Fandom: Harry Potter
Título: Conexión
Personajes: Draco Malfoy/Katie Bell
Notas: responde a los prompt "Remordimientos" y "Aseos" que pidieron respectivamente
x_cursive y
dryadeh en el meme varitas afuera! de fics sobre la sexta peli. Me ha costado sangre y sudor, pero lo he terminado. Espero a ver que les parece ^^
I
No pasa un día que no piense en ella. En cómo todo salió mal, y ha estado a punto de ser descubierto. Snape no lo deja olvidarlo, con sus continuas preguntas y advertencias. La amenaza en las palabras de su tía durante las vacaciones de Navidad tampoco se borraban de su memoria, ni la sensación de su fría varita contra su cuello.
Al menos quiere pensar que es por eso que no la olvida. La razón por la que recuerda sus ojos oscuros muy abiertos, cargados de sorpresa y desconfianza al encontrarlo en el baño de chicas, justo antes de tornarse ausentes y vacíos, presa de la maldición imperius. No era lo mismo pensar en hacerlo que realizarla. No podía olvidar la sensación de tener un poder absoluto sobre ella.
Siempre había pensado que se sentiría muy importante y orgulloso tras realizar una maldición imperdonable. No había creído que pasaría tanto miedo.
Katie Bell. Todo el colegio había hablado de su ataque meses atrás, con historias tan fantásticas que se habría puesto a reír de no ser por el nudo que se formaba en su estómago cuando escuchaba su nombre.
Todavía le pasa si alguien la nombra, pero sus compañeros olvidan con facilidad, lo que es una suerte. Sin embargo, a veces no necesita que nadie la mencione directamente. Hay tantas cosas que la traen a su memoria… desde una escoba de quidditch hasta su propio reflejo.
Recuerda entonces claramente su expresión al verlo a través del espejo del baño y girarse para enfrentarlo. Sus cabellos sueltos, lacios y largos, sujetos por ese gorro rojo para abrigarse de la nieve, envuelta en esa gruesa suéter que ocultaba su atlético cuerpo. Delgada, pero fuerte y ágil, como deben ser las cazadoras de Quidditch.
¿Se aprendió todos esos detalles sobre ella ese día, en esos lavabos de Las Tres Escobas? La había visto muchas veces desde su entrada a Hogwarts. Volando con firmeza y elegancia para el equipo de Gryffindor, odiando cada una de sus anotaciones. Nunca había creído que la sentiría tan cerca de él.
Había sido capaz de percibir cada célula del cuerpo de Katie Bell unida a su voluntad.
Nadie le había explicado nunca lo profunda que era una maldición imperios, que ha formado ese lazo que no puede explicar. Ese que le hace levantar la mirada cuando entra al Gran Comedor y la mira allí de pie, repuesta pero con una expresión cargada de duda e incertidumbre, tan distinta a la Katie segura y resuelta que recuerda.
Oh sí, la recuerda.
Se paraliza entonces, porque ella lo mira. Tal y como lo hizo aquel día en el espejo, con duda, pero ahora también, con una nota de reconocimiento que lo estremece de los pies a la cabeza. Por un momento siente que se va a acercar. Que lo mirará acusadora y levantará la mano para señalarlo como su atacante frente a todo el Gran Comedor.
Siente que le tiemblan las rodillas y caerá al suelo humillado. Siente las palabras trabándose en su garganta, haciéndole un nudo que a duras penas puede contener.
Recuerda las amenazas de su tía. Si alguien puede exponerlo, debe acabar con él de la manera más discreta posible. Eliminar los obstáculos, hacer lo que sea necesario para que la misión encargada por el Señor Oscuro se cumpla.
Ella parece hacer un movimiento hacia él, pero no está seguro. Solo puede ver que es Katie, que lo mira fijamente, sus ojos libres de la expresión embotada que su varita había producido en ellos la última vez que la había visto.
Es Katie, hablando con Harry Potter. Su error, un obstáculo que debería eliminar.
Por alguna razón, siente que no puede pasar por eso de nuevo.
Sin darse cuenta, corre fuera del Gran Comedor. Sus piernas son más rápidas que sus pensamientos, y casi sin darse cuenta se encuentra dentro de uno de los baños de ese piso. Su reflejo lo recibe, devolviéndole su cara pálida y desencajada. Miedo, horror… No es capaz de hacerlo.
Fracasará.
Morirá.
La idea hace que le falten las fuerzas y tenga que apoyarse en el lavatorio. Sus hombros tiemblan, y cada segundo que pasa se da cuenta de que no podrá enfrentar a Katie. Es imposible.
