Tiempos pasados

Dec 24, 2009 08:11

Se acuesta en la hamaca de la casa de campo de Antonio y cruza sus brazos detrás de su nuca, a falta de almohada. Se acomoda, estira sus pies para relajarse, cruza las piernas. Sólo entonces cierra los ojos y se deja embriagar por el aroma natural de los cultivos de tomate, que tanto ama.

Entonces la remembranza comienza, aunque no quiera. Es que es imposible evitarla.

Recuerda los días en los que no debía trabajar a pesar de ser un sirviente, en los que él y España venían a descansar en esa casa, muda testigo de casi toda su historia. Deja que una sonrisa algo maliciosa se dibuje en sus labios, cuando trae a la memoria esos momentos en los que se escondía para volver loco a Antonio, hasta que éste se empezaba a desesperar y a llorar. Entonces Lovino salía de su escondite, mofándose del mayor, quien lo abrazaba hasta asfixiarlo, rogándole que no volviese a hacerlo. Tristemente, ahora no tiene el cuerpo de un niño para esconderse con esa facilidad.

El italiano respira hondo y otra vez se deleita con la fragancia del marco natural en el que se encuentra. Acto seguido, otra reminiscencia comienza: las veces en las que se levantaban temprano para cosechar aquello que comerían el resto del día. Las sonrisas brillantes de Antonio, los sombreros de paja, los cambios de ropa (“¡Ita-chan, ¿desde cuando eres un niño!?” “¿Eh? ¡Desde siempre, idiota!”), los paseos en los que tenía que soportar las canciones típicas de España y demás. No obstante, los tiempos han cambiado y esas actividades son cada vez más inusuales.

Se despereza, ya que no puede conciliar el sueño. De la nada, imágenes de tiempos no muy agradables aparecen en su mente. Esos que de vez en cuando le traen pesadillas y lágrimas, de los que le han dejado marcas en la piel; de esos que impidieron poder pasar un día en la casa de campo de España. ¡Momento, momento! Sacude la cabeza mientras hace una mueca de molestia. Él se encuentra ahí para descansar, recordar esas cosas debería estar prohibido.

-¿No me vas a hacer un lugar? -abre un ojo con pereza y se encuentra con un par de orbes verdes alegres, mirándolo fijamente. También con una sonrisa típica. El estúpido también le trae recuerdos: cuando habían colocado la hamaca, Antonio había querido descansar juntos; pero Lovino lo había echado literalmente a patadas.

-No.

El mayor ríe, como lo ha hecho desde que tiene la capacidad de razonar. Como es de esperarse también, le besa la nariz, una mejilla y le avisa que la merienda estará lista pronto.

Se va tarareando una canción característica de su tierra. Como siempre: Antonio, en su esencia, no se ha transformado con los años.

Menos mal que muchas cosas no cambian.

p: españa, [aph], *oneshot, p: romano

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