¡Feliz Amigo invisible Tsubame17! 2/2

Dec 28, 2013 09:16

Título: En tu ausencia
Nombre de tu persona asignada: tsubame17
Personaje/pareja: John Watson/Jim Moriary; ligero John Watson/Sherlock Holmes
Clasificación y/o Género: NC17
Resumen: John Watson se esforzó por salir de los cánones que la sociedad había marcado para un Omega como él. Después de dejar el ejército por una herida de bala, debe enfrentarse a un futuro que creía haber eludido.
Disclaimer: Todo de Sir Conan Doyle y de la BBC, supongo…
Advertencias: Slash, Omega! Verse, dubious (Omega!verse) , mención de violación (solo intención), lots of smelling and stuff :-P
Notas: Espero que te guste, porque me ha costado tela lo del Omega verse. Disculpa cualquier incongruencia. Pero que conste que lo he hecho con mucho cariño y con mucha, muchísima ilusión. Porque es para ti…



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Moriarty sonreía cruelmente mientras observaba desde un monitor cómo John se retorcía, desnudo sobre el raído colchón que había en el suelo de su celda. Podría haberle proporcionado una cama, pero quería que su humillación fuera sublime. Cuando recobrara la conciencia en ese lugar, sucio y mancillado, se arrepentiría de no haberle escogido a él.

-Sebastian, lleva al orangután a la habitación -ordenó Moriarty. Las uñas se le estaban clavando en las palmas de sus manos con la fuerza con que estaba apretando sus puños, pero no iba a compadecer al Omega que le había devastado el futuro.

-¿Estás seguro, Jim? -Moriarty le miró con desprecio. Nadie cuestionaba sus órdenes, ni siquiera su mano derecha-. Hasta para ti es bajo. Sabes lo que pasará cuando…

-¡He dicho que le lleves a la habitación!

Sacudiendo la cabeza, Moran le obedeció. Llamó al enorme Alfa que esperaba en otro cuarto y lo llevó hasta la celda donde el Omega se retorcía, gimoteando a la vez de placer y dolor.

Sebastian Moran era un beta que no acababa de entender el comportamiento de la dinámica entre Alfas y Omegas. Pero sí sabía lo que quería conseguir su jefe. Una brutal violación, ya que el pobre doctor rechazaría a todo el que no fuera su pareja vinculada.

Eso no estaba ocurriendo en absoluto. El Omega se había tensado al olor del Alfa que había entrado en la habitación, aunque no de miedo, sino de anticipación. Antes siquiera de que la mole de hombre se acercara a él, ya se había estirado en el colchón y había abierto las piernas, incitando al Alfa con el sugestivo movimiento de sus caderas.

-Jim… ¡Jim! -gritó Sebastian, llamando a su jefe. En pocos segundos estuvo allí, habiendo visto lo que ocurría por la cámara que había en la habitación-. ¿Qué está ocurriendo? ¿No tendría que rechazarlo? ¿Jim?

Moriarty había pasado por su lado y había empujado al enorme Alfa, apartándole de John, que gemía ajeno a la lucha que había provocado. Entre gruñidos y mordiscos, los dos Alfa se estaban midiendo, intentando apartar al otro para llegar hasta él.

Antes de que su jefe saliera mal parado, Sebastian se acercó al orangután por la espalda y le inyectó una dosis de calmante, el doble de lo que habían tenido que administrarle al doctor.

-¿Qué demonios está ocurriendo? -preguntó Moran, sacando al Alfa inconsciente de la habitación, arrastrándolo por sus piernas-. ¿Jim?

Aún resoplando por la subida de adrenalina, Moriarty estaba de rodillas en el suelo. Ahora estaba sintiendo otro tipo de arrebato, uno que no había esperado volver a sentir. A sus pies, el Omega, su Omega, estaba restregando la cabeza contra su pierna, mientras seguía masturbándose con sus manos.

-Su olor. No es el de un Omega vinculado. Antes no lo había olido, pero ahora… -Inspeccionó su piel, brillante de sudor. La odiada marca que había observado durante horas desde su monitor, se veía borrosa, difusa. Más que una señal indeleble, parecía un tatuaje. Desconcertado, deslizó sus dedos por la húmeda piel, que resbalaba como si su transpiración fuera aceitosa-. Aceite inhibidor. ¡Aceite inhibidor! -gritó, comprendiendo finalmente. Ante la incierta mirada de Moran, aclaró-: Sabes lo que es. ¡Hemos estado traficando con él!

