Fandom: Original
Pairing: Paula/Carolina
Rating: PG
Notas: Para
crackbooh, regalo de cumpleaños atrasado. No me voy a poner pony porque eso ya lo haces tú por las dos. No soy mucho de decir cosas moñas, ya lo sabes, así que no voy a decirlas y tú fingirás que no sabes que podría hacerlo y el mundo será un lugar maravilloso en el que nadie será terriblemente efusivo y afectuoso. Beteado y arreglado por
hoomygoth, que además de mi esposa es mi beta oficial, aparentemente y según leo en las últimas entradas.
-No creo que sea una buena idea.
-Ya. Lo has dicho como una docena de veces y me ha quedado bastante claro que no crees que sea una buena idea.
Paula bebe directamente de la botella con los ojos cerrados y se limpia con el dorso de la mano cuando acaba.
-De todas formas,-continúa-ya te has bebido media botella entre queja y queja.
-Yo no he bebido ni tres tragos.
Lo dice casi ofendida y es cierto, se cruza de brazos con un deje infantil y Paula no puede (ni quiere) evitar reírse un poco de ella.
-Pero para ti eso es como beber media botella.
La sonrisa malvada se cuela entre las sílabas y la voz suena más grave de lo habitual a causa del alcohol.
Ella sí ha bebido media botella.
Hace calor.
-¿No hace mucho calor aquí?
Carolina asiente distraídamente mientras trata de quitar la pintura de sus dedos frotando contra el pantalón. Cuando levanta la vista, se encuentra con Paula quitándose el jersey; piel del estómago al descubierto y melena rubia revuelta y rostro sonrojado cuando acaba de quitárselo.
Joder
Siempre dejan los trabajos para última hora y claro, luego pasa lo que pasa.
Y lo que pasa es que los tienen que hacer en la facultad y convencer al conserje de que les deje un aula para acabarlo.
Llevan ahí tres horas.
Carolina insistió en empezar el trabajo antes. Antes del último día, se entiende. Pero Paula siempre parecía encontrar algo mejor que hacer. Algo que a ser posible incluyera fiesta, alcohol y chicos. Y aunque a Carolina la última parte no le entusiasma demasiado, nunca ha sabido decirle que no a Paula, así que siempre acababan bailando hasta quedar sin aliento y con el trabajo por hacer. Otras veces acababan en el cine o tomando una birra o simplemente no haciendo el trabajo.
A veces Paula es un poco desesperante.
El problema es que a Carolina le gusta Paula. Incluso cuando ésta es desesperante y un poco infantil. Le gusta aunque Paula se haya acostado con tantos tíos que ya ha perdido la cuenta. (Solía llevarla, la cuenta, al principio, pero llegó un momento en el que pensó que iba a volverse loca si seguía añadiendo nombres a esa lista y ninguno de ellos era el suyo).
Son amigas. Desde siempre. O bueno, desde que empezaron la facultad.
Paula se sentó junto a Carolina y se presentó con una sonrisa y más confianza en sí misma de la que sería aconsejable. Carolina se sintió un poco apabullada. A Paula la timidez de Carolina le pareció tremendamente hilarante y decidió que iban a ser mejores amigas.
Lo son.
Y como amigas que son, hacen todos los trabajos juntas.
“No sabes separar el trabajo del placer, Carolina”, se dice ésta con frecuencia. Porque trabajar con Paula es difícil. Muy difícil.
Paula es… explosiva. En todo. Desde el pelo rubio y tremendamente largo que llama la atención hasta las uñas de los pies pintadas de rojo intenso a juego con el carmín. Trabajando es igual. Es tremendamente creativa y talentosa, pero es un verdadero caos trabajar con ella y Carolina no ha visto jamás ser más desordenado sobre la faz de la tierra.
Carolina es todo lo contrario. Ella es método donde Paula es improvisación. Y no es que le falte talento, es que su forma de aplicarlo se basa en el trabajo en vez de en estallidos de creatividad. No podrían ser más distintas en cuanto a método de trabajo.
