Careful (4/14)

Mar 21, 2012 22:36

Pairing: Kai/Ruki
Rating: R
Disclaimer: Not mine



El ruido sordo de la lluvia torrencial golpeando los cristales de la ventana es siempre un detonante para mis ensoñaciones.

A veces puedo lidiar con ellas, simplemente sumergiéndome y desapareciendo del mundo por algunos momentos. Normalmente cuando esto sucede, estoy recostado y con las frazadas cubriéndome por completo.

Regreso a la tarde de ayer, a mis pensamientos antes de que Kai me interrumpiera. Casi siempre pienso en él, o mejor dicho, no hay un instante en el que no lo esté pensando.

Pienso en sus ojos oscuros, en su piel bronceada, las manos ásperas pero prolijas, el pelo que siempre lleva desordenado. Pienso en su fuerza, la admirable fuerza que se transforma en centro de gravedad cuando está cerca de mí. Pienso en la vida que lleva... Las cosas que hace, y las que nunca lo veo hacer.

Pero lo que más me inquieta es que no sé nada sobre él. No sé qué clase de persona era antes de recluirse aquí en la montaña conmigo. No tengo conocimiento de las cosas que le gustan, las que le molestan; no sé si alguna vez ha ido a la cárcel o se ha visto envuelto en una pelea callejera; nunca le he oído hablar de padres o novias.

Tampoco sé si quisiera hablar conmigo de todo aquello.

Me hundo más profundo entre las mantas; de repente varios escalofríos recorren mi columna. Aprieto fuertemente los ojos, tratando de mantener la consciencia - odio que suceda esto, lo odio.

Con los dedos entumecidos, toco mi cuello. El pulso está agitado, lo siento golpear firmemente bajo mi quijada. De seguro estoy pálido como un papel, no puedo verme porque no hay luz, pero siento el mareo haciéndome escocer los ojos, y una sensación placentera me embarga como una ola enorme, engulléndome.

Con la respiración agitada, trato de no gemir, aunque muero por hacerlo. Cruzo los brazos, me vuelvo una bolita temblorosa.

A veces, pensando en Kai, me excito así, fuertemente. Y las imágenes mentales de él, recorriendo mi cuerpo con sus manos fuertes permanecen en mi cabeza sin que pueda hacer nada para quitármelas.

Son alrededor de las seis de la tarde cuando escucho aquel sonido extraño. Al principio, con el retumbar de los truenos y el agua, es imposible distinguirlo, pero a la segunda vez me pongo de pie y me acerco a la ventanal que da al frente de la casa.

Se escucha como una sierra eléctrica en el medio del bosque, pero es completamente imposible en un día como éste. Agudizo el oído, pero un trueno particularmente fuerte resuena en el cielo y por unos instantes quedo aturdido.

Afuera casi no hay luz, el cielo está por completo encapotado y el diluvio reduce considerablemente la visibilidad.

Momentos más tarde, la sierra eléctrica regresa con más fuerza, y esta vez distingo un haz de luz en la entrada del camino: una sombra amorfa y negra que derrapa junto al porche haciendo alarde de un gran estruendo.

No es una sierra eléctrica, es un motociclista.

La enorme máquina es negra y brillante, como el alien de la  película, con sectores cromados que parecen largos miembros de mantis flexionados. La persona que desmonta de ella está completamente vestida de negro, con guantes, chaqueta y botas de cuero. El casco hace juego con el vehículo, y por un instante, me retraigo en la penumbra de la casa. No me resulta de fiar, aunque inconscientemente rebusco en el bolsillo para sacar las llaves.

Observo sigiloso mientras camina por el frente de la casa, llevando un gran bolso de cuero al hombro. Está empapado, y el agua reluce débilmente sobre las superficies impermeables de su ropa.

‘¡Yutaka-san!', lo oigo llamar mientras golpea la puerta. No reconozco la voz ahogada por el casco.

Pero llueve demasiado y mis modales no me permiten dejar a una persona ahí fuera por mucho tiempo. Sin pensarlo más, abro la puerta luego de echar llave en tres cerraduras; el extraño motociclista se sacude y limpia la suela de las botas en el felpudo, dejando el bolso a un lado.

Sólo noto que seguimos a oscuras cuando atina a quitarse el casco, y rápidamente extiendo la mano buscando el interruptor. Por las noches, no solemos encender muchas luces, y mucho menos la del vestíbulo, que es totalmente inútil. Tengo que palpar para hallar el switch.

Cuando se hace la luz, me encuentro con el sujeto más extraño del mundo, observándome sonriente.

Una increíble pesadez me abruma. El poderoso orgasmo que acabo de tener en la bañera es el cuarto en una hora; pero es que no puedo controlar las reacciones de mi cuerpo cuando se trata de Kai. Es como encender un mecanismo: hasta que no completa su ciclo, no puede apagarse.

Aún así, exhausto y drenado de mi poca vitalidad, seco mi cuerpo y me visto. Hace unos momentos escuché que alguien, probablemente Takashima-sensei, golpeaba la puerta de entrada.

El espejo me devuelve mi imagen irreal. Pelo castaño desteñido y quebradizo, labios cerúleos y partidos, tez enfermizamente blanca, y adornándolo todo, un rostro sin expresión. Parezco una toalla colgada en un gancho, si pasas muy rápido por al lado, no notas que estoy allí.

