Título: Champaña (5/5)
Personajes: Castiel, Dean Winchester, Balthazar, Sam Winchester, Benny Lafitte, John Winchester, Bobby Singer
Fandom: Supernatural
Resumen: AU. Castiel, un joven que trabaja como mesero para pagarse los estudios, se ve involucrado de mala manera con un importante miembro de una peligrosa familia criminal.
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La declaración del joven Cazador le cayó a Castiel como una bomba. No se atrevió ni a decírselo a Balthazar y tuvo que enfrentar todas sus dudas solo y su alma. Dean quería ponerle nombre al extraño arreglo que tenían, y se lo estaba tomando lo bastante en serio como para involucrar a la familia.
Pero seguía siendo una familia criminal. ¿En que terminaría metiéndose si seguía adelante?
Por encima de todas las cosas, le preocupaba John Winchester. No dijo gran cosa durante la comida, y su gesto era el de alguien que trataba de tomar una decisión. Tal vez, hasta ahora no había creído que su hijo se viera con otro hombre, pero ya había confirmado que Castiel era real. Podría ser un problema. Dean iba a heredar el “negocio familiar”, después de todo. Y su relación podría desatar todo tipo de chismes y descalificaciones, cuando lo que necesitaba era respeto, y, de preferencia, miedo. Al joven de ojos verdes podría no importarle, pero a su padre y al resto de la familia seguro que si.
La siguiente llamada de Dean fue para avisarle que estaría fuera de la ciudad unos días. Ninguno mencionó la conversación a la salida del deshuesadero, pero Castiel se temía que lo harían en cuanto regresara.
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- Cassie, si tienes algo que decir, mejor hazlo. Ver como te retuerces ya dejó de ser divertido.
Con Dean lejos, Castiel creyó que podría pensar tranquilamente. Pero no le ayudaba echarlo de menos, ni sentir que había un plazo fijo.
La escuela le había pasado en una nebulosa de preocupación, pero ya sería hora de que se la sacudiera de encima. No iba a ayudarle para nada. Mucho menos en el trabajo. Desde la boda Singer, Michael parecía en alarma constante. Como si en cualquier momento se fuera a autodestruir.
Decidido a mostrarse a si mismo y a los demás que no había motivo de alarma, se paró derecho y se puso a trabajar.
Lo estaba haciendo bastante bien. Por lo menos hasta que terminó de atender una mesa, se dio la vuelta y vio a Benny en un rincón. Ni siquiera estaba apropiadamente vestido para una boda. Desentonaba en especial por su gorra. Y solo estaba ahí, con un vaso en la mano y expresión atenta. Cuando se dio cuenta de que Castiel lo había descubierto, sonrió, y le hizo seña de que se acercara.
- Hola, emplumado. ¿Cómo te va?
- No es necesario que me vigile - dijo Castiel, en su tono más neutral.
Benny lo miró por un largo momento. Casi se podían ver los engranes de su cerebro trabajando.
- Es un favor a mi amigo. Por si pregunta dónde está su angelito, le puedo dar lugar, fecha y la confirmación de que su amigo estirado está muy lejos, como debe ser.
Castiel apretó los labios, irritado.
- No necesito vigilancia -insistió.
El aspirante a vampiro se encogió de hombros, dejando claro lo que le importaba su opinión, y tomó una copa de la charola que sostenía el joven.
- No va a ser siempre así. Esta vez tuve que improvisar, porque Winchester sacó a Dean de la ciudad de improviso. Fue muy extraño, pero el Jefe manda y su pequeño soldado obedece.
A Castiel se le erizó el vello de la nuca a pesar del tono casual. ¿Para qué podría John Winchester mandar a su hijo lejos? Era mucha coincidencia.
- Parece que no le caigo bien para nada - Benny señaló un punto tras Castiel. A unos metros de distancia, Balthazar parecía dispuesto a arriesgar su trabajo con tal de poder partir una bandeja en la cabeza de alguien -. ¿Seguro que no hay nada entre ustedes?
- Balthazar es muy protector, es todo - se apresuró a responder Castiel.
- Necesito unas palabras con él - Benny hizo a Castiel a un lado, y el joven de ojos azules no quiso dejar caer su bandeja con copas de cristal, ni hacer un escándalo.
Por su parte, Balthazar se permitió mostrar su desdén. Alzó una aristocrática ceja al ver al sujeto que se le acercaba. La mayor parte de la gente, al ver ese gesto, se detenía en seco y daba la media vuelta, pero a Benny no le podía importar menos. Castiel pudo intervenir, pero uno de los invitados tuvo la ocurrencia de llamarlo, y al joven mesero no le quedó más remedio que atenderlo.
