Alice prefiere los sudokus (II parte)

Apr 07, 2010 17:42


Bueno, y aquí está el de la comu de help_chile. Espero que el fic haya sido digno de una causa como esta (me sentí completamente noqueada y emocionada cuando vi que me lo habías pedido, really) Ahora que tengo money, me quiero enterar de cuando es la próxima subaste. De Chile o de Haití.

Any way, en cuanto al fic. Como te he dicho en la otra entrada puedes leerlo antes o después. Yo aconsejo, eso sí, que al menos la introducción (o sea, mi rollo personal antes del fic) sí lo leas (eso va sobre todo por quien llegue acá, porque a ti te mando un mp ahora mismo). Para saber cómo va el asuntillo porque no tengo ganas de repetirlo.

Y… repito, aunque lo parezca, no me he ido tan lejos con el título. O eso creo. P.D. No está beteado. De hecho, actualmente me encuentro sin beta, y no te lo iba a pedir justo a ti :D

-¿Qué sentiste cuándo recibiste la carta de Hogwarts?

Frank tiene verdadera curiosidad por saber cómo alguien tan muggle, porque es la palabra que mejor define a Alice, pudo llegar a asimilar tal noticia.

-Pensé que me estaba vacilando. Recuerdo que le pedí a mi primo que rastreara en internet la dirección, pero no encontró nada.

-¿Internet?

-Sí, es una especie de red... como mágica. Puede hablar con gente de muchas partes del mundo. Aunque como casi nadie tiene un ordenador da igual, ¡vivan las cartas y los fax!

Frank prefiere no seguir preguntando. Al menos las cartas sí sabe qué son. Aunque no puede evitar sentir curiosidad por un aparato que te permite hablar desde cualquier parte del mundo.

-¿Y cuando llegaron los del Ministerio?

-Pensé que era payasos que se habían confundido de casa.

De nuevo Frank no dice nada al respecto, pero su cara es todo un poema. Alice, que no se ha dado cuenta, sigue hablando.

-Me lo creí al final, cuando entré en el Expreso. Durante las compras en el Callejón Diagon las cosas me resultaron tan surrealistas que no podía asimilarlas.

El tema se desarrolla sin mucho esfuerzo. De alguna manera Frank nota esa decepción en Alice, y le duele. Debe ser la primera persona que conoce que prefiere el mundo muggle al mágico. Tampoco es que él conozca mucho del mundo muggle, pero aún así. Alice le cuenta un par de cosas a Frank que hacen que éste comience a entender. Y pronto comprende esa sensación de impotencia que sufre la chica. Ella, que desde pequeñita, quería ser médico (algo como los medimagos, pero sin varitas ni magia) ahora no puede. Alice le habla de la investigación, de las enfermedades, de la curas que han ido inventando. Y al final se va por los cerros de Úbeda cuando termina por contarle a Frank todo lo que, a su parecer, es digno de alabanzas en el mundo muggle. Le habla del cine, de la televisión, de la radio (que, incluso usan algunos magos), de los aviones, de los discos de vinilo y de los cassetes. Incluso acaba por hablarle de las armas de fuego, las bombas, los gases diseñados para matar.

-Estáis ahí todos, con vuestras túnicas de colores y vuestros sombreros de pico, creyéndoos los más fuertes y mejores de la raza humana; cuando hay otra gente que, en lugar de valerse de una varita, lo hace de su propio intelecto y de sus manos para ser mejor. Deberíais tener más cuidado, pues es una raza que, no sólo os desconoce, si no a la que le gusta jugar a ser dios.

Frank no dice nada, pero se percata de que Alice no se ha integrado en ningún grupo. En su pequeña declaración los protagonistas han sido ellos y vosotros, en ningún momento ha dicho nosotros. No sabe qué puede haber querido trasmitirle.

Lo que sí se da cuenta es que, hablar de esas cosas le ha borrado la sonrisa.

-Voy a enseñarte algo. Ya verás cómo te convence de que ser mago no es tan malo. Incluso te dejo que me enseñes a hacer algo puramente muggle después.

No sólo le quiere enseñar algo mágico, si no también volver a hacerla sonreír. Como capitán tiene las llaves de los vestuarios, así que no tiene ningún problema para hacerse con dos escobas. No son las mejores, pero no están mal.

-¿Escobas? ¿Para qué? ¿Para barrer el suelo?

-Oye, ¿dónde has estado tú cuando se celebraban los partidos de Quidditch?

-¿De qué? ¿Qué es eso?

-Quid di tch. Es el deporte mágico por excelencia.

