Lily corre a toda velocidad hacia el campo de Quidditch. Los pasillos están vacíos. Escucha voces fuera, alborotadas, y reza para que el partido no haya empezado. Al doblar una esquina choca contra un cuerpo delgado.
-¡Remus! -exclama, asustada.
-¿Qué haces aquí, Lily? -pregunta Remus. No parece sorprendido… más bien decepcionado, y esa mirada la hiere más que todos los remordimientos.
-Estaba… -balbucea, fingiendo que toma aire para pensar una buena excusa- Me he entretenido hablando y…
-Estás a punto de llorar, Lily -espeta él, de repente duro, oscuro. La cara oculta de la Luna surgiendo bajo la piel demacrada-. ¿Te has entretenido hablando con Sirius?
-Remus -pronuncia desesperada. Comprende al cabo de un momento que no servirá de nada mentir, y tampoco quiere mentirle-. No se lo digas a James, por favor.
El chico hace una mueca de enfado. Se da la vuelta, con la túnica ondeando, y comienza a alejarse a grandes zancadas. Lily contiene las lágrimas, aprieta los párpados y lo sigue casi corriendo mientras bajan las escalinatas del vestíbulo. De repente Remus parece lejano, frío, altísimo.
-Por favor -suplica-. No sé qué hacer, Remus… Ayúdame.
-No voy a decir nada -suspira, mirándola-. Pero sabes muy bien que James no se merece esto.
-No -susurra-, no se lo merece.
Las puertas del vestíbulo están abiertas de par en par y la luz del sol los cubre con calidez. Escuchan, en silencio, gritos de fuera provenientes del estadio, un indicio claro de que uno de los dos equipos ha marcado. El locutor grita emocionado, pero no consiguen entender su voz amplificada. Ambos permanecen un rato callados, ella tranquilizándose y Remus simplemente a su lado. Después salen a las gradas rápidamente, confundiéndose con la gente hasta poder sentarse entre un grupo de Gryffindor tremendamente ruidosos de primero.
James ha nacido para volar, piensa Lily. Tiene una sonrisa perpetua que se ensancha todavía más en cuanto la ve y se dirige hacia ella -todavía no han soltado la snitch así que hace las piruetas que quiere, demorándose, haciendo que las chicas del grupo chillen emocionadas-. En los ojos marrones brilla una chispa de confusión.
-He visto a Peter un poco más abajo -grita sobre el barullo, suspendido en el aire con su flamante escoba-, ¿Sirius no está con vosotros?
-Está ahí -exclama Remus de repente, señalando a su izquierda. Entre la hilera de cabezas hay una persona de pie, saludando a James con euforia.
-¡La snitch! -chilla alguien.
James sale disparado, alerta a la pelotita dorada. La tensión se vive en el estadio, los colores ondean, rojo contra verde, gritos de emoción. El partido permanece en ese estado durante unos largos minutos, mientras los buscadores pelean entre sí, a veces hasta chocando -Lily teme durante un infinito segundo que James caiga, pero eso sería algo tan extraño como que Hogwarts se hiciera visible a los muggles- con su rival. La snitch zigzaguea entre ambos y sale disparada hacia abajo, y vuelve a subir justo antes de tocar el suelo; James y el otro buscador rozan el suelo con el cabello al girar en una perfecta maniobra y vuelven a salir en pos del objeto.
Cuando James la atrapa en su puño, el campo estalla en chillidos de júbilo, alzándose todos ellos como activados por un mecanismo. La victoria siempre sabe bien.
El chico da varias vueltas en su escoba y después salta de ella a un par de metros del suelo, riendo como un loco. Los Gryffindor se abalanzan sobre él, llevándoselo como un rey al tiempo que cantan una canción.
-Lily -dice una voz.
Al girarse la pelirroja tiene frente a sí a Sirius, que la besa durante un momento, suave, y hace que ella se aparte sorprendida.
-¿Qué haces? -pregunta en un susurro-. ¡Cualquiera puede vernos!
Sirius sonríe ampliamente, ignorándola, con los guantes de Gryffindor puestos y las mejillas rojas de felicidad. Está tan contento que Lily olvida lo que le estaba diciendo. Tiene que controlarse para que su respiración vuelva a ser normal.
-Hemos ganado.
-Sí.
-James ha ganado -añade, echando un veloz vistazo al grupo de gente que lo rodea, ya lejos-. Vamos a celebrarlo.
Asiente y le acaricia afectuosamente un brazo. Sirius comienza a andar, pero de repente se detiene, y la mira, todavía sonriendo:
-Esta noche no, ¿de acuerdo? No podría.