Benny y Balthazar tuvieron un breve intercambio de palabras que nadie estuvo lo bastante cerca para escuchar, tras el cual, el aspirante a vampiro salió de la fiesta.
- ¿Ocurre algo malo? - preguntó Castiel en cuanto pudo acercarse.
- Nada que no pueda manejar, Cassie. No te preocupes.
También podría intentar ignorar la gravedad. Confiaba en Balthazar. Hasta ahora se había mostrado prudente con respecto a Dean y la gente que lo rodeaba. Pero Benny debió irritarlo de verdad.
- Me has recomendado cautela. Ahora te digo lo mismo.
- No es igual - respondió Balthazar, con la calma británica que le inculcaron desde la infancia -. Tú te las tienes que ver con el futuro jefe. A mi nada más me quiere asustar un subordinado.
Castiel tuvo la visión de Dean dirigiendo a los Cazadores, con Benny como su Mano Derecha, tal como en la actualidad el jefe era John Winchester, y su lugarteniente Bobby Singer.
- Sigue siendo peligroso - concluyó, abatido.
- Puedo manejar eso y más.
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Enterarse de que Benny lo seguía puso a Castiel en un estado de paranoia. ¿Dean no quería que huyera o se viera con alguien más? Estando juntos no podía dejar de notar la satisfacción y posesión en muchos de los actos del joven de ojos verdes. Siempre tenía por lo menos una mano sobre su hombro, y todo le parecía perfecto cuando rodeaba su cintura con los brazos. Tenía que ser afecto.
Pero recordaba que Dean le dijo desde un principio, con su maravillosa sonrisa, que cuidaba bien de sus juguetes…
El joven de ojos azules reflexionaba en todo esto camino a casa, después de comprar despensa. Al llegar a lo ultimo, lo recorrió un escalofrío. Se ajustó la gabardina, pero el frío venía de su interior y ninguna ropa de abrigo lo ayudaría con eso. Hace mucho, llegó a la conclusión de que Dean no era una mala persona y estaba muy lejos de serlo. Pero entre sus múltiples cualidades se encontraba el problema. La lealtad indestructible que sentía por su familia. Haría lo que fuera por ellos, y obedecería ciegamente a su padre.
Castiel suspiró al cruzar la puerta de su departamento. Nadie cambiaría la manera de pensar de Dean, mucho menos el pobre diablo que casualmente salía con él.
La familia es lo más importante.
El joven de ojos azules puso las bolsas de la compra sobre la mesa de la cocina y comenzó a sacar todo para acomodarlo.
- ¡Balthazar! - dijo en voz alta -. No había del aderezo que querías. Pero baje una receta de internet y voy a hacer el intento.
El único ruido que se escuchó fue el crujido de la bolsa.
- ¿Balthazar? - tal vez se quedó dormido. Castiel fue a la habitación de su amigo para ver que por lo menos no tuviera la cabeza sobre el restirador, babeando y emborronando sus propios planos.
No estaba ahí, ni en ningún otro lugar del departamento.
Era tarde. No dijo que planeaba salir. No dejó ni una nota. Aun así, no debería sentir pánico, pero Castiel no pudo evitarlo. Mucho menos cuando lo llamó y el tono de su teléfono se escuchó a unos metros de distancia. Debió salir demasiado rápido y se le olvidó. Tenía que ser eso. A pesar de que últimamente tenía relación con una conocida familia criminal. Aunque un tipo de verdad aterrador parecía tener algo personal en su contra. Había una explicación tranquilizadora y normal.
En ese momento llamaron a la puerta. A Castiel se le salió el alma del cuerpo y luego se le volvió a meter a toda prisa. Seguro era Balthazar. Más le valía que acompañado por una explicación muy buena.
Pero al abrir se encontró con John Winchester. El alma todavía no terminaba de acomodarse en su lugar y se le cayó a los pies.
- Buenas noches - lo saludó el padre de Dean, y entró, acostumbrado a que nadie pudiera oponerse cuando quería entrar a algún lugar. Si no se supiera quien es, ni tuviera conocidos en todas partes, se le dejaría pasar nada más por ser grande y fornido. Dean era unos centímetros más alto y tan fuerte como él, pero parecía natural que bajara la mirada y dijera “si señor” cuando su padre pedía (ordenaba) algo -. ¿Tendrás café o algo más fuerte?