-¿Pero para qué lo usaría el doctor?

-¡Para ocultar que no está vinculado! ¡Holmes, “el virgen”, no lo ha reclamado! Es mío, Sebastian. ¡Es mío! -exclamó, eufórico. Agarró el pelo de John y lo besó pasionalmente, como siempre había querido hacer. Su sabor… puro, impoluto. No había esperado probarlo nunca, y ahora era suyo para deleitarse cuanto quisiera.

-¿Estás seguro de que quieres tomarlo ahora? Él no puede razonar, y creo que tú tampoco estás en posición de decidir.

Como toda respuesta, Moriarty gruñó. Ya era demasiado tarde. Sin dejar de mirar a Sebastian, empezó a acariciar a John, que se retorcía a sus pies. El pecho, la cadera, las piernas.

Moran decidió salir fuera y hacer vigilancia. Había visto lo que podía ocurrir si se interponía entre un Alfa y su Omega, y no estaba dispuesto a arriesgarse. Estaba claro que su jefe estaba obsesionado con ese hombre, y si ahora podía tenerlo, mejor para él. Él quedaría alerta por lo que pudiera pasar.

En la habitación, Moriarty estaba apartando las manos de John para poder usar las suyas. Nadie más que él tenía derecho de tocar a su Omega, ni siquiera él mismo.

Sus dedos resbalaron dentro de John, esta vez por el lubricante natural que el celo había provocado. Los sonidos que hacía su Omega eran deliciosos, más de lo que había podido imaginar. Era tan tentador que no pudo evitar reclamarle sin más dilación. Ni siquiera se desnudó; desabrochó sus pantalones y liberó su formidable miembro Alfa, que nunca había estado tan enardecido como en ese momento.

Había esperado años, años de incertidumbre y meses de sufrimiento cuando se había entregado a otro. O eso había pensado. Ahora sabía que ningún otro Alfa le había marcado, que era totalmente suyo. O lo iba a ser.

Sin innecesarias preparaciones, se colocó sobre John y se introdujo en él, moviendo sus caderas lentamente hacia delante. La sensación era sublime, y solo John le podría haber hecho sentir así. Besó de nuevo sus labios, tragándose los gemidos que emitía el Omega.

-Mío -dijo contra su boca-. Eres mío. Como te dije, has acabado entre mis brazos. Abierto para mí, dócil y entregado. ¿Es así? ¿Eres mío?

-Lo soy -jadeó John-. Tuyo. Soy tuyo. Úsame… -rogó, decadente, y alienado por el celo.

-Oh, lo estoy haciendo, créeme -accedió Jim, moviéndose más rápido, rozando una y otra vez el centro de placer del Omega, con su considerable erección. Pronto John eyaculó, sin siquiera haberse acariciado. Moriarty sonrió satisfecho-. ¿Lo ves? Como nunca nadie te ha usado. ¿Has tenido a alguien dentro de ti?

-Solo Betas -confesó John, en casi un gimoteo. Todo su ser le gritaba que había fallado a su Alfa, y su Alfa no era un hombre piadoso.

-Nunca más -gruñó Jim, estirándole del pelo. Al llevar su cabeza hacia atrás, pudo mordisquear a placer su cuello, especialmente la maldita marca que él no había hecho. Al menos, tampoco la había hecho Holmes. Eso le apaciguó. Un poco-. Ahora sabrás lo que es tener a un Alfa. Mi nódulo se hinchará, uniéndote a mí. No falta mucho, puedo notar la presión, estoy cerca. ¿Puedes notarla tú, creciendo dentro de ti? -John asintió con la cabeza, la presión era cada vez más terrible, más deliciosa-. Cuando eyacule dentro de ti, una y otra vez, te fecundaré como debía de haber hecho hace años. ¿Tomas anticonceptivos? -John negó, de nuevo con la cabeza-. Bien. Porque nadie podía tomarte. Nadie más que yo. Eres mío, Johnny boy… ¡mío!

Efectivamente, el orgasmo del Alfa fue brutal. John sintió cómo su interior se expandía, empujado por ese monstruoso miembro. Dolía, tanto que era casi placentero. Gimió cuando él mismo fue obligado a llegar al clímax una vez más, ante la presión incesante contra su próstata.