Tampoco puede hacerle daño de nuevo. La idea le revuelve las entrañas.
Escucha a alguien acercarse a la puerta, y duda antes de dirigir su mirada allí. Puede verla claramente en su cabeza. Katie estará allí, acusadora, pidiendo una explicación, condenando sus acciones.
Pero no puede evitar eternamente el juicio.
II
Las cosas se ven borrosas a su alrededor. Hay un extraño sonido, como el de un río correr, pero más tenue. Tal vez piensa en un río por el olor a humedad, y por esa sensación fría que le recorre el cuerpo, colándose por su ropa. Aunque a la vez siente que eso había sido antes, y que ahora la calidez de unas mantas suaves y mullidas lo envuelven, mientras unas manos frías le aplican una pasta extraña en el pecho. ¿O solo era agua que se movía? Todo era tan confuso…
Oye pasos, escucha murmullos, pero no es muy conciente de nada. Quisiera extender la mano y encontrar a alguien a su lado, pero a la vez tiene miedo.
Sin embargo, poco a poco las cosas empiezan a tener sentido. Los murmullos parecen ser en su idioma, y la sensación de calidez de su lecho es cómoda. Sin embargo, no puede dormirse. Siente acercarse una presencia. Un aroma que le es conocido. Lo recuerda perfectamente, una mezcla agua de lilas y una crema algo dulce. Puede sentirla cerca, tanto como cuando la había olido la primera vez.
Es el olor que había picado en su nariz cuando le había entregado el paquete y le había dado las órdenes.
Siente la opresión en la garganta, y la certeza de estar inmóvil e indefenso en una cama lo golpea de pronto. Es ella que viene a cobrar su falta.
Con un esfuerzo sobrehumano, presa del pánico y la culpa, abre los ojos de golpe, y allí está ella. Lo mira fijamente, y se sobresalta al encontrarse con su mirada. Está pálida, y hay una expresión en ella mezcla de incertidumbre, miedo y rechazo.
Siente nuevamente el nudo en la garganta apretando tan fuerte que le cuesta respirar. Son esas palabras que no es capaz de decir.
Perdón. Quiere pedir perdón. Quiere decirle “No quería matarte. No tengo nada contra ti.”
Pero entonces oye pasos acercarse, y Katie se voltea. Quien llega es la señora Pomfrey, y Draco es conciente entonces de que está en la enfermería. Recuerdos salteados de un altercado con Potter en los baños empiezan a llegar a su mente, pero no se siente capaz en ese momento de procesarlo.
-Katie, ya encontré las medicinas que buscabas. Llegaron de San Mungo temprano. ¿Sabes bien cómo debes tomarlas?
La chica lo mira un momento más a él, con expresión dudosa, y se aleja sin decirle nada, con una última mirada cargada de desconfianza que Draco está seguro que no olvidará nunca.
-Creo que su paciente se ha despertado - la escucha decir mientras se aleja, con un tono indiferente que le heló la sangre.
III
¿Katie Bell recuerda?
Esa pregunta nunca deja de atormentarlo del todo. Las acusaciones nunca llegan, y él se encarga de evitarla el resto del tiempo que se queda en Hogwarts. Luego, tras llevar su plan acabo, huye lejos del palacio y cuando regresa al otro año, ya Katie Bell se ha ido.
Después no tiene demasiado tiempo para pensar en ello. Está la guerra. Los prisioneros en su casa. La batalla de Hogwarts. La caída del Señor Oscuro.
Ya para entonces su participación con los mortífagos no es un secreto, a pesar de que Snape ha pasado a la historia como el asesino de Dumbledore y sólo los directamente implicados saben de su participación exacta en los ataques fallidos de Katie y Weasley.
¿Sabe Katie Bell?
Ya no piensa en ello tanto como antes, pero hay ocasiones en que lo asalta la duda. Es curioso, el envenenamiento de Weasley no le pesa, no de esa forma. Nunca lo había querido, realmente no le había pasado nada grave… y él sí que había estado implicado en todo. Pero Katie, ella no tenía nada que ver en esa lucha.
Nada.
La recuerda cuando alguien hacía referencia a su papel en la guerra. También al ver la sección deportiva del periódico y leer las notas sobre Quidditch. Pero cada vez es una sensación más vaga, un capítulo inconcluso, una pregunta sin resolver.
Nunca hubiera creído que le daría respuesta.
IV
Es un encuentro casual. Él viene de reportarse en la oficina de aurores, como tiene que hacer cada cierto tiempo según su acuerdo con el departamento, y ella acaba de salir del ascensor, rumbo probablemente a la oficina de deportes mágicos.
