Notas mías: He leído Sirius/Bella, pero nunca me he sentido en condiciones de escribirlo porque no me nace simplemente. Sin embargo, lo hice para este regalo. Lamento no haber cumplido las peticiones, pero era superior a mi.
El primer recuerdo que tenía de ella era claro. Sus tíos habían llegado con sus primas y él había corrido a esconderse porque no quería que su madre le engominara el pelo y le pusiera túnicas incómodas para que estuviera presentable. Se había metido debajo del escritorio de la oficina de su padre y se tapaba la mano con la boca para evitar reírse al oír a su madre cada vez más ofuscada buscándolo por la casa.
Se llevó un susto de muerte cuando de repente una cabeza asomó en su escondite y dijo “¡te tengo!”.
Ella había reído con ganas al verlo palidecer. Él le había preguntado ceñudo cómo lo había encontrado.
-Aquí me escondía yo. - confesó su prima mayor - Será nuestro secreto.
Adoraba tener secretos con ella. Bella era la mujer más maravillosa que había conocido. Sí, porque su madre era una necia que siempre lo estaba atosigando con el cuento de la familia. Su prima Andrómeda era una niña que sólo sabía molestar, y Narcisa era una tonta presumida. Bella era diferente. Tenía una sonrisa deslumbrante, una risa fuerte y segura, unos ojos oscuros brillantes y llenos de vida.
La seguía por toda la casa cuando venía de visita. Era un niño de apenas 5 años, y su prima parecía entretenerse con él, a pesar de ser toda una muchacha de 14 años. Le contaba sobre Hogwarts y de cómo sería todo cuando él fuera a Slytherin, como ella. Le contaba sobre las bromas que hacía, las cosas que aprendía a hacer y cómo le daba su merecido a los que se metían con ella.
La adoraba, y ella se dejaba adorar.
Sin embargo, Sirius siempre había tenido un espíritu indómito. Le gustaba llevar la contraria a su madre y portarse mal. Conforme fue creciendo era menos un pequeño encantador y más un terrible chiquillo que cuidar. Sin pensárselo, la inclinación de Bellatrix se dirigió a su primo menor, siempre tan correcto y tranquilo.
A Sirius lo corroía la rabia al ver cómo su prima se dedicaba al menor cuando venía a la casa, así que se dedicó a hacer todo lo contrario que su hermano. Fue cuando empezó, sin ser conciente de lo que hacía, a llevar la contraria en todo. Bellatrix se reía de él y le llamaba tonto, pero tenía su atención garantizada.
Cuando ella salió de Hogwarts tenía un novio. Un chico de una familia sangre limpia llamado Rodolphus. A Sirius le desagradó en el acto. No podía haber un chico que se mereciera a su prima, menos ese tipo serio y estirado. Tampoco parecía que a su prima le fascinara demasiado. Ella sólo sabía hablar de un tal Lord Voldemort que había tomado de maestro.
A él tampoco lo quería Sirius. Parecía que le hubiera lavado el cerebro. Se lo dijo un día y ella se enojó muchísimo. Nunca antes le había gritado ni le había pegado como hizo entonces.
El mayor de los Black se había ido para su cuarto y no le había hablado más a su prima. Siempre que iba a su casa esperaba que lo buscara para disculparse pero nunca lo hizo, y su orgullo no le permitía acercarse.
Finalmente fue su turno de ir a Hogwarts. Entonces todo se dio vuelta cuando quedó en Gryffindor. Sin saber bien cómo, se había convertido en enemigo de su propia familia. Pronto empezó a verlo todo con otros ojos, y se dio cuenta de que los ideales de los Black eran crueles y retorcidos. Se horrorizó de las cosas que había oído decir en sus sobremesas y empezó a repudiar todo lo que tenía que ver con su familia.
Oh, pero no era fácil repudiarla a ella…
Seguía llegando a su casa como antes. El tiempo le había acentuado el aire de altivez que como Black siempre había tenido, y veía todo por encima del hombro, segura de su superioridad. Sabía que debía detestarla, pero ¿cómo podría? Era perfecta, y ahora que él había crecido sabía apreciar detalles que antes no significaban nada para él: lo redondeado de su pecho, la curva de sus caderas, lo moldeado de sus piernas… lo increíblemente seductora que era todo el tiempo. Peligrosa y seductora como una serpiente.
Ella lo sabía. Podía notarlo por la sonrisa maliciosa que le dedicaba cuando se acercaba. Estaba seguro de que lo provocaba al propio cuando nadie veía, y eso la hacía odiarla, pero no podía dejar de mirarla. Odiaba sus hormonas y su mente caliente de adolescente. ¡Rechazaba todo lo que ella era!
-¿Por qué lo haces? - le preguntó un día que se quedaron a solas frente a la chimenea de Grimmuald Place.
-¿Preferir a Regulus que a ti? Porque es mejor.
Sirius gruñó. Su hermano menor acaba de salir de la habitación después de recibir todo tipo de cariños por parte de su prima. También estaba seguro de que lo hacía frente a él para torturarlo.
-Sabes que no me refiero a eso.
Bellatrix se sentó en el sillón frente a él con las piernas entreabiertas.
La odiaba, era una maldita arpía…
-No sabes dirigirte a tus mayores Sirius. Eres un niño aún. ¿Cuánto tienes, 13 años?
-Quince - masculló él. Ella rió y se inclinó hacia él.
Maldito escote.
-Aún te comportas como un crío… uno malcriado que no sabe quedarse callado.
Sirius le sostuvo la mirada y ella sonrió con malicia.
-Eso me gusta. - susurró ella - Tienes el descaro necesario… la fuerza, la convicción… Eres un Black.
Le acarició la cara y él cerró los ojos con fuerza, como si así pudiera evitar oírla. Sin embargo tuvo el efecto contrario: la risa de Bellatrix resonó en sus oídos y la sintió deslizarse hacia él. Se había arrodillado en el piso frente a él, separando sus pies con las rodillas. Cuando abrió los ojos tenía los suyos justo al frente.
-Tu problema Sirius, es que estás del lado equivocado…
Tragó grueso al sentir una mano en su rodilla.
-Déjame en paz - masculló entre dientes. Ella rió de nuevo.
-¿Realmente quieres eso, Sirius? ¿Puedes resistirte a venir conmigo? Déjame traerte de vuelta…
Su mirada quemaba, igual que su respiración. Maldita Bellatrix, sabía cómo hacer eso.
Pero él también era un Black.
Tomó la mano de ella y la quitó de su pierna.
-Déjame en paz, Bella.
Ella se levantó de golpe, con los ojos refulgiendo de rabia. Un chiquillo de quince años la había rechazado. Su primo, un Gryffindor, la había rechazado.
-Esto no tiene vuelta atrás, Sirius.
-No quiero que la tenga - él la miró fijamente y ella negó.
-Eres un idiota. Ojala me toque a mí probártelo un día.
Se dio la vuelta y salió de la habitación. Sirius se recostó en el sillón agotado, tratando de respirar con normalidad de nuevo y que la cabeza dejara de darle vueltas.
Si había sido capaz de rechazarla a ella, sería capaz de todo.
No habría más pruebas como ella, lo sabía. Como ella no podía haber ninguna.