Ya, sé que voy súper despacio con esta historia, pero es que, la verdad, no tenía ni hilo conductor ni nada. Me he pasado toda la mañana tratando de diseñar un argumente, y ya lo tengo, así que espero darme más maña en publicar la próxima vez. Además, que parece que no, pero en verano es cuando menos escribo y no por falta de tiempo.
En fin, espero que os guste, ya siento que vaya tan despacio, pero me parece a mí que hay personajes que, por mucho que me gusten, no acaban de dárseme bien. Aún así, procuro que estén lo más IC posibles :)
La llegada de Harry a Grimaulce Place lo cambia todo. Para empezar, el humor de los que están dentro, comenzando con el gruñón de Sirius Black, y terminando por desquiciar a la madre de éste. Si antes tenía que aguantar a un montón de traidores de sangre, ahora, encima, al que acabó con el único mago que quiso poner fin a toda aquella historia.
Sin embargo, Harry no parece tan alegre como los demás, de estar ahí. Nada más llegar, les grita cuatro cosas a Ron y Hermione, que pueden oirse hasta en el rellano y los gemelos y Ginny son testigos de ellos. No es justo, y lo saben; pero, como bien señala Hermione, tampoco es que Harry lo haya tenido muy fácil hasta ahora.
Pero lo que les cabrea, al menos a los gemelos, es que a Harry, por ser Harry, sí que se le puedan contar los secretos de la Orden y a ellos, que son mayores de edad, no. Empiezan a entender porqué algunos alumnos de Hogwarts le llaman El Elegido con tono de burla y cierto rencor. El enfado se les pasa enseguida, claro, en cuanto se ponen al tanto de todo eso del arma de Quien-tú-Sabes y todas las sospechas que su madre les permite oir, pero aún así, no se quedan satisfechos. Quieren saber más.
Pero durante los siguientes días, no se vuelve a hablar de ello. De lo que sí se trata es de Harry. Harry por aquí, Harry por allá, Harry y el Ministerio, Harry y Dumbledore. Y les cae muy bien Harry, de verdad, pero parece que todo el mundo mágico girara en torno a él. Por suerte para todos, Harry prefiere pensar en los demás antes que en sí mismo, por el simple hecho de que una vista ante el Ministerio deprime a cualquiera.
-Oye, preciosa la túnica, por cierto -les comenta éste un día.
-¿A que sí? La cara de Ronnie fue todo un poema -recuerda Fred poniendo ojos soñadores.
-Ah, hubiera dado la mitad de mi cámara por verla. No se lo esperaba, seguro. -Se lamenta Harry.
-¿Quién lo haría? -Ríe George sin poderlo evitar.
-Supongo que nadie... -Reflexiona Harry, y entonces se acuerda de algo de vital importancia -¿Os han preguntado por el dinero?
-No, todavía no hemos hecho alarde de ello. -Susurra Fred, misterioso.
Harry le mira con atención, pues quiere que continue.
-Estamos... preparando algo... -comienza Fred.
-Algo grande
-Maravilloso
-Espectacular
-Que os va a dejar a todos con la boca abierta
-Pero, ¿qué es? -Se impacienta Harry.
-Ah, sorpresa.
-¡Venga ya! ¿Ni a un vuestro primer inversor? -Trata de sonsacarles Harry.
-Eso es cierto...
-...pero no es justo
-¿Seguro?
-No del todo.
-No te preocupes, Harry, no nos olvidaremos de ti.
-De eso puedes estar seguro.
-Pero, por ahora, déjalo todo en nuestras cabecitas...
-Aún tenemos mucho en que pensar.
Harry sonríe y hace un gesto que a los gemelos no les pasa desapercibidos.
-¿Qué pasa? -Preguntan revelando más curiosidad de la que querrían.
-Sea lo que sea -admite Harry -, si sois vosotros, merecerá la pena ver el resultado.
-¡Ja! -Ríe Fred mientras choca los cinco con su hermano.
-Así se habla, tío -responde George con una sonrisa de oreja a oreja.
Y de pronto, sin previo aviso, aparece Hermione con un libro más grande que ella buscando a Harry desesperada.
-Mira, Harry, mira, he encontrado algo que puede ayudarnos.
Justo detrás vienen corriendo Ginny y Ron, con cara de “no hay quien la pare”, pero Harry, mitad agradecido mitad extresado del todo, suspira y se acerca a su amiga.
-A ver, que te ayudo con esto -dice agarrando el volumen y procurando no caerse hacia atrás por su peso.