Se ven de repente, casi de manera simultánea, y se detienen de la misma forma, cada uno a un lado del pasillo, ajenos a las demás personas que transitan por allí. Por un momento Draco se siente de nuevo con 16 años, entrando al Gran Comedor y encontrándose con su víctima repuesta, mirándolo con una sombra de reconocimiento en los ojos.
La ve abrir la boca, como si fuera a decir algo, y sin esperar, da la vuelta sobre si mismo y huye.
No puede enfrentarla.
Le parece escuchar unos pasos detrás suyo, pero no se detiene a comprobarlo. Se controla para no correr, pero en cuanto ve la puerta de los aseos de hombres no duda en precipitarse dentro.
Cuando su reflejo alterado lo recibe en el espejo, se da cuenta de que aquello es recurrente, como una broma de mal gusto. Pero en este baño no pasará nada. Ella no…
Su mente se queda en blanco cuando la puerta se abre, y ella aparece, decidida, guindando el cartel de “limpieza” con toda tranquilidad. Entra y cierra la puerta tras ella, y lo mira fijamente.
Está atrapado, demasiado conciente de su posición, acorralado entre los lavabos y las puertas de los servicios, sin tener hacia donde ir. La mirada de Katie lo quema, tan fija, tan profunda, tan resuelta.
-¿Qué quieres? - intenta sonar frío, controlado, ofendido por su intrusión, pero su voz sale un poco más aguda que de costumbre, y el espejo a su lado devuelve una expresión que dista mucho de la calma y serenidad.
-Necesito saber.
No es así como recuerda su voz. No había hablado ese día, y cuando la había escuchado en el campo de Quidditch siempre había sido mientras volaban, cada uno por su equipo, con el bullicio del colegio debajo.
Sólo la había escuchado, fría e indiferente, aquel otro día en la enfermería.
Sin embargo, ahora resulta todo lo contrario. Está ligeramente agitada, los cabellos algo despeinados, probablemente por seguirlo rápidamente hasta allí. Su voz tiene una nota vibrante, una necesidad que no esperaba escuchar.
-No sé de qué hablas.
No ha sonado creíble, es conciente de eso. Trata de tomar aire y concentrarse en mantener las apariencias, como hace siempre que se encuentra con las miradas desaprobatorias de la gente.
Pero con ella es imposible.
-El collar, en Hogwarts, cuando estaba en sétimo año.
-¿Un collar? - siente todo su cuerpo tensarse, pero a la vez es incapaz de buscar su varita para hacer frente a lo que la chica tenga en mente - No sé que relación crees que puedo tener con…
-¡Por favor, Malfoy! - el tono de Katie se eleva, y por un momento Draco alberga la esperanza de que la oigan en el pasillo y alguien ponga fin a ese desafortunado encuentro - El collar que me mandó a San Mungo por meses. Sabes de lo que hablo. Tú tuviste algo que ver.
Es una afirmación, no una pregunta. Hay una certeza en ella que le hace sentir como un animal atrapado. Mira la puerta nervioso, pero es imposible llegar a ella, Katie bloquea la salida.
Inspira profundo. Todo ha quedado en el pasado, no quiere tener que revivir esas cosas.
-He sido absuelto, de todo. Estuvo en la prensa, Bell. Si no la lees…
Inmediatamente se arrepiente de sus palabras, porque algo parece avivarse en los ojos de Katie al oírlas. Un brillo furioso relampaguea en ellos, y en dos pasos largos está mucho más cerca, amenazando con invadir su espacio personal. Su voz suena vibrante y contenida cuando declara, señalándolo acusadora con el dedo índice, recordando bajar nuevamente el volumen de su voz.
-He leído absolutamente todo lo que se ha publicado sobre ti. Todo.
El énfasis grave en sus palabras lo golpea, y casi hubiera preferido que lo gritara.
¿Es en serio? ¿Ha seguido de cerca su caso? Algo en su mirada, en su tono acusador y su mirada determinada le hace pensar que no ha sido sólo por ser una ciudadana informada.
La idea de Katie Bell leyendo todos los días lo que se hablaba de él en los periódicos le produce una sensación extraña en la boca del estómago. La pregunta sale más rápido de sus labios que el tiempo necesario para pensarla, y entrecierra los ojos, tal vez temiendo la respuesta.
-¿Por qué?
