Título: Hooked on a Feeling (3/5)
Personajes: Dean Winchester, Benny Lafitte, Charlie Bradbury, Andrea Kormos, Balthazar, John Winchester.
Fandom: Supernatural
Resumen: AU escolar, donde Dean Winchester estudia periodismo, a pesar de la oposición de su padre, y arrastra un largo problema de insomnio. Cuando comienza un nuevo semestre, conoce a un profesor que puede ayudarle al menos con uno de los dos problemas.
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El principal síntoma de que lo ocurrido estuvo mal, fue que el préstamo de libros se interrumpió. Dean no sabía qué hacer. Entendía que el profesor buscara cortar todo contacto posible, pero desesperaba. Era más fácil cuando creía que sus sentimientos no eran correspondidos.
Le dolía haber perdido su naciente amistad. Las charlas en la cafetería, los libros. Cuando ya no pudo soportarlo, se escabulló al departamento del señor Lafitte, dispuesto a hablar con él. No iba a hacer nada comprometedor, enterraría profundamente sus sentimientos, cavando hasta donde fuera nacesario. Se conformaba con recuperar la relación que tenían antes.
Con la mochila a cuestas, esperando verse lo menos sospechoso posible, llegó a tocar la puerta.
- ¿Diga? - se le preguntó desde el interior.
- Profesor, soy Dean Winchester… necesito hablar con usted, porque… emm…
Tenía el argumento completo por alguna parte. Era una historia muy buena y completamente razonable. Quizá debió apuntarla en un papelito.
- Señor Winchester, este no es un buen momento - susurró el señor Lafitte al abrir la puerta.
- No te preocupes Benny. Ya me iba de todas maneras - la desconocida de la cafetería apareció tras su espalda, con el bolso en la mano en un gesto muy elocuente -. Ha sido un placer volver a verte.
La mujer le dio un beso en la mejilla.
- Hasta la otra.
- Ve con cuidado, Andy.
- Lo mismo te digo.
Escucharon el sonido de sus tacones alejándose hacia las escaleras.
- Supongo que sí es un mal momento - dijo Dean, desolado.
El señor Lafitte lo hizo pasar a toda prisa, como si temiera un espectáculo en pleno pasillo. Una vez dentro, lo invitó a tomar asiento. En la mesa había un cenicero con varias colillas y dos tazas, llenas de bolsitas de té.
- Se llama Andrea. Nuestras familias son amigas, así que nos conocemos desde niños - el señor Lafitte se sentó muy derecho frente a él, y lo miró directo a los ojos -. Estuvimos comprometidos.
Dean tuvo la sensación de que debió sacar su libreta o grabadora, así que tardó un momento en entender todo y elegir lo más importante.
- ¿Estuvieron?
- Acordamos romper. Sin rencores. Hemos sido amigos toda la vida, eso no va a cambiar.
- Entonces, ¿por qué…? - Dean se interrumpió -. Lo siento, no es asunto mío.
El señor Lafitte se encogió de hombros. Un movimiento que llamó la atención de Dean por las razones equivocadas.
- El trabajo. He pasado mucho tiempo fuera, en lugares no exactamente seguros, y planeo seguir así mientras pueda. No es lo que busca. No es justo para ella.
- Ah… yo…
- Es muy común - enumeró con los dedos -. Destrozados, dipsómanos, divorciados. Al menos ahorramos dos trámites.
Dean casi sonrió. Al verlo más tranquilo, el señor Lafitte tomó su turno para hacer preguntas.
- ¿En qué pensaba al venir aquí, señor Winchester?
- Creo que venía a decir algo bastante estúpido.
El señor Lafitte alzó las cejas. No esperaba esa respuesta. Dean continuó.
- ¿Nosotros también éramos amigos?
- Por supuesto.
- Extraño eso, ¿sabe? Y venía a pedirle que lo fuéramos otra vez. De verdad era mi intención. Pensé que me bastaría con eso - el muchacho apretó los puños -. Pero no soy tan fuerte.