Moran, que había estado esperando justo tras la puerta, entro poco después de que Moriarty gritara en su éxtasis. Como esperaba, su jefe reaccionó mal, enseñándole los dientes y abrazando protectoramente a su Omega, al que aún estaba unido.

-Lo siento Jim, pero están llegando. No puedo permitir que te pillen, para eso me pagan.

Esta vez fue el turno de sedar al propio Moriarty. Debido a la adrenalina del Alfa, Sebastian había utilizado la misma dosis que había usado con la mole que estaba encerrada en otra de las habitaciones del piso franco donde se encontraban.

Una vez inconsciente, Moran pudo separarlos sin problemas. El doctor Watson parecía desconcertado, en estado confuso que el Omega experimentaba cuando estaba saliendo del celo.

-Lo siento, pero tenemos que irnos -le dijo Sebastian, cerrando los pantalones de su jefe antes de cargar su peso muerto a su espalda-. Supongo que tendrás noticias de Moriarty. Muy pronto.

John se quedó mirando la puerta cerrada, minutos después de que los dos hombres hubieran desaparecido por ella. Se sentía extremadamente bien; por primera vez en su vida no se sentía vacío tras la primera fase del celo.

Pronto empezó a ser consciente de otras sensaciones. Escozor en el cuello, quemazón en el recto, el labio inferior palpitante, como si alguien le hubiera mordido. ¿Había pasado el celo con alguien? Nunca lo había hecho… Acaso Sherlock… ¿Sherlock?

Lo siguiente que se preguntó John fue cuál era su paradero. No estaba en la calle Baker. Lo último que recordaba era la llamada en su habitación… Moriarty. James Moriarty. ¡Él era Moriarty!

De nuevo, su respiración se aceleró. Solo que esta vez no era causado por la excitación en que le sumía el celo. Había sido usado por su Alfa, y luego abandonado. Y quizás eso último era lo que más le dolía. ¿No había cumplido sus expectativas? ¿Le había encontrado mayor? ¿Le habían repelido sus cicatrices?

En medio de esa ansiedad, la puerta se abrió para desorientarle aún más. Pero conocía ese olor. Era el aroma de casa.

-¡Sherlock! -gritó, elevando sus brazos como un niño perdido haría.

-Oh, por Dios -se lamentó alguien, tras del Alfa. Era la voz de Lestrade. Aunque fuera Beta, no necesitaba un olfato desarrollado para imaginar lo que había ocurrido allí.

-¡Es mi Omega! -gritó Sherlock entonces, corriendo hacia el colchón donde John estaba sentado. Se quitó el abrigo y tapó con él su desnudo y sucio cuerpo.

-Todos atrás. Registrad el piso, el garaje, que no quede un espacio libre donde Moriarty se haya podido esconder -ordenó Lestrade, intentado dar privacidad a la pareja. Violar a un Omega vinculado era un delito terrible, cruel, violento y especialmente doloroso para la víctima.

-Fuera -ordenó Sherlock, notando cuán alterado estaba John, que temblaba entre sus brazos.

-Pero Sherlock, tenemos que…

-¡He dicho fuera! -exclamó el detective, usando su tono Alfa. Una vez estuvieron solos, se atrevió a preguntar-: ¿Te ha reclamado? -John asintió con la cabeza. Sabía que debía sentirse mal, ya que no había accedido a ello. Pero en esos momentos seguía lamentando más el rechazo de su Alfa-. ¿Te ha marcado? -El Omega negó con la cabeza, sin poder evitar que una lágrima escapara de sus ojos brillantes-. No te preocupes, no volverá a acercarse a ti.

John soltó una amarga risa. Eso era precisamente lo que le estaba alterando tanto…

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Una vez en su habitación de la calle Baker, totalmente aseado, John se puso a meditar. Aunque había insistido en que no le examinaran, sí le habían inyectado un supresor para acabar con su celo. En su estado, dos días más podrían empeorar la situación.

Abajo, Sherlock estaba hablando con su hermano. Le había pedido ayuda para encontrarle, y como no, había acabado descubriendo que su unión no era más que un acuerdo, una comedia para escapar del destino de sus naturalezas.

John sabía que estaban hablando de él. Mycroft quería que Sherlock acabara con aquella farsa, y tenía razón. No era justo que el Alfa cargara con alguien tan dañado como él. Y no solo con él, ahora que había compartido su celo por primera vez.

-El sentimiento no es una ventaja, hermano.

