Jan 16, 2012 19:39
"Scintilla falling behind
Did you arrive at the place that you came from?
A cultivator of dread
The paranoia took root in your cold heart
Neurotic up with the dawn
Prescription pills to ignore, the map is useless
If you would dare to dissolve
You'd get the thing that you craved for so long now"
En lo musical, la decada que acaba de morir no nos ha ofrecido demasiadas alegrías, y hablo desde mi punto de vista, claro está. Sin embargo, casi por mera curiosidad anodina, el final de 2011 me ha brindado un excepcional descubrimiento. Steven Wilson, al que ya conocía por medio de sus Porcupine Tree, ha abordado la resolución de un compendio de toda su música acumulada en una obra maestra. "Grace For Drowning", la "Elegancia/Gracia del ahogamiento", nos sumerje, nunca mejor dicho, en un mundo musical plagado de influencias pero con una identidad tan fuerte como apasionante.
Cuando la intro "Grace For Drowning" nos endulza el oído con esos coros algo pastorales, se inicia uno de los viajes musicales más apasionantes del 2011. Entre lo mágico y lo sobrenatural, y con un extraño deje de bossa nova que sobrevuela el "naaa naaaa na naaaaaaa", la pequeña pieza se vuelve cíclica con una pausa breve (y es que los silencios entre notas en este disco se hacen especialmente notables y enriquecedores). Ya algo nos dice que este no va a ser un disco que se parezca en nada a lo hecho con Porcupine Tree, ni tampoco a su "Insurgentes" de 2008, ni a ninguno de sus múltiples proyectos paralelos. Sin embargo, en todo el desarrollo de este álbum, podemos encontrar referencias a cada uno de ellos, pero de una manera más endiabladamente integrada en toda su carrera. Es decir, que todo lo hecho hasta ahora es capaz de cristalizar perfectamente en cada una de las composiciones, sin fisuras y con una continuidad que nos devuelve ese concepto de "album integral" como en muchos años nunca había podido deleitarme. Hoy en día, y en estos tiempos breados por las descargas de la red, son las canciones y no el álbum lo que realmente trasciende como sujeto artístico.
"Sectarian" es el primer plato fuerte. Y vaya que si lo es. Una apertura muy psicodélica al estilo que embriaga a los Porcupine Tree de Pink Floyd, que en el minuto 1:09 rompe abruptamente con un bajo pesado. Entonces, la composición se enfoca como una especie de banda sonora instrumental totalmente progresiva. Y cuando uno todavía está sorprendido gratamente, en el 2:07 unos coros fantasmales hacen una transición a un magnífico pasaje de saxo. Entonces entra en juego otra de las características poliédricas de este disco: el jazz oscuro, muy oscuro, que se va propulsando de nuevo en esas voces sampleadas tan sobrenaturales (y que a mí personalmente me encantan en los tres temas en los que se usan en el disco). Jazz progresivo sinfónico, pero tan inquietante como embaucador, que crece como un virus en tus oídos y te envuelve completamente.En 3:50, el tema, completamente instrumental,vuelve a un jazz ambiental con un solo de teclados, que en 6:00 vuelve sobre ese bajo rítmico, y esa compleja transición entre los coros y la sinfonía priincipal. Acojonante, no puedo decir más. Una obra maestra sin dudarlo.
"Deform to Form a Star", sin embargo, nos entronca directamente con los Porcupine Tree en su faceta más intimista. Una melodía de piano melancólica, con una suerte de estribillo muy coral, y que nos da paso a un preciosista sólo al estilo Gilmour, de lo mejor del tema. Después evoluciona sobre la misma base y va apagándose sobre la voz de Wilson jugando con las notas. Con las sucesivas escuchas este tema va gustando más y más.
"No Part Of Me" es la primera incursión en todo el disco con los matices electrónicos que el señor Wilson cada vez más gusta de experimentar. En este caso, y siguiendo con el tema anterior, matizan un pop, que no sé porqué me evoca al Phil Collins más serio de "...But Seriously", y seguramente será porque este tema rememora de alguna forma a Genesis. En 03:20, sin embargo, da un giro sorprendente y totalmente progresivo, con cierta base de electrónico-industrial, y un sólo (de algún instrumento que no puedo identificar), que me lleva a recordar la influencia del pop oriental israelí que Wilson a veces deja caer, producto de vivir a medias entre Londres Y Tel Aviv y haber colaborado con músicos locales en este último lugar.