En una pocas palabras le explica de qué va el asunto. Está tan orgulloso de ese deporte que no se detiene ni cuando Alice le acusa de no tener imaginación y de mezclar un par de deportes muggles (algo como una especie de baloncesto y fútbol) con escobas voladoras.

-Ven, súbete. Ya veremos qué piensas después de un viaje.

Por suerte para ambos Alice siempre ha sido bastante buena en los deportes. Sus padres, médicos, la inculcaron de pequeña esa obsesión por llevar una vida sana. Y junto a la adoración por las frutas y la lectura, también estaba la del deporte.

Siguiendo las instrucciones de Frank, Alice se eleva en el aire.

Nota el viento en la cara, el suave olor a primavera que viene del este. Puede escuchar las promesas del horizonte y el susurro de las copas más altas de los árboles del Bosque Prohibido. Una sonrisa de oreja a oreja se dibuja en su rostro y el corazón de Frank, de pronto, da un bote. Se acerca a ella en el aire.

-¿Qué me dices?

-Parece magia.

-Es magia. -Se ríe Frank.

-No, no ese tipo de magia. Me refería a la de verdad, no a la que estudiamos. Es como la belleza. Podemos estudiar toda la historia del arte y saber qué es hermoso y que no; pero será al mirar una puesta de sol, o una selva completamente virgen, cuando hayamos descubierto lo verdaderamente bello. Esto es igual. No es la magia que estudiamos en clase, si no otra: la de verdad.

Frank medita las palabras y comienza a comprenderlas tras mirar a su compañera una vez más. Podría llamarse magia a lo que él ha querido enseñarle (y ella no se ha dejado) durante todo el día, de mago a muggle; pero, realmente es mucho más fantástico descubrir la magia a través de los ojos de un muggle.

La mira, primero de reojo, luego fijamente. Ella tiene la vista perdida en el horizonte, allá donde los sueños prometen realizarse. Y comprende, también, lo que ha dicho acerca de la hermosura. Para Frank, bello era alzar la copa de Quidditch tras vencer a Hufflepuff en una final en la que ambos equipos merecen ganar. Precioso es llegar a casa y que Augusta haya decidido regalarle un viaje a tierras niponas, donde la magia es algo más que un cuento de niños, a cambio de ese montón de Extraordinarios que trae en la cartera. Fantástico es ese vestido azul oscuro de gala que guarda en el armario como si fuera un tesoro. Esas cosas son bonitas, en cambio, la chica que tiene al lado es algo completamente diferente. No es la más guapa, ni la más lista, ni la más dulce, pero sí parece el resplandor de la estrella que brilla para él.

Se acerca en un suave movimiento. Ella lo mira y suelta las manos de la escoba para que vea que ya puede soltarlas sin ningún problema. Eso asusta un poco a Frank, pues no deja de ser la primera vez que monta en escoba (No sabe si contar o no las clases de vuelo de primero, pues hace nada le ha preguntado que qué era el Quiddich, lo que no le da muchas esperanzas.) y no quiere que, por temeraria, se mate contra el suelo. Estira los brazos, formando una especie de jaula, para protegerla. Alice lo mira y Frank no tiene ni idea de qué es lo que trata de decirle con los ojos. Pero le da igual, en este momento, al menos, le da igual. Lo importante es lo que él quiere que sepa. Se inclina hacia ella y acaricia los labios de la chica. Es un beso casi tímido, pero tampoco sabe cómo besarla e incluso teme su reacción. Mientras no de un paso brusco en falso y se caiga de la escoba... Frank deshecha esa idea mientras abre los ojos despacio, aunque su corazón sigue en un puño. Pero al ver que los párpados de Alice siguen bajados algo estalla en su interior. Alegría, la llaman algunos. Vuelve a besarla, un poquito más apasionadamente. Hasta que ella, por fin, se siente dueña y señora de su boca y participa gozosa en ese beso.

No saben cuánto tiempo han estado fuera, ni cuanto queda para que amanezca (¿Para qué sirve la magia si no puedes detener un momento como éste?). Pero tampoco es que les importe demasiado.

-¿Sabes? Siempre he pensado que los magos son mejores que los muggles por algo.

Alice frunce el ceño, porque para ella no habrá nunca unos mejores que otros, pero le deja continuar.

-Y que por ello tienen la responsabilidad de cuidarlos y protegerlos, como un hermano mayor cuida a su hermano pequeño.

Alice no dice nada, lo que provoca que Frank acabe diciendo algo más con tal de conseguir una respuesta. Algo que no ha pensado pero sobre lo que ya no puede retractarse. Sobre todo cuando Alice le replica:

-Entonces yo también estudiaré eso. Seremos dos grandes aurores, ya verás.
Y el word dice que son: 1438 palabras.

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