-¡No pienso hacerlo! ¡No puedes obligarme! -gritaba Sherlock, cuando John estaba entrando en el salón.

-No será necesario -dijo, alertando a los dos Alfas-. Me voy yo.

-John… no puedes dejarme -le pidió Sherlock, con una desesperación que emocionó al Omega-. ¡Estamos vinculados! -Ante el carraspeo de Mycroft, añadió-: Legalmente.

-No se trata solo de el nombre de tu familia, Sherlock. Se trata de tu futuro, de tu porvenir.

-Nuestro futuro -le corrigió el detective.

-No. Mi futuro… tendré que buscarlo en otro lugar -dijo John, con tristeza. Sherlock no podía cargar con su responsabilidad, y Moriarty había renegado de él.

-¡Tu lugar está aquí! -insistió.

-Nuestro lugar no es este, Sherlock -declaró John, colocando la mano sobre su vientre.

-¿Qué… qué quieres decir?

-Quiere decir, querido hermano, que ha yacido con su Alfa. Estando en celo. Aunque nunca te haya importado comportarte como corresponde a tu naturaleza, hay cosas que hasta tú tienes que saber. Hay un 99 por ciento de posibilidades de que Moriarty haya fecundado al doctor.

-No me importa -respondió Sherlock, después de unos segundos de silencio en los que John no había levantado la mirada del suelo-. Tú querías un descendiente para la familia. Ya lo tienes.

-Eso es absurdo… -replicó Mycroft.

-Es el único modo en que lo vas a tener. A menos que te vincules tú mismo.

-Ya sabes que mi posición no me permite atender a un Omega como requiere.

-Pues la mía tampoco. John es el único Omega que tolera mi ritmo de vida.

-Sherlock, creo que Mycroft tiene razón. Esta vez -les interrumpió John, que empezaba a sentirse incómodo.

-Escucha al Omega, hermano, tiene más sentido común que tú. La idea de criar a un bastardo es ridíc…

Sherlock gruñó tan profundamente que John sintió una atracción inmediata hacia él, por primera vez de tipo sensual. Por un momento.

Mycroft sonrió, complacido.

-Hermano, es la primera vez que te veo actuar según tu naturaleza.

-Mis disculpas -contestó Sherlock, sarcásticamente.

-No te excuses, yo lo veo como una mejora. -Mycroft se quedó callado unos segundos, deslizando su mirada de Alfa a Omega-. Está bien. Esperemos a ver cómo se desarrollan los acontecimientos.

-Eso no ha sido nada diplomático -se quejó John, que sabía a qué se había querido referir.

-¿Qué quieres decir con eso?

-El doctor Watson te ilustrará, querido hermano. Ahora, si me disculpáis, he sido interrumpido en medio de una crisis… importante. Otro tipo de crisis, claro está.

Después de que Mycroft se pusiera el abrigo y cogiera su paraguas, John se sentó en el sofá, agotado física y moralmente.

-¿Qué ha querido decir? Tú lo sabes.

-Sí. Soy médico, como tu hermano ha recordado amablemente. Y he visto algunos casos de embarazos de Omegas no vinculados. No es una situación fácil. Usualmente, no acaba bien. Ni para el Omega ni para el feto.

-¿Y si yo te reclamara? -preguntó Sherlock, sin dudar-. Esta vez de verdad.

John sonrió, enternecido. Sabía que ese no era el campo de Sherlock, que se hubiera ofrecido era una señal de lo mucho que le apreciaba.

-No funcionaría. No si no eres él. -Ante la cara de aprensión del detective, John le tomó de la mano y tiró de ella para sentarlo a su lado-. Todo saldrá bien. También he visto casos con óptimas resoluciones.

Sherlock sonrió, y John no se atrevió a decirle que esos casos eran estadísticamente minoritarios.

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El primer trimestre había sido benévolo con John. Los síntomas del embarazo, una vez confirmado, no eran tan desagradables como otros que había tratado.

El problema llegó en el segundo trimestre, cuando la apatía se adueñó de su carácter. Sherlock sabía que había cambiado, y aunque el enérgico doctor no se quejara, sabía que ese cambio se debía al embarazo. O más bien a la falta de su Alfa apoyándole durante él.

Sherlock había intentado ocupar su lugar, realmente se había esforzado en hacerlo, pero no parecía que hubiera provocado ningún cambio en el Omega. Se preocupaba por él, insistía en que comiera, se estiraba a su lado para que sus olores se mezclasen… y John únicamente le miraba con una triste sonrisa.

