Mar 13, 2013 18:36
Miraba el cielo desde la ventana mientras la clase seguía su curso. Oía el rumor de la voz de la profesora a lo lejos como un sueño. Sabía que debía poner más atención pero simplemente no podía. No era que no le interesara lo que la profesora con empeño intentaba explicarle a él y a sus compañeros, solo estaba terriblemente cansado. Podía haberse quedado dormido sentado en la banca en ese preciso momento. Todo se lo debía a las interminables persecuciones nocturnas de hollows por toda Karakura.
Había masticado su último chicle mentolado, esos que sabían meterse hasta las profundidades de tu cerebro por sus sabor penetrante y que te despertaban al menos momentáneamente. Corría el riesgo de empezar a entrar al reino de los sueños en plena clase y que la profesora le aventara el borrador por la cabeza, al menos así se despertaría aunque se convertiría en la burla de sus compañeros. Aún así, tenía una imagen que cuidar.
Terminaba la clase cuando empezó a dormitar en pequeños lapsos sin que se percatara nadie, pero al salir del salón su sueño se había disipado gracias a los gritos de Keigo. De camino a casa sentía el peso de las noches a medio dormir y estuvo bostezando repetidamente en el trayecto.
Inoue se dio cuenta y le demostró su preocupación al preguntarle si se sentía bien. Él le contestó que sólo tenía que dormir un poco llegando a casa, porque eso era lo necesitaba hacer inmediatamente. Así que llegó, cerró la puerta de su habitación y se metió en la cama sin siquiera decir o hacer otra cosa. Sus hermanas no se sorprendieron de su actitud y Karin solo pudo pensar que eran cosas de chicos de su edad como siempre le explicaba su padre.
Los siguientes días no fueron diferentes. Sabía que tenía compañeros que le ayudaban cuando algún hollow aparecía, pero últimamente sentía que había más trabajo que de costumbre. Si las apariciones de estos seres estuvieran aumentado alguien le hubiera advertido porque, seguramente, sería señal de algo malo. Urahara-san siempre estaba al pendiente e Ishida no se quedaría callado.
Pensando en su compañero Quincy, se dio cuenta que últimamente no había hablado mucho con él. Eso era otra vez su falta de atención a los detalles. Recordó que hubo una vez cuando ni siquiera había notado la presencia de su compañero en la clase, nunca se había preocupado por saber con quienes asistía a la escuela. Conocía a aquellos que se le acercaban pero él no era del tipo amigable y abierto. A pesar de eso había hecho bastantes amigos, porque aquellos que se le acercaron realmente querían conocerlo y no les importaba qué clase de persona pareciera. Inoue, Chad, Ishida, Keigo, Renji, Rukia y hasta Kenpachi o Byakuya; todos ellos habían descubierto el verdadero valor de Ichigo.
Pero estaba muy cansado para pensar en porqué no había visto a Ishida, así que solo pensó que no recordaba haberlo visto. La presencia de un hollow no lejos de su casa lo arrancó de su somnolencia. Maldijo al cielo por no dejarle respirar ni un momento y salió por la ventana ya convertido en shinigami.
¿Qué demonios estará pasando en Karakura?
Había llegado el verano más rápido de lo que esperaba. El calor era sofocante dentro y fuera del salón de clases, de camino a casa sentía la presión de la atmósfera veraniega como si estuviera dentro de una olla hirviendo. Llegaba a casa con la camisa pegada a la espalda por el sudor y dentro de la casa no mejoraba mucho. Al menos tenía un ventilador en su cuarto que le dejaba hacer la tarea en paz.
Pero como las cosas con los hollows no habían cambiado desde hace semanas y con los exámenes finales encima no tenía tiempo para preguntarse porqué pasaba esto. Cuando no estudiaba o trabajaba, apenas tenía tiempo para comer y mal dormir. Y lo peor era que no había asistido a su trabajo de medio tiempo.
En la escuela fue terrible, ya no podía mantenerse despierto en el salón gracias al calor. Ya había probado la ira de la profesora en forma de borradores o marcadores que le daban directo en la cabeza, después del grito: ¡ICHIGOOOO! ¡DESPIERTAAAA!
