HARRY POTTER. EL ORGULLO DE LOS BLACK.
Historia que se me ocurrió hace tiempo releyendo el séptimo libro, y que decidí hacer para mi lamentable quinesob de este mes.
Fandom: Harry Potter
Parejas: Runcorn/Andrómeda implícito, Andrómeda/Ted.
Rating: PG
Nota: Albert Runcorn es el trabajador del Ministerio en el que creo que se convierte Harry para infiltrarse, y digamos que es un pez gordo y tiene acojonaditos a todos.
Título:
EL ORGULLO DE LOS BLACK
El timbre resonó por toda la casa. Un timbrazo estridente, demasiado largo. El corazón de Andrómeda comenzó a latir con fuerza.
-¿Quién es? -preguntó en voz alta. El tacto de su varita en el bolsillo la tranquilizó un tanto.
Como toda respuesta obtuvo otro timbrazo, más estridente y largo que el anterior.
Andrómeda se decidió a abrir. Con cautela, apenas un resquicio que le permitió ver que en la entrada de su casa había un hombre alto vestido de gris plomo. Una barba cerrada le ocultaba parte del rostro, sin conseguir disimular la fría línea que formaban sus labios. Su mirada, oscura y desalmada, hizo que Andrómeda crispase los dedos en torno al pomo de la puerta.
-Soy Albert Runcorn. -No preguntó quién era ella. Por la sonrisa cruel que esbozó debía saberlo-. Trabajo en el Ministerio de Magia.
-¿Qué quiere?
Se había tensado como una gata a punto de saltar, a la defensiva. Lo que había oído de los Black le bastaba para saber que la mujer no se limitaría a sacar las uñas de sentirse amenazada. Runcorn casi podía imaginar el pinchazo de la varita al clavarse en su costado.
La sonrisa de él se acentúo más.
-Su marido, Ted Tonks, se negó a acudir a la citación del Ministerio. Tengo entendido que la interrogaron, pero que usted no sabía nada, ¿me equivoco?
Si había ido hasta allí, había sido precisamente para disfrutar de todo aquello. Andrómeda palideciendo. Andrómeda negándose a contestar. La vio alzar la barbilla y clavar en él unos ojos tan muertos como los suyos.
Ah, el orgullo. Había escuchado muchas cosas de ese orgullo.
-Hasta ahora ha estado en paradero desconocido.
-¿Hasta ahora? -repitió, y ahora la voz sí la traicionó.
-Eso he dicho -asintió, sin apartar los ojos de ella-. He venido a pedirle que me acompañe a reconocer su cuerpo. Puro trámite, por supuesto. Estamos completamente convencidos de que es él.
Antes la traicionó su voz, y esta vez fue su cuerpo. Su mano empezó a temblar descontrolada y tuvo que aferrarse al marco de la puerta. Sus piernas apenas la sostenían. Runcorn pensó que le gustaría verlas temblar sin aquella falda larga.
Sin embargo, fueron sus ojos lo que le hizo disfrutar de verdad. Grises, y completamente secos. Su mirada ahora sí que estaba muerta.
Andrómeda cerró la puerta despacio, dejándole fuera.
Albert Runcorn se quedó a escuchar el chasquido de la puerta a cerrarse. El sonido de un cuerpo al deslizarse contra la madera, el de los golpes de rabia de los puños débiles contra el suelo, el de los sollozos ahogados rompiéndose en la garganta.
El hombre sonrió con satisfacción.
Después de todo, no era tan difícil derrumbar a un Black.
Fandom: Harry Potter
Parejas: Runcorn/Andrómeda implícito, Andrómeda/Ted.
Rating: PG
Nota: Albert Runcorn es el trabajador del Ministerio en el que creo que se convierte Harry para infiltrarse, y digamos que es un pez gordo y tiene acojonaditos a todos.
Título:
EL ORGULLO DE LOS BLACK
El timbre resonó por toda la casa. Un timbrazo estridente, demasiado largo. El corazón de Andrómeda comenzó a latir con fuerza.
-¿Quién es? -preguntó en voz alta. El tacto de su varita en el bolsillo la tranquilizó un tanto.
Como toda respuesta obtuvo otro timbrazo, más estridente y largo que el anterior.
Andrómeda se decidió a abrir. Con cautela, apenas un resquicio que le permitió ver que en la entrada de su casa había un hombre alto vestido de gris plomo. Una barba cerrada le ocultaba parte del rostro, sin conseguir disimular la fría línea que formaban sus labios. Su mirada, oscura y desalmada, hizo que Andrómeda crispase los dedos en torno al pomo de la puerta.
-Soy Albert Runcorn. -No preguntó quién era ella. Por la sonrisa cruel que esbozó debía saberlo-. Trabajo en el Ministerio de Magia.
-¿Qué quiere?
Se había tensado como una gata a punto de saltar, a la defensiva. Lo que había oído de los Black le bastaba para saber que la mujer no se limitaría a sacar las uñas de sentirse amenazada. Runcorn casi podía imaginar el pinchazo de la varita al clavarse en su costado.
La sonrisa de él se acentúo más.
-Su marido, Ted Tonks, se negó a acudir a la citación del Ministerio. Tengo entendido que la interrogaron, pero que usted no sabía nada, ¿me equivoco?
Si había ido hasta allí, había sido precisamente para disfrutar de todo aquello. Andrómeda palideciendo. Andrómeda negándose a contestar. La vio alzar la barbilla y clavar en él unos ojos tan muertos como los suyos.
Ah, el orgullo. Había escuchado muchas cosas de ese orgullo.
-Hasta ahora ha estado en paradero desconocido.
-¿Hasta ahora? -repitió, y ahora la voz sí la traicionó.
-Eso he dicho -asintió, sin apartar los ojos de ella-. He venido a pedirle que me acompañe a reconocer su cuerpo. Puro trámite, por supuesto. Estamos completamente convencidos de que es él.
Antes la traicionó su voz, y esta vez fue su cuerpo. Su mano empezó a temblar descontrolada y tuvo que aferrarse al marco de la puerta. Sus piernas apenas la sostenían. Runcorn pensó que le gustaría verlas temblar sin aquella falda larga.
Sin embargo, fueron sus ojos lo que le hizo disfrutar de verdad. Grises, y completamente secos. Su mirada ahora sí que estaba muerta.
Andrómeda cerró la puerta despacio, dejándole fuera.
Albert Runcorn se quedó a escuchar el chasquido de la puerta a cerrarse. El sonido de un cuerpo al deslizarse contra la madera, el de los golpes de rabia de los puños débiles contra el suelo, el de los sollozos ahogados rompiéndose en la garganta.
El hombre sonrió con satisfacción.
Después de todo, no era tan difícil derrumbar a un Black.