Es extraño, pero no estoy nervioso.
Viniendo hacia acá, una hermosa mujer y su hija de siete u ocho años caminaban tres metros por delante de mí.
Edades, distancias, rutas y cuerpos que hablan.
-No debes preocuparte de que esté mal, o de que esté bien... Si lo sientes, debes hacerlo, ¿vale, Irene?
Y la hija, al escuchar estas palabras, ha asentido con la cabeza.
Pero, inconscientemente, se ha llevado la mano al estómago y se ha separado medio metro más de su madre, a su izquierda.
Cosas que intuimos como ciertas.
Cosas que sabemos burdas mentiras, pronunciadas únicamente para salir del paso.
-Joooooooooooder... Jota, tío, ¿se puede saber qué te ha dao? Menudo sartenazo... Me siento como el otro día, cuando me trinqué las tres botellas de...
Saco la sartén de nuevo.
Mi ángel calla y enciende la tele que no tenemos.
-¡Anda! -dice-. ¡Este anuncio aún no lo había visto!
Y en la tele que no tenemos, estática.
Y hubo un tiempo en que
suso_blues preguntó:
“¿Qué le produce más emoción: abrir un regalo o un sobre (que, se supone, contendrá una carta)? ¿por qué?”
Pues depende de quién sea el remitente, tanto con el sobre como con el regalo. Si el sobre es blanco y en el exterior puede leerse: “Gas Natural”, comprenderás que mucha, mucha ilusión no puede hacerme... Y si el regalo hace Tic-Tac y es mi ángel de la guarda quien me lo ofrece, salgo corriendo para ponerme a resguardo de la detonación inminente. Eso ni lo dudes.
-Pero si sólo lo hice una vez... Es que un primo mío guardaba al tipo aquel de la cantera, y como le sobraban un par de cartuchos de dinamita, me dije...
Empiezo a sacar brillo a la sartén.
-¡Uy, pero qué requetebién! ¡Si empiezan ya los TeleTubbies! ¡Taula, finestra, cirera! ¡Taula, finestra, cirera!
De todos modos, debo decir que... Siempre he sentido predilección por las cartas. Pero cartas-cartas. Mantengo correspondencia con dos o tres personas desde hace un par de años, y siempre siento el mismo cosquilleo en el estómago cada vez que recibo un sobre con remitente de New York, Alemania o Londres...
Distancias.
Cuando venía para acá, Irene, la niña pequeña, se ha girado para ver a quién pertenecían esos pasos ligeros en la retaguardia. Y era dolorosamente parecida a Noe (la “cartera” de Londres) cuando Noe tenía siete años o así...
Edades.
He acelerado el paso...
Rutas.
Y es curioso, pero ahora mismo me apetecería hablar con...