Título: I-logic
Parejas: Suchen
Resumen: Jongdae es una persona especial y Joonmyun es la persona encargada de cuidarlo. Pero un día Joonmyun muere a manos de un terrible asesino. Por mucho que Jongdae intenta defender su inocencia termina en un psiquiátrico. El fantasma de Joonmyun acude a él en busca de ayuda, todo parece volverse cada vez más raro y oscuro, hasta que de pronto Joonmyun parece haber vuelto a la vida, aunque ahora se llama Suho.
Rating: PG-17
Número de Palabras: 19.912
Avisos: Contiene escenas de sexo y momentos violentos que pueden resultar incómodas a mentes sensibles.
Notas de Autora: En primer lugar quiero disculparme por no haber seguido al pie de la letra la petición. He querido jugar con las posibilidades que ofrece la mente humana. Incluiría varios links sobre las enfermedades a las que hago alusión en la historia pero no quiero hacer spoils. Solo espero que os guste mucho y que disfrutéis leyendo.
PRÓLOGO
Kim Joonmyun no era psiquiatra, había dejado la especialización en el segundo año, el mismo año en el que había comenzado a trabajar como cuidador de Kim Jongdae. Se había criado con la idea de que absolutamente todo tenía que tener un porqué, y así había crecido pensando en aquello como un dogma vital. Sus padres, prestigiosos psiquiatras, habían esperado de él que siguiese sus pasos, y así habría sido de no ser por aquel muchacho.
Jongdae era un caso extraño, tenía casi la misma edad que él pero se comportaba, la mayor parte del tiempo, con un niño. Se evadía de la realidad y le costaba bastante sociabilizarse. Los médicos habían tanteado sobre su enfermedad. Algunos de ellos le habían diagnosticado erróneamente con un déficit de inteligencia; algo que Joonmyun consideró absurdo nada más cruzó unas palabras con él. Jongdae era brillante, con una capacidad imaginativa desbordante y una fuerza de voluntad increíble. Tras aquello Joonmyun habían intentado psicoanalizarle, había escrito, en la pequeña libreta que siempre le acompañaba, diversas enfermedades de la mente.
Entre ellas la bipolaridad con alucinaciones y la esquizofrenia eran las más destacadas. Pero Jongdae no era peligroso, era tierno, dulce y compasivo. Muchas veces Joonmyun se pasaba los días escuchando las historias sobre EXO, un planeta inventado al que solo él y sus amigos podían viajar. Jongdae hablaba con los números, se pasaba horas con la vista fija en la pared sonriendo, sin que nadie más pudiese ver lo que allí había.
A veces murmuraba cosas como «es un gato, pero lo sé, tú no puedes verle». Era inteligente, no había duda de ello; y con el paso del tiempo Joonmyun comenzó a envidiar esa habilidad de abstracción de los problemas. Jongdae estaba tan seguro de que su mundo era real que había colocado una barrera entre los dos. Sabía que el mundo en donde estaba Joonmyun, el mundo al que el resto llamaba «real», era el único del que debía hablar en voz alta, mientras que el otro, el cual todos, hasta él mismo llamaba «imaginario», era el que se debía de guardar solo para él. Pero aunque cuando hablaba llamaba a uno u a otro, real e imaginario, para Jongdae no había diferencia, ambos mundos eran igual de reales e igualmente perceptibles.
«No puedes verle, no quiere que le veas», solía decirle a Joonmyun con una sonrisa traviesa cuando cuchicheaba en las esquinas. «Pero aunque quisiese tú tampoco podrías, porque no tienes los ojos.»
Así lo llamaba Jongdae, los ojos. Estaba completamente seguro de que él podía ver aquellas cosas porque tenía una visión especial, algo que los demás no podían tener y por lo tanto no podían ver lo que él veía. Aquella idea se había forjado con tanta fuerza en su mente que nadie había sido capaz de hacerla salir de ahí.
-No se trata de lo que vemos u lo que oímos -le había dicho una mañana con la mirada perdida a través de la ventana-, se trata de lo que nos obligamos a comprender. Tú das por hecho que este, el mundo que ves, es tú mundo real, que las cosas que te rodean son las cosas que tienen que estar ahí. Pero no siempre fue así, cuando eras pequeño lo viste, cuando dejabas que tu mente se alejase más allá.