De hecho, no podrían ser más distintas en todo.
Carolina es una chica del montón. Lleva el pelo por los hombros de su color natural, castaño, sus ojos marrones parecen siempre un poco serios y cuesta hacerla sonreír. Es pequeñita y Paula a veces se ríe de ella por eso. No le gusta llamar la atención, así que viste de forma muy normal, un tanto hippie.
Paula en cambio, es una de esas chicas que destaca. Rubia natural y con una melena que le llega hasta la mitad de la espalda, basta verla pasar para fijar la mirada en ella. Va siempre muy arreglada y le gusta que la gente la mire. Sobre todo la gente de sexo masculino.
Son polos opuestos.
Y sin embargo ahí están.
En esa puta aula con Paula sonrojada por el alcohol y por el calor y con Carolina intentando apartar la mirada.
Y un trabajo por terminar.
-¿Has acabado ya con el fondo?-pregunta Paula de forma distraída.
-Casi. Me queda sólo acabar de retocar el cielo.
-Joder, a ver si acabamos esto pronto y nos podemos ir de fiesta.
-No creo, esto tiene pinta de ir para largo.
-Bueno, también podemos montarnos una fiesta privada.-dice Paula con picardía.
Lo dice mirándola seductoramente y bebiendo a continuación de la botella, chupando más de lo necesario y acercándose luego a dársela a Carolina.
-No hagas eso.
-¿El qué?
-Ya lo sabes. Eso.
Paula rueda los ojos y le tiende la botella a Carolina con un gesto, que niega suavemente y sigue pintando.
-¿No te voy a tener que dar yo de beber, verdad?-pregunta Paula-.Aunque quizás eso te gustaría.-añade con intención en la voz.
-Déjalo ya, de verdad.-dice Carolina con exasperación-.Acaba tu parte de una puta vez.-añade-.Quiero dormir algo y es para mañana a primera hora, así que va.
-Dormir está sobrevalorado. Hay cosas que son infinitamente mejores que dormir. No es como si tú supieras algo de eso, claro.
Carolina hace un gesto herido y Paula no tarda en arrepentirse.
-Perdona, Carol. Estaba bromeando, ya lo sabes, no pretendía…
-Ya, ya. Ya lo sé. Acaba, anda.
Y Paula deja la botella a un lado y procede a seguir pintando.
Carolina no ha besado nunca a nadie. No es que no haya tenido pretendientes, que los ha tenido, es que ninguno de ellos le ha gustado lo suficiente. Quizás porque le gustan las ellas.
Paula sólo sabe ese último dato desde hace poco más de tres meses y le parece terriblemente divertido. Desde que Carolina se lo dijo, Paula se dedica a jugar. Tontea y flirtea con Carolina conocedora del efecto que causa en la gente. No se le ha pasado por la cabeza ni por un momento que Carolina pueda sentir algo por ella.
Que es exactamente lo que le pasa.
Carolina lleva enamorada de Paula exactamente desde su primer año.
Están en el último.
Eso es mucho tiempo, se suele decir a sí misma.
No consigue sacársela de la cabeza.
Tampoco ayuda el hecho de que pase el día con Paula. Van juntas a todas las clases y luego suelen ir a tomar algo o al cine o a dar una vuelta o a nada en particular. Salen juntas de noche y comparten grupo de amigos. Son mejores amigas.
Aunque a veces Paula se comporta como una auténtica zorra, la verdad.
Carolina lo sabe y la odia por ello. Claro que la mayoría de veces suele contestarle con cosas aún peores y acaban estableciendo una tregua silenciosa.
Aun así, los momentos buenos superan los malos.
