En el claro donde se hallaban, Narcissa se encogió al oír estas palabras, pronunciadas por el mismísimo señor oscuro. Al ver esos ojos rojos, brillando malignamente en la oscuridad y, sin embargo, vacios de cualquier rastro de humanidad, no pudo sino sentir repulsión hacia el horripilante ser que se había convertido en su amo. Consciente de que
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