Juntando voluntad, e inhalando fuertemente para luego exhalar un largo suspiro, abro la puerta y me dirijo a la cocina, donde puedo escuchar murmullos leves.

‘Ruki está en el baño, pienso. Pronto saldrá. Es que creíamos que ya no vendría por el diluvio, y dejamos de esperar', explica Kai. Me detengo un momento tras el umbral, sin saber bien por qué. Quiero escuchar la voz del doctor antes de ver su cara, supongo, aunque no creo que esto haga que me cohíba menos. No se hace esperar, una voz juvenil y cristalina responde enseguida:

‘Siempre cumplo con mis pacientes. Es lo ideal para poder establecer buenos vínculos de confianza, que es lo primordial en mi área.' Suena como si se detuviera a tomar un sorbo de algo. Luego sigue. ‘Si yo le dijera a un paciente, "Vendré el miércoles sin falta" y luego no lo cumplo, cuando en una situación de emergencia necesite ayuda sólo se le ocurrirá pensar: "No, si este tipo no acude en los horarios pautados, ¿cómo puedo confiar en que me ayudará?" Ya ves. Es cuestión de mantener la palabra', concluye animadamente.

‘Tiene sentido', responde Kai. Su tono es imposible de dilucidar, como siempre.

Decido que es momento de dejar las chiquilinadas y entrar. De todos modos, no es como si tuviera escapatoria alguna. Acomodo las solapas de mi largo saco y finalmente salgo a la luz de la cocina, pero la imagen que se me presenta allí es por demás bizarra.

Kai está reclinado sobre la mesada, con una camiseta blanca de mangas arremangadas que dejan al descubierto la totalidad de sus brazos torneados (me invade un ligero arrepentimiento por las cosas que he imaginado minutos antes, pero lo ignoro), y en la pequeña mesa para dos que hay justo enfrente se encuentra sentado un joven alto, por demás atractivo, vestido de cuero y con largos cabellos rubios que se desparraman sobre sus hombros con la fluidez propia de un comercial de champú. Ambos interrumpen su conversación para mirarme atentamente, y el rubio esboza una sonrisa amable que le ilumina todas las facciones.

‘¿Te encuentras bien?' La pregunta de Kai es rutinaria pero nunca suena como costumbre. Sonrío como puedo.

‘Estoy bien. Mucho gusto, Takashima-sensei, ¿verdad?'

El aludido se incorpora rápidamente e inclina la cabeza. ‘Takashima Kouyou, mucho gusto en conocerte. Por favor, llámame Uruha.'

‘¿Uruha?' pregunto, confundido. Él vuelve a reír, y encuentro que cuando lo hace es fantástico mirarlo.

‘Soy una persona joven', explica. ‘No me gusta ser llamado por mi nombre de pila, o como sensei. Me avejenta innecesariamente. Mis amigos y mis pacientes (que vienen a ser lo mismo) me llaman Uruha. Es un apodo.' Se acerca a mi lado y me observa, luego corre una silla y me indica que me siente. ‘Por favor, Ruki-san. Toma asiento, te ves pálido.'

Obedezco y me acomodo en la silla sin chistar. Durante este tiempo, Kai se ha dedicado a hervir agua y prepara los pocillos del té.

‘Siempre me veo así', contesto. ‘Incluso cuando hace mucho calor y hay sol. Lamento que tenga que verme con esta facha...'

‘¿Facha?', interrumpe, divertido. ‘A mí me parece que estás muy bien, porque estás como quieres. Si tuvieras ganas de verte diferente, podrías hacerlo. Muchas gracias.' Toma el pocillo de té que Kai le ofrece y le da un sorbo. Justo cuando observo que en una punta de la mesa hay un vaso vacío, Kai alarga un brazo y lo levanta, nos da la espalda y se dispone a enjuagarlo en el fregadero.

Uruha prosigue.

‘Sé que nunca has visitado a un psicólogo, aunque te lo han recomendado varias veces. Siempre te niegas. ¿Qué cambió esta vez?'

‘Matsuyama-sensei no dio muchas opciones, realmente...', me apuro a contestar. Mis ojos siguen a Kai mientras éste abandona discretamente la cocina, dando a entender que éste es mi momento para conocer a mi nuevo terapeuta. Me inquieta un poco.

‘Pero en ocasiones anteriores, no creía necesitarlo. Nunca me he sentido particularmente deprimido como para pedir esa clase de ayuda. Bueno, quizá un poco al principio... Pero luego pasó. Me mudé aquí, conocí a Kai... Y rehíce mi vida. Ahora no hay factores de estrés, ni cosas que me molesten, o que me duelan... Cada tanto veo a mi familia, se cercioran de que todo está en condiciones, y ya. En eso consisten mis días.' Ni bien acaba mi perorata, me doy cuenta de dos cosas: jamás hablo tanto de un tirón, y jamás miento tanto en un lapso tan corto. Inmediatamente me siento avergonzado de mí mismo.

Uruha, por su parte, me mira con intensidad. Cuando comprende que ya no diré más nada, acerca el pocillo a los labios, bebe largamente, y lo vuelve a apoyar con cuidado sobre la mesa. A continuación, sonríe. Le devuelvo la sonrisa.

‘Tenemos mucho, mucho de qué hablar', concluye. ‘Comenzaremos por tratar de poner en palabras todo lo que tus ojos acaban de decir sin que lo notes.'

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