"Postcard" alarga más el continuismo de los anteriores temas, acercándose a una balada más pop, aunque orquestada con total mimo y delicadeza. Las influencias de Porcupine Tree se borran completamente del mapa, haciendo de esta canción un tema terriblemente arriesgado. No es uno de mis favoritos, pero hay que reconocer que es... una canción bella, muy bonita.
Y, como otro momento disruptivo, "Raider Prelude" nos devuelve, y de nuevo con el concepto de ser una pieza de banda sonora, a un estado reflexivo muy oscuro. Es como un lento descenso onírico hacia el infierno, arrastrado por voces de espíritus de chirrían sobre las notas de un piano en 4 notas. Sus casi dos minutos y medio nos sumen en un tremendo desconcierto e inquietud: Algo va a pasar.
Y en efecto, algo pasa. Y muy gordo. Tremendamente enorme. "Remainder The Black Dog" es uno de los mejores temas que he escuchado en años. Un alucinante viaje musical de unos 10 minutos que machaca a lo mejor de Porcupine Tree, rinde tributo a King Crimson y refunda el rock progresivo con unos materiales sónicos mucho más maduros y modernos. La voz sampleada de Wilson se desliza sobre una cíclica melodía escalada de notas de piano, y a los 55 segundos, cuando vuelve a entrar otra línea de piano marcando acordes, ya uno se queda atrapado por el tema. Percusión y líneas de bajo jazz adornan la primera repetición, siempre sobre la escala de notas del piano inicial. En 2:10 la cosa empieza a ponerse profundamente emocionante, con la entrada en juego de orquestación sobre los acordes, que acaba agonizando 20 segundos después en una transición, para mí tan musicalmente satánica como si los propios Black Sabbath la hubieran pensado, remachada de nuevo sobre esos geniales coros ahogados de ultratumba. Aquí aparece también, en esos acordes y melodías, un guiño hacia una de las referencias que Wilson tiene actualmente: Reznor. Después de pausar de nuevo la intensidad con un pequeño solo de teclados en dos fases, la primera puñalada del tema se produce en 3:24, cuando entra en juego la guitarra eléctrica que nos arrastra al principio de uno de los momentos más oscuros del disco, y de nuevo un cambio de ritmo con un solo deliciosamente jazz, pero que ya nos sigue conmocionando y acelerando el tempo hasta la catarsis, cuando entra un pasaje totalmente metalero, un riff esquizofrénico sobre el cual gira un solo deslabazado, que culmina con unos sorprendentes (4:53) acordes muy jazz bossa nova. Tras varias repeticiones, una línea melódica de bajo, y a caballo entre rítmico y medio solo, de nuevo el jazz se abre paso y calma los nervios. Después unas guitarras acústicas nos dejan impacientes, y, sin esperarlo, el riff metalero vuelve a estallar, más salvaje, más brutal en 6:10, y, esta vez más corto, vuelve a encadenar los acordes de piano jazz, a modo de claroscuro elegante, y como un retorno, vuelve a aparecer la melodía inicial del piano, que se alarga hasta el final con varios efectos de sonido, hasta dejar morir el tema. He pretendido resumir todo el desarrollo como las sensaciones subjetivas de algo que HAY que escuchar, sin duda.
La segunda parte de "Grace For Drowning", se inicia con un tema de nuevo totalmente fuera de lo esperable. "Belle De Jour" juega con las acústicas como si fueran arpas, en una melodía casi de cuna. Como las canciones más pausadas, el detallismo vuelve a aparecer, con multitud de matices que enriquecen los 3 minutos que dura.
"Index" es el tema más electrónico, de nuevo mirando a Reznor, pero con la diferencia de la oscuridad que envuelve el halo de toda la obra. Maravillosa melodía, maravillosos efectos, y todo tocado en su momento y lo necesario, miliimétricamente empalmado como un mecanismo complejo. Sin duda, uno de los temas más peculiares del disco (y también de los mejores).
