Esta es una historia que parte sobre una frase que digo yo muy a menudo a cambio de miradas de estupefacción que deben pensar cualquier cosa de mí. Esta es un poco mi explicación. En un principio iba sobre la viñeta 10, pero como estaba un poco cogida por los pelos, como bien señaló sirem, esto se ha quedado como otro relato suelto. Es muy cortita, un drabble. Y como ya parece normal, sin betear.
¿Qué piensas de la gente?
Recordaba aquella pregunta como si aún él estuviera a su lado, clavando sus ojos vidriosos en los suyos y rezumando alcohol. El olor le había mareado, pero aún así le mantuvo la mirada.
¿Qué piensas de la gente? ¿De la amistad? ¿Del amor? ¿De todo eso?
Él había hablado de lo efímero que era todo. Pobre diablo. Olvidado de la mano de Dios, se escondía entre el humo de los bares y se ahogaba en litros de cerveza y vino. Si le quedaba alguna esperanza en la vida... Él hubiera dicho que no. No es que se conocieran realmente: ninguno de los dos sabía nada del otro más allá de los gestos y las palabrotas que solían soltar cuando jugaban al mus. Y en que barras podían encontrarse.
Si le hubieras preguntado, Daniel te hubiera dicho que bajo ningún concepto quería verse con él. Pero había algo: la atracción hacia el abismo que prometía su mirada, que hacía que Daniel quisiera asomarse al precipicio aunque sólo fuera para sentir la adrenalina.
-Todo el mundo es prescindible -. Le había dicho antes de irse, para siempre, para no volverle a ver. -Aunque ahora no me creas, aprenderás a vivir sin ésa gente a la que ahora crees que debes toda tu alegría.
Daniel no estaba del todo de acuerdo con ello; le parecía egoísta tratar así a sus amigos y a Nadia cuando hacían tanto por él. Su vida no podría ser la misma de estar con personas diferentes, de estar solo, de no estar con ellos.
Se quedó dormido pensando en ello. Sus párpados cayeron de repente y todo se volvió oscuro. No tardo ni dos segundos en caer rendido. Nadia lo despertó con un ligero golpecito en el hombre. Daniel abrió los ojos despacio y le dijo, con voz queda y temblorosa, como quien acaba de tener una pesadilla y no esperaba ni poderse respetar, le repitió la frase del extraño.
-Tiene sentido.
Daniel se incorporó rápidamente. De pronto, estaba muy despierto.
-Todo el mundo es prescindible. -Repitió Nadia saboreando cada palabra: -Se refiere a que es de nosotros de quien depende nuestra propia felicidad. Que no debemos infravalorarnos; que seremos nosotros los que decidamos vivir hacia delante o morir bajo el peso de los recuerdos. Todo el mundo es prescindible en nuestro universo particular excepto nosotros.
-Pero... ¿y los amigos?
-Los amigos los elegimos nosotros. Nosotros disponemos quiénes pueden querernos y quienes hacernos daño; nosotros decidimos cómo querer vivir y porqué. Y mientras tengamos eso claro, podemos prescindir de la opinión del resto del mundo. Porque somos nosotros lo que importa de verdad, sobre todo cuando hablamos de nuestra propia vida.
Daniel asintió. Tenía sentido. Le parecía una afirmación muy radical pero vista así... Además, la gente, por lo general, era más feliz cuando trataba de seguir adelante, olvidando y dejando atrás a quienes les habían hecho daño. Quizás no fuera una afirmación tajante de connotaciones negativas; quizás sólo era un pequeño secreto para ser feliz y saber cómo vivir tu vida.