Fandom: NCIS
Título: We used to be friends
Personajes: Malachi Ben Gidon. Ziva David. Aparición de Michael Rivkin y varios del lote Mossad.
Advertencias: spoilers al 7x04
Notas: segunda entrega del fic. Enjoy.
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Los dos años en el Negev pasaron con la exactitud de un reloj de sol. Todo estaba fríamente planificado, y ellos estaban diseñados para responder con exactitud al programa. Malachi fue el primero en salir de allí con una misión específica, destinado nuevamente al Medio Este.
Michael fue destinado a la misma zona, en cambio Ziva fue enviada a un bloque en el que ninguno había trabajado todavía: Inglaterra, Francia, Holanda y Escandinavia.
Tendría por compañero a Eschel, uno de los oficiales que habían terminado formación el año anterior. A ninguno de sus amigos le hizo gracia la elección. Michael se mordía solo de los celos, lo que causaba que Ziva lo hiciera víctima de comentarios sobre cómo pasaría el tiempo con su compañero que no dejaban claro si bromeaba o no.
Malachi solía sonreír al escucharla y presenciar el enojo creciente de Rivkin, pero a él tampoco le agradaba la idea.
-¿Por qué?
Ziva le cortó la salida del café donde habían quedado los tres el día anterior a que ella se marchara. Michael había ido a buscar el auto, y ella se había quedado pagando la cuenta con Malachi.
El hombre frunció ligeramente el ceño.
-¿Qué cosa?
-No te gusta Eschel. - completó Ziva ladeando la cabeza - No te pondrías celoso, así que es otra razón.
Malachi sonrió levemente ante la idea de celar a Ziva. Entre Michael, Ari y el mismo Eli David, la chica tenía el cupo de celosos de turno lleno.
-No tengo una razón. - respondió mientras guardaba la billetera en la bolsa trasera de su pantalón - No me inspira confianza.
Ziva se encogió de hombros.
-No se supone que confiemos entre nosotros, sino que cumplamos órdenes.
El hombre asintió no muy convencido.
-Al final todo se limita a ello. Pero nunca puedes saber si alguien va a desobedecer.
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El tiempo de Ziva en Europa fue muy productivo. Además de sus trabajo con Eschel hizo muchos contactos que podrían ser de utilidad en el futuro y se probó de sobra como una de las mejores oficiales.
Esto le significó eventualmente un cambio de área de actividad. En general recibió bien el cambio, significaba pasar a trabajar en la misma zona que ellos y en particular, un mayor contacto con Ari Haswari.
Ni Michael ni Malachi sabían lo que Ari hacía. Tenían otros trabajos y preocupaciones en mente, y dejar de tener al celoso hermano mayor de su amiga agobiándolos era todo lo que les interesaba.
Ziva en cambio entró directamente a trabajar con él, compaginando sus obligaciones en el Kidón con ser la oficial de control su hermano.
A sus amigos les pareció extraño, pero ninguno preguntó nada.
De cualquier manera, Ziva no podría responderles. Ella tampoco sabía lo que aquello significaría a largo plazo.
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En las oficinas generales del Mossad eran pocas las cosas que llamaban ciertamente la atención de los demás. Definitivamente, ver a la hija del Eli David salir de su oficina con paso marcial y sin mirar a nadie no era una de ellas.
Nadie sabía de los latidos acelerados en su pecho ni de la manera en que su mente corría tan rápido que la mareaba. Se acababa de ofrecer voluntaria para viajar a Estados Unidos y matar a Ari.
Su padre había estado de acuerdo. Tenía por misión matar a su hermano.
Las razones parecían claras. Había pruebas y testimonios, pero ella no lo podía creer. Ari no podía engañarla de esa forma, traicionarlos así. Avanzó sin prestar atención a nadie a su alrededor hasta que la tomaron de la muñeca.
Ziva lanzó un golpe y un movimiento evasivo que fueron bloqueados.
En ese momento se dio cuenta de que su captor era Malachi.
-¿Qué pasa? - le preguntó él mirándola a los ojos preocupado.
La oficial miró a su alrededor, manteniendo el rostro inexpresivo.
-Nada.
Nadie reparaba en ellos. Estaban en un pasillo poco transitado que llevaba a los baños del segundo piso.
Malachi le bloqueó la salida y aumentó la gravedad en su mirada.
-Ziva.
