Fotogramas que enseñan tu vida

Mar 21, 2010 22:42

Fandom: Original
Pairing: Agnès/Laia, Sofía/Alicia
Rating: NC-17
Notas: Para neyade, porque aunque haga carteles por amor al arte y no pida nada a cambio una puede evitar aunque sea intentar compensar. Tenía parte del fic escrito hace tiempo; de hecho, es lo que escribí inicialmente para the yuri project por encargo de malena_sama; sin embargo, por alguna razón no acababa de tener fluidez, así que acabé escribiendo otra cosa y dejando esto apartado. La semana pasada m_mago me propuso la interesante idea de escribir historias que tuvieran como punto en común La Guarida, un antro de ambiente lésbico que aparecía mencionado en esta historia. No había modificado tanto una historia antes, pues acostumbro a escribir más bien de un tirón, así que no estoy muy segura del resultado, pero era o publicarlo de una maldita vez o borrarlo de la carpeta. Advierto de que tiene sexo muy explícito, luego no quiero quejas. El título es parte de la letra de la canción "Fotogramas", de Iván Ferreiro.



Es una de esas historias que a la gente le gusta escuchar en La Guarida. Quizás es porque es distinto a lo que se oye habitualmente en ese lugar. Con más dosis de romanticismo y menos sexo desenfrenado con gente de la que no conoces ni su nombre completo, con un final feliz y no una cama abandonada tras un orgasmo vacío. Es una historia de esas que les gusta ver en series y de las que se escriben libros que devoran por la noche solas en sus camas.
Cuando las miran no ven sólo a Laia y a Agnès, ven todo lo que les gustaría tener, ven las sonrisas cómplices y los cuerpos que se amoldan con la facilidad que da la rutina.
Alicia las mira de forma un tanto ausente desde la barra en la que sirve y echa una ojeada rápida a Sofía, que bebe su cerveza en silencio esperando que Alicia termine su turno para irse a casa. Se pregunta si algún día tendrán algo así.
Normalmente Alicia no sirve en las mesas, pero Laia y Agnès son clientas habituales y a Alicia le caen bien. Podría decirse incluso que son amigas. Ese día hay poco trabajo, así que Alicia, aburrida como está en la barra y con Sofía teniendo uno de esos días en los que parece necesitar beber en silencio, se acerca a retirarles las botellas vacías que acumulan sobre la mesa y a preguntarles si quieren algo más.
Mientras camina hacia su mesa no puede evitar observarlas y sonreír. Ese día están con una amiga. Berta, cree que se llama. Ha venido un par de veces y aunque es una chica del montón Alicia no ha podido evitar fijarse en lo atractiva que es cuando se ríe. Lo piensa justo en ese momento cuando ve que las tres se están riendo de algo que Agnès ha dicho. Después, parece que ésta le toma el pelo ligeramente a Laia, que finge sentirse ofendida pero no se aparta cuando Agnès la besa con suavidad. Alicia no puede evitar sentirse un poco acosadora al observar algo tan íntimo.
Les sonríe al llegar y les pregunta en tono amable si quieren beber algo más.
-Ya hemos bebido bastante, creo yo- ríe Laia.
-Eso será tú, guapa, que te ríes por todo- dice Agnès.
-Eres tú la que se ríe por todo- exclama Laia.
Berta se ríe mientras las observa discutir cariñosamente y niega con la cabeza como disculpándose ante Alicia.
-La verdad es que las dos parecíais bastante divertidas- dice Alicia tratando de darles la razón a las dos.
-Es que estábamos hablando de lo mucho que nos gusta la fotografía- dice Agnès aún medio riéndose.
A Berta se le escapa una carcajada y aunque Alicia se siente como si le estuvieran tomando el pelo no puede evitar preguntar:
-¿Sí?
Aunque lo pregunta con educación está claro que está algo molesta porque le da la sensación de que se están riendo de ella.
-Dejad de tomarle el pelo- regaña Laia con indulgencia.- En realidad hablábamos de que la culpable de esto- dice señalándose a sí misma y a Agnès- es una foto.
-Y ella- añade Agnès señalando a Berta.
-A mí no me metáis en esto- ríe Berta con ligereza.- Yo no hice nada.
-No trates de quitarte culpa- dice Agnès con una sonrisa.
-Dirás mérito- rebate Laia.
Agnès y Laia se enzarzan en una discusión cariñosa sobre el tema (“he dicho lo que quería decir” “más te vale que retires eso” “¿qué puede pasar si no?” “atente a las consecuencias”, risas de las dos) mientras Alicia acaba de recoger la mesa y, mirándolas con curiosidad, dice:
-Siempre me había preguntado cómo os conocisteis- comenta Alicia casi para sí misma.- ¿Las presentaste tú?- pregunta a Berta.
Ésta parece dispuesta a contestar, pero justo en ese momento Agnès y Laia terminan la discusión y no le da tiempo a hacerlo.
-En realidad nos conocemos desde pequeñas- aclara Agnès.- Dios mío- ríe a continuación mirando a Laia,- te he visto en pañales y aún así te sigo queriendo. Eso debe de ser verdadero amor- dice con un tono burlesco que no consigue camuflar el cariño.