Está la forma en que Paula sonríe sólo para ella. Esa sonrisa que parece ser únicamente de su propiedad y que Paula esboza cuando Carolina dice algo divertido. También está eso que hace de Paula de fruncir el ceño y criticar todos y cada uno de los profesores que tienen. Lo hace con sarcasmo y a veces a Carolina se le saltan las lágrimas de la risa. Está el tumbarse en la hierba de la facultad y notar el sol calentarles las mejillas notando el calor de la otra al lado. Paula de fiesta, con el alcohol en las venas y las mejillas sonrojadas, tan guapa que duele mirarla. Paula en clase, adormilada contra los apuntes y con los ojos cerrándose pero tratando de mantenerse despierta. Paula riéndose a carcajadas. Paula mordiéndose el labio y coqueteando. Paula acariciándole el pelo mientras ven una película tiradas en el sofá. Paula pidiendo comida italiana a gritos. Paula corriendo por la facultad porque entrega un trabajo tarde.
Paula. Paula. Paula. Paula. Paula. Paula. Paula. Siempre Paula.
Y sobre todo Paula dibujando, esculpiendo, pintando, esbozando, creando, disfrutando.
Como ahora.
Paula está sentada sobre la mesa y está pintando con rapidez. Da pinceladas largas y precisas que alterna con otras cortas y que parecen descuidadas. Apenas se detiene a admirar lo que va haciendo y está manchada de pintura por todas partes. Tiene el pelo despeinado y le cae un poco sobre los ojos, lo aparta con un gesto instintivo y se le llena de pintura. No parece importarle en absoluto.
Tiene el ceño un poco un fruncido y rasca la mejilla y la sien con impaciencia, dejando un rastro de pintura allí donde se toca.
Carolina la mira atentamente y no puede evitar sonreír un poco.
Le gusta Paula así. Relajada. Pintando. Ella.
-He acabado definitivamente con el fondo.
-¿En serio? ¿Ya?
Carolina asiente con una sonrisa y Paula salta de la mesa para acercarse hasta donde está su amiga. Observa la obra de Carolina con curiosidad y sonríe abiertamente.
-Tienes talento, nena.
-Lo sé.-responde Carolina con seguridad.
-Se supone que es el momento en el que dices que no y que es práctica y todo eso, ¿sabes, Carol?- se ríe Paula.
-Lo diría si lo fuera. Pero es práctica y es talento. Tú también lo tienes, sabes de lo que hablo.
-Lo sé, lo sé. Lo hago por picarte, estúpida.
Paula le echa un vistazo a Carolina y luego se mira a sí misma.
-¿Cómo es posible que no te hayas manchado ni un poquito?-pregunta con fingida molestia.
-Algunas no somos tan guarras.
-¿No lo estarás diciendo con doble sentido?
Carolina se ríe a carcajadas.
-No.-afirma aún riéndose-.Pero podría haberlo hecho.-se vuelve a reír.
-Ahora verás.-exclama Paula.
Vuelve a la mesa en la que estaba sentada y coge sus pinturas. Carolina la observa con curiosidad y cuando ve que se acerca a ella echa a correr.
Se persiguen por el aula. Paula alcanza a Carolina y al acorrala contra la mesa del profesor, le pinta la cara y el cuello antes de que Carolina consiga zafarse y llegar hacia sus pinturas. Ahora es Paula la que huye de Carolina, que la atrapa justo entre la segunda y la tercera fila de mesas y le embadurna el pelo de pintura verde.
-¡Mi pelo!-exclama Paula.
-Eso te enseñará a no meterte conmigo.-dice Carolina entre risas antes de salir corriendo.
Cuando al cabo de media hora están jadeando por el esfuerzo y sentadas en la mesa del profesor, Paula tiene pintura hasta en las orejas y a Carolina no le queda pintura verde.
-Eso te pasa por llamarme guarra.
-Has sido tú la que lo ha dicho, no yo. Además,-prosigue Carolina-, tú has salido bastante peor parada que yo.
-Cierto.-concede Paula.
-Anda, acaba de una vez.-dice Carolina.
