No es no
-Dinamarca -pronunció tajante, descartando el “Din-san” que solía usar cariñosamente-. Su-san te ha dicho mil veces que no volverá tu casa. No es no. ¿Tan difícil es eso de comprender?
Se hizo un intenso silencio. Nunca, jamás en sus vidas habían sido testigos de tal furia en el finlandés, quien era sumiso y aceptaba las cosas con una sonrisa. Finlandia no parecía Finlandia.
Pero a pesar de todo, el menor había llegado a amar al sueco (hasta aceptar ser llamado “su esposa”) y a hartarse de las interminables insistencias del danés. No sólo a Suecia, sino que ya tenía saturados a todos los nórdicos. Y quizás a otros países europeos también. El siempre obstinado Dinamarca debía comenzar a dejar de ser tan cabeza dura.
El silencio perduró un rato más, ya que todos temían meter la pata si abrían la boca. Inclusive Suecia, quien era el que mayor confianza en Finlandia tenía. Finalmente éste último se recompuso: puso el seguro al rifle y dándose vuelta se marchó de la habitación. Al mismo tiempo, su cara empezaba a enrojecerse de vergüenza mientras se daba cuenta de lo que acababa de hacer.
Varios días pasaron hasta que los cinco nórdicos volvieron a hablarse con naturalidad, como si nada hubiese pasado. Eso sí: Dinamarca nunca más trató de obligar a Suecia a que volviese a casa y todos se aseguraron de jamás hacer nada que molestase a Finlandia.
Se hizo un intenso silencio. Nunca, jamás en sus vidas habían sido testigos de tal furia en el finlandés, quien era sumiso y aceptaba las cosas con una sonrisa. Finlandia no parecía Finlandia.
Pero a pesar de todo, el menor había llegado a amar al sueco (hasta aceptar ser llamado “su esposa”) y a hartarse de las interminables insistencias del danés. No sólo a Suecia, sino que ya tenía saturados a todos los nórdicos. Y quizás a otros países europeos también. El siempre obstinado Dinamarca debía comenzar a dejar de ser tan cabeza dura.
El silencio perduró un rato más, ya que todos temían meter la pata si abrían la boca. Inclusive Suecia, quien era el que mayor confianza en Finlandia tenía. Finalmente éste último se recompuso: puso el seguro al rifle y dándose vuelta se marchó de la habitación. Al mismo tiempo, su cara empezaba a enrojecerse de vergüenza mientras se daba cuenta de lo que acababa de hacer.
Varios días pasaron hasta que los cinco nórdicos volvieron a hablarse con naturalidad, como si nada hubiese pasado. Eso sí: Dinamarca nunca más trató de obligar a Suecia a que volviese a casa y todos se aseguraron de jamás hacer nada que molestase a Finlandia.