-Fuimos juntas a la guardería- explica Laia a Alicia.
-A la guardería, al parvulario, al colegio y al instituto- dice divertida Agnès.
-Joder- exclama Alicia.-¿Y cómo acabasteis juntas?- pregunta al final rindiéndose a su curiosidad.
Agnès y Laia se miran y no pueden evitar estallar en carcajadas. Berta sonríe suavemente y toca suavemente el antebrazo de Alicia como disculpándose por la actitud de sus amigas.
-Es una broma privada- dice Berta.- Que te explicarán en cuanto se les pase la risita- le dice a Alicia con una sonrisa-, porque os estáis comportando como si fuerais unas maleducadas con esta chica tan maja.
La última parte de la frase la dice mirando fijamente a sus amigas y apoyando la mano en la parte baja de la espalda de Alicia.
Justo entonces Laia se percata de la mirada ceñuda que les dirige Sofía desde la barra, con lo que no puede evitar reírse aún más fuerte.
-Te explicamos la historia en la barra, anda, no vaya a ser que a tu novia le dé algo- dice Laia sin poder evitar la chanza que se cuela en su tono ante la mirada interrogante de Alicia.
-Sofía no es mi novia- dice ésta con rapidez mientras se aparta de la mano de Berta.
-Pero ni siquiera has preguntado a quién se refería- exclama Agnès riéndose escandalosamente.
Berta mira a Alicia incrédulamente, después mira a Sofía, que la mira fijamente desde la barra, las mira a las dos alternativamente y cuando comprende lo que está sucediendo le falta tiempo para disculparse.
-No era mi intención- dice completamente sonrojada-. Yo no… Yo ni siquiera
Tartamudea un poco y se pone aún más roja mientras trata de explicar que ella es total y completamente hetero; por fortuna, Alicia parece entenderla sin que tenga que decir nada más y le sonríe como tranquilizándola.
-Vamos a la barra, anda- sugiere Laia indulgentemente tratando de cortar la situación incómoda que se ha formado-. Tú mantienes contenta a tu novia y a tu jefe y nos invitas a cerveza.
A Alicia le parece un buen plan, así que se sientan en la barra junto a Sofía, que las mira de forma un tanto curiosa y que sólo parece dejar de fruncir el ceño cuando Berta explica un poco atropelladamente y más sonrojada de lo que ha estado en la vida que ella no tiene ningún tipo de interés en Alicia.
-Gracias, hombre- ríe Alicia.
-No, si no es por ti, es que no me gustan las chicas de ese modo, ya sabes- dice tratando de arreglar la situación.
-Qué típico- corta a Berta Agnès-. No es por ti, es por mí. Podías haber buscado una excusa mejor.
-Si me fueran las chicas probablemente me gustarías, ya sabes- continúa Berta-. Eres muy guapa y muy simpática y...
Algo en la mirada de Laia le advierte a Berta que es mejor no seguir con lo que está diciendo, pues Sofía vuelve a mirarla con suspicacia y tiene la sensación de que más que arreglar las cosas las está empeorando.
Alicia se ríe y hace un gesto con la mano restándole importancia, ante lo que Berta vuelve a respirar de forma normal. Sofía mira a Alicia de forma interrogante, como preguntándole con la mirada qué es lo que hacen todas allí. Laia no le da tiempo a Alicia a explicarlo y le dice a Sofía que van a explicar la historia de cómo ella y Agnès empezaron a salir juntas.
-¿Y qué pinto yo en todo esto?- pregunta Sofía de forma un tanto agresiva.
Cualquier otra persona se hubiera achantado un poco ante el tono, pero Agnès no es cualquier persona y lo borde que es Sofía le resulta más gracioso que otra cosa. Además de que nadie le habla así a su novia.
-Bueno, no nos quitabas ojo y parecías estar muy pendiente de la conversación, así que hemos pensado que igual te interesaba oír la historia.
Agnès no puede evitar pincharla un poco y sonríe abiertamente cuando Sofía se sonroja notablemente. No puede evitar que se le escape un poco la risa y cuando Sofía sonríe aceptando la derrota Agnès decide que esa chica le cae bien. Le calcula más o menos su misma edad aunque tiene una mirada un tanto triste y rota que no debería tener nadie tan joven.
Los botellines de cerveza al chocar contra la madera de la barra interrumpen el escrutinio al que Agnès está sometiendo a Sofía.
-Yo he cumplido mi parte del trato- sonríe Alicia.
-Todo empezó con una foto- empieza Laia.
-Que yo hice- continúa Berta.
-Pero empezad por el principio de verdad- las corta Agnès.
-Todo empezó en Blancanieves, una guardería que había en…-empieza Laia.
-Serás gilipollas- se ríe Agnès cortando el relato.
-Creo que quizás debería empezar a contarlo yo- dice Berta.
Agnès y Laia asienten y se preparan para oír el relato como si no supieran de qué va pese a que se trata de su propia historia.

