Nunca me había fijado en la cantidad de chicles que decoraban el techo de la sala de ensayo. La verdad, era algo que llamaba la atención una vez que te daba por levantar la cabeza. Queriendo hacer la prueba, escupí mi chicle de fresa ácida en la palma de mi mano y me incorporé del machacado sofá del rincón. Lo tire de cucharón con toda la fuerza
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