Paula asiente y se levanta con agilidad ante la mirada de Carolina. Mientras acaba de pintar y de darle los últimos retoques al trabajo, Carolina se dedica a limpiar el desastre que han organizado en el aula y a mirar de vez en cuando a Paula cuando cree que esta no la mira.
Tras media hora, cuando el aula ya está completamente limpia y Carolina hace un rato que dibuja bocetos medio adormilada, Paula rompe el silencio gritando Eureka.
Carolina se ríe y corre hacia donde está Paula. No puede evitar abrir un poco la boca.
-Es… Dios. Es… Vaya.
-¿Te gusta entonces?-pregunta Paula con algo de duda en la voz.
-Me encanta.-responde Carolina.
-Trabajo acabado, pues.-concluye Paula con felicidad.
Se ríen con alivio y acaban de recoger el aula y de dejarla limpia. Carolina mira el reloj.
-Queda hora y media para que empiece la clase, no nos da tiempo a ir a casa.
-Bueno,-dice Paula con ligereza-, podemos quedarnos aquí hasta que empiece y celebrar que prácticamente hemos acabado. Dentro de unas pocas horas seremos Licenciadas en Bellas Artes. Suena bien, ¿eh?
-Suena bien.-concede Carolina.
****
Cuando empieza la clase, están tan borrachas que apenas pueden hablar sin trabarse. Se ríen por cosas que no hacen gracia intentando que no las descubra el profesor y Paula incluso llega a intentar taparse con un cuaderno, consiguiendo así llamar la atención en vez de desviarla. Carolina le coloca una mano en la pierna tratando de tranquilizarla.
-Paula, o te callas o nos echan-dice intentando susurrar y ahogar la risa que ella misma no puede evitar.
-¿Estás aprovechando para meterme mano?
La voz de Paula suena rara, distorsionada por el alcohol y la risa. Entrecierra los ojos y la mira con picardía.
Carolina aparta la mano con rapidez.
-De verdad que nos van a echar.
Paula coge la mano de Carolina y la coloca otra vez sobre su muslo, esta vez, un poco más arriba de lo que estaba inicialmente.
-Puedes meterme mano, si quieres.
Carolina se sonroja y hace amago de quitar la mano otra vez, pero Paula coloca la mano sobre la de ella y no la deja. Carolina está sobria de repente.
Nota el calor de la piel de Paula bajo sus dedos. Si se mira la mano, puede ver el contraste entre las dos. No hay mucha diferencia, las dos están bastante pálidas. La piel de Paula es suave bajo el tejano y Carolina lo único que quiere es subir sólo un poco más.
Se fuerza a mantener la mano quieta y a dejar de pensar en ello. Pero es como si la mano pesara y la piel de Paula quemara bajo la suya.
Jodida zorra.
La clase acaba y Carolina hace rato que no nota ninguno de los efectos de la tremenda borrachera que llevaba cuando ha empezado. Paula, en cambio, aún parece un poco bebida y balbuceante cuando le dice que la lleve a casa.
Pese al calentón que lleva encima y las ganas tremendas que tiene Carolina de irse a su casa y meterse en la cama y dormir hasta que la zorra de Paula no esté ya en ese mundo, Carolina no puede evitar asentir y decirle que la acompaña a su casa.
No ha sabido negarse, una vez más.
Aprende a decir no, Carolina, se dice a sí misma.
Tardan en llegar a casa de Paula, pues ésta se para cada dos segundos para mirar cualquier chorrada o simplemente porque se le olvida andar. Cuando finalmente llegan, Carolina ya está inventando excusas creíbles para explicar la evidente borrachera que lleva Paula cuando recuerda que los padres de ésta trabajan desde temprano y hasta tarde. Da gracias a Dios por ello, pues no cree que hubiera podido dar una explicación convincente a porqué Paula entra gritando que por fin son Licenciadas y no es capaz de vocalizar correctamente ni una sola palabra. Respira aliviada ante ello y se limita a observar el estallido de emoción etílica en el que Paula vive desde hace más de una hora.