****

Tenían dieciocho años y acababan de terminar bachillerato. Era el día de sus orlas y estaban celebrándolo en un local que habían cerrado exclusivamente para su curso.
Llevaban bebiendo desde las ocho y pico de la tarde y a esas alturas estaban total y completamente borrachas.
Las burbujas se les habían subido a la cabeza y tenían la sensación de que el mundo estaba en sus manos.
Empezaba el resto de sus vidas.
Era una sensación embriagante.

Habían empezado a beber en el pequeño piscolabis que se hacía después de la ceremonia con padres y profesores. La reunión estaba regada con abundante cava y consideraron que era su deber hacer un buen uso de él.
Ya no pararon de beber.
Una vez en la cena, las copas regaban anécdotas haciéndolas mucho más graciosas de lo que eran y las botellas se terminaban sirviéndose unos a otros con el objetivo de no ser los únicos ligeramente contentos. Vaciaron tantas botellas que perdieron la cuenta.
Para cuando llegaron a la discoteca, estaban total y completamente borrachas.
Había barra libre.

Un par de horas después el ambiente apestaba a alcohol y Berta estaba segura de que si alguien le hiciera un análisis de sangre lo único que encontraría sería unas cantidades ingentes de cava en ella. Estaba tan borracha que apenas podía caminar con los zapatos que llevaba, que, como los de la mayoría de chicas de su clase, tenían un tacón de vértigo. Harta de tener la continua sensación de querer amputarse los pies se decidió a quitarse los zapatos.
Al meter los zapatos en el bolso descubrió en él la cámara de foto que olvidada ahí desde la cena, así que decidió ir a buscar a sus amigas y dejar constancia de lo bien que lo estaban pasando la noche de su graduación.

Recorrió el local en busca de su grupo de amigas y las encontró en un rincón espatarradas en unos sofás como si no pudieran más con su alma (que era de hecho lo que les pasaba). Hicieron un par de fotos en las que sonrían y hacían muecas a la cámara sacando la lengua y tratando de poner caras graciosas, sacaron otro par luciendo un poco más serias y volvieron a la animada conversación que estaban teniendo antes de que la cámara apareciera por allí.
Berta se sentó descuidadamente en uno de los brazos de un sofá mientras miraba las fotos que se habían sacado a lo largo de la noche y escuchaba la conversación que el resto mantenía. Al pasar las fotos se dio cuenta de que hacía bastante rato que no veía a algunas de sus amigas, así que, disculpándose con un gesto por interrumpir la conversación, preguntó:
-¿Y Agnès y Laia?
-Se han quedado bailando. Han sido listas y no llevan mucho tacón; el resto estamos muertas- explicó Gemma con rapidez antes de volver al tema de conversación anterior.
Berta asintió pensativamente y, no demasiado interesada en el tema que estaban tratando, fue en su búsqueda.

