Este fue el regalo de navidad de Adita, que escribí la semana pasada

Jan 18, 2006 17:34


Nombre: Régimen de visitas.

Tipo: Historia original

Personajes: Pantera/Iori. Giovanni.

Advertencia: Ninguna, lean nomás.

Resumen: Iori y Pantera acaban de instalarse en París, y todo es amor y alegría, todo hasta que una sorpresiva salida de Pantera altera los nervios de Iori que se huele "sacada de vuelta" en el aire.



Régimen de visitas

El reloj estaba por marcar las tres de la mañana. Iori entreabrió un ojo. “Las tres...”, pensó, y se acurrucó más contra el cuerpo de Pantera. Era delicioso estar así, el brazo de su amante rodeando su cintura, el murmullo de su respiración acompasada en su oído, los mechones de su largo cabello negro cubriéndolos a ambos. Por eso Iori se despertaba a esta hora después de haber hecho el amor con él; para verle dormir a su lado y que tanta belleza no se perdiera; para alargar una mano tímida hacia su rostro y trazar su nariz, sus mejillas y sus labios. Así se permitía conocer a fondo su rostro; el arco de sus cejas, el largo de sus pestañas; su rostro pacífico e inofensivo de ojos cerrados, porque cuando los abriera, sabía que el resto pasaría a segundo plano y no podría fijarse mas que en esas fascinantes pupilas doradas.

Iori echó otra mirada al reloj. ¿las cuatro ya...?, era hora de escabullirse hacia su propia habitación para dormir un poco en serio, o sería capaz de quedarse hipnotizado mirándolo hasta que les dieran las 6. “Qué ejemplo de fuerza de voluntad, Iori”, se dijo a sí mismo.

Acercó su rostro al de él y le dedicó un beso tierno acompañado de un “te amo”. Uno de esos besitos que no se atrevería a darle si estuviera despierto, por considerarlo demasiado cursi. Suavemente deslizó su delgado cuerpo fuera del abrazo del hombre y sin el menor ruido se vistió y se apuró a salir del cuarto. Todavía en la puerta se dio tiempo de enviarle un beso volado, sonriéndose de si mismo y negando divertido, “Un cursi de porquería, Iori”, se condenó mentalmente antes de desaparecer por el corredor.

La respiración pesada y rítmica de Pantera llenó unos instantes el ambiente que Iori acababa de abandonar. Entonces paró de golpe. Pantera esbozó una sonrisa. “En el fondo, Wildy, eres un ángel”, murmuró para sí. “...Pero muy en el fondo...”.

La rutina diaria en París no había cambiado mucho con respecto a la que llevaban en Nueva York, y es que apenas tenían allí unas pocas semanas. La casa de Pantera era antigua, pero estaba bien conservada por dentro, era sin embargo muy amplia para sólo dos personas. Se hallaba en el barrio norte, prácticamente a las afueras del centro de la ciudad, y cualquiera que pasara sin mostrarle mucha atención podría haberla dado por abandonada, en realidad, lo había estado, por eso los primeros días habían sido de mucho trabajo para Iori a fin de volverla habitable. Pantera, por su parte, no se había tomado ninguna molestia en ayudar. Lo bueno es que, al contrario de lo que podría esperarse, las instalaciones eléctricas y de agua funcionaban perfectamente, lo único que necesitaba entonces era un poco de carpintería, pintura y limpieza, nada contra lo que Iori no pudiera arreglarse.

Una vez la casa estuvo lista, Pantera empezó con una especie de entrenamiento de pelea al que se dedicaban casi toda la mañana en un salón amplio en la parte posterior de la casa. Cuando Iori preguntó con ironía al respecto “¿y a quién tendré que matar?”, Pantera sólo respondió seriamente “Ya te lo diré más adelante”. Para Iori estaba bien. No tenía problema en matar a quien fuera siempre que Pantera se lo pidiera.

