May 12, 2011 12:20
Ayer vi a mi papá de camino a la casa, y me dio un aventón. Comenzó a hablar del terrible final y comopasaeltiempo que es una conversación que ya hemos tenido muchas veces. No lo culpo, y creo que no le falta razón, pero esta vez lo interrumpí y le pedí que no lo hiciera. Ya tengo suficiente con mi propia ansiedad (que me provoca asfixia) al enfrentar un futuro incierto, como para que El Jefazo me repita lo mismo de siempre, que no solucionemos nada y me pinte un panorama peor. Quiero sentirme feliz, y ver el lado positivo. O por lo menos esperar lo mejor.
Se saca de onda que me niegue a escucharlo. Está acostumbrado a vencer a sus oponentes a punta de argumentos. Los oponentes somos el resto del mundo, y mi papá puede hablar durante HORAS, y no se da por satisfecho cuando alguien le da la razón. El otro tiene que quedar literalmente en un rincón de la habitación, con los brazos cruzados a la defensiva y mirando al piso. Y si, esta es una postura con la que estoy muy familiarizada, desde que era pequeña, sin importar el tema. En serio, puede discutir con la misma furia así sea un asunto importante, la escuela, la religión, un programa de televisión o por qué me gustan los Beatles. En las peores me ha correteado hasta mi cuarto, sin importar que le pidiera (con lágrimas y todo) que me dejara en paz.
Nunca se me va a olvidar la Nochebuena en casa de su Tío Almighty, en que se la pasó discutiendo quien sabe de qué desde las 9 pm. Mis hermanas y yo no pudimos cenar (porque tenían que terminar su asunto), nos fuimos a dormir, despertamos a la mañana siguiente y él seguía hablando. Su Tío nada más decía “Si, sobrino, si”, o lo que sea, creo que hubiera dado cualquier cosa con tal de que se callara.
Aunque más que discusión se especializa en el monologo. Domina la ciencia y el arte de interrumpir al de enfrente, sin pausas para respirar, y adoptar un tono de amenaza que obviamente funciona mejor cuando una tiene menos de 15 años, y el se ve enorme, aterrador y tiene un cinturón a la mano.
(¡Hey! Me acorde de esa versión del Submarino Amarillo que cantaban en la secu.)
La única persona, con quien no puede hacer tal cosa, es su hermano mayor, mi Tío Moy, el Ser Más Sabio del Universo. El tipo es la neta, francamente. Lo calla como un maestro, y hasta lo empuja a su esquina, nada más le falta zapearlo. Lo malo es que no podemos irlo a buscar a Puebla cada que mi Jefazo se pone punk.
(Y la rola iba más o menos “Amarillo se puso mi papá/cuando le enseñé/el cero que saqué. /Amarillo me puse yo también/cuando me enseñó/su nuevo cinturón.”)
familia,
casa,
beatles,
vida