May 08, 2011 16:26
Me dicen, a veces, bastantes veces, que parezco un personaje de una película. Como si mi vida fuese una película y yo la intérprete. Y no necesariamente cine, Joy me dijo el otro día que podría haber salido de un comic, y a nadie le sorprendería.
Cuando me dicen eso, no lo entiendo. Me lo han dicho tantas veces y sigo sin saber a qué se refiere esta gente y me pregunto, ¿es, al menos, una buena película? Primero me parece algo bonito. Luego entra en juego la noción de fingimiento y me pregunto hasta qué punto vivo y hasta qué punto interpreto. Si es que no lo hacemos todos. Fingir. Fingir el placer, el amor, el dolor. Fingir sentirlo demasiado todo para ocultar el hecho de no sentir nada. Todo el tiempo me siento así. Fingiendo cuando hablo, cuando camino, cuando digo querer. Recuerdo esta película en la que una mujer decía "yo en lugar de querer, digo "te quiero", y la gente me cree". ¿Véis? La vida nunca podrá explicar las cosas mejor que el cine. Es tan fácil no sentir, tanto más fácil que hacerlo.
El fin de semana pasado fue precioso. Caminamos dos horas al lado de la playa de Barcelona hasta llegar a un bar en el que bailamos tanto. Y a las seis de la mañana fuimos a dormir a la playa en sacos de dormir, un frío tiritante, piernas enroscadas sobre la arena, el sol que acuchilla nuestros ojos en cuestión de segundos. Las olas, la brisa, gaviotas hambrientas, camiones de la limpieza. No duermo ni un solo minuto, aunque cierro los ojos y los aprieto con fuerza como si quisiera rompérmelos. Intento tomar consciencia del lugar, del instante, de cada grano de tierra que me rodea, que escupo. Saco el móvil y hago una foto. Nada en ella. Un cielo, sin color. Un mar, sin sal. No se ve el frío en esta foto, ni se siente la piel que duerme a mi lado. Nada.
Sé que esa noche (como todas las noches), ese amanecer (como todos los malditos amaneceres) será un flashback hortera y salvaje, en 16:9, blanco y negro si se me permite la licencia artística. Entonces abro los ojos, me ahogo en la bañera y ninguna de esas experiencias se mantiene sobre mi carne. Nada anclado, sólo carne cruda, carne fría, carne aséptica. Seré triste o seré feliz según se me antoje, y no en función de nada de lo vivido/fingido. Por eso nunca sé por qué lloro cuando lo hago y nunca lo hago cuando tengo miles de porqués.
Y a veces, a veces tengo tanto miedo de no llegar a sentir nunca nada real, nada que agujeree, que atraviese mi piel, que me haga sentir una persona, y, entonces, entonces nunca jamás volvería a ser mi personaje.