Ésta está subida encima de un sofá y trata de saltar sin caerse mientras grita que por fin han acabado de una puta vez. Carolina le da la razón y la insta a bajar del puto sofá, que es blanco y lo vas a llenar de mierda, Paula, joder, dice. Pero Paula la ignora y sigue saltando (o intentándolo, pues le cuesta coordinar los movimientos) y gritando chorradas. Carolina la agarra de la cintura en un intento de bajarla y justo cuando tira hacia ella Paula ha intentado saltar, así que caen las dos hacia atrás golpeándose contra la mesa de centro y cayendo finalmente en el suelo.
Se hacen daño.
Aun así, Paula se ríe y lo encuentra tremendamente divertido. Carolina, que se ha golpeado la espalda contra el filo de la mesa y ha caído sobre su codo amortiguando todo su peso y el de Paula, no le ve la gracia en absoluto.
Está a punto de decírselo a Paula cuando es consciente de la situación en la que están.
Carolina está medio tumbada en el suelo, apoyada sobre los dos codos y con una pierna medio doblada y la otra extendida. Paula está apoyada sobre ella y se ríe a carcajadas con los ojos cerrados. Carolina sólo tendría que inclinarse un poco y podría besarla.
Y debes dejar de pensar esas cosas, Carolina, cielo, se recuerda.
Se incorpora con rapidez sin pensar en Paula y ésta cae al suelo aún riéndose. Extiende la mano para que Carolina la ayude a levantarse y luego tira hacia ella. Carolina cae sobre Paula y las carcajadas de ésta suenan aún más fuertes y beodas. Consiguen que Carolina se enfade un poco.
Sólo un poco.
Se levanta con algo de mal humor, con movimientos bruscos e irradiando cabreo en cada gesto. Esta vez, Paula se levanta también con rapidez y en su defensa hay que decir que intenta aguantar la risa.
-Vamos a la cama.- exclama Carolina un poco enfadada.
Y Paula lo intenta, pero es superior a ella.
-¿Vamos a hacerlo?
-¿A hacer qué?
Carolina, que ya está de camino a la habitación de Paula, se gira con brusquedad y se coloca un mechón de pelo tras la oreja tratando de contener las ganas de bufar de exasperación.
-Follar.
Cuando Paula ve la cara que pone Carolina, se ríe tanto que acaban cayéndole lagrimones por las mejillas.
-No tiene ninguna gracia.-dice Carolina.
-Deberías haberte visto la cara.-replica Paula.
Pero Carolina sólo la ignora y sigue andando hacia la habitación de Paula.
Deshace la cama con rapidez. Está enfadada y se nota un poco mareada y Paula está guapísima y lo único que quiere es llegar a su casa y meterse en la cama de una puta vez.
-Bueno, Paula, pues ya está. Me voy. Luego te llamo a ver qué tal la resaca.
-¿Te vas ya?
-Sí, me caigo de sueño.
-¿Ya está?- Paula hace un mohín infantil y Carolina intenta mirar hacia otro lado-. ¿No me vas a ayudar a desvestirme?
-No estás tan borracha.
La voz de Carolina suena un poco ahogada y nota que le falta un poco el aire y que el estómago se revuelve un poco y dios, realmente Paula está hoy preciosa.
-¿Por favor?
-Puedes hacerlo sola.
-Se supone que eso lo tengo que decidir yo. Además, mira.
Se quita la camiseta con soltura y Carolina da un respingo.
-¿Ves lo complicado que es este sujetador? Es una puta mierda. Ayúdame a quitármelo y luego te puedes ir.
Lo que no sabe Carolina es si luego ella querrá y podrá hacerlo. Le va a dar algo.
Aun así, se acerca hasta donde está Paula y le desabrocha el sujetador con facilidad.
-Lo haces rápido.
Carolina no dice nada. Está demasiado ocupada intentando no mirar a Paula desnuda de cintura para arriba. Da media vuelta para irse cuando Paula empieza a hablar.
