Ayer hice un descubrimiento maravilloso

May 04, 2009 22:54

Estaba tirada en la cama leyendo, mintiéndome a mí misma acerca de cómo leer ayuda a conciliar el sueño. Era Ryszard Kapuściński, su libro de poesía completa. Quizá mentiría si dijera que lo conocía como reportero, más bien ví su apellido polaco y me decidí a echarle un vistazo entre la amalgama de libros apilados. La idiosincrasia siempre gana su propio terreno sin esfuerzo.

Entonces pasé otra página, y me encontré con un título: Ámsterdam. Era un poema muy breve de cinco versos. Sonreí, cerré el libro y lo aplasté sobre mi pecho. Salté de la cama y me dirigí a mi estantería paupérrima de hacer veces de biblioteca personal, encontrando tras rebuscar brevemente aquel ejemplar de Michael Krüger. Un alemán, del cual me llamó la atención su portada escueta y su título Previsión del tiempo (Wettervorhersage).

Regresé a la cama, suspiré, ojeé y hojeé el libro hasta encontrar aquel poema: Visita en Ámsterdam.

Así que Kapuściński y Krüger se habían puesto de acuerdo para ser elegidos por mí en aquella librería, y recordarme en tono de noche mi dulce melancolía holandesa. Esa segunda casa que estaba a veintisiete minutos en tren.

Y cada cual hacía referencia al pasado, el presente, el futuro. Mis clases de polaco antes de irme a Utrecht, razón por la cual su apellido sobresalió entre tantos otros internacionales. Mi viaje a Ámsterdam por vez primera, y aterrizar con el culo en las escaleras mecánicas. Mi vuelo retrasado, mi paseo por el barrio rojo, el congreso del NIN en el que conocería a aquella vivaz pelirroja que trabajaba en Leipzig. Cómo ella me preguntó si podía sentarse en la mesa que elegí durante el almuerzo tras darme a mí misma por la congresista más autista de la historia. Y a partir de ahí el alemán, y la tarjeta del Max Planck, y la pequeña París. Y entonces aparece Krüger y termina de cerrar el círculo.

A veces leer ayuda a conciliar el sueño de pura sonrisa onírica.

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