Los botes pasaban al baño maría, aunque por aquel entonces yo no tenía ni idea de lo que eso significaba. Mi madre alineaba los botes en el lavadero y durante el invierno los usaba para preparar macarrones, carne en salsa o esqueixada.

Sopongo que, de momento, deberé conformarme con cocinar guisos para 4 personas y guardarlos en tuppers. El efecto es el mismo: crear calor, olores, sabores. Crear hogar.

triste vida sentimental, pensando en voz alta

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