A principios del tercer trimestre empezaron los dolores. Sherlock había añorado entonces la etapa anterior. Porque escuchar los gritos de dolor en plena noche le angustiaba. No podía hacer nada, ya que no había medicación para tratar ese padecimiento. Ni siquiera su tacto ayudaba, ya que de algún modo el nonato notaba que no era el Alfa que le había creado, y torturaba más a su padre.

John había estado riendo una tarde, entre lágrimas. Le comentó a su amigo que se alegraba de que estuviera saliendo mal, porque al fin y al cabo ninguno de ellos había querido nunca tener hijos. Ese fue el momento en que Sherlock había decidido actuar. No es que él si quisiera una enojosa criatura corriendo por la casa y estropeando sus experimentos. La cuestión es que ya habían hecho obras en el 221C de la calle Baker, para mantener sus cosas seguras… y al niño también. Además, la señora Hudson estaba muy ilusionada, para ella sería un shock que John perdiera al bebé. Y sobre todo… Sherlock no quería perderle a él. El único amigo que había tenido nunca.

Le pidió a Lestrade el teléfono rosa del caso de los chalecos bomba, que había guardado como prueba. Le costó convencerle, pero finalmente Lestrade había cedido, aunque pensara que involucrar a Moriarty era muy mala idea.

Además de enviarle un mensaje de texto, publicó un acertijo en su página web, especialmente para tentarle. No hizo falta. Ese mismo día se lo encontró en casa al llegar de New Scotland Yard, sentado en su sofá mientras comía una manzana, como si estuviera en su casa. La idea provocó que el Alfa se tensara.

-¿Has visto a John? -preguntó Sherlock, sabiendo que hacía días que no salía de su habitación más que para ir al baño. Moriary negó con la cabeza, concentrado en cortar trozos de la manzana con un cuchillo-. Tienes que verle. Debes ayudarle, cada día empeora su situación. Tú eres culpable de su estado, responsabilízate.

-¿Ahora quieres que me acerque a él? No pensabas lo mismo cuando me lo arrebataste. Y ni siquiera le has tocado. ¿Para qué robármelo entonces?

-Él escogió -respondió Sherlock, encrespado. Pero pelearse con Moriarty no ayudaría a John, así que respiró hondo e intentó calmarse, a pesar de que las feromonas que flotaban en el ambiente no eran todas suyas, como debía de ser en el hogar que había formado con su Omega-. Los padres de John eran Betas. Creció creyendo en el libre albedrío de su naturaleza. No acaba de abrazar nuestra dinámica, no puede comportarse como un Omega, porque no puede comprender que haya algo que le una a ti, y solo a ti.

-Conozco el caso de su hermana, sé lo que debe de pensar de las almas gemelas, con solo ese ejemplo. No me estás contando nada que no sepa -replicó Jim, molesto. No le gustaba que ese Alfa alardeara de conocer más a su Omega que él.

-Entonces llega a él de otro modo. No le fuerces, o te rechazará.

-¿Me estás dando permiso para reclamarle? -preguntó Moriarty, con incrédulo sarcasmo.

-Deberás hacerlo, si él y el bebé han de sobrevivir. Es un niño. -Sherlock le descubrió el sexo del bebé, intentado atraer su atención y estimular su vínculo.

-Lo sé -dijo Jim, más suave de lo que había pretendido. Día a día le llegaban noticias del estado de su Omega. Si no le hubiera llamado “el virgen”, hubiese acabado irrumpiendo en el apartamento sin invitación ni aviso.

-¿Qué quieres a cambio? -inquirió Sherlock, sin subterfugios. No quería perder más tiempo, no cuando John estaba sufriendo.

-¿A cambio de salvar a mi pareja y a mi hijo? Veo que tienes un gran concepto de mí.

-El que has demostrado. ¿Qué vas a exigir?

-A John. Y a mi hijo. Nada más. No puedo reclamarlo legalmente, como bien sabes, así que aceptaré que lleven tu nombre. Pero son míos. Los dos -gruñó, posesivo.

Sherlock gruñó también, sin poder evitarlo. Era su casa, su hogar, su Omega. Pero una parte de él, la que como John rechazaba los instintos de su naturaleza, sabía que nunca podría darle lo que el Omega necesitaba. Y Moriarty era el único que sí podía hacerlo. En caso de vida o muerte, escogía la vida de John, aunque el pago fuera tener que coexistir con ese impredecible criminal.