- Hay millones de razones por las que estaría mal-
- Te amo, Benny.
El profesor se puso de pie, y se acercó a Dean. Tomó el rostro del joven entre sus manos, y lo miró largo tiempo, como si quisiera grabarse en su memoria hasta la última peca.
- Benny… - repitió Dean.
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Benny Lafitte no necesitaba que nadie le dijera que estaba loco. Lo sabía perfectamente. Se lo había repetido suficientes veces.
No venía a esto, maldición. Pero sufrió un estúpido accidente. Exactamente dos huesos rotos, de los cuales ni se enteró, hasta que estuvo bien lejos de la escena, demasiado ocupado en poner tierra de por medio, para salvar su vida y su cámara, no precisamente en ese orden.
Dar clases parecía una buena opción, mientras se recuperaba, no solo fisicamente. La mayoría de sus amigos y conocidos sabían lo de las fracturas, pero él no le había confiado a nadie las razones que lo llevaron a saltar de un jeep militar en marcha en primer lugar. No estaba listo para contarlo.
Mientras tanto, llevaba la sabiduría a los jóvenes y todo eso. Era mejor que estar sin hacer nada, supuestamente de vacaciones, rumiando toda su ansiedad, con los huesos ya soldados. Se sintió como un vampiro de energía, porque los muchachos iban para acá y para allá, charlaban y reían, y tanta actividad constante generaba una corriente eléctrica que le recargó las baterías.
Esto podría ser lo suyo. El puerto final, aunque no estaba viejo ni mucho menos.
Dean Winchester era una cuestión aparte.
Cuando comenzó a ver a los alumnos de manera individual, y no como una masa informe de pares de ojos, el muchacho sobresalió inmediatamente. Para empezar, porque era tan alto como él, parecía un rollo ambulante de franela, y tenía esos enormes ojos verdes y expresivos, como de caricatura japonesa. Además, le agradaba por pura vanidad, ya que era el estudiante que mostraba más entusiasmo en su clase.
Verlo en la cafetería, absorto en un libro, lo hizo sentir una ternura de la que ya no se creía capaz. Se quedó un buen rato ahí, mirándolo fijamente. Por suerte, el muchacho no se enteró de su presencia, hasta que Benny, en un impulso, le pidió permiso para sentarse a la misma mesa.
Se convenció a sí mismo que su interés en el muchacho era puro instinto paternal, porque a veces parecía como si se cuestionara lo que estaba haciendo ahí. Quiso ayudarlo. Él mismo no sabría que hubiera sido de su vida, si no fuera por los editores y colegas más veteranos que lo cobijaron bajo su ala cuando era más o menos de la edad de Dean. Tuvo mucha suerte.
Con eso en mente, lo invitó a su casa, junto a su amiga Charlie. Siguió aferrado a la posibilidad de adoptarlo como padawan, pero Balthazar tenía que echarlo todo a perder. Sí, le echaba la culpa, lo haría mil veces. ¿Por qué rayos tenía que ponerlo en ridículo contando todas esas tonterías? Lo pintó como uno de los Vengadores, cuando él podía asegurar que la mayor parte del tiempo luchaba para no salir corriendo en dirección opuesta. Amaba su trabajo, pero también le gustaba conservar todas sus partes blanditas pegadas a lo demás, en sus respectivos lugares.
Lo peor fue cuando miró a Dean. Dioses, esos ojazos brillaban de admiración, como si él fuera todo lo que aspirara a ser en esta vida, y las abundantes pestañas los hacían ver incluso más grandes. Tenía las mejillas rojas, y la boquita entreabierta. Estaba perfecto para dejarse caer en sus brazos, y fue la primera vez, en que se permitió la idea con claridad. El joven era una belleza. Y lo más importante: estaba por completo fuera de su alcance.
