I´m neeew :D

Apr 06, 2008 19:18



El Big Ben era predecible. Un enorme reloj con tendencias suicidas. El estruendo a cada hora en punto le parecía un reproche, algo muy poco tácito, sujeto a empujarle, más y más, el transcurso de un nuevo día.

“¡Mei-Ling! ¡Hemos perdido a Sakura y Xiao-Lang! ¡No sé adónde han ido!”
“¡Que se apañen ellos solitos! ¡Es un viaje que organiza la escuela!”
“Pero, Mei…” detuvo su afán por continuar insistiendo. “¿Eso es…”

Mei-Ling encogió medio cuerpo, agazapándose un poco contra la pared de aquel callejón.

El cúmulo de plumas resbaló por su brazo y se detuvo al deslizarse en seco y detener su peso sobre la palma que la china entreabrió para dejarle espacio.

La japonesa se llevó una mano a los labios y acercó la otra hacia el pequeño cuerpo sin vida.

“Está muerto.” le advirtió Mei-Ling.
“¡Es horrible!”
“Esta ciudad lo es.”
“No sólo esta ciudad” Tomoyo acarició el plumaje inerte del ave incapaz. “Tampoco es así de sencillo.”
“¿¡Qué hay de sencillo en todo esto!?” sus largas coletas cubrieron el entorno que unía ambas pieles.

La otra le miró a los ojos, que temblaron de rabia, clavados en aquel pajarillo.

“Mei-Ling.” Tomoyo apretó su mano, después de que una cruda y sonora campanada ensordeciera todo lo demás. “Tus dedos también parecen plumas…”

Título: Reflejo carmín
Fandom: X/1999
Pairing: Seishirou/Subaru
Rating: Hago mención de sangre y cosas así, pero no hay sexo ni violencia ni nada por el estilo. Además, está todo contado desde un punto de vista bastante alejado, así que yo diría también que muy light.
Notas: También de otra prompt para una amiga de mi instituto ^^ --> Place: Pista de hielo Object: Zumo
Palabras: 259

Rasga. Todo rasga, todo cae, se quiebra, mata. A todos. Y él no puede hacer nada. Una vez más…no ha podido hacer nada.

Subaru llega cuando la pista de hielo salta en mil pedazos, amasijos de hierro y cristal ondeando al viento, acuchillándose entre sí, entre la sangre, los miembros, los gritos, la gente.

A mí no me interesa el futuro de la tierra.

Permanece sobre el aire, cubriéndose la cara con un brazo que se llena de arañazos y rajas, protegiéndose después con un hechizo. Los ojos permanecen abiertos cuando escucha gritar a una niña y lo próximo es un bloque de cemento ocupando el lugar tras un crujido. Sólo un crujido. Y más sangre. Más miembros, gritos…menos gente, menos brillo. Ya no hay brillo. Nunca lo ha habido.

El dragón del cielo cae de pie al suelo, después de que el estallido finalice y el lugar sea un pintarrajo grueso del reflejo de mil muertos. Otros mil. Otros muertos. Que se suman al recuento, a la destrucción, a la nada. Esa nada que intenta evitar. Aunque todavía no lo sepa.

Observa el resultado cruento a su alrededor. Sobre todo al pisar algo. Algo que rocía sus pies y hace que se aparte para comprobarlo. Un zumo. El zumo de la niña, supone, que ensucia su calzado y se mezcla con el asfalto que hay debajo.

Y continúa con la cabeza baja, sólo hasta que percibe otro olor a tabaco, otra presencia que rodea sus dos muñecas, susurrándole contra el oído.

“Tarde como siempre, Subaru.”

No me interesa.

Título: Notas de color
Fandom: Clover
Pairing: Oruha/Suu
Rating: Lo mismo que en los anteriores. Light.
Palabras: 624

El aire tiene un color extraño. Mucho. Porque, de hecho, es un color bonito, casi tangible.
Suu no suele ponerle jamás color a las cosas. Por lo que ahora tampoco le sorprende demasiado que su respiración parezca violeta, y que se remueva en círculo etéreo con el inerte aleteo injertado tras su espalda.

Oruha acaricia su oreja izquierda, palpando los mechones cercanos, junto a un leve temblor de dedos sobrecogedor.

Nunca nadie le ha tocado en mucho tiempo. Le aíslan, le hacen pruebas, le hablan, le hacen compañía, pero no le tocan.

Había imaginado su cara de otra forma. Más surrealista, quizá, como un hada pomposa y de belleza electrizante. Pero le gusta más así. Los rizos de la cantante le hacen cosquillas en las mejillas y dejan huella sobre su piel como si estuvieran mojados.

Es tan preciosa…Desde lo que sale del interior de su cuerpo, con forma de voz candente, hasta lo que queda fuera del alma y el resto del mundo contempla.

Sabe que no es perfecta, aunque no alcanza a encontrar el defecto. Suu canta con ella, aproxima su garganta a la de Oruha. El aire continúa teniendo color, cambia repentinamente a cada tono y a cada estrofa.

Oruha no deja de tocarla y ahora ha descendido la palma hacia su hombro, que recoge con urgencia entre sus yemas. Suu tiene los brazos en cruz, contra el esternón y encogiéndose sobre el pecho y el hombro de la otra.

No han hablado mucho. Sólo se han sonreído y mirado y cantado. Un suceso que no es un suceso. Un sueño que parece la eternidad. Hay tantas maneras de reaccionar ante algo así. Y quedan, al momento, reducidas a la menos convencional. A la que puede que ni siquiera se encuentre metida entre todas ellas.

- Esto es más bonito de lo que decías, Suu.

- No sé. Tampoco tengo mucha idea de lo que es bonito y de lo que no.

- ¿Yo, por ejemplo?

Suu alza un poco los ojos, patinando la frente por el contacto apegado al cuerpo de Oruha.

- Tú eres preciosa.

- ¡Me refería a mis canciones! - ríe, mientras provoca que las mejillas de la pequeña se muevan de arriba abajo.

- Eso también, claro.- responde, con la mirada perdida, escuchando el recorrer de la sangre por las venas de la diva.

- Tú eres muy bonita, Suu.

- ¿Yo?

- ¿No te lo parece?

- Sólo pienso en que algo es “bonito” cuando te escucho cantar a ti.

- ¡Pero tienen que haber más cosas que te gusten!

- Cantar contigo…- Oruha coloca una sonrisa sobre el cuero cabelludo de Suu.- …y esto…

Rojo es el aire, entonces. Porque rojos son sus labios, tan poco frecuentes sin pintarrajear, y que ahora bordean la boca de Suu con la naturalidad de su tono rosado.

La pequeña no está muy segura de lo que significa cerrar los ojos en una situación como ésa.

Después del choque suave, viene el frescor, el tacto de su lengua, la nueva fuerza con la que la impulsa, apretando más su hombro para que Suu rompa su cruz y deslice los brazos en torno a la cintura de Oruha, todavía sintiendo ese roce perpetúo directo a la comisura.

“Si pudiéramos vernos, te abrazaría fuerte, Suu”

Cuando cesa, a la joven le gusta el olor a cerezas amargas que recibe de su cuello, sobre el que podría desfallecer allí mismo, sólo después de escuchar ese “gracias” y el tacto que envuelve su cintura y las plumas, casi artificiales, que manan de las paletillas de su espalda.

Y el aire deja de tener color.

Puede que porque despierta de un leve parpadeo.

Puede que porque las lágrimas emborronan cuanto hay a su alrededor.

x/1999, clover, card captor sakura

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