- Café - respondió Castiel, sin poder superar la sorpresa de estar a solas con John Winchester y seguir respirando -. Instantáneo - añadió.
- Me parece bien.
Castiel pudo agua a hervir, y pasó el momento más largo e incómodo de su vida. Nadie le pegaba un tiro sin mas a alguien que le preparaba café, ¿o si? ¿Qué se pone en el epitafio en esos casos?
- Aquí tiene - dijo, poniendo una taza caliente frente a John Winchester, quien la aceptó en silencio, dio un sorbo e indicó que lo encontraba aceptable.
- Bien - el padre de Dean lo hizo sonar como su hubieran sostenido una conversación de lo más animada y llegado a conclusiones importantes. Castiel estuvo por mostrarse de acuerdo aun cuando no escuchó ni una palabra de dicha conversación. Ya se enteraría.
- Dean me sorprendió cuando llegó a casa de Bobby contigo. Ha tenido varias… novias, pero nunca las había presentado.
El tono era firme pero no de enojo. John Winchester había encontrado algo desconcertante y aun no decidía si era un problema, pero estaba por hacerlo. ¿Le daría a Castiel unos segundos de ventaja para que echara a correr? ¿O primero le diría que se alejara de su hijo y le haría el gran favor de dejarlo vivir?
Lo más importante era ver si aceptaría su generosa oferta, y Castiel sospechó que no lo haría. Era algo fuerte lo que luchaba y empujaba entre el miedo, sosteniendo que había posibilidades de razonar con el Cazador, que tenía que intentarlo porque Dean valía la pena.
- Al principio no supe que hacer. Así que pensé que hablar contigo a solas con calma, aclararía las cosas.
¿A solas?
- ¿Dónde está…?
- El señor Lafitte vino por tu amigo - John Winchester hizo una mueca, como si ninguno de los dos le cayera bien -. Me aseguró que lo mantendría entretenido un buen rato.
El joven de ojos azules se puso de pie.
- No es necesario - su voz había recuperado toda su firmeza. Una cosa era él y su relación con Dean, otra era su mejor amigo, quien no había hecho más que ir a medias con la renta.
John Winchester lo miró perplejo, parpadeó y se echó a reír.
- Claro - dijo, afable -. Yo aquí, hablando como si tal cosa… con razón me miras así.
Le indicó de la manera más tranquilizadora que pudo que se volviera a sentar. Castiel lo hizo, pero no con mucha calma al ver que el hombre mayor buscaba algo en su chaqueta. Era su billetera de cuero. De ella sacó una pequeña y ajada fotografía. Se la tendió a Castiel. La persona en la imagen era una bella mujer rubia que sonreía radiante.
- Mi esposa, Mary Campbell.
- ¿Campbell? - preguntó Castiel, levantando la vista de la fotografía, no sin reconocer los rasgos de Dean en la imagen.
- La única hija del viejo Campbell. La conocí cuando comencé a “trabajar” para él.
Castiel pudo asustarse de nuevo, pero en lugar de ello, sintió tristeza. ¿Qué tuvo que hacer ese hombre ya no digamos para ascender, si no para seguir con vida?
- Lo lamento - dijo el joven en voz alta.
- Hay cosas de las que no me enorgullezco - John tomó un sorbo de café -. Pero para algunos estándares estaba en la grande. Enamorado como un imbécil de la mujer más bella del mundo. Su padre no solo estaba de acuerdo, si no que esperaba a que me decidiera para hacer oficial que yo era su sucesor. Heredaría una maquinaría bien engrasada que ya había hecho mucho por mi.
En ese momento, Castiel descubrió de quien sacó Dean la expresión que ponía cuando hablaba de su auto.
- Todavía faltaba mucho para tomar el lugar del viejo Campbell, o eso creíamos todos. Mi querido suegro se veía imparable como un tanque.
No parecía un comentario irónico. Además, de no sentir afecto por él, no le hubiera puesto así a uno de sus hijos.
- Preparé todo el espectáculo, cena, velas y lo demás - John Winchester continuó su relato con un tono desenfadado, porque a los hombres no los conmueven esas cosas -. Y le pedí matrimonio a Mary.
Tras demostrar su maestría en la narración de los clímax, el cazador se detuvo a evaluar a Castiel otra vez, y este asintió en silencio. Podía confiar en él, y ya conocía su dirección.
- Tardó tanto en responderme que por poco y salía corriendo para no volver. Y eso que estábamos en mi departamento. Por fin, dijo que había estado reflexionando en algo, y que después de escucharla podía repetir la pregunta si quería. Si no, haríamos de cuenta que toda la conversación nunca ocurrió.