-Se hace raro esto de acabar, ¿sabes? O sea, en parte está bien porque podemos hacer lo que de verdad queramos, pero no sé, me había acostumbrado a la uni.
-Ya.
Paula se desviste mientras habla y Carolina observa interesada las fotos de la pared. Ella sale en casi todas.
-Y da un poco de miedo, ¿no? Quiero decir, hasta ahora como que sabías lo que tenías que hacer y todo eso, pero ahora es más complicado todo. No sé, me da un poco de miedo que las cosas cambien, ya sabes.
-Ahá.
Carolina sigue mirando las fotos con atención y juraría que es la tercera vez que las repasa una a una, pero por el rabillo del ojo puede ver como Paula está desabrochándose los pantalones.
-Además, hay gente que se va. ¿Sabías que Silvia se va a vivir con Pedro a Valencia? Dos amigos que perdemos de un plumazo- se queda callada-. ¿Tú no te vas a ninguna parte, verdad?
La voz de Paula suena rara, más sobria de repente, seria. Carolina se gira para contestar y se encuentra de frente con Paula sólo en bragas. Traga saliva y finalmente contesta:
-No. No me voy a ninguna parte.
Paula asiente y se mete en la cama. Carolina ahoga un suspiro aliviado y se hace un gesto con la cabeza indicando que se marcha.
-¿Y mi beso de buenas noches?
-No digas tonterías, Paula. Quiero llegar a mi casa y dormir, por favor.
-Puedes dormir contigo.
-No voy a dormir contigo.
-¿Por qué no?
-Porque no.
-No voy a hacerte nada -se ríe Paula.
Pero yo igual a ti sí, gilipollas, piensa Carolina. Pero no lo dice.
-No es por eso. Quiero dormir sola. Estoy cansada.
-Puedo hacerme a un lado.
-¿Por qué quieres que duerma contigo?
-No quiero dormir sola.
-No seas imbécil. Tengo sueño, de verdad.
-Vale, vale, pero dame un beso de buenas noches.
-Será de buenos días.
-Lo que sea.
-¿Por qué quieres un beso?
-¿Por qué no? Eres mi amiga.
-Joder, a ver si así te callas de una puta vez.
Carolina se acerca hasta la cama y se inclina con rapidez. Le da un beso en la mejilla casi sin tocarla y cuando se está separando Paula coloca una mano en su nuca y la acerca hasta ella.
La besa con lentitud y el beso sabe al vino que se han tomado por la noche. Carolina cierra los ojos casi sin querer y devuelve el beso sin pensar. Cuando Paula se separa, está sonriendo.
-Eso es un beso de buenas noches.
-Buenos días.
-Lo que sea.
-No vuelvas a hacer eso.
-¿Por qué no? Te ha gustado.
La seguridad con la que Paula lo dice le jode un poco. Pero tiene razón. Le ha gustado. Mucho.
-No se trata de eso.
-El sexo se trata de eso.
-Pero nosotras no tenemos sexo.
-Porque tú no quieres, Carol, cielo.
-Porque las amigas no tienen sexo.
-¿Dónde está eso escrito?
-Estás borracha.
-Sí.
-Me voy a casa.
-No te vayas.
-Tengo sueño.
-Duerme conmigo.
-No vamos a volver a tener esta discusión.
-¿Y si te dejo volver a besarme?
-Vete a la mierda, Paula.
-¡Era broma!
La mirada de Carolina la fulmina.
-Vale, vale, no lo era. Pero quédate.
-Vístete.
-¿No estás segura de poder aguantar mi cuerpo desnudo?
-Paula.
Hay algo de amenaza en la voz de Carolina, así que Paula se levanta y coge una camiseta que está a los pies de la cama.
-¿Contenta?
Carolina asiente y se desviste con rapidez. Abre uno de los cajones del armario de Paula con la confianza que da el haber pasado allí más noches de las que pueda recordar. Se pone un pijama cualquiera y vuelve a la cama.