Así que asintió, lúgubremente. Con un gesto indicó las escaleras, aunque sabía que Moriarty ya había estado en esa casa y sabía perfectamente dónde dormía John.

Jim subió las escaleras sonriendo con autosuficiencia. Después de haber sufrido lo indecible, imaginando cómo otro Alfa tomaba a su Omega destinado, finalmente iba a resarcirse. No más venganzas, no más espiar su vida a distancia. Al fin John Hamish Watson iba a ser suyo.

Una vez en la habitación, comprobó que John estuviera dormido. De espaldas a él, estaba encogido sobre sí mismo, un gesto inconsciente provocado por el dolor que sentía. Dolor que él iba a calmar.

Se sentó en la silla que había a los pies de la cama y comenzó a desvestirse, lentamente, evitando hacer ruido. Sus ojos no se apartaron del Omega mientras se desabrochaba los botones de la chaqueta, la camisa, el pantalón. Dejó los zapatos en el suelo con sumo cuidado.

Quería ser él el que le despertara. Su contacto, el alivio que sentiría al recibir su cuidado.

Se estiró en la cama, pegando su pecho a la espalda de John, haciendo cucharilla contra él. Sus piernas fueron las primeras en notar su calor, ya que solo llevaba una larga camiseta y tenía las piernas desnudas. El Omega ronroneó.

Jim acarició su pierna, buscando el borde de la camiseta donde colar su mano. Mientras tanto se deleitaba con el maravilloso olor de su nuca, restregando su nariz contra su pelo pajizo. Podía notar un pequeño toque del aroma del otro Alfa, aunque era residual, lo esperado dado su convivencia. Desde ese momento, el único olor que se mezclaría con el de su Omega sería el suyo. El suyo y el de su retoño.

Su mano subió libremente muslo arriba, hasta llegar al redondo vientre. En esa postura no había podido percibir lo hinchado que estaba. Y allí dentro estaba su hijo.

Cuando había despertado en el coche, aún huyendo, se había puesto furioso con Sebastian. Sus planes habían sido marcar y reclamar a John, y luego chantajear a Mycroft Holmes para que le cediera el vínculo de su hermano. Después había entendido que Moran había actuado bien, pero no podía dejar de pensar en los meses que había pasado lejos de su Omega, causándole un dolor que había pretendido evitarle.

-Mmm… ¿Sherlock? -preguntó John, aún endormiscado.

Jim se tensó, mordiéndose los labios para evitar hablar. El error era comprensible, aunque le irritaba sobremanera. Apartó la mano de su vientre y la llevó a su rostro, acariciándole la mejilla a la vez que la acercaba a su nariz.

Dentro de las limitaciones de su cuerpo, John se giró rápidamente. Su sonrisa inflamó un sentimiento en Jim que no había esperado sentir nunca.

-James… -ronroneó, mostrando la evidente satisfacción que le producía su presencia-. Estás aquí… -añadió, soñadoramente.

-Estoy.

Se besaron como no lo habían hecho la única vez que habían yacido juntos, durante el celo. Mientras lo hacían, los dolores de John se iban disipando, su cuerpo iba relajando, y su ánimo se elevaba por primera vez en meses.

-¡Moriarty! -exclamó John, comprendiendo lo que significaba que su Alfa estuviera en su cama. Había soñado tanto durante meses esa escena, que ahora creía que era un sueño más. Pero nunca antes había sentido ese alivio, esa paz interior, sin dolores por fin desde hacía meses.

-Sí, soy yo -sonrió Jim-. Estoy aquí para ayudarte, para hacerme cargo de vosotros dos.

Esas palabras apaciguaron una preocupación en John que ni siquiera había sabido que tenía.

-Pero no puede ser… Sherlock…

-Sherlock Holmes ha sido el que me ha pedido que venga. Eres doctor, sabes que las cosas no estaban yendo bien. Y sabes lo único que puede arreglarlo todo.

-¿Vas a marcarme? -preguntó John con el mismo grado de esperanza que de angustia.

-Si tu quieres -se esforzó en contestarle, recordando con enojo las palabras de Sherlock-. La Naturaleza es sabia, estás mal porque no estás conmigo, el único que puede y debe proveer por ti, formar una familia a tu lado.