Aunque no tardó demasiado en localizarlas con las indicaciones de sus compañeros de clase, tardó un rato en acercarse a ellas, pues la gente la iba secuestrando por el camino y ella se dejaba secuestrar. Las veía desde lejos bailando muy animadas y probablemente borrachas.
Cuando finalmente se acercó a ellas no tardaron en convencerla para hacer una coreografía totalmente ridículas y casi sin darse cuenta acabó bailando un par de canciones más, y eso que a Berta no le gustaba demasiado bailar. Siempre la convencían para hacer cualquier cosa.
-¡Venga, va! ¡Que os hago una foto!- les gritó por encima de la música.
-Vale, venga.-dijo Agnès.
-Jodeeer.-rezongó Laia.
-¡Sólo una!-dijo Berta con algo de súplica en la voz.-Os la hago a las dos juntas y ya está, va. ¡Además acabáis de hacerme bailar! ¡No me podéis hacer ese feo!
-¡Sabes que odio las fotos!-argumentó Laia.-Además, cuantas más fotos me hagas menos van a valer en el mercado cuando me haga rica y famosa- trató de convencerla a la desesperada.
-¡No te hagas de rogar!- dijo Agnès mientras le cogía de un brazo y trataba de acercarla a ella para darle un pico.
Laia se rió con una carcajada etílica e intentó negar con la cabeza, pero no opuso resistencia cuando Agnès colocó una mano tras su nuca y pegó sus labios a los de ella.
-¡Pa-ta-ta!-dijo Berta sin apenas inmutarse, acostumbrada a que sus amigas posaran muchas veces así.
Sacó un par de fotos seguidas y cuando se quitó la cámara de la cara Agnès y Laia seguían no sólo con los labios pegados sino dándose un morreo con todas las de la ley.
-¡Que la foto ya está hecha!
Pero ninguna de las dos parecía estarla escuchando y en cambio toda la gente que había a su alrededor parecía haberse girado ante su grito.
-Agnès. Agnès.-dijo arrastrando las es.
-Laia.-intentó ante lo infructuoso de su intento.
Pero parecían demasiado ocupadas metiéndose la lengua hasta la campanilla una a la otra.
Al final, viendo que estaban montando un espectáculo y que todo el mundo a su alrededor las estaba observando, Berta se decidió a separarlas no sin algo de reticencia.
-Os estaba mirando todo el mundo.
Agnès y Laia se rieron y la animaron a seguir bailando como si no hubiera pasado nada. Como si no tuviera más importancia.
Berta supuso que lo habrían hecho alguna otra vez borrachas y decidió imitar a sus amigas y no darle más importancia.
Al cabo de unos minutos Berta tenía las plantas de los pies destrozadas y los pies descalzos se mojaban continuamente con restos de bebidas caídas y no era algo que le entusiasmara precisamente, así que decidió ir a sentarse con el resto de sus amigas.
-Vuelvo en un rato- gritó.
Agnès y Laia asintieron y siguieron bailando. Berta se abrió paso entre la multitud y se fue en búsqueda de un hueco de sofá en el que sentarse y una copa que beberse que le calmara el dolor de pies y le hiciera olvidar que estaba descalza en ese suelo lleno de mierda.

Cuando volvió al cabo de un rato no las vio por ninguna parte.
Se habían esfumado.

****

-Y ahí termina mi parte de la historia- dice Berta encogiéndose de hombros.
-¡Pero te has saltado un cacho!- se queja Agnès.
-Yo he explicado lo que yo viví, no puedo explicar lo que pasó mientras yo estaba con éstas en los sofás porque no estaba allí- replica Berta mientras rebusca en sus bolsillos desesperada por algo que fumar.
-Pero sabes lo que pasó- afirma Laia.
-Sí- responde Berta haciendo una pausa para dar una calada larga al cigarrillo que sostiene entre sus dedos-, pero lo sé porque me lo contasteis vosotras después- finaliza-. Creo que lo mejor sería que lo explicarais vosotras.
Berta parece reparar por primera vez en el botellín de cerveza que tiene delante y le da un trago tratando de aliviar la sequedad de boca que le ha dejado el hablar durante tanto rato.
Laia y Agnès también beben en silencio, como recordando lo que pasó esa noche.
-¿Y bien?- rompe el silencio Sofía impaciente-. ¿Nadie piensa explicarnos cómo acabó la cosa?
-¿No era que no te interesaba?- la pica Agnès.
-No está bien eso de dejar a la gente a medias- responde Sofía con una sonrisa depredadora.
Agnès no puede evitar sonrojarse ante la intensidad de la mirada de Sofía y alza las dos manos como dándose por vencida. Laia ríe con naturalidad y Alicia no puede evitar la sonrisa cariñosa que se cuela en sus labios.
-¿Lo cuentas tú?- pregunta Laia a Agnès.
-Juntas- responde Agnès.
Laia asiente y da un trago de cerveza mientras piensa cómo seguir con la historia. Agnès se adelanta.