Joonmyun se había quedado totalmente embobado con aquella explicación. Había tanto sentimiento, tanta filosofía y verdad oculta que metía miedo.
-No puedes ver aquello que te has obligado a no ver. Esa es la única diferencia entre nosotros, yo veo aquello que los demás no ven, aquello que los demás consideran extraño. Mi mundo está lleno de voces oscuras y claras, de paisajes sonoros y habitaciones estridentes. Soy diferente, lo sé, y es por eso, porque soy diferente que me llaman loco.
Desde aquel día Joonmyun le había retirado el medicamento a Jongdae. No quería verle decaído, apagado y cansado. El medicamento basado principalmente en pastillas de litio, clozapina, clorpromazina y algunos complementos vitamínicos, anulaban su habilidad de expresión. Siempre que los tomaba parecía decaído y cansado, caminaba con los ojos parcialmente cerrados, las extremidades colgando y pestañeaba lentamente. A Joonmyun no le gustaba aquello, sentía que todos esos medicamentos no le dejaban ser quién realmente era y al final, desobedeciendo a sus instintos como médico, los tiró por el retrete.
Aquello había hecho sonreír a Jongdae y había forjado mucho más su amistad. Después de eso no había vuelto a la facultad y finalmente redactó la baja. Sus padres se habían puesto en su contra, aseguraban que se había obsesionado con el muchacho y que había perdido la cordura. Cuando decían aquellas cosas Joonmyun sonreía sin perder el control e ignoraba las palabras. Había encontrado el verdadero camino.
Por eso mismo se había unido a una asociación por los derechos de los considerados enfermos mentales por una vida digna. Estos luchaban contra los psiquiatras, a quienes no consideraban médicos, y contra su pseudociencia. Acudía a conferencias mostrando los avances y descubrimientos con Jongdae como muestra de su verdad ante la posibilidad de razonar con los que, el mundo, creía irrazonables.
Aquella vez había tenido que desplazarse hasta los Estados Unidos de América, más concretamente a la ciudad de Filadelfia en el estado Pensilvania. Se había pasado gran parte de la mañana paseando cerca del río Delaware con Jongdae. Había sido un momento agradable, al chico le había animado bastante ver el puerto y contar los diferentes tipos de barcos que ahí había. Después de aquello habían comido en un restaurante cerca de donde se alojaban. Cuando terminaron subieron al hotel y Joonmyun le explicó a Jongdae que se tenía que ir. A Jongdae no le gustaba estar solo, pero Joonmyun no se fiaba de cualquier persona para cuidar a su chico especial. Pensaba que era mucho más seguro dejarle solo con las medidas de seguridad necesarias.
Revisó que las ventanas y las puertas estuviesen cerradas con el seguro, que no había nada potencialmente peligroso en la cocina o en el dormitorio y se acercó al muchacho a su cuidado.
-He dejado comida y agua suficiente en la mesa de la cocina. Joonmyun tiene que irse, pero estará aquí muy pronto.
Jongdae giró lentamente la cabeza hasta centrar su mirada en los ojos de Joonmyun.
-¡No te marches! -gritó asustado lanzándose a sus brazos y agarrándole con fuerza.
-Ya te lo he dicho, volveré muy pronto -suspiró Joonmyun apartándolo de él, sin ser muy brusco-. Dejaré encendida la TV para que no te aburras. ¿Vale? ¡Oh, mira! ¡Es tu serie favorita!
Jongdae se giró de nuevo, pero esta vez, clavando los ojos en la pantalla de televisión. Sonrió con amplitud y aplaudió emocionado, olvidándose por completo de que Joonmyun estaba ahí.
El mayor de los dos lo aprovechó para salir de ahí y dirigirse a la convención en donde le esperaban.
Su charla había sido un éxito. Todo el mundo había aplaudido enérgicamente su idea de que los psicóticos solo eran una medida para mantener controlados a quien no sabían qué padecía. Joonmyun había insistido con énfasis en que medicamentos como la clorpromacina, principalmente usada para la esquizofrenia infantil, no era más que un sedante de vacas y que sus efectos secundarios eran mucho peores que sus beneficios en el cuerpo.