-No nos conocemos de nada -respondió John con terquedad-. De hecho, lo poco que conozco de ti me produce rechazo. ¡Yo era un soldado! ¿Cómo va a ser mi pareja ideal un criminal?

-Si hubieras estado para mí cuando debías… Yo no era así hace diez años. Mi inteligencia superior me llamaba a hacer grandes cosas, pero no fuera de la ley. Yo solo quería encontrar a mi Omega y hacerle feliz. ¿Crees que es duro ser criado como un Beta y tener que vivir como un Omega? Imagina ser un Alfa al que le han dicho que su Omega le esperaba para comenzar su vida, y ver arrebatado su futuro. En tu ausencia, mi vida se volvió gris, me llené de amargura y odio. Así que dime, John Watson, ¿valió la pena el ser libre durante unos años?

El Omega cerró los ojos, meditando. Una vez más, la vida le demostraba que tener un alma gemela no era garantía de felicidad. Él le había hecho tanto daño a su Alfa como había sufrido todos aquellos meses. Pero así era su naturaleza, y ahora no podía seguir dándole la espalda. No cuando había una tercera persona en riesgo, su propio hijo.

Mostrando su respuesta, restregó su rostro contra el de su Alfa y luego apartó la cabeza, mostrándole su cuello.

James no vaciló en morder, sabía exactamente en el punto que quería hacerlo. Exactamente sobre el tatuaje, dando veracidad a lo que había sido una mentira.

John gritó, aunque no solo por el dolor, que no fue nada comparable a lo que llevaba meses sufriendo. La sensación de pertenecer a alguien era sobrecogedora. Se sintió ridículo por haber vivido años huyendo de ella. Por fin se sentía libre, calmado, sin ningún peso o preocupación. Eso conllevaba el vínculo. Confianza total en su Alfa; entregarle no solo su cuerpo, sino también su mente.

-Eres mío. Al fin -declaró Jim. Una lágrima de emoción escapó rebelde, y acabó rodando por su mejilla, mostrando que después de todo, sí tenía sentimientos.

Eso fue lo que le indicó a John que quizás, solo quizás, su relación podía llegar a funcionar, después de todo.

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Epílogo

Empezaba a caminar como un pato, en su quinto mes de embarazo. John sacudió la cabeza, aún no sabía cómo se había dejado convencer para tener un segundo hijo.

Hamish tenía ya cuatro años. Su capacidad de aprendizaje era impresionante. Tío Mycroft quería que hiciera un test de inteligencia, a lo que Sherlock se había negado rotundamente. A John tampoco le hacía gracia que el todopoderoso “hombre de hielo” empezara a tomar decisiones por ellos. Suficientemente difícil era manejar las cosas en su extraña familia. John no podría decir quién temía más que Hamish escogiera como figura paternal; Sherlock o James.

Pero no podía quejarse. Después de todo, convivían en una dificultosa harmonía. Sherlock había acabado equipando el número C como vivienda, aunque en su caso eso significaba más laboratorio que hogar. De todos modos, casi siempre dormía en casa. Y siempre comía con ellos; sus horarios alimenticios habían mejorado con la presencia de Hamish. John se sentía orgulloso como padre. De los dos.

James… James había moderado su forma de vida. Seguía controlando sus oscuros negocios, aunque lo hacía fuera de casa. Y John había conseguido que se comprometiera a no volver a hacer daño a alguien… al menos directamente.

Algunas veces Sherlock había descubierto que Jim estaba implicado en alguno de sus casos, pero los dos habían aprendido a solucionar sus asuntos… lejos de John. O se arriesgaban a no entrar en casa, en caso de Sherlock, o a dormir en el sofá, en el caso de Moriarty.

Saliendo de su cuarto, John encontró a Sherlock en el sofá, sentado con los pies sobre él, agarrándose las rodillas, en bata y pijama. Tenía un caso, entonces.

A su lado, Hamish tenía la misma postura, una pequeña copia de su segundo papá. Hasta tenía las palmas de las manos unidas, apoyadas bajo su barbilla.

Exceptuando gente muy cercana a ellos, (como la señora Hudson, por supuesto; o tío Mycroft; Lestrade e incluso Molly), muy pocos sabían que Moriarty era el padre de Hamish, y el verdadero Alfa de John. Por eso el niño llamaba papá a los dos, aunque James solía ser papi, cuando no le estaba regañando. Su aguda inteligencia le ayudaba a entender que su familia no era como las familias de sus compañeros de clase, así que fuera de casa solo hablaba de su papá detective.

