Lucha.

Sep 19, 2012 15:38

Vale, hoy estoy en modo escribir sobre los gemelos. Y como le he prometido a lyeth terminar todo lo que tengo por aquí colgando, vamos a ponernos ya al tema, que de esta tabla no me quedan más que cinco -sin ésta -viñetas y ohdiosmío ni me lo creo. Esta vez, más que centrado en los gemelos, trata sobre los Weasley en general. Ay, francamente, me encanta esta familia n.n

Nunca lo van a admitir, y si lo hacen será a media a voz, demasiado bajito para que les oigan, o en sueños. Sí, así a lo mejor sí. Pero lo cierto es que, lo admitan o no, le echan de menos.



No entienden qué ha pasado, ni cómo ha sido. Vale, que siempre fue un tanto estirado, un poco corto de entendederas y bastante ambicioso. Pero, joder, Bill también era prefecto y no se le ocurrió renegar de la familia. Si hasta ligaba y todo, no como Charlie que parecía haber nacido por y para los dragones.

Lo que más les fastidia es lo afectada que está su madre. Todos los discursos sobre lo orgullosa que estaba de Percy, y los disgustos que le daban los gemelos se quedan obsoletos al ver ahora la realidad. Pero tienen lo bastante tacto para no decirle a Molly un te lo dije, que se tiene más que ganado. Quizás si hubiera escuchado de vez en cuando a esas dos cabecitas pelirrojas que tanto le recuerdan a sus hermanos, se hubiera dado cuenta de que actuar como si ser Weasley tuviera algo de vergonzoso, otro gallo hubiera cantado.

Porque, en realidad, ¿qué más daba? Hasta Harry se dio cuenta en cuanto puso un pie en la Madriguera. Era una pasada de casa. Vale que no tenían elfos domésticos como en el caso de los Malfoy, pero con Hermione al lado casi era lo mejor que les podía pasar. Y puede que la ropa se tuviera que heredar porque no había para comprar una nueva, pero, ¿a qué venía ese afán despilfarrador? Había sacado siete hijos adelante, y en el plena guerra. Durante la primera guerra, su casa, sus niños, eran los que hacían reír a los Prewett y les recordaban porqué estaban luchando.

No tienen nada de lo que avergonzarse, de nada.

A lo mucho, de un hermano que no ha sabido ver lo que realmente importa.

Y, eso, ahora mismo, en plena segunda guerra mágica es algo que te corroe las entrañas y te duele en lo más hondo. Porque no sabes quién puede morir, o a quien puedes perder en la batalla. Porque te gustaría que, al menos una última vez, poder decir que sois una familia, pobre pero unida. Una familia a la que han podido tildar de muchas cosas, pero nunca de cobardes. No, jamás han huido de lo que realmente importa, de lo que les hace ser como son.

Incluso aquí, a las puertas del combate, mientras todos se organizan y se frotan las manos, conscientes de que es ahora, que es todo o nada, de que esta noche decidirá sobre todas las demás, incluso ahora, los Weasley no se aclaran entre sus ganas de luchar y sobre las de proteger a los suyos.

-Eres menor de edad, no puedes luchar.

La voz de la señora Weasley resuena por todas las paredes de Hogwarts, a sabiendas de que esa lucha está perdida.

-Llevo luchando todo el año contra los Carrows. -Se queja Ginny y con toda la razón de su parte.

-Pero aún no tienes edad -repite su padre, aunque es consciente de lo floja que parece su argumento.

Los demás Weasley no dicen nada. No quieren que le pase nada a Ginny, pero también saben que no soportarían que a ellos, por mantenerles a salvo, les prohibieran pelear. Además, ¿mayor de edad? ¿Para quién? ¿Para un Ministerio que no supo enfrentarse a los mortífagos cuando tuvo que hacerlo? Es bastante egoísta negarle a Ginny la oportunidad de luchar por sus ideales, por unos preceptos que le quedan grande y que, en realidad, nunca le vendrán bien.

-¿Dónde está la batalla? ¿Ya ha empezado? ¿Me he perdido algo?

Y, de repente, como una ráfaga de aire fresco en ese ambiente tan cargado, aparece Percy. Con la corbata mal anudada, los cordones de los zapatos atados con prisas, y unos ojos tan rojos que parece que su pelo se ha ido destiñendo poco a poco hasta colarse por sus córneas.

-Percival... -susurra su madre, sin poder creerse que por fin esté viendo a su niño.

-Mamá...

Nadie sabe qué decir. Ni los Weasley, ni Harry, ni Hermione, ni nadie de los que están presentes en la escena. Es en el mismísimo momento en el que Ginny quiere aprovechar para escabullirse y regresar con sus compañeros del Ejército de Dumbledore, cuando Percy los sorprende a todos. A todos, menos a Molly. A Molly no, porque ella nunca ha dejado de creer en los suyos, por mucho que estos creyeran perder toda la esperanza.

El abrazo llega cuando más lo necesitan, cuando menos lo esperaban, en el momento adecuado. Y significa mucho más de lo que nadie es capaz de entrever en un primer momento: significa que han ganado una de las batallas. Allá afuera se libra una guerra por intereses, pero aquí dentro, en el mismo seno familiar de los Weasley, han vencido los lazos fraternales frente a la ambición, frente a la codicia, frente a la vergüenza. Ha ganado el cariño y la fe frente a la envidia y las viejas rencillas.

-¿Te lo imaginabas? -Le pregunta Fred a George en un susurro cuando se sueltan del abrazo de su madre, que no cabe en sí de alegría.

-¿Tú no? -Responde George sonriendo.

-Oh, por Merlín -exclama de pronto Molly sobresaltando a todos.

-¿Qué ocurre? -Pregunta su marido.

-¿Dónde se ha metido Ginny?

Y Fred se reiría, sino fuera porque la cara de su madre está lívida de angustia e ira. Pero lo haría de buena gana, ya que, en el fondo, los Weasley se conocen demasiado así mismos. Son demasiado predecibles para los que de verdad los quieren.

Y sí, ésta es la viñeta lucha, la número 14, de la tabla momentos de 30vicios

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