La mirada de Katie tiembla, igual que su dedo índice, el cual desciende lentamente, como si dudara de sus razones para tenerlo en esa posición acusadora. Por un momento se ve tan vulnerable que Draco siente la urgencia de tomar su mano, aunque no lo hace.
-¿Te han hecho alguna vez una maldición imperius¸ Malfoy?
Quiere contestar a esa pregunta con un sí. Decir que todo lo había hecho sin tener conciencia de lo que hacía. Lo habría preferido. Pero todo lo ha hecho obligado, demasiado conciente de lo que sucedía.
Sin embargo, la chica no espera su respuesta. Su mirada se torna ligeramente vaga, como si tratara de recordar los detalles de algo para describirlo, y su voz adquiere un tono ausente que le asusta.
-Es como si se te metiera una niebla en la cabeza, y pierdes la noción de todo. El mundo se vuelve borroso y sólo existe la voluntad de alguien más… tú no existes más…
Draco puede recordarla perfectamente frente a él, con la mirada perdida, y la sensación de una conexión total, teniéndola completamente a su merced. El recuerdo le produce un escalofrío, pues viene junto al miedo de que aquello saliera mal, lo que inevitablemente sucedió.
-Creí que no recordabas nada de lo que te había sucedido - comenta Draco tratando de sonar indiferente, fracasando mayúsculamente en ello.
-Hay recuerdos borrosos. - ella lo mira de nuevo a los ojos, y esa pizca de reconocimiento que había visto una vez en la enfermería vuelve a aparecer en ellos - No sé cómo eran los rasgos de mi atacante, pero recuerdo su expresión. Tenía miedo… tanto miedo… estaba atormentado. Tal vez por eso salió mal.
Draco nota entonces un nudo que se le hace difícil sostener la intensa mirada de Katie.
-¿Por qué me dices eso?
-Vi esa expresión de nuevo. Cuando me viste en el Gran Comedor. Era tan… -su cara se contrae con impotencia, al no encontrar las palabras exactas - Fue cuando tuve ese recuerdo.
-¿En serio? - Draco arquea una ceja, tratando de adquirir un aire de incredulidad que no le pega nada bien con la palidez acentuada de su rostro y la culpabilidad latiendo en sus ojos en ese momento. Recuerda ese encuentro con una nitidez inquietante. - ¿Por qué no dijiste algo?
Su pregunta parece haber sido acertada, pues Katie retrocede un par de pasos, la confusión marcándose nuevamente en su rostro.
-No podía estar segura de nada. Todo era… nebuloso, no podía fiarme de mis recuerdos, y… eras solo un estudiante de sexto año, ¡no exactamente de quien esperas una maldición imperdonable!
Tal vez porque no estaba bien capacitado para hacerlo, dijo una voz en el fondo de la cabeza de Draco.
No quiere pensar en eso de nuevo. La maldición estuvo bien, lo que la mandó a hacer mal. Se lo ha repetido mil veces.
-Tal vez no fui yo.
La expresión de Katie lo desconcierta. Es como si se sintiera traicionada por su negativa.
-¿Por qué no lo aceptas? Ya has declarado que te obligaron a hacer cosas horribles, ya Harry probó ante los aurores que hiciste todo bajo coacción… ¡¿En qué te puede dañar admitir esto también?!
Está alterada, y ese tono insistente y agudo empieza a hacer mella en su resolución de mantenerse calmado. Antes de que se de cuenta ha elevado también el tono de voz.
-¿Por qué quieres remover todo? ¡Fue hace años, déjalo estar!
Se horroriza cuando nota como los ojos de Katie se humedecen, y se acerca de nuevo, con esa mezcla de furia y debilidad que escapa a su comprensión.
-Tal vez para ti fue hace años. Yo no he dejado de vivir con eso. No sabes lo que es soñar con ello todavía por las noches… ir a Hosgmeade y no entrar al baño de Las Tres Escobas para no recordarlo. Preguntarme siempre que veo algo relacionado a los mortífagos, o a tu familia, si recuerdas lo que pasó, si es verdad que fue algo que salió mal.
Son las respuestas a esas preguntas que siempre había tenido, pero ahora no sabe cómo responder él. Tiene a Katie casi sobre su pecho, donde puede ver que sus ojos húmedos brillan con expectativa y tiene la mandíbula apretada de rabia.
La idea de que ella haya vivido atormentada por lo sucedido tanto tiempo suelta el nudo en su garganta, y la frustración se le desborda por los labios, igual que los remordimientos, la culpa y la impotencia que sintiera entonces.
No es conciente de que grita, ni de que Katie retrocede un par de pasos y su voz parece tener eco en los lavabos.