Los chicles de menta dejaron de funcionar y picarse los ojos ya resultaba demasiado doloroso, no se le ocurría que hacer para no caer desmayado en el escritorio.
Sentía sus ojos cada vez más pesados y cabeceaba en su asiento, sabía que de un momento a otro quedaría dormido sin darse cuenta. Entonces, pidió permiso para ir al sanitario y la profesora por compasión lo dejó ir. Ella pensaba que probablemente su alumno tenía problemas en su casa, no era común verlo tan cansado.
Ichigo dio gracias al cieo por su bondad cuando salió de la clase. Era la hora en que todos estaban en mitad del segundo período de clase, aún faltaba mucho para salir, por eso en todo el pasillo no se encontró ni un alma, ni escuchó más que el rumor de las voces de quienes estaban dando clase.
Era inusual que alguien estuviera en los baños del piso en el que se encontraba, porque casi siempre no había agua o estaban descompuestos. Incluso los conserjes guardaban sus herramientas de trabajo dentro de los baños que ya no estaban en servicio. Pero por la pereza de bajar las escaleras, prefirió tentar su suerte con los lavabos de ese sanitario.
Fue una gran sorpresa encontrarse con aquel baño cerrado. Sintió que había alguien adentro y lo reconoció por su reitsu, era Ishida. Pero, ¿qué hacia encerrado en el baño? Es más ¿cuándo salió del salón? Muchas más preguntas se arremolinaban en su cerebro, pero no pudo aguantar la curiosidad. Con mucho cuidado, tratando de no hacer ruido, fue abriendo la puerta. Ocultó su propio reitsu, se escabulló como un ninja en el baño y cerró de nuevo la puerta.
Adentro escuchó algo que lo dejó plantado en el suelo: gemidos. Apenas se podían oír, pero eran inconfundibles. Sintió como el color se le subía a las mejillas y el pulso comenzaba a acelerársele, nunca hubiera imaginado que esto podía pasar. Ahora no sabía qué hacer, estaba confuso. Pero en medio de las dudas una parte de su cuerpo estaba muy segura lo que quería. No pudo aguantar más, hace tiempo que no había podido desfogarse. Por lo mismo se vino más rápido de lo que quiso, para quedar completamente avergonzado de sí mismo.
Salió del baño con sigilo mientras se aseguraba que Ishida no se hubiera dado cuenta, al menos todavía no había salido a gritarle o algo peor. Al parecer aún no terminaba de hacer lo que sea que estuviera haciendo.
Al entrar al salón sintió como si todos supieran lo que había hecho y que lo miraban con reprobación. Se sentó en su pupitre y se metió de lleno en el libro para ocultar la culpa que se dibujaba en su rostro.
No vio a Ishida el resto del día, tampoco se atrevió a preguntarle a los demás por él. Regresó a su casa y la rutina siguió como hasta el momento, no tuvo tiempo para pensar en lo que había pasado pero eso estaba bien. Hasta que, al día siguiente, mientras estaba en clase se dio cuenta que su compañero otra vez no estaba. Sintió inmediatamente que la sangre le hervía, ya no pudo estar tranquilo en su lugar y pidió permiso para salir de nuevo.
Ahí estaba otra vez en lo sanitarios que no funcionaban, con los pantalones abiertos y masturbándose mientras oía los lindos sonido que hacía el joven quincy. Aunque algo dentro de él le decía que eso no estaba bien y que en cualquier momento alguien lo descubriría, no podía parar. Con todo el trabajo acumulado no había tenido tiempo para pensar en las necesidades de su cuerpo y éste ya le reclamaba un poco de atención.
Mientras se preparaba para regresar al salón sin hacerse notar, oyó algo que le dejó perplejo: Ishida había mencionado su nombre entre gemidos, además de otras cosas que le hicieron explotar su imaginación.
Corrió al salón entre asustado y confundido, pero sin dejar de pensar en lo que quería hacerle en la realidad al quincy.
bleach,
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