Lily asiente, turbada. Mientras lo sigue piensa que quizá a Sirius le importa más James que ella. De hecho, está segura, y le duele pensar en eso porque se siente egoísta. Una traidora. Sigue pensando en ello durante un rato, hasta que se da cuenta de algo: James ha ganado el partido, pero Sirius la ha ganado a ella.
Celebran la victoria en la Sala Común de Gryffindor, con mucho alcohol y mucho ruido, y esa misma noche hay una lluvia de estrellas fugaces que hace que la fiesta resurja a las tantas de la madrugada. La pelirroja pide que ninguno sufra, por favor, porque no podría soportarlo.
Sad love story
08. Bienvenida
Las clases se hacen tediosas antes de las vacaciones de Navidad, que están a la vuelta de la esquina. Ninguno de los Merodeadores se va a casa: Sirius no regresaría a la mansión de los Black ni en broma. Tampoco van a echarlo de menos, así que James se queda para hacerle compañía. Remus insiste en que no piensa dejarlos solos porque alguien tiene que vigilarlos, y Peter dice que no quiere perderse la diversión de tener el castillo para ellos. Juntos en lo bueno y en lo malo, pase lo que pase. Lily sí que se va.
La pelirroja sale de la última clase del trimestre ligeramente apagada. Se encuentra con James y Sirius, al parecer esperándola, y ambos hablan con algo parecido al enfado.
-He dicho que no -exclama el primero, furioso.
-¡Remus ha dicho que sí! -replica Sirius, casi como un ladrido-. Es su problema.
-No va a ir nunca. Y tampoco se lo va a decir -añade, desafiante. Una sutil amenaza entre líneas.
-Hablas como si fuera de tu propiedad.
-Me preocupa, Sirius -afirma James, suavizando su tono-. No quiero que se asuste.
-No es una niña -insiste.
Lily da un paso hacia ellos, quiénes al fin se dan cuenta de su presencia. Duda y se acerca a James, vacilante. Nada tiene por qué ser diferente, pero besarse con él delante de Sirius le duele, aunque el chico ha apartado la vista. El amor hiere como el cristal.
-¿De qué hablabais? -pregunta, procurando no dejar translucir sus emociones.
-De nada -asegura.
Hablan un rato más, hasta que James tiene que irse a hablar con Slughorn, el profesor de Pociones, por una nota, según Potter, totalmente injusta. Lily sonríe comprensiva. Queda a solas con Sirius, de nuevo. Tantas veces coinciden que el destino parece estar jugando con ella, diciéndole adelante, Lily Evans, ¿no quieres la manzana prohibida?, cógela; es para ti. Las leyes están hechas para romperse, puede que tengas algo de espíritu merodeador.
Hoy donde siempre, es lo único que dice Sirius.
Y se encuentran, claro que se encuentran. Tienen que ir con cuidado; aunque no lo parezca, pueden verlos. Los fantasmas, alumnos trasnochadores -como ellos mismos- o el celador. Los primeros son los más peligrosos: cruzan los pasillos en la oscuridad, pasando inadvertidos, algunas veces gritando (en esos instantes el castillo toma un ambiente de película de terror que siempre asusta a Lily, y entonces Sirius suelta una de sus risas suaves, tan diferentes a sus carcajadas habituales, antes de entrelazar sus dedos con los de ella) y otras veces simplemente flotando etéreos en el aire.
-Tienes que saber una cosa, cariño -Cariño, dice por primera vez. El corazón de Lily bombea alocado en su pecho-. Lunático quiere que lo sepas, y quiere que lo sepas c…
-Lunático -interrumpe-… ¿Remus?
-Sí -asiente.
-¿Qué le pasa? -inquiere asustada. Sirius está muy serio.
-No sé cómo decírtelo…
-Sirius…
-Es un licántropo, Lily.
-¿Qué?
Lily siente que se marea y las piernas se le vuelven de gelatina. Sirius la sujeta y ella se aferra a sus brazos, notando que la cabeza le da vueltas. Todo toma sentido: la supuesta enfermedad de la madre de Remus por la que el chico debía faltar a clase, su palidez de cada mes al acercarse la luna nueva… incluso las cicatrices de Sirius toman sentido: sabe que él se las ha hecho. Al transformarse, al perder el control.
Nota que le falta el aire en los pulmones.
-Gracias por estar aquí -le asegura ella con la voz rota.
Sirius espera a que se tranquilice, preocupado. La rodea con los brazos, notándola temblorosa. Hay una conexión entre ambos que se fortalece al ser él el que se lo cuenta, y no James. Siempre pensando en James pero ahora le falla porque no está ahí para apoyarla.
-Te quiero -susurra más tarde la chica contra su oído, abrazándolo con fuerza-. No quiero irme.
-Estaré aquí cuando vuelvas -asegura, profundamente tocado-. Para darte la bienvenida, Lily.