"Track One", sin embargo, nos devuelve mucho más al clasicismo, de nuevo con una acústica intimista, y Wilson ejerciendo de cantautor, con un puente vocal entre Pink Floyd y The Beatles, y, que, de forma totalmente sorpresiva, deriva en una especie de Oldfield con melodías de Sabbath. Otra vez las tinieblas se mueven a nuestro alrededor, sonidos mecánicos extraños a lo lejos, que se funden en el silencio brevemente, para ser acallados por un magnífico solo de eléctro-acústica totalmente deudor de David Gilmour. Todo el conjunto del tema es tan inusual y comprimido en tan poco tiempo que de nuevo vuelve a sobresalir en el disco, poniendo difícil clasificar en un ranking los temas.
Y llegamos a un punto duro del disco. "Raider II" dura la friolera de 23 minutos. Como su preludio, vuelve a oscurecer las notas de piano, ralentizadas pero densas y aplastantes, sobre las que se yuxtaponen muy lentamente pequeños electrónicos efectos y la melodía vocal de un Wilson que nos recuerda a "Index", y que sobre 2:10, se hunden con las teclas del piano en lo más oscuro del disco. Un largo silencio no va intranquilizando cada vez más, hasta que estalla un riff jazzístico totalmente KingCrimsoniano, rematado por - de nuevo - unos increíbles suspiros del más allá, que nos dejan alucinado. Es evidente que la re-masterización que Wilson ha hecho de la discografía de Crimson le ha perturbado en su composición, y ha parido semejante opus. Increíblemente profunda, demoníaca, tenebrosa, también electrónica y con matices de nuevo apuntando a Reznor, "Raider II" intercala sin desfallecer solos de saxo, de flautas folk cercanas a la escena Canterbury (p.ej, similares a lo que oímos en The Tangent), ritmos electrónicos, voces fantasma, y de nuevo, el riff aplastante. Es en 8:03 cuando, recordando tremendamente a "Remainder...", un riff metalero y salvaje se va acelerando pesadamente, para de nuevo desestructurarse en unos ritmos totalmente jazz, y de nuevo el saxo... y de nuevo el riff, que esta vez acaba en una distorsión, y de la cual se empieza a desarrollar, primero, una parte sinfónica orquestada, solos de flauta encadenados, y finalmente, una melodía vocal muy Floyd, que de nuevo se intensifica en un final teatralmente perfecto. Resumir 23 minutos de total desenfreno progresivo y libertad creativa es tan dificil que prefiero dejarlo aquí. Por decir un pero: este tema, tan ampuloso, llega a ser dificil de escuchar repetidamente, cosa que no ocurre con ningún otro tema del disco.
Después de algo tan retorcido, "Like Dust I Cleared From My Eye", nos finaliza este recorrido musical con una mezcla de Porcupine Tree, un solo a lo Floyd - como no -, y una melodía más sosa pero idónea para hacernos digerir fácilmente toda la música que ha fluido antes por nuestras neuronas.
Por redondear el asunto, en la edición limitada, existe un tercer CD con temas más sueltos, entre los que destaca "Fluid Tap", con toques de nuevo a Reznor/Porcupine Tree de "The Incident" que lo hacen un tema bastante a la altura de los seleccionados para la edición normal. Lo restante forman partes de demos y jam sessions usadas para "Raider II", así como de experimentos electrónicos y de efectos vocales.
He usado muchos calificativos para esta obra maestra del rock. Ahora, de forma global, me quedo con "espiritualmente oscuro" (tan innovador como lo que Sabbath hizo en su primer disco), "Fantasmal", "Inquietante", "Demoníaco", etc... pero también "Preciosista", "Delicado", "Bello", "Emocional", "Melancólico".... No sé, la guinda sería EVOCADOR y TENEBROSO. Es un disco que nos recuerda que se puede componer en la música moderna algo más que un conjunto de canciones sueltas, que rinde los justos tributos a la génesis del rock progresivo (King Crimson/Pink Floyd/Genesis) en todos sus aspectos, pero que a la vez lo acerca a la música moderna con sus toques electrónicos/industriales. Y el ligamento entre estos dos extraños polos musicales es el jazz. Solo pensarlo me convence de que es lo que quería escuchar desde hace mucho tiempo, y no me era posible. Wilson lo ha creado para nosotros. Como algunas críticas dicen, ha bajado al infierno, ha visto lo que hay, y ahora nos lo cuenta. ¿Podemos permitirnos el lujo de pensar que es otro disco más? Para mí, "Grace For Drowning" quedará como testimonio de por dónde debe evolucionar el rock: el camino más abiertamente inquietante.