-No estoy muy segura, pero ha habido casos en que... Bueno, jo, es que si lo piensas bien. Dementores, madre mía. Y fijo que fue Él,
Harry, fijo que sí. Pero aún así, hay algún remoto caso en que, aún sin dementores, y sin asesinos locos idos de la olla por ahí, ni Ministros incompetentes, algunos se han salvado. Que han sido por influencias, sí, pero tú tienes a Dumbledore. Y bueno, Dumbledore no es ahora la figura más fiable para el mundo mágico pero aún así. Es el Wizengamot, así que, ya le han creído otra veces. Y, por Merlín, lo raro es que tú sepas hacer, a tu edad, un patronus.
-Hermione -le dice con suavidaz Ginny, tratando de calmarle un poco, pero ésta sigue con su monólogo.
-Está atacada -les comenta Ron a los otros tres, que no pueden dejar de mirar a la chica como si le hubiera salido una segunda cara, a lo Quirrel, en la espalda.
-Ya lo vemos, ya -murmura Fred.
-Echadme una mano, anda -les suplica Ginny y clava los ojos en Harry y, después, en George.
-Eh, Herms, esto -comienza Harry sin saber muy bien qué decir.
-¿Por qué no vais a pedirle algo a mamá? ¿Alguna tila o infusión para calmar los nervios?
Harry y Ron asienten, le dan una palmadita a Hermione en la espalda y le dicen que ahora vuelven.
-Pero, Harry, esto es por tu... -cuando ya se han ido sus amigos, se vuelve, iracunda, hacia los que quedan -. Encima que lo hago por su
bien, no me escucha en absoluto.
-Creo que lo hemos empeorado. -Dice Fred en voz baja.
-Y mira que era difícil -le responde su hermano.
Ginny les echa una mirada de esas que tanto les recuerda a su madre, y trata de hacerse con el libro de Hermione, que Harry ha dejado a un lado. Se tambalea, y Fred acude en su axilio.
-Ahora volvemos, Herms, tú tranquilízate un poco, ¿vale?
-Pero, ¿qué?
Hermione está anonadada, flipa en colores, y cuando gira sobre sí misma, descubre que sólo tiene a George para echarle una bronca que tendría que ir dirigida a cuatro personas más.
-¡Me parece increíble! -Barbota, y comienza su reprimenda, pero George apoya su mano en su hombro, consiguiendo que ella se calle y le mire interrogatoriamente.
-Estás desquiciada -. Empieza, y no tiene ni idea de si es un buen comienzo o no, porque la norma de oro de los Weasley cuando su madre se desgañita es mantenerse en silencio hasta que te permitan huir, y huir bien lejos de allí.
-¿No fastidies? -Le pregunta retóricamente Hermione.
-Pero no por lo que acababa de pasar -señala George -, sino por todo el asunto con Harry y el Ministerio.
-Lógicamente -. Hermione pone los ojos en blanco, y cuando vuelve a enfocarlos hacia donde George añade, enfadada y dolida -. Cosa que a él debe importarte un pimiento porque no hace nada por intentar arreglarlo.
-Es que no puede -trata de defenderlo George.
-¡Claro que sí! Mira, si buscamos entre los libros de todo este mausoleo, quizás podríamos...
-¿Podríamos encontrar casos en que un defensor de muggles fuera absuelto por la ley mágica? ¿Aquí, Hermione? ¿En la biblioteca de los Black? ¿Los defensores de la pureza de sangre?
Hermione baja los hombros cuando cae en la cuenta de lo que le está diciendo George. Tiene razón, si aquí puede encontrar una solución, no será esa, o no por esas vías.
-Pero, entonces, ¿Qué puedo hacer?
-Puedes tranquilizarte, y olvidarte del tema.
-¿Olvidarme del tema? -Hermione casi ni se cree lo que acaba de escuchar -¿Cómo voy a olvidarme del tema? ¡Es mi amigo! ¡Y también el tuyo! -Añade molesta, dando un paso hacia atrás, y librando su hombro del contacto de George.
-Lo sé, no estoy diciendo exactamente eso. Quiero decir, que no se lo recuerdes constantemente. Ya tiene bastante él, con todo lo que le gusta comerse el coco. Por lo menos, hasta que llegue el día, que tenga unos buenos recuerdos de Grimaulce Place. Ya ha tenido un verano bastante amargado por culpa de los Dursley, y de la política de desconocimiento que Dumbledore ha mantenido con él; no tiene sentido que estos últimos días también tenga que pensar que no va a tener días alegres para sí.