****

Agnès mide apenas metro y medio, lleva el pelo por los hombros teñido de un color rubio claro y lo lleva siempre recogido. Tiene ojos azul claro y siempre parece saber lo que estás pensando. Sus amigas la describen como una ninfómana descarada y ella se limita a seguir cambiando de chico como quien cambia de peinado y a reírse ante los comentarios de sus amigos.
Se la pela lo que piensen.
Laia es su mejor amiga. Es un poco más alta que ella y es una hippie con demasiada pasta para serlo. Tiene un piercing en el labio y las orejas llenas de agujeros. Lleva el pelo teñido de pelirrojo y suele llevarlo en dos trenzas desaliñadas sobre las que caen mechones desordenados. Lleva gafas de pasta negras y siempre parece estar aburrida de encontrarse dondequiera que esté y de mal humor constante.
No lo está. Es así.
Se conocen desde que tienen tres años y son mejores amigas desde entonces.
Ambas son total y completamente heterosexuales.
O eso se supone.

****

-A mí no me pareces de mal humor constante- dice Alicia con sinceridad.
-Digamos que he madurado- ríe Laia con buen humor-. Pero sí- aclara-, tuve una adolescencia difícil.
-Dios, eras tan hippie- se ríe Berta recordando-. Casi ni me acordaba.
-Y tú vestías como una niña de mamá- ataca Laia sin perder la sonrisa.
Berta sonríe y asiente concediéndole la razón.
-Y yo era una pija- finaliza Agnès antes de que alguien lo diga por ella.
-Y miraos ahora qué normales- finaliza Sofía con un punto de divertimento en la voz.
-Sigue, anda- insta Agnès a Laia.

****

Esa noche las dos llevaban un vestido largo y tremendamente pijo, “como exigen las convenciones sociales”, dijo Laia con una sonrisa. El de ella era color negro y le llegaba un poco por debajo de las rodillas. El de Agnès era azul y negro y le hacía juego con los ojos.
Ese día Laia se había puesto lentillas y Agnès se había dejado el pelo suelto.
Ambas estaban muy guapas.
“Pues como todo el mundo”, dijo Laia cuando Agnès se lo hizo saber nada más verla.

Se habían bebido entre las dos la mitad del puto río Nilo, estaban en ese momento en que todo les parecía graciosísimo y bailaban cualquier mierda que les pusieran. (Lo que por cierto era la gran mayoría).
Cuando Berta apareció y les hizo la foto hicieron lo que hacían siempre: sonreír, provocar, juntar los labios y esperar el flash.

Pero cuando juntaron los labios esta vez fue distinta de las demás. Quizás fue el alcohol o quizás fueron los vestidos o quizás fue simplemente que algún día tenía que pasar; pero una de las dos abrió la boca y lo demás vino solo.
Cerraron los ojos y había una lengua en su boca y se sentía bien y suave y bien y se besaban como si el tiempo se les fuera a escapar y podrían haber estado así para siempre si Berta no las hubiera separado.
En el momento en que separaron los labios fue como si se hubieran dado cuenta de repente de lo que estaban haciendo y dónde, se sintieron confundidas y algo abrumadas por lo que acababa de pasar, así que, siendo como eran decidieron hacer como que nada había pasado y seguir bailando.
La situación cambió en cuanto Berta se fue.

No saben cuál de las dos empezó o si fue siquiera algo hecho expresamente o se inició con un roce casual, pero cuando quisieron darse cuenta estaban bailando cada vez más cerca y más pegadas. Empezaron a rozarse de forma que pretendía ser casual y ambas sabían no lo era, se respiraban de forma que podían oler el alcohol en el aliento de la otra y hubiera bastado moverse apenas unos centímetros para juntar sus labios, se miraban con intensidad tratando de que fuera la otra la que diera el primer paso. Fueron los minutos más largos de sus vidas.
-Necesito ir al baño,-se rindió finalmente Agnès sin poder soportarlo más-, ¿me acompañas?
Laia asintió con efusividad y prácticamente corrieron hasta el aseo más cercano.
No recuerdan haber estado más calientes en su vida.

