(no subject)

Jun 12, 2003 02:40

Anteayer tocaron el timbre a las 10am. Yo, como consecuencia de mi vida nocturna (nula pero constante, frente a esta máquina), me levanté desconcertado, como si el orden de las cosas se hubiese alterado y empleados de correos hubiesen tomado por la fuerza el Jockey Club en nombre de una secta pro-carreras de galgos, o algo así.

Era La Rosa; no lo veía desde hace algo así como 15 años. Fue un albañil que tuvo la confianza de mi familia, y luego desapareció. De chico me decía cara de pescado. Ahora apenas si le quedan dientes; cuando me habló a través de la puerta y la ventana (no escuchaba bien mis preguntas) me costó mucho reconocerlo, el pelo canoso y la cara más gorda.

Me pidió pasar al baño, había venido en bicicleta a saludarme, según dijo. Le creí porque debía saber no era hora como para encontrar a nadie, aunque no era importante; pasó, dijo no a mi ofrecimiento de café, al irse nos dimos un abrazo. Chau don.

Casi le digo hasta luego, pero me contuve. No lo voy a volver a ver.
De no haber venido su recuerdo pronto se hubiese desvanecido. Ahora, me consta, probablemente se haya dilatado un poco, no mucho más.

Tan destinado al olvido. Como todos, ni más ni menos que el resto.

Ya sueno como Manrique (aunque infinitamente menos meritorio), mejor ir a dormir.
Previous post Next post
Up