John Winchester se recargó en la silla, con la mirada perdida en sus recuerdos.
- Me confesó que odiaba la vida de los cazadores. Que si pudiera se iría muy lejos, pero no iba a dejar a su familia. Y que deseaba terminar con todo esto para que sus hijos no tuvieran la vida que ella tuvo.
Castiel se quedó un momento con la boca abierta.
- Entonces usted repitió la pregunta…
- No exactamente. Lo que dije fue “Soy mecánico automotriz, ¿quieres casarte conmigo?”
Muy poca gente sabe esto, pensó Castiel.
- Tan pronto como respondió que si, nos propusimos a cambiar las cosas. Mi suegro ya tenía toda una red de negocios que servían de pantalla. Se trataba de que poco a poco fueran reales. Que dependieran cada vez menos de los ingresos ilegales. Teníamos que conseguir que los muchachos también fueran por otro camino. Algunos se aferraron a los modos viejos, pero Mary estaba decidida y al poco tiempo, no estábamos solos.
Castiel se imaginó a Dean poniendo el mismo empeño en mantener a salvo a su hermano Sam. Para que pudiera ir a la universidad o a donde quisiera, para el caso.
- Conservamos nuestros contactos y a gente que nos debía favores. Y la fama, por supuesto - John Winchester parecía confesar una travesura, y por un momento se vio tan joven como Dean -. Paradójicamente, abrió muchas puertas por las que pudimos dejar nuestras actividades criminales.
- Entonces… ¿todos esos amigos influyentes? ¿Los infiltrados que los protegen?
- Legítimos, y cada vez menos necesarios. La familia ya dejó de buscar problemas.
- ¿Dean sabe todo esto?
El hombre mayor asintió.
- También sabe que le prometí a su madre que los protegería, y que no iban a seguir los pasos del abuelo. Sam prefiere pensar en esto como historia vieja.
- Dean quiere hacerse cargo del negocio familiar - Castiel usó su tono más plano. Sobre todo porque ya no tenía idea de cómo tomarlo.
- Para él, significa cuidar a la familia, como lo hizo su madre. Y ocuparse del taller mecánico. Es incluso mejor que yo en eso, pero no se lo digas.
El joven guardó silencio un momento. Sentía un inmenso alivio.
- ¿Por qué me cuenta todo esto?
De no preguntar, John Winchester se hubiera sentido muy decepcionado.
- Lo he visto muy feliz. Prometí darle eso a mis hijos. La oportunidad de hacer su vida como se les diera la gana. Si tú eres lo que quiere, está bien. Ahora yo tengo una duda. Creías que Dean era poco menos que un sanguinario delincuente, pero no hiciste nada por alejarte. ¿Por qué? ¿Tanto miedo tenías?
Castiel buscó en su interior. John Winchester no tenía que estar aquí. Pero lo así era y merecía sinceridad de vuelta.
- Estoy enamorado como un imbécil.
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Balthazar regresó de madrugada. Sus ojos azules brillaban con ira justiciera, como el filo de navajas de acero. Encontró a Castiel en el sillón, con la televisión encendida, sintonizando la nada.
- Cassie, ¿estás bien? - preguntó Balthazar, retirándole el cabello de la frente.
- ¿Thaz…? - murmuró Castiel, adormilado -. No sabía dónde estabas… dejaste tu teléfono…
El joven rubio hizo una mueca de disgusto.
- No me dieron mucha elección - gruñó. Ayudó a su amigo a levantarse y lo llevó a su cama. Castiel sintió como le crujían los huesos por la mala postura -. Lo importante es, ¿cómo estás tú?
Castiel pensó en la pregunta, hasta sacar algo en claro a pesar del sueño.
- Muy bien. Todo está bien ahora.
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Para la siguiente reunión familiar, Castiel acudió mucho más relajado. Incluso llevó a Balthazar, confiando en que se llevaría bien y se integraría con facilidad, como en efecto sucedió. El joven rubio conquistó con su galantería desde a Jo hasta a Missouri, pasando por la señora Singer, con tanto éxito, que parecía que Bobby le iba a lanzar algo a la cabeza en cualquier momento.
Contrario a lo que había pensado, Dean no llegó corriendo a preguntarle nada. Se trataron con normalidad, y el joven de ojos verdes parecía esperar el mejor momento. Castiel tenía la sospecha de que este era el día y el lugar.
La respuesta no iba a cambiar.