Cuando entraron al aseo precipitadamente saludaron a sus compañeras de clase sin apenas reparar en quiénes eran. Se metieron en un cubículo juntas con rapidez y apenas habían terminado de trancar la puerta cuando ya se estaban besando.
Laia se preguntó si a sus compañeras no les habría parecido raro que se metieran juntas al baño, pero Agnès estaba subiéndole el vestido con la punta de los dedos y colando las manos por debajo con ansiedad y decidió que le daba igual. (A Agnès le dio igual desde el principio, pero no, no les había parecido raro; al fin y al cabo eran mejores amigas y Agnès era conocida por tirarse a un tío tras otro).
Se besaban de forma ansiosa y Laia pensó que nunca jamás un tío había hecho que sintiera ese cosquilleo en el estómago ni ese temblor en las piernas. También pensó que se estaba clavando el pomo de la puerta contra la espalda y que Agnès tenía las manos heladas.
Cuando se separaron para coger algo de aire Agnès la miró de forma anhelante y Laia supo en ese momento que no iba a poder sacarse esa mirada de su mente jamás.
-Siempre he querido probar con una tía- dijo Agnès de repente-. Me alegra que seas tú.
Laia asintió y se dejó besar otra vez. Agnès fue bajando y Laia apoyó la cabeza contra la puerta, cerró los ojos y se dejó hacer.
Notó la lengua ávida de Agnès en la piel sensible bajo la oreja y sintió un hormigueo recorrerle el cuerpo y tuvo que reprimir un jadeo. Agnès fue dejando un trazo de humedad por su cuello y Laia tuvo que hacer verdaderos esfuerzos por no gemir.
Cuando Agnès chupó ligeramente sobre el ángulo que forman la clavícula y el cuello, Laia estuvo casi segura de que le iba a quedar ahí una marca que no iba a poder disimular de ninguna manera. Aún así no protestó. No le importaba en absoluto siempre y cuando Agnès siguiera haciendo eso. Abrió los ojos cuando dejó de notar la lengua húmeda contra su piel y se encontró con la mirada azul de Agnès, que la miraba fijamente mientras se agachaba y le levantaba la falda.
-¿Estás segura?-preguntó.
-Joder, sí.-respondió Laia.
No había estado más segura de algo en su vida. No se trataba de una cuestión de decisiones, de sopesar los pros y los contras y escoger con seguridad, era simple y pura necesidad. Si Agnès no hacía algo con ella en ese momento (y con hacer algo se refería a cualquier cosa que aliviara el tremendo calentón que llevaba encima) le iba a dar algo. Simple y llanamente. O hacía algo con eso que sentía o se podía dar por muerta porque eso no se podía soportar.
Agnès se rió ante la expresión de ansiedad de su cara con una risa grave que Laia era la primera vez que oía y metió la cabeza bajo la falda de Laia.
Después de eso Laia dejó de pensar en necesidades y decisiones y cualquier cosa con un poco de coherencia en general.

Siguió pensando, claro está; pero sus pensamientos se reducían a: “joder, Agnès” y “dios, sí” y “joder, joder, joder”. Notó la lengua de Agnès caracolear y estaba húmeda y caliente y se movía de una forma que… “joder, ¿dónde habrá aprendido eso?”.
No sabría decir cuánto tiempo Agnès estuvo bajo su falda, pero Laia lo recuerda como demasiado corto y a la vez tremendamente largo. No tiene noción del tiempo y si le preguntaran no podría ni hacer un cálculo estimado, pero recuerda con precisión quirúrgica la sensación de tener la lengua de Agnès presionando contra ella y aliviando un poco pero a la vez haciendo el cosquilleo aún más intenso y la ansiedad en el abdomen más desesperada, recuerda el roce del pelo de Agnès contra su muslo y que estaba suave, recuerda como cuando empezó a perder el control sobre su propio cuerpo Agnès le cogió de la mano sin parar ni un momento de presionar los puntos indicados y haciendo que Laia cerrara los ojos en un intento de controlar sus propias sensaciones.
Llegó un momento en el que a Laia le dio la sensación de que sus dedos se iban a agarrotar y que sus piernas no iban a poder aguantar su peso. Su cuerpo se llenó de espasmos y se sintió palpitar y notó la sangre agolparse incluso en la punta de los dedos. Le dolía el cuello de mantenerlo en tensión y tardó un buen rato en recuperar un ritmo de respiración normal y en abrir los ojos.
-Joder- concluyó aún jadeando.
Agnès salió de debajo de su vestido con una sonrisa pícara y mirándola de una forma que hizo que Laia volviera a sentir un poco de anhelo en la parte baja del abdomen.
Cuando Agnès se limpió la boca con el dorso de la mano Laia no pudo resistir el impulso de besarla empotrándola contra la pared.
-Deja de provocarme- dijo de forma que pretendía ser amenazante y sólo sonó ansiosa-. Deja de provocarme- repitió-. Te vas a enterar de lo que soy capaz.
Agnès se rió y jadeó de forma ahogada cuando Laia le mordió el pezón con brusquedad por encima del vestido.
No podía esperar a enterarse de lo que era capaz Laia Font.