Había mostrado números y estadísticas de pacientes en los que aquellos medicamentos les habían causado síntomas peores que sus alucinaciones. Hablaban de muerte súbita, subida de los triglicéridos, ataques de corazón, desorientación, diabetes mellitus, parkinson o accidentes cerebro vasculares, como por ejemplo hitus o embolias. Joonmyun mostraba a Jongdae como ejemplo de que con un poco de control, sensatez y cariño los pacientes de esa clase podían ser controlados.
Decía con seguridad que desde que le había retirado el medicamento, hacía ya un año, Jongdae no había sufrido ningún episodio grabe ni violento. También había añadido que le mantenía ocupado y le estimulaba continuamente y aunque Jongdae no había dejado de ver a aquellos seres, ninguno de ellos le incitaba a hacer nada que se podría considerar peligroso para sí mismo o la sociedad.
Comentaba, siempre sin perder el tono seguro de voz, que él había empezado a especializarse en Psiquiatría, pero que lo había dejado. Aseguraba que se trataba de una pseudociencia que basaba sus diagnósticos en conjeturas y suposiciones. Estaba seguro de que alguno de ellos le sacaría la baza de los neurotransmisores o de los análisis de sangre. Pero él estaba preparado para contraponer aquellas posturas, pues una persona «normal» en alguna parte de su vida podría tener el litio bajo, al igual que podrían tener plaquetas o el hierro; y para lo de los neurotransmisores insistían en que las pruebas que demostraban su funcionamiento o el fallo de este en perfiles de psicosis y otras enfermedades del estilo eran inconclusos o simplemente no del todo concluyentes.
Solía terminar con una de sus famosas frases.
«Para un Psiquiatra todos nosotros estamos locos, todos somos, en potencia, un paciente suyo. Una mujer ansiosa llena de problemas, estrés, una persona que busca ser perfeccionista en su trabajo, maniático, una persona triste por la pérdida de un familiar, depresión. Como ven, todo llevado al extremo se convierte en una enfermedad mental. Todos tenemos problemas, todos somos conjeturables en su terminología. Pero nuestra mente no está enferma por ello, solo es diferente. Disfrutemos de la variedad de visiones de este mundo y demos libertad a aquellos que han sido perseguidos, maltratados y encerrados desde hace años.»
Era en ese momento cuando todos aplaudían y ovacionaban. Joonmyun se sentía orgulloso y deseaba que Jongdae estuviese ahí para verle, pero sabía que no podía.
En cuanto terminó había salido corriendo de la sala de conferencia esquivando a los admiradores. Se había escabullido por la puerta de atrás y había comprado una caja de dulces, pues estaba seguro de que aquello le agradaría bastante a Jongdae.
Subió a su piso y abrió la puerta. Jongdae seguía sonriente pegado a la pantalla de televisión, sin ninguna luz más encendida.
-¡Buenas noches Jongdae! -saludó al entrar- ¿Lo has pasado bien?
-¡Sí! -gritó desde su sitio sin moverse.
-¡Genial! -respondió Joonmyun caminando hasta la cocina-. Te he traído un regalo, luego jugaremos ¿vale?
Joonmyun sintió un golpe fuerte en la nuca y perdió el equilibrio cayendo al suelo. La imagen sobre él parecía no querer centrarse para ser correctamente enfocada pero aún así podía distinguir la figura de una persona frente a él. Estaba seguro de que era Jongdae, tenía su ropa, su constitución y su forma. Sujetaba algo en la mano, parecía una lámpara pero no estaba seguro.
-¿Jongdae? -preguntó con un hilillo de voz intentando elevar la mano.
-Joonmyun -le respondió con una sonrisa-. Vamos a jugar.
El siguiente golpe fue de frente y después ya no sintió nada más. En el otro cuarto, en la pantalla de la televisión, un gato golpeaba con fuerza a un ratón pero aquel ratón no sangraba. ¿Por qué Joonmyun no paraba de hacerlo, se había roto?
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