Por las tardes, Pantera se dedicaba a enseñarle francés, algo para lo que extrañamente demostró muchísima paciencia, ya que Iori demostró por el contrario no ser un estudiante precisamente brillante, no por falta de inteligencia, sino de interés.

-         Preferiría seguir entrenando para matar a alguien, sabes?, (queja seguida por una mueca de fastidio y cansancio.)

-         Ahora dilo en francés..., (Sonrisa socarrona, mirada divertida de fingida superioridad)

-         .......... y........ y si ya voy haciendo la cena?, ¿no tienes hambre, Pantera?

-         .......... (Supiro de resignación) Ve.

-         ¿Y que quieres comer? (Mirada ilusionada)

-         Lo que sea. Pero haz algo simple, si?. No necesito un chef de comida internacional, sobretodo si se demora tanto en hacerla.

-         Psé... (murmullo desilusionado)

-         Me ausentaré un par de días, sorprendió Pantera a Iori.

-         ¿Un par de días?

-         Tal vez una semana. No quiero que descuides tus deberes.

-         No puedo acom...?

-         No, no puedes.

-         Pero adónde...?

-         Son asuntos míos que tengo que manejar personalmente.

-         Ah.... bien. Cómo yo no tengo nada que ver contigo....

-         Son asuntos míos que no te atañen y deja ya ese tonito de reproche, quieres?

-         No, no quiero. .... No es reproche, es.... solo quiero saber a dónde vas, eso es todo. Replicó Iori ensayando un puchero y acercándose mansamente.

-         No lo intentes. El chantaje sentimental nunca funciona conmigo, es mejor que lo vayas sabiendo.

-         Ok. Igual te vas a ir sin decirme nada, verdad?, reclamó el muchacho con un dejo ofendido.

-         Te dije que no lo intentaras. Y así es, me voy. Y para otra vez recuerda: NO me gustan las escenas y NO me gustan las preguntas. ¡¡ADIOS!!, le espetó Pantera irritado al tiempo que tomaba camino a la salida y azotaba la puerta detrás de él.

Cinco minutos después volvió a entrar, la sala estaba a oscuras, así que encendió la luz para descubrir dos o tres objetos hechos trizas en el suelo. Subió hacia el cuarto de Iori, pero no lo encontró allí, así que enrumbó hacia su propio cuarto y encontró la puerta con llave.

-         Iori, abre.

Iori abrió y lo dejó pasar.

-         Estuve brusco y no me despedí como debía, mencionó Pantera a modo de disculpa.

-         Se puede arreglar..., murmuró Iori a modo de perdón.

-         Sí, me despediré bien esta vez, susurró Pantera insinuantemente en su oído.

Entonces lo recostó en la cama y empezó a besarlo. De sus labios pasó a su cuello y luego ascendió al lóbulo de la oreja, mientras las manos hacían lo suyo, desabotonando y despojándole de la fastidiosa ropa. Iori se movía lo justo para facilitar esa tarea y dejaba escapar uno que otro quejidito de placer. Las manos de Pantera se deslizaban en forma descendente del torso hacia el abdomen y las caderas; sus labios mordisqueaban los hoyos que marcaban las clavículas y luego las aureolas rosadas en su echo. Las manos se perdían entre las piernas y la lengua dentro del ombligo, las manos llegaron por fin a su destino, Iori jadeaba intensamente, mas bien era algo como un ronroneo ansioso.

-         Si te atañe, murmuró de pronto Pantera, entre jadeos. Te atañe y te lo contaré, lo prometo, pero no ahora. Ahora solo necesito que confíes en mi. ¿Confías en mí, Iori?

Iori respondió simplemente acomodando mejor sus piernas alrededor de su cintura, invitándolo a continuar. Pantera entendió y lo penetró más suavemente que otras veces.

Cuando Iori entreabrió un ojo a las tres de la mañana encontró que estaba solo en la cama. Pantera ya se había ido.