Salieron bastante rato después con el pelo revuelto y los vestidos aún medio descolocados. Se arreglaron ante el espejo mirándose con complicidad y se sonrieron con picardía a medida que iban descubriendo las marcas que se habían dejado una a la otra.
Justo antes de salir se miraron de soslayo y se besaron de forma rápida. Fue apenas un pico de confirmación. Un: “todo está bien, esto no cambia nada”, un: “no vamos a decir que esto ha sido un error”.
Justo en ese momento Berta abrió la puerta.

Podrían haber dicho “esto no es lo que parece” o “tenemos una explicación”, pero lo cierto es que no les dio tiempo a decir nada porque con la misma rapidez con la que había abierto la puerta, Berta la cerró.
Agnès no pudo evitar estallar en carcajadas y a Laia se le contagió la risa.
-¿Vamos a decirle algo de esto?-preguntó Laia.
-Para nada.
No hablaron más del tema. No tenía importancia.

****

-Vaya pillada- comenta Alicia.
-Podría haber sido peor y haber entrado sólo unos minutos antes- ríe Agnès.
-Demasiada información- bromea Berta-. De verdad- añade con fingida seriedad ante las caras divertidas que todas ponen.
-De todas formas nunca dijo nada- dice Laia-. Ni siquiera a nosotras- añade mirando de forma curiosa a Berta.
Ésta se encoge de hombros y parece pensar su respuesta detenidamente.
-Supongo que no tenía muy claro qué era lo que había pasado exactamente- explica-. Bueno- continúa-, tú estabas empezando en ese momento con aquel chico que no recuerdo como se llamaba…
-Mario- aclara Laia-. Y no era nada serio y le dejé al día siguiente.
-Eso, Mario- prosigue Berta-. El caso es que tú estabas con el chico ese y Agnès… Bueno, Agnès tenía una pila de conquistas más alta que el Himalaya- las carcajadas la interrumpen un momento y sonríe a modo de disculpa a Agnès, que no parece demasiado divertida con el rumbo que toma la conversación-. El caso es que no tenía ni idea de qué había pasado y cuando empecé a darme cuenta de los detalles ya era demasiado tarde para preguntar.
Todas asienten como si comprendieran de qué habla y finalmente es Laia la que sigue con la narración aprovechando el momento de silencio que se ha hecho.

****

Cuando la semana siguiente volvieron a salir de fiesta no tardaron en encontrar un aseo en el que encerrarse y repetirlo. Berta las miró con suspicacia cuando volvieron a aparecer, pero ellas afirmaron haberse perdido por la planta de arriba y haberse encontrado con un par de personas que, efectivamente, había por ahí.
No había ninguna razón para no creerlas.
Era algo que volvería a pasar la semana siguiente cuando salieran de fiesta y bebieran demasiado y pudieran tener algo a lo que echarle la culpa.
También pasaría la siguiente y la siguiente y la siguiente. Se convirtió en una costumbre. Una etílica costumbre.

