Además de tener puente y de haberlo aprovechado para ver Smallville, este fin de semana se ha caracterizado por haberme pasado dos horas y cuarenta minutos de pesadez en una sala de cine. Sí, el otro día vi Munich.
En mi camino a los Oscar particular (ese que hago de sala en sala viendo las nominadas) espero no encontrarme muchas como esta, porque si es así, me temo que me pararé y me quedaré por el camino, sin llegar al final, sin ver la luz, como hizo Carol Anne.
Tal vez tenía una falsa idea de lo que iba a ser la película. La costumbre de saber lo mínimo posible sobre lo que voy a ver, a veces me regala sorpresas en forma de gratos personajes inesperados o sorpendentes giros argumentales. Otras veces, te hace creer algo que luego no es. Esta vez me pasó esto último, porque yo esperaba, después de ver el trailer, que el personaje de Eric Bana iba a tener más profundidad, que se iban a centrar en mostrarnos cómo una persona normal, comprometida con una vida familiar y cotidiana, padre de familia, puede llegar a implicarse en una banda de asesinos (que a su vez, matan a asesinos). De todo esto vemos algo, pero no como yo lo esperaba.
En fin, aparte de la posible falsa idea inicial que tuviera de la película, me hubiera gustado algo visto más desde dentro del personaje, y no la sucesión de atentados, en la que durante unos momentos, la única sorpresa es qué medio van a utilizar para matar. La película se llega a hacer muy pesada, y mi interés se perdió por el camino. Yo mismo me sorprendí cuando pensé que ni Ang Lee en Brokeback Mountain se me hizo tan pesado (en otras sí, que una cosa es criticar la pesadez de Munich y otra es decir que Ang Lee sea ameno, o Hulk puro dinamismo). De las tres nominadas a mejor película que he visto hasta ahora, el Oscar se lo daría a Crash. No me importaría que lo ganara Brokeback, pero no entendería que se lo llevara Munich.