Fandom: NCIS
Título: sangre fraterna
Personajes: Ziva David, Alejandro Rivera (menciones de Ari y Paloma)
Advertencias: spoilers 8x01
Notas: A veces tengo la necesidad de soltarme a escribir algo negro y deprimente. El viernes hice maratón con una amiga de todos los capítulos de Paloma. Algo tenía que caer tras eso.
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Se desploma como una marioneta a la que le cortan las cuerdas. Desmadejado, suelta el arma, sus rodillas se doblan y cae hacia atrás por la fuerza.
Es ella quien ha cortado las cuerdas.
Tras el eco del disparo solo queda el golpe sordo en el suelo. El líquido rojo, espeso y oscuro, se derrama con lentitud, como si la vida saliera espesa de sus venas. Nunca quiso hacerlo, y lo ha hecho. Camina hacia él, no se atreve a tocarlo, es ella quien lo ha acabado.
Adiós a la paz que un día hubo. A los abrazos fraternales, las bromas, los juegos, los secretos, las mentiras y lo que una vez fue cariño. Fin de la inocencia, la confianza y los credos.
Termina quien fue él, y quien hasta ahora ella ha sido.
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Está rota. Le cuesta creerlo, parece imposible. Ella, fortaleza, roca, baluarte, se dobla como una muñeca de trapo, se deshace ante sus ojos como papel en agua. Su mirada está perdida ya, su piel pálida, sus venas vacías.
Él pierde la cordura, repasa su cuerpo inerte una y otra vez, como si la vida fuera a regresar por ello. Pero no es posible, su espíritu se ha ido.
Se acabaron las risas, se acabaron las citas, ya no hay más lecciones. Adiós a sus caricias, no más consejos, se acabaron sus planes.
Le ha fallado, es su culpa, todo ha acabado.
Daría cualquier cosa por tenerla de vuelta de nuevo.
Pero nada puede darle eso.
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No sabe que se reconoce en él. Duda que nadie entienda por qué se ha ofrecido ella a escoltarlo. Ella misma no lo entiende. Pero su mirada vacía la comprende, los pasos pesados, la respiración densa y cada vez menos deseada.
Lo odia, igual que a su hermana muerta. No deseaba otro final, pero no puede evitar los recuerdos. Otra trampa, otra encerrona, es ella la asesina, ella la tiradora.
El olor de la pólvora es el mismo, la sangre es igual de roja. Pero él puede despedirse, él puede decir todavía que no fue su culpa. No fue su decisión matarla. Se podrá escudar siempre en no haber tenido opción.
Lo mira por el espejo retrovisor. La sangre sigue en su cara, se está secando, luego caerá a pedazos.
Da igual, ella nunca la tuvo sobre la piel, pero sabe que la sangre hermana derramada por lazos fraternos no se lava.