No tardó en pasar también cuando ya no estaban de fiesta, claro. Al fin y al cabo pasaban mucho tiempo juntas y era sólo cuestión de tiempo que sucediera sin que pudieran echarle la culpa a la borrachera.
Al principio lo hacían rápido y precipitadamente en cualquier parte, con más ansiedad que tiempo y lugares más bien circunstanciales. Poco a poco empezaron a necesitar dilatar los segundos y buscar sitios más cómodos. Aprovechaban cuando sus padres no estaban para hacerlo en una cama como dios manda, se quedaban a dormir una en casa de la otra y se reían en la oscuridad de la noche tratando de no hacer demasiado ruido, se robaban besos que sólo eran besos y se acariciaban con la ropa puesta.

-¿Esto también es un experimento?- preguntó Laia acariciando suavemente el pelo de Agnès, que estaba echada desnuda junto a ella en su cama.
-Sabes que dejó de ser un experimento justo en el momento en que ocurrió por segunda vez. Y por tercera y por cuarta y por quinta…- no pudo evitar bromear.
Se quedaron en silencio durante unos minutos.
-¿Por qué lo preguntas?- preguntó finalmente Agnès.
-Porque para mí hace tiempo que esto ha dejado de ser un juego.
Agnès asintió como si supiera a lo que se refería y la besó con suavidad antes de volver a acurrucarse y dejar que Laia siguiera acariciándole el pelo, agradeciendo en silencio la confianza que tenían.
Años de relación, se dijo a sí misma. Y no pudo evitar sonrojarse un poco al pensar en ella misma y Laia como una relación.
-Eres como un puto gato- dijo Laia mientras le desordenaba el pelo a Agnès para luego volverlo a ordenar.
-Y te encanta.-se rió Agnès.
Laia no pudo llevarle la contraria.

Un par de meses después estaban en pleno verano y era una tarde llena de bochorno y calor que se pegaba a la piel. Estaban tumbadas en la hierba de la piscina de Laia y miraban fotos del día de su graduación. Todas comentan lo guapas que iban y lo bien que lo pasaron. Pasaban una foto tras otra y criticaban duramente la vestimenta del resto de compañeros de clase.
Cuando llegaron a la foto del pico entre Agnès y Laia nadie le dio mayor importancia, pues se había convertido en una especie de moda hacerse ese tipo de fotos. Aun así, Berta, sospechando como sospechaba de lo que había pasado después de esa foto y observando los detalles que había observado las últimas semanas, las miró de reojo para ver sus reacciones. Lo cierto es que Laia y Agnès apenas estaban prestando atención a lo que hacían las demás y jugaban a cartas de forma ausente.
Berta llevaba preguntándose todo ese tiempo si tenían algo y buscaba en sus gestos algo que las delatara.
Y justo cuando Berta estaba a punto de creer que no había nada, descubrió una sonrisa pícara de Agnès a Laia y observó como ésta le hizo un gesto a Agnès mientras se levantaba.
-Voy al baño, ahora vengo- dijo dirigiéndose al resto de grupo.
Nadie pareció hacerle mucho caso, entretenidas como estaban pasando fotos y comentando las carreras que el resto de sus compañeros estaban haciendo y cómo les iba.
-Te acompaño- dijo Agnès de forma casual.
Tardaron casi una hora en volver. Nadie se dio cuenta. Berta sí.
Lo sabía.

Berta observó divertida durante meses como Agnès y Laia se escabullían al baño o a la habitación dando excusas inverosímiles, observó como nadie parecía darse cuenta de lo muchísimo que tardaban y de lo muchísimo que se tocaban normalmente, de lo cerca que se hablaban y de la manera en que se miraban. Eran miles de detalles que para Berta resultaban obvios y evidenciaban que había una complicidad especial entre ellas, pero de los que nadie parecía percatarse.
Le resultaba increíble.
Finalmente, poco antes de las vacaciones de Navidad Laia y Agnès se decidieron a compartir con sus amigos que tenían una relación. Al principio pensaron que se trataba de una broma, pero cuanto más lo pensaban más sentido tenían muchísimas de las cosas acontecidas durante los últimos meses.
-Tú no pareces muy sorprendida.-le dijo Agnès a Berta, que apenas había variado su expresión.
Berta se rió.
-Bueno, os recuerdo que os vi en el baño la noche de orlas- explicó-. Parece que desde entonces os habéis aficionado a los baños, ¿eh?- bromeó.
Agnès sonrió y Laia ignoró la chanza pero no pudo evitar sonrojarse ligeramente.
-Además- dijo Berta divertida-, yo hice la foto.

pairing: agnès/laia, pairing: sofía/alicia, femslash, fandom: original, la guarida

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