Iori husmeaba escondido entre unos árboles a pocos metros de donde se encontraba Pantera., la verdad, no le había tomado mucho seguir su rastro, después de todo era un lobo, y finalmente había dado con él, aquí, ¡En Roma!, y vino hasta Roma a qué?, a plantarse a la salida de un colegio de mala muerte. ¿A quién demonios esperaría Pantera?, con él no se sabía, podría ser cualquiera. Una dulce y tímida profesora de primaria, para divertirse a costa suya?, o tal vez una mas bien coqueta y desfachatada, capaz de cualquier cosa que le ayude a compensar su mísero sueldo?, y que hay de un joven profesor recién graduado, serio y formal, a quien seducir y corromper?...¿una estúpida lolita, ingenua y provocadora?, un guapo y brillante estudiante tal vez?, Con Pantera, podría ser cualquiera, e Iori rezumaba celos desde su escondite.

Los chicos y chicas de secundaria estaban saliendo, muchas de ellas tan bonitas, muchos de ellos tan guapos. Iori los miraba con odio, esperando ver cual se atrevía a acercarse a Pantera, pero no podía dejarse llevar aún por la vehemencia; el control mental era primordial para ocultar el z-soul (un truco que finalmente había comprendido de tanto mirar a Pantera)

Ya había estado casi un cuarto de hora observándole y los chicos del colegio seguía saliendo aunque cada vez en menor cantidad. Ahora salía la primaria.

“¿Y para qué venir hasta Roma por alguien? ¿Acaso es tan especial que no podría conseguir algo parecido en París?... alguien... ¡Un zoolian! ¡¿Acaso no había ido hasta Nueva York y lo había traído a él?!, y de pronto se hizo la luz en el cerebro de Iori y se figuró porqué la casa de París era tan grande. “¿Así que por eso no querías explicarme, verdad?!, pensó, resentido, ¿piensas llenar tu casa de zoolians recogidos de todas partes?, ¡Qué bonito!, tu harem privado...! Y ahora su mirada de odio se dirigía a Pantera, quien distraídamente ojeaba su reloj y la puerta.

Por un segundo Iori perdió el control emocional y dejó fluir su z-soul. Pantera prestó atención y miró con interés alrededor suyo. Iori logró volver a esconderlo casi instantáneamente, asustado de haber sido descubierto, pero Pantera pareció haberlo tomado por el z-soul de alguien más que efectivamente se estaba acercando a él en ese momento.

Iori se acomodó para observar mejor; era un niño, un niño lindísimo, la verdad; con una carita dulce, el cabello alborotado color café, la tez dorada y unos vivaces y enormes ojos color chocolate. Una bonita y menuda criatura que no podía tener mas de 8 años!!!

Perplejo, Iori vio que el niño apuraba el paso hacia Pantera haciéndole hola con la mano y llegaba hasta él y lo saludaba con una sonrisa resplandeciente.

-         Señor Gustav!!... lo extrañé mucho...

-         Y yo a ti, sonrió Pantera, alzándolo para darle un abrazo.

-         Porqué siempre desaparece, señor Gustav? Porqué no puedo contarle a mi mamá de usted?

-         Creo que ya hemos hablado de eso.

-         Usted solo me dice que si lo cuento ya no lo veré más.

-         Así es.

-         Pero porqué viene a buscarme?

-         ¿Prefieres que desaparezca para siempre, entonces?

-         NOO!, no quiero eso...

-         Entonces no hagas preguntas. Tengo mis motivos, eso es todo. Te estoy cuidando siempre, aún cuando no me ves, ¿no es eso suficiente?

-         Usted me quiere, señor Gustav?

Pantera sonrió y le acarició el cabello con cariño.

-         Crees que vendría a verte si no?

El niño lo tomó de la mano y dio un tironcito de ella hacia abajo. Pantera entendió y se puso en cuclillas para dejar su rostro a su misma altura. El niño se acercó a él y le dio un beso en la mejilla.

-         Yo también lo quiero mucho, señor Gustav.

