Ira (Lily&Severus)

Mar 06, 2008 18:33

Se acerca el final... Estoy tan contenta de terminarla, porque aunque me encanta escribir este fic, creo que me enfrasqué demasiado y me atasqué. Ahora tengo muchos más planes!

Sin más demoras...muchísimas gracias por leerme...

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VI.- Ira.

Negros y claros.

Miedo.

Esa sensación apremiante y corrosiva que provoca escalofríos en la espina dorsal, trasladándose a gran velocidad a través de la espalda con dirección al cuello, llegando al cerebro, sofocando las ideas, alterando los sentidos…

Sentía miedo. Era atroz.

Tenía que hablar con él, por supuesto, era lo primero que debía hacer, después…todo el juego terminaría.

¿Pero cómo explicarle que a pesar de las promesas, a pesar de todo lo vivido, de todas las miradas cómplices, del amor a oscuras, de la intensidad con la que sus labios chocaban, debían separarse para siempre? ¿Cómo decirle que no podía estar más con él?

Era extraña la forma en que se había dado cuenta de ello. Al principio no quería creerlo, pero siempre estuvo ahí. Eran tan diferentes, tenían tantas cosas contra ellos y contra lo que pudiese haber entre ellos. No podía correr riesgos, no ahora que su vida comenzaba a hacerle frente, que necesitaba estar serena y despejada para tomar las decisiones correctas. Él no figuraba entre sus decisiones, simplemente no podía figurar. Su destino marcado con siseos y tinieblas no era lo que ella necesitaba. Su inquietante frialdad no podría colmar su vida. No ahora que estaba él.

Nunca creyó que aquello fuese a suceder, pero sucedió y fue totalmente inesperado. El amor que sentía por Severus era profundo e intocable, y estaba más que segura de que jamás lo olvidaría, de que a pesar de todo siempre lo amaría. Pero ése amor se había transformado, ya no era un amor protector, como cuando eran niños, ni tampoco era un amor fraternal, cuando recién entraron en Hogwarts, ni mucho menos era ése amor pasional de juventud. Ahora había trascendido a un plano no visual, en donde sus almas estaban juntas, pero sus cuerpos no. «Algún día lo entenderás…cuando comprendas que nuestras vidas juntas serían un camino imposible de recorrer, cuando la distancia y el tiempo hayan borrado las heridas y me recuerdes como lo que siempre fui…tu mejor amiga»

Se levantó del sillón frente a la chimenea de la sala común, y sin hablar ni mirar a nadie salió por el hueco del retrato. Corrió. Y tal vez no fue sólo para olvidarse por unos momentos de la sensación devastadora que le ofuscaba su respiración entrecortada, sino para olvidar su juego prohibido. Nunca debió permitir que comenzara. Su orgullo de león había flaqueado terriblemente.

Corrió para encontrarlo, pero sus zancadas apresuradas no la condujeron a las mazmorras, sino al árbol. A un árbol único entre todos los que habitaban los bosques de Hogwarts, guardián de tantos secretos. No sabía sí estaría ahí. Tal vez él ya no estaba más, posiblemente la forma menos dolorosa de acabar con aquello sería borrarlo sin avisar, sin dejar ni una sola evidencia.

Pero él estaba ahí, recargado sobre el tronco áspero, con las piernas juntas y las rodillas recogidas frente a su pecho, la mirada clavada en el suelo, cubierta por el manto grasiento de su cabello, como cuando era víctima de un maltrato de su padre o de una broma de James.

Se detuvo en seco a unos metros de él. Sabía que él la había visto llegar, la había sentido como muchas otras veces, pero no hizo nada por demostrarlo, no se movió, siguió con la vista clavada en el suelo. No sabía exactamente que le diría, ni mucho menos sabía cómo se lo diría. ¿Cómo podría ser capaz de destruir todos los planes que habían hecho juntos -“tienes que quedar en Slytherin”, “prométeme que siempre seremos amigos”, “estoy contigo…todo ha pasado”, “te amo…más allá de todo, siempre te amaré” -?

Se acercó indecisa, mirándolo fijamente -sería la última vez que lo haría, estaba segura de ello-. Cuando fue irremediable que él siguiese fingiendo que no estaba ahí, giró su rostro y la miró. El corazón de Lily se quebró. Esta vez, sus ojos no estaban vacíos, al contrario, eran oscuros y le decía tantas cosas. Y lo vio desde adentro.

Desolación, abismo, eternidad…

-James lo sabe -soltó tranquila, como si informara el clima que se avecinaba o algo sin importancia- ayer…me preguntó por ti, dijo cosas... -un sollozo le impidió seguir hablando. Cuando se repuso, continuó con voz temblorosa- dijo cosas… que tu no me habías olvidado, que siempre me miras… tuve que decirle que entre tu y yo nunca hubo nada, que no lo había…que nunca lo habrá, Sev... -lo miró desesperada. Cada palabra que salía de sus labios era representada por el sonido de algo resquebrajándose lenta y dolorosamente.

Mentiras, dolor, pánico…

-Di algo…por favor... -suplicó, ahogando el llanto abrumador que le impedía articular otras tantas cosas que le habría gustado explicar. «Lo siento, Sev…perdóname, no fue mi intención…pero no quiero llevar sobre mis hombros el peso de un amor asesino, no quiero imaginarme qué sucederá cuando te enlistes entre las filas del enemigo, no quiero vivir asustada siempre, no soporto el miedo, me esta matando…». El seguía con la mirada atenta al suelo, como si unos clavos invisibles le impidiesen moverla de allí. No se había movido ni un ápice desde la llegada de Lily. El viento azotaba sin piedad las hojas verdes del árbol y el cabello de fuego de ella danzaba libre en el aire, pero él era una estatua de mármol cetrino con ojos negros y claros.

Se acercó suavemente, temiendo despertarlo de la ensoñación en la que se hallaba sumido para que escuchara las terribles palabras con las que ella le aguijoneaba sin quererlo. Se hincó a sus pies, frente a él. Más él no la miró.

-Perdóname, por favor... -sollozó deliberadamente y rompió a llorar, sin reprimir ni una sola lágrima. Tal vez conmovido por el espectáculo desolador que Lily representaba o por el mismo viento que lo venció y obligó a mirar en dirección a la chica, él la observó por segunda vez. Ella se limpió las lágrimas, a pesar de que otras inmediatamente acudían a suplir sus lugares. Se acercó a su rostro, y con los labios húmedos de saliva y lágrimas, le dio un beso corto en la comisura de sus labios pálidos, para ya no volver a verlo jamás.

No volvió a pensar en él, no se hizo preguntas, ni hubo remordimientos. Nunca se imaginó qué hubiese sucedido si se hubiese casado con Severus y no con James. Cuando algún sentimiento de melancolía o incertidumbre la acechaba, inmediatamente se escudaba en su hijo, que representaba toda la luz de su vida. Pensaba que tal vez Harry no hubiese sido tan guapo si sus ojos hubiesen sido negros y claros.

ira, finalmente, tabla pecados, gracias

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