Se lo repitió constantemente. Incluso sin instituciones entrometiéndose, el muchacho estaba prohibido. Punto. Sería aprovecharse de él, y aun no llegaba a ese nivel tan bajo.
Pasaría, pasaría. Era un mal momento en lo personal, y Dean era atractivo. No podía ser nada serio. Ni siquiera por las ganas que tuvo de arrancarle la cabeza a su padre nada más de verlo de lejos, identificándolo como la causa de la constante preocupación de Dean. Benny, a solo unos meses de conocerlo podía apreciarlo en lo que valía. ¿Por qué su padre no podía hacerlo? ¿El tipo era idiota?
Se sintió en extremo orgulloso de cómo Dean dejó a su padre botado en el sitio. Tanto, que olvidó todas las precauciones que había decidido tomar, y volvió a invitarlo a su departamento.
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Suave y dulcemente, el profesor tomó la boca del joven con la suya, como si todo él fuera de cristal. Al muchacho eso lo volvió loco, quería más y lo quería en ese momento. Dean mismo incrementó la fuerza del beso, moviendo la lengua y los labios con hambre. Enterró las uñas en los brazos del hombre mayor.
Benny rompió el beso.
- ¿Quién lo diría? - murmuró.
Dean, frenético, comenzó a empujarlo y a tirar de su ropa. Benny entendió que pretendía tumbarlos a ambos en el suelo para hacerlo ahí mismo.
- Claro que no - dijo, y rodeó al muchacho con los brazos, inmovilizándolo -. De por si es un suicidio. Al menos vamos a estar cómodos.
Dean, con la mirada nublada, y la boca entreabierta, no entendió ni una palabra. Pero no opuso resistencia cuando Benny lo fue guiando a la recamara, hasta tumbarlo de espaldas en el colchón. El joven acarició el edredón bajo sus palmas, recordando lo que había fantaseado la primera vez que entró al departamento.
Estaba sucediendo de verdad. Benny estaba sobre él, montándolo, y lo miraba con tanta intensidad que le quemaba la piel.
El profesor se agachó de nuevo para capturar la boca de Dean, y le metió las manos por debajo de la ropa. Sus grandes y cálidas palmas recorrieron la piel del joven con maestría, como si lo conociera desde siempre.
Dean se atrevió a desabotonarle la camisa, y permitió que Benny lo desnudara por completo. El hombre mayor se sentó con el joven sobre su regazo. Dean restregó su mejilla contra la barba rasposa de Benny, arqueó su cuerpo contra ese pecho firme, y su trasero talló la tela rugosa del pantalón del otro, que cubría su erección, enorme y dura como hierro.
El muchacho tragó saliva.
- Lo quiero todo - decidió, sus dedos comenzaron a buscar el cinturón del hombre mayor. Lo desabrochó con mano temblorosa, mientras, Benny lo besaba por todas partes, y tenía las manos plantadas con firmeza sobre su trasero, amasando y estrujando.
- Mmhm… que delicia - jadeó Benny, sintiendo esa carne firme y redondeada -. Podría comerte… tal vez lo haga…
Dean por fin consiguió bajar la necia bragueta del otro y metió la mano. Comenzó a bajar la tela que se interponía, y Benny lo detuvo, agarrándole la muñeca con tanta fuerza que le hizo daño.
- Espera… espera… - jadeó, luchando con la idea de dejarlo que continuara. No iba a venirse así, necesitaba estar dentro de Dean -. No te muevas - le dijo, acostándolo. Buscó rápidamente cerca de la lámpara, y encontró una botellita de crema humectante que casi no usaba. En silencio, elevó a una plegaria de agradecimiento a la deidad que solapa relaciones clandestinas. Regresó con Dean, y al verlo, se quedó sin aliento.
El muchacho tenía esa deliciosa y perfecta boca entreabierta. Sus espesas pestañas se estremecían delicadamente. Tenía las mejillas rojas, y gotitas de sudor cubriéndole la piel, haciéndola brillar.