-Hazte a un lado.
-No seas acaparadora, estoy a un lado. Y no necesitas mucho espacio, enana.
-Paula, joder, que me das calor.
-¿Así que te caliento, eh?
-Si no fuera porque estoy medio dormida te juro que me iba. Eres insoportable, no sé porque te aguanto.
-Yo tampoco.
-Yo no soy ni la mitad de insoportable que tú, zorra.
-Me refiero a que yo tampoco sé porque me aguantas, imbécil.
-Oh.
A veces se le olvida. Lo insegura que puede ser Paula. Lo odia.
-Anda, tira más para aquí, si quieres.
-¿Ya no soy tan insoportable?
-Acabas de volver a liderar el ranking, felicidades.
-Pero en el fondo me quieres.- dice Paula casi sacando la lengua.
-Sí, te amo con locura.-replica Carolina con ironía.
Ninguna de las dos dice nada más y no tardan en quedarse dormidas.
****
Cuando se levantan, debe de ser media tarde, tienen las piernas enredadas y Carolina piensa que Paula huele bien. No lo dice.
Se está bien en la cama y Carolina remolonea en ella con los ojos cerrados y el sol acariciándole la piel. Aún está medio adormilada.
Se despierta de repente cuando unos labios se posan sobre los suyos y abre los ojos y Paula está sobre ella y le recorre la mejilla con el pulgar mientras le muerde un poco y Carolina abre la boca y Paula cuela la lengua y podría despertar así todas las putas mañanas.
-¿Lo ves? Eso es un beso de buenos días. El de ayer era de buenas noches.
-¿Pero qué…?
-Te enseño las diferencias entre besos para que aprendas a distinguirlos.
-Ese ha sido mi primer beso.-dice Carolina aún impactada.
-No sé si lo recuerdas, pero técnicamente tu primer beso fue ayer.
Carolina se queda callada y nota como se enfada por momentos. Empieza en el estómago y se va expandiendo poco a poco, oprimiéndole la garganta e impidiéndole pensar con claridad.
-Eres una zorra.
-¿Qué?
-Yo quería que mi primer beso fuera especial. Quería que fuera con alguien que me quisiera de verdad y para quien no fuera sólo uno más de sus juegos. No quiero ser una puta conquista más, Paula, se supone que eres mi amiga y se supone que yo no soy uno de esos tíos que cada noche es distinto y hacen que no duermas sola. No juegues conmigo, gilipollas.
-No juego contigo.
-¿Entonces cómo le llamas a lo que haces?
-Yo…
Pero Paula no sabe qué decir y Carolina lo toma como una confirmación y podría llorar.
-Creí que eras mi amiga.
-Lo siento.
-Quería que mi primer beso fuera con alguien que me quisiera.
-Yo te quiero.
-No lo parece. Y no así, estúpida, ya me entiendes.
-Yo te quiero.
-Que ya te he oído.
-Pero no me has entendido. Te quiero.
-No seas gilipollas, Paula. Eres hetero y además no quieres a nadie.-la voz sale amarga.
-Te quiero a ti.
-No juegues conmigo.
-Esto no es ningún juego, Carol. Está visto que no pillas las indirectas.
Se vuelve a inclinar sobre ella y la besa muy despacio. Dándole tiempo a apartarse y como si no quisiera perderse ningún detalle.
-Sigues siendo gilipollas, Paula, que lo sepas.
-Pero en el fondo me quieres.
Carolina sonríe y le da un pico rápido.
-¿Sabes qué, Carol?
-¿Qué?
-Para no haber besado nunca a nadie no lo haces mal.
-Imbécil.
Paula se ríe a carcajadas y Carolina la mira reírse. Esa mañana también está preciosa.
-No te preocupes, podemos practicar hasta que beses tan bien como yo.
-Tampoco te lo creas tanto. No besas tan bien.
-No es como si tuvieras alguien con quien comparar.
-Cierra la boca.