Esa fue la gota que derramó el vaso de Iori. A la mierda el control mental, a la mierda la paciencia y a la recontra mierda el pasar desapercibido. El furioso z-soul del lobo plateado inundó el ambiente. Pantera lo miró impávido, como si hubiera sabido de su presencia todo el tiempo; el niño también dirigió sus asombrados ojos hacia él. Hace mucho que ya nadie salía de la escuela, la calle estaba, salvo por ellos, desierta.

-         No sabía que eras un maldito pederasta, murmuró rencoroso Iori, como si él mismo no fuera un menor de edad, y sin dar tiempo a réplica se transformó en lobo y tras de espantar al niño con un feo gruñido salió corriendo de ahí.

-         Quién es...?

-         Luego te explico, Giovanni. Tendremos que posponer nuestra charla para mañana, ¿está bien?. Y rápidamente siguió el mismo camino que el lobo tomando su forma de pantera negra.

Corrieron así algunas calles, sembrando pánico entre las personas y haciendo chocar uno que otro automóvil, hasta que finalmente el lobo se metió a una callejuela miserable de las que sólo están llenas cuando cae la noche y volvió a su forma humana con ánimo de hablar. O más bien dicho, de pelear. Pantera no lo dejó, volviendo a su forma humana a su vez, lo atajó de una robándole un beso, y antes de que pudiera recuperar el aliento para maldecir, Pantera habló.

-         Si pretendes ponerte celoso porque vengo a visitar a mi hijo te equivocas de palmo a palmo, sabes? Te dije que no me gustan las escenas?

-         ¿¿¡TU HIJO!??

-         Sí. Giovanni. Tiene 9 años. Por si acaso, no tengo nada que ver con su madre, no me interesa, fue solo algo que pasó cuando era joven.

-         Tienes un hijo de 9 años?.... pero si no se parece nada a ti!

-         Salió igual a su madre, qué quieres que haga?

-         No te creo.

-         Si yo realmente me animara a seducir a un niño de esa edad, empezando porque lo veo muy difícil, porque no es mi estilo, ¿tú crees que haría algo tan obvio como esperarlo a la salida de la escuela?, o crees que me conformaría con un beso en la mejilla, estando la calle desierta?

-         ... entonces, tienes un hijo... ,sentenció Iori, después de meditarlo un rato. Es muy lindo, su madre debe ser guapa, sugirió suspicaz.

-         Lo es, o al menos, lo era. Se llama Isabella, pero no vale nada, una mujerzuela buena solo para divertirse una noche de copas. Ahora es una alcohólica. Por eso vengo a vigilar a Gío, para comprobar que esté bien de salud, que no lo está maltratando y de que sigue yendo a la escuela. Luego pensaba ir por su barrio a cubrir las deudas que seguro tiene y ver en que otros problemas podría estar metida. Antes venía muy esporádicamente, pero ahora que el vicio de Isabella se ha agudizado, tendré que hacerlo más seguido.

-         Lo vas a llevar a París?

-         No por ahora, aún es muy pequeño, pero sí pensaba hacerlo cuando tuviera, no sé, doce años.

-         Tú crees que yo siga contigo para entonces?

-         Espero que sí, porque si es por mí no pienso echarte a menos que hagas algo imperdonable.

-         Entonces trataré de no hacer nada imperdonable para quedarme. Me agrada tu hijo, Pantera, ojalá algún día podamos vivir con él.

-         Sí, siempre que no le pongas las manos encima... ¿qué crees que no me fijé como lo miraste?

-         ¿¿Qué?!, ¡No es cierto!

-         Ja ja ja ja. Estás rojo!!

-         Cállate!!

-         Ja ja ja ja ja.....

-         Eres un idiota!.... ¡No soy un pervertido como tú!

Pantera le dio un beso a su chico, le divertía mucho hacerlo rabiar. El beso hizo que dejara de hacerlo. Luego los dos se dispusieron a disfrutar esas pequeñas vacaciones no planeadas en Roma. Tal vez podrían salir juntos con Gío al día siguiente... no, no era buena idea.
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