Ella resopló. No podía hablar del tema. Era una misión que debía llevarse en el mayor secreto, pero también era un trabajo que no pensaba hacer.
Era su turno de desobedecer. Se preguntó si Malachi lo entendería, al mismo tiempo que él empezaba a percatarse de que no le diría lo que pasaba.
-¿Alguna vez te han dado una orden que no quieras cumplir?
Fue turno del oficial de mirar alarmado a su alrededor. La tomó de la mano y la llevó hacia la esquina de entrada a los baños, fuera de las miradas curiosas y en un ángulo indicado para evitar la cámara.
-¿Qué estás pensando, Ziva?
-Es solo curiosidad. - replicó ella con el rostro impasible - Si no fueras a cumplir una orden…
Malachi parecía nervioso por primera vez desde que ella lo había conocido. No era común en él.
-Me aseguraría de nunca volver, y viviría toda la vida esperando que me hicieran pagar hasta que lo lograran. - La preocupación que apareció en sus ojos fue abrumante - No se puede decir no, Ziva. Lo sabes.
La mujer asintió con firmeza una vez, aunque retiró su mirada de la de él.
-Lo sé. - Su voz estaba llena de amargura - No pienso hacerlo.
Fue la primera vez que Malachi sintió miedo por ella. También el primer momento en que Ziva sintió que el Mossad y ella tomarían caminos diferentes.
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La única vez que Ziva y Malachi durmieron juntos no fue por amor, por deseo o por lujuria. Fue por una tristeza que no podía ponerse en palabras y un consuelo que no podía articularse.
Ziva apareció en la puerta de su apartamento ya tarde. La había visto esa mañana en el aeropuerto, cuando la habían recibido junto a la caja que transportaba los restos mortales de Ari Haswari.
Impasible, con el rostro de piedra, había recibido el saludo de su padre con frialdad y se había empeñado en escoltar los restos de su medio hermano hasta el lugar donde sería enterrado.
Aunque volviera a casa como un traidor y no como el héroe que ella siempre había pensado que era.
No había cruzado palabra con nadie más que con su padre, quien la había llamado a su despacho. No parecía decepcionado por el final de Ari. Estaba molesto por los problemas que la situación había causado, pero estaba orgulloso de ella.
Lo que sólo Ziva sabía era que no había tenido opción. Había tenido que disparar. Tenía que detenerlo.
Pero no podía sentirse bien por ello, ni hablar al respecto. Había rechazado cualquier intento por parte de Michael de hablarle. Malachi ni siquiera lo había intentado.
Apareció en la puerta de su apartamento entrada la noche. Sabía que probablemente estaría dormido, pero también que no le importaría. El hombre abrió la puerta totalmente alerta. Llevaba el arma lista aunque no la sacó contra ella.
Ziva lo miró a los ojos, con las manos en las bolsas traseras de su pantalón, sin intención de defenderse.
Para cualquier otro, su rostro hubiera sido inexpresivo, pero Malachi sabía que estaba desolada. Se hizo a un lado, y la dejó entrar. Ella lo hizo despacio, dando pasos cortos y deteniéndose en medio de la salita austera. Respiró profundo y miró a su alrededor como si estuviera ahí por primera vez.
No había palabras en ella para expresar lo que sentía, ni él sabía de algunas que pudiera decir para hacerla sentir mejor. Se acercó a ella, y tomándola de la barbilla le hizo levantar la cabeza para examinarla con cuidado.
Acarició con el dedo pulgar su mejilla y Ziva cerró los ojos, ocultando el brillo acuoso que había aparecido en ellos.
No era necesario preguntarle qué pasaba. Malachi buscó una de sus manos, y ella se la dio reticente. La estrechó suavemente, y luego la guió por el apartamento sin encender las luces.
El tenue brillo amarillo de una lamparita de noche iluminaba la habitación. Con suavidad, sin mediar palabra, Malachi la acercó a la cama y ella se sentó, indecisa. Él se sentó a su lado y acarició su espalda. Ziva enterró la cara en su hombro y él la abrazó.
La madrugada los encontró acostados. Él la abrazaba estrechamente por la cintura y ella ocultaba la cara contra su pecho, encogida como una pequeña asustada.
-No quería ir donde Michael - dijo ella finalmente en un susurro.
Malachi le dio un beso cariñoso en la sien y presionó la mano en su costado.
No, esa noche no era el amor intenso y pasional de Michael lo que necesitaba. Era algo distinto y él estaba dispuesto a dárselo.