Benny tendía a pensar en él joven como alguien muy menudo, pero ahora podía apreciar de verdad su detallada musculatura, que no era poca, nada más la tenía escondida bajo todas esas capas de franela que le daba por ponerse.
- Benny… - gimió Dean, separando las piernas.
El profesor supo que estaba perdido. No era capaza de resistirse. Nunca lo sería. El muchacho era una tentación por la que valía la pena lanzarse de cabeza al mar, con riesgo de hacerse pedazos contra las rocas con tal de estar a su lado. Quien dijo que las sirenas eran mujeres con cola de pez, era un pobre estúpido.
Se lanzó sobre Dean, metiéndose entre sus piernas, lamiendo el suave interior de sus muslos. Tan apetecible que le enterró los dientes. El muchacho gimió de dolor, y Benny lo consoló besando y lamiendo el área lastimada. No mordió con la fuerza suficiente como para sacarle sangre, pero las marcas de sus dientes quedaron clara y profundamente en su piel. Esperó que esas marcas le duraran mucho tiempo, y nunca olvidara quien se las hizo.
Por el momento, necesitaba todo de si para seguir adelante y respirar al mismo tiempo. Jaló una gran bocanada de aire, y se llenó completamente del aroma y el calor que despedía el cuerpo de Dean.
- Oh - dijo el joven, al sentir un dedo generosamente cubierto de crema humectante entrando a su cuerpo. Si Benny interpretaba bien, estaba más sorprendido que dolorido o nervioso.
La sorpresa era para los dos. Benny nunca había hecho esto antes, pero tenía ideas sobre la mecánica. Añadió otro dedo, y, a manera de experimento, los separó dentro de Dean.
El joven siseó. Como no se apartó violentamente ni le gritó que era un monstruo y que lo denunciaría, Benny se animó a continuar.
- Relájate… relájate - Benny ya se lo podría estar diciendo a si mismo.
Tres dedos y la sensación era increíble para ambos. Benny los retiró con cuidado, y se apresuró a desnudarse. Dean levantó sus caderas conforme lo sintió acercándose, y Benny fue guiado su erección contra la entrada ya preparada.
Los dos sintieron que se morían. Benny tuvo que usar toda su fuerza de voluntad para no meterse de una vez en el canal más caliente y estrecho en que había estado. Dean volvió a hacer ese delicioso ‘humm’ esta vez aun más profundo y rico, más dulce.
El joven nunca había pensado que el dolor y el placer podían mezclarse de esa manera. Sentía que su amante podía hacerlo pedazos, lo que solo incrementaba la experiencia, lo hacía más real. Desde la barba de Benny rascándole la cara, sus uñas enterrándosele en la carne, y su enorme miembro abriéndose paso en su estrechez. Lo saboreó todo.
- Dean…
Como respuesta, el joven empujó contra la erección caliente que lo estaba destrozando.
- Dean… - dijo Benny, desesperado -. No quiero lastimarte…
- No lo harás - le aseguró el joven, moviendo sus caderas de nuevo.
En la mente nublada de deseo de Benny no quedó espacio para consideraciones. Entró del todo, con poderosas embestidas.
Dean percibió claramente el olor a mar abierto, sal, soledad e inmensidad. La fuerza del hombre mayor lo sacudió de un lado para otro, haciendo que la cama crujiera de manera amenazadora, y que se mareara, era como experimentar un verdadero naufragio.
Extrañamente, también se sentía como llegar a casa.
Una ola de placer lo bañó por completo, mandándolo al fondo del mar, deseando quedarse ahí para siempre, en esa oscuridad inmensa, cálida y acogedora.
Benny, enamorado del dulce calor que lo rodeaba, lo siguió poco después, con los ojos fuertemente cerrados, guiándose por sus melodiosos gemidos. Abrazó a su joven amante, como si tuviera miedo de que en cualquier momento se convirtiera en espuma de mar, y se derramó por completo en su interior.
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