Tras la comida, Dean lo tomó de la mano y lo guió hacia afuera, mientras iba hablando de cualquier cosa. Por el camino se toparon con John Winchester, quien les hizo un leve asentimiento de cabeza, sin decir nada. Era suficiente.
El deshuesadero, lleno de hileras y montañas de chatarra, no es lo que se dice un lugar romántico, pero conforme avanzaban se fue sintiendo cada vez más íntimo. Los ruidos de la casa y el mundo en general se alejaban y amortiguaban. Igual que la primera vez, Dean arrinconó a Castiel contra un auto. Pero de una manera más amorosa, carente de la violencia que mostró al principio, y con la amplia cooperación del joven de ojos azules.
- Te debo una disculpa. Una grande.
Acurrucó a Castiel sobre su pecho, con un gesto protector.
- Sé que ti un susto tremendo cuando nos conocimos, y me aproveché de eso.
Dean tenía muchas cosas de las que arrepentirse. Debió decirle desde un principio que no tenía nada que temer. Que los días de cacería habían quedado muy atrás para todos los que conocía. Pero es que sus ojos azules lo tenían encandilado. Se había enamorado del brillo que les daba el miedo, haciéndolos resplandecer como el cristal. Pero cuando Dean lo besaba, el temor quedaba atrás, y el azul era de un cielo sereno. Eso también le gustaba.
Al principio estaba seguro de que ese miedo era lo único que le impedía rechazarlo o huir. Quería contarle todo, pero siempre terminaba aplazándolo, buscando un mejor momento.
Por fin llegó el famoso momento, ¿qué vas a hacer, Dean?
Castiel invirtió posiciones, empujándolo contra el auto, y al tenerlo a su merced, se dedicó con seriedad a besarle las pecas una por una.
- Sé todo lo que necesito saber - le dijo -. Y aunque no lo supiera, tenemos tiempo para que me cuentes lo que quieras, ¿no?
- Claro que si - respondió Dean. Su ángel confiaba en él, eso se podía ver en sus ojos azules. Se sintió tan feliz, que alzó a Castiel en brazos y le dio una vuelta, riendo. Después se reprocharía ese gesto tan cursi.
Del otro lado de unas pilas de chatarra se escuchó un estrepito. Golpes y voces airadas. Dean le indicó a Castiel que se quedara tras él y se acercó a ver lo que sucedía.
Benny y Balthazar se empujaban uno contra el otro con rabia. Castiel se quedó de piedra al ver como su amigo, un ejemplo de carisma, encanto y ecuanimidad, jalaba la ropa de un hombre más fornido que él hasta rompérsela a tiras.
La carcajada de Benny fue espeluznante. Intentó tirar a Balthazar al suelo, pero este, más rápido, usó sus pies para hacerlo tropezar y su propio peso para derribarlo. Aunque calculó mal, o tal vez no, porque el aspirante a vampiro le cayó encima.
Ni la sorpresa de uno, ni que el otro se quedara sin aire impidió que siguieran forcejeando en el suelo. Dean y Castiel aun no sabían que hacer cuando Balthazar se escurrió de debajo de Benny, se le subió encima y lo jaló del cuello del saco para que se encontraran en un beso desesperado.
Benny metió las manos bajo la ropa del otro con intenciones asesinas, le enterró las uñas inmediatamente. Balthazar gruñó de dolor y trató de separarse, pero no pudo porque Benny le tenía aferrado el labio inferior con los dientes y parecía capaz de arrancarle un trozo.
Castiel, al borde del trauma, hizo todo lo posible por retroceder. Como era de esperarse, tropezó con uno de los muchos cacharros de metal regados por ahí. El ruido hizo que Benny y Balthazar olvidaran las ganas que tenían de obtener la cabeza del otro como trofeo. Desde el suelo, voltearon a ver al publico que apenas se estaban enterando que tenían.
Benny ni siquiera hizo el intentó de levantarse , y los miró esperando que captaran el mensaje y se marcharan a la brevedad. Por su parte, Balthazar tuvo la decencia de ruborizarse. Intentó ponerse de pie, pero el otro no lo permitió. El joven rubio dirigió una mirada de disculpa a Castiel. También podría plantearse el tener que pagarle una terapia.
- Eh… - comenzó, sin darse cuenta de que le escurría una gota de sangre del labio, mientras que Benny parecía interesarse en ello -. No es lo que parece.
Dean asintió rápidamente, sin comentar que era la excusa más lamentable jamás inventada y peor empleada. Tomó a Castiel del brazo y se lo llevó de ahí a la carrera.
FIN