Pero pese a no nombrarlo, Hamish tenía una relación muy especial con Jim. A John le gustaba observarles sin que ellos se dieran cuenta. Solo él podía notar los gestos que el pequeño imitaba sin darse cuenta, o cómo le cambiaba el olor cuando estaban juntos. El Omega estaba casi seguro que, cuando llegara a la adolescencia, se presentaría como un Alfa.

-¿Habéis desayunado? -les preguntó. Ese día se había levantado tarde. Por fin había aprendido a delegar.

-Yo sí. Papi me ha preparado un tazón de leche antes de salir a por el periódico.

-Claro -contestó John. Seguramente Sebastian querría hablar con él, y estaban reunidos en el piso de Sherlock-. ¿Y papá? -John rodeó el sofá, y después de besar los oscuros cabellos de Hamish, desordenó el pelo ondulado de Sherlock-. ¿Lleva mucho rato en esta postura? -preguntó, ya que no había reaccionado a su gesto.

-Ya estaba en su palacio cuando he bajado de mi cuarto. ¿Me puedo quedar en mi palacio también?

-Ni hablar, tiene colegio, señor Hamish Holmes. Ves a vestirte, hoy te llevará tu tío.

-¡Estupendo! -exclamó el niño, que disfrutaba recorriendo Londres en los coches oficiales de lunas tintadas de Mycroft-. Déjame darle un beso a Mary…

John suspiró y se levantó la camiseta, mostrando su redondo vientre. Hamish se puso de rodillas y abrazó a su hermana, dándole un besito justo en el ombligo.

-No se mueve.

-Hoy está descansando -le contestó su padre, que sabía que no estaba muy activa por las mañanas.

Sherlock salió de su trance, encontrándose con la preñada barriga de su Omega muy cerca de su rostro. Imitando a Hamish, se sentó en el borde del sofá y apoyó la frente contra la tibante piel. La naturaleza Omega había pasado a ser de su total interés. Solo John y las amenazas de Moriarty evitaban que experimentara con ella.

La puerta se abrió y James les encontró en esa postura, Sherlock y su pequeño pegados a su futura princesa. Gruñó más por costumbre que por enfado, y fue a colocarse a la espalda de John.

-¿Estás bien esta mañana? -le preguntó, antes de girar su rostro para besarle desde atrás.

-¡Puaj, papá!

-Las he tenido peores -contestó John, riendo condescendiente ante la reacción de Hamish.

-Papi, haz que Mary se mueva, ¡tú puedes! -Henchido de orgullo, Jim posó sus manos sobre los lados del grueso vientre. El bebé no tardó en reaccionar al contacto de su padre, notando su vínculo especial a través de la aceleración de los latidos de John-. ¡Se mueve, lo he notado! ¿Y tú, papá?

Sherlock asintió con la cabeza, concentrado totalmente en el evidente movimiento bajo la piel.

-Mira, esto es un pie -le dijo a Hamish. Siempre que podía, compartía sus conocimientos con él. Y el niño los absorbía como una esponja-. Eso quiere decir que está boca abajo. Su manita debe de ser este…

-Se acabó la clase de anatomía -dijo John, bajándose la camiseta-. Tú a vestirte -le indicó a su hijo-. Y tú a desayunar, ahora te preparo un té -le dijo a Sherlock-. Pronto vendrá Mycroft y te pones terrible con él cuando tienes el estómago lleno.

-Siempre se pone terrible -dijo Hamish.

-¡He dicho arriba! -repitió John, esta vez con más rudeza.

-Y él es el Omega -comentó James, ganándose una palmada en el trasero de su pantalón de marca. Para hacerse perdonar, besó profundamente a su pareja-. Vístete, yo haré el té. La ecografía es en una hora, y el tráfico está terrible.

John le sonrió y se dirigió a su cuarto. Adoraba ser agasajado por su Alfa.

-¿Vas a venir? -le preguntó James a Sherlock.

-¡Por supuesto! ¡Es en 3D!

Moriarty rió, sacudiendo la cabeza. Realmente, eran una familia muy extraña. No podía esperar a la llegada Mary.

FIN

!amigo invisible 2013, pareja: john/sherlock, pareja: john/moriarty, work: fanfiction

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