-O puedo hacer otra cosa con ella.
El beso ahora es más urgente. Con más lengua y con menos labio. Más saliva y más caliente y húmedo y Carolina hace un ruidito mientras besa y a Paula le parece adorable y quiere oír ese puto gemido ahogado a cada momento. Y la besa un poco más profundo y desliza las manos por el cuerpo de Carolina y ésta se arquea un poco y Paula se separa y las dos cogen aire pero Paula no tarda en lamerle el cuello y Carolina echa la cabeza hacia atrás y dice “Paula” y la forma en que lo dice hace que Paula clave un poco los dientes y siga bajando y tenga que deshacer esos jodidos botones porque necesita volver a oír como sea su nombre dicho así. Besa a Carolina sin saber muy bien qué está haciendo pero suponiendo que no lo hace mal, pues ésta gime bajito, casi con vergüenza y bueno, Paula cree que eso está bien. Así que sigue dejando un reguero de saliva por el cuerpo de Carolina y mordisqueándole los pezones sólo para oírla jadear.
-¡Paula!
Pero no es un gemido ni un jadeo y no es Carolina la que dice su nombre. La madre de Paula la llama desde la cocina, recién llegada del trabajo y extrañada al no ver a su hija por ahí.
-¡Ya voy mamá! ¡Estoy en la cama con Carol, que se ha quedado a dormir!
Carolina se abotona el pijama con rapidez y empuja a un lado a Paula, que justo cae sobre el colchón cuando la madre de Paula entra a saludar.
-Hola, Carolina, cariño.
-Hola, María.
-¿Acabasteis el trabajo muy tarde?
-La verdad es que sí.
-Si es que ya se lo tengo yo dicho a esta hija mía, que no se pueden dejar los trabajos para última hora, pero claro, siempre encuentra cosas mejores que hacer. Menos mal que te tiene a ti como amiga, Carolina, que eres responsable y la llevas por el buen camino, que si no no sé que haríamos con esta niña.
-Mamá.
-Sí, sí, ya os dejo. ¿Queréis comer algo?
-Por favor.
-Ahora mismo os preparo algo. Vestíos, anda, que en esta casa no se come en pijama.
Ellas asienten y cuando María se va se cambian con rapidez. Carolina está a punto de salir rumbo a la cocina cuando Paula la coge por la muñeca y la empotra contra la puerta.
-Te prometo que luego acabamos lo que hemos empezado.
La sonrisa que muestra Paula es aviesa, es una sonrisa de medio lado, plagada de malas promesas y peores intenciones. Carolina sonríe un poco tímida y se deja besar sin oponer resistencia cuando Paula se inclina hacia ella.
-Esa ha sido mi manera de sellar el trato.
Carolina se ríe y niega con la cabeza.
-Te encanta montar espectáculos.
-Pero me quieres.
-Pero te quiero.
-Yo también te quiero, tonta.
Al día siguiente, Carolina aprende lo que es un beso de buenas tardes y lo que es un beso de buena madrugada, buen mediodía y buena medianoche. Cuando finalmente se duermen, tiene los labios tan rojos que incluso parecen doler, pero no es un dolor real. Ese día también ha aprendido que hay más sitios en los que se puede dar un beso y que además de besar también puede morder, rozar con los dientes, lamer, rozar con los labios, chupar, succionar y más cosas de las que jamás imaginó. Y eso sólo con la boca. También ha aprendido cosas que hacer con las manos e incluso cosas que se pueden hacer sin ellas. Paula es buena maestra y tiene dedos hábiles, pero la verdad es que algunas cosas las han aprendido entre las dos. Carolina supone que aún les quedan bastantes cosas que aprender, pero la perspectiva de aprender esas cosas y además hacerlo con Paula la motivan muchísimo para ir a clase.
O lo que sea eso que tienen.
(-Pero me quieres.
-Y tú a mí.
-Y yo a ti.)
Y no parecen necesitar concretar qué es.