Hermione se queda callada. En cierto modo, piensa, George tiene razón. De pronto, todo el estrés que lleva acumulando desde que se enteró de la noticia, comienza a diluirse. Las palabras de George la alivian hasta lo indecible, porque, además, eso supone que no es la única que está preocupada, sino que los demás también y, cada uno a su manera, trata de hacérselo sobrellevar a Harry lo mejor que pueden. Ahora bien, no sabe muy bien qué va a hacer ella, si no puede acudir a los libros para tranquilizar, aunque sea, a sí misma.
George la mira, confuso, porque, de repente, sin previo aviso, se ha echado a llorar. No es un llanto acuciante y desesperante, sólo se le han mojado las pestañas de abajo y comienza a caer lágrimas sueltas, sin que ella parezca percatarse de ello. Por algún motivo que no logra entender, le recuerdan a Ginny cuando estaba enfadada y no podía hacer nada por remediarlo. Sonríe, pues eso sí sabe cómo tratarlo, y abraza a la chica. Hermione, sorprendida, levanta la cabeza y le lanza una mirada llena de interrogantes, a la que George responde con una media sonrisa, unos susurros de no pasa nada, y unas caricias en su pelo, que hacen que Hermione se sienta más segura ahí de lo que ha estado en todo el verano. Y, sin quererlo ni haberlo pensado antes, se echa a llorar de verdad, con fuerza y sentimiento enquistado, agarrándose al jersey de George y deseando que toda su pena, su deseperación y su desazón se enreden en ese enjambre de hilos que la señora Weasley ha dibujado con las agujas de coser.
-Mmm, ¿qué hacemos?
Desde la puerta, Ron y Harry miran boquiabiertos la escena. Con la manzanilla en la mano y la sensación de que están interrumpiendo algo, no saben muy bien cuál será su siguiente paso.
-Eh, Fred -le chista Ron cuando lo ve aparecer por el fondo del pasillo.
Fred se acerca, frotándose las muñecas, con Ginny a su lado.
-Joder, cómo pesaba el libro. Hermione es más fuerte de lo que parece si es capaz de cargar con esas cantidades. -Mira a su hermano que parece estar teniendo una lucha interior y se olvida del tema anterior -¿Qué pasa?
Ron señala con la cabeza el interior de la sala que antes han abandonado y mueve los labios para que Fred le entienda.
-¿Qué hago?
Fred asoma la cabeza, y, reprimiendo una sonrisa, vuelve a mirar a su hermano:
-Nada, déjalos. A Herms le vendrá bien desahogarse, así que déjala.
-Pero... -Ron no sabe exactamente de qué quejarse, pero hay algo que no le cuadra. Se gira alternativamente hacia Harry, que sigue con la manzanilla en la mano, y a su hermana.
-Trae aquí, Harry -le pide en un susurro ésta última. Coge la infusión y la deja, con suavidaz y silencio, en una de las sillas que hay por ahí. -Vámonos.
-¿Les vamos a dejar solos? -Se sorprende Ron, que no quiere alejarse del todo.
-No va a pasar nada, Ron. -Le tranquiliza Harry. -Que solo es George.
Ron parece murmurar algo como un con más razón pero al final desiste. Sacude la cabeza y acompaña a Harry por las escaleras hacia su cuarto, retándole mientras a otra partida del snap explosivo. Parece, incluso, que se ha olvidado de todo el asunto, y de lo que no le acaba de cuadrar. Sin embargo, a escasos metros detrás de ellos, Ginny y Fred se miran con el entrecejo fruncido.
-¿Crees que...? -Pregunta Ginny sin saber muy bien qué es lo que quiere decir.
-¿Saben dónde se están metiendo? -Trata de ayudarla Fred.
-Sí, algo así -No es exactamente lo que quería decir, pero vale.
-No, lo dudo mucho, la verdad -. Admite su hermano.
-Pero...
-Francamente, con George, a no ser que seamos tú o yo, es imposible saber dónde se está metiendo uno.
-Pues con Hermione es parecido -se ve obligada a aclarar Ginny.
-¿Ah, sí? -Se sorprende Fred.
-Con la diferencia que si a George tú y yo le entendemos, a Hermione no hay quien la entienda.
Esto deja a Fred en estado de confusión, y no puede evitar preguntarle algo más a su hermana:
-¿Deberíamos avisarles?
Y Ginny contesta con seguridad, por primera vez desde que sabe lo que está pasando, o al menos lo medio intuye:
-No. Que pase lo que tenga que pasar.
No os preocupéis, en breves llegaremos a Hogwarts y dejaremos a Harry a un lado ;)