-¡¿Qué es lo que quieres?! ¡Di una disculpa pública, fue parte de mi trato con los aurores! ¿Quieres que vaya persona por persona? -su voz adquiere entonces un tono irónico, como si recitara algo que leía de memoria de algún lugar. Ella no sabe que ese lugar son sus remordimientos de los últimos años - “Lo siento Katie, fui un inepto que por miedo a que lo mataran a él y a su madre te hizo una maldición imperius sin saber si resultaría y te entregó un collar maldito que mataría a quien lo tocara. Nunca quise que acabaras en San Mungo, me alegra que no te murieras”.
Su voz se quiebra al final, y cuando nota que le escocen los ojos se gira, dándole la espalda.
Respira profundo un par de veces, tratando de controlarse. La escucha moverse detrás de él, pero no se atreve a voltear para ver qué hace.
Solo entonces es conciente de un rítmico sonido de goteo, proveniente de uno de los lavabos.
Después de unos minutos -o tal vez fueran solo unos segundos-, la voz de Katie corta el silencio.
-He leído todo sobre ti, Malfoy. Sé que de alguna forma, fuiste una víctima. ¿Por qué te cuesta tanto admitirlo?
Su voz parece resonarle dentro, pero no se voltea. Se limita a levantar los ojos hacia el cielorraso, a ese punto donde una lámina está partida.
Antes de que se decida a decir nada, escucha la puerta de baño abrirse. Da la vuelta de inmediato, y ve a Katie mirándolo desde allí, dudosa entre irse o quedarse.
-Katie. - su voz suena ronca y extraña, casi no la reconoce como propia. Los ojos de ella brillan, y su barbilla se adelanta ligeramente hacia él, a la expectativa de sus palabras. - Esa disculpa pública… te incluye.
Es lo más que se atreve a decir. Lo más cercano que estará a pedirle perdón sin ironías ni gritos de por medio. Siente que no es suficiente, pero tal vez Katie lo entiende, porque una sonrisa se forma en su boca. Es tan solo una seña, las comisuras de sus labios curvándose ligeramente hacia arriba. Un asentimiento de su parte, y luego sale de allí, volteando de nuevo el cartel de limpieza.
Es extraño. Porque él no se ha disculpado como es debido, y ella no ha dicho nada. Pero en cierta forma, Draco se siente perdonado.
V
Ya no piensa tanto en ello, como en seguir adelante. Hay muchas deudas en su pasado, pero ninguna le pesa como antes le pesaba aquella. Ahora se centra en seguir adelante, en reconstruir los pedazos de su vida, como hacen todos después de la guerra, sin importar por cuál bando han peleado.
Tal vez por eso se obliga a ir a actividades como esa aburrida fiesta, y frecuentas a chicas como Astoria Greengrass, quien parece tener un interés serio de futuro con él. Cada vez le molestan menos las miradas desconfiadas de los otros, y su porte de suficiencia aumenta un poco más. No es como si él no supiera secretos de muchos otros por los que se tuvieran que avergonzar.
No da mayor importancia a esos eventos, aunque no deja de asistir cuando es invitado a alguno, porque ocurre con poca frecuencia y es su deber tratar de posicionarse de nuevo. Odia admitir que la intervención de Potter tiene que ver en ello, pero acepta asistir, esperando dejar de necesitar sus favores en cuanto se coloque de nuevo en el mundo mágico.
Así que está allí de pie, apoyado en la pared, escuchando sin prestar mayor atención a la cháchara incansable de Astoria y su hermana Daphne, cuando se ve obligado a levantar la mirada hacia la entrada del salón.
No puede explicar por qué lo ha hecho, pero es la misma conexión que le hizo detenerse hace muchísimos años, una mañana al entrar al Gran Comedor.
Ahí está ella. Acaba de entrar, del brazo de un tipo que había visto en Gryffindor y que también jugaba el Quidditch, pero no lo detalla ahora. Su mirada esta fija en Katie Bell, atlética, segura y sonriente, aunque su sonrisa tiembla cuando sus ojos se encuentran y ella se detiene.
-¿Draco? - escucha a su derecha la voz dudosa de su cita, pero no se voltea a verla. También ve que el acompañante de Katie le habla y ella niega con la cabeza.
-Voy al baño - dice en voz baja, y no se detiene a comprobar si Astoria asiente o si le sigue mirando extrañada. Sólo se aleja, rumbo a los servicios, y a medio camino voltea ligeramente la cabeza.
Sonríe de medio lado, cuando comprueba que Katie Bell, una vez más, lo sigue.