Sep 02, 2009 04:34
El espía más puteado de los dos bandos, Severus Snape, había regresado a sus habitaciones de madrugada con un cabreo monumental. En cuanto salió de la chimenea de Dumbledore huyó a su territorio, despidiéndose con un gruñido de una molesta McGonagall. Una reunión urgente de la Orden había interrumpido su infructuoso interrogatorio a Sirius Black y le había obligado a abandonar su sillón favorito para presentarse en Grimmauld Place, esa tétrica casa. Durante lo que le había parecido una eternidad, había mantenido el rostro pétreo de costumbre, aunque por dentro no sabía si maldecirlos a todos o reírse en su cara. La causa de tanto revuelo era un incidente inusual en el mismísimo Ministerio de Magia. Ante la posibilidad de una trampa mortífaga, la seguridad estaba siendo revisada detalladamente. El comprobador de varitas juraba y perjuraba que las chimeneas habían hecho un par de cosas raras esa noche. Habían detectado rastros de magia, pero nada concluyente.
-¡A todo esto- explotó Snape- yo no podía decir que el único culpable es tu entrometido ahijado! ¡Ni que tanta magia distraída es obra de dos magos menores de edad y un preso fugado de Azkabán y dado por muerto!
Sirius, sentado cómodamente frente al fuego acogedor de la chimenea, las piernas cruzadas por los tobillos desnudos y con un vaso de whisky de fuego, parecía tomarse su propia resurrección con más filosofía que Snape.
-Tómate una copa, Sev, mañana ya resolveremos este asunto. Ahora mismo no puedes hacer nada, ya no queda nadie despierto, ni siquiera Dumbledore. Te has ganado una pausa.
-Está bien, Black- Severus se sentó en su sillón y se estiró igual que el animago, disfrutando de un momento relax. Tampoco tenía tantos como para ir rechazándolos, vinieran de quien vinieran- Y no me llames Sev.
Sirius sólo sonrió y levantó la copa en un mudo brindis que el otro correspondió.
-Me gustaría saber cómo lo ha hecho- musitó Snape para sí- ¿Sabes, Black? Oficialmente, estás muerto y enterrado.
-Mejor, menos gente vendrá a fastidiarme- repuso con humor- las multitudes me agobian.
-¿Tú has estado muerto o en un reformatorio?
-No sabría decirte- el resucitado reía- ¿puedo alegar amnesia?
-¿Tú también?- ironizó Snape- Esto parecerá una epidemia cuando se destape.
-¿A qué te refieres, Sev?
-Es muy largo de contar, en otro momento, mañana.
-Vamos, Sev...
-Y no me llames Sev. No sé cómo lo haces para estar tan fresco recién salido de la fiambrera, pero yo estoy para el arrastre, Black. Ha sido una semana muy larga- con un último suspiro dejó la copa y se puso en pie- Puedes dormir en el sofá.
-Gracias- sonrió Sirius imperturbable- con tu permiso, yo me quedaré un rato más disfrutando de este excelente whisky de fuego mmm- lo saboreó con evidente placer- intenso, profundo, casi como humo de turba embotellado mmm el sabor del mar y... ¿fermentado con cáscara de huevo de dragones Hébridos Negros?, mmm yo diría que es un... ¿Laphroaig... de 30 años?- bebió otro sorbo con genuino deleite, paladeando también la expresión sorprendida del viejo Snivellus, que no tardó en recomponer su habitual máscara imperturbable.
-Un regalo de Lucius- contestó todo digno el severo profesor de defensa, “no voy a preguntar, no voy a preguntar”, cerrando la puerta tras de sí. Respiró hondo. “¿Qué demonios ha hecho el pulgoso al otro lado del velo? No parece él. Este Sirius Black es... no sé.”
Severus entró a la sala azotando la puerta en su frenesí.
-¡Draco no está!
Sirius seguía tal como lo había dejado momentos antes, disfrutando su copa como si destilara el sabor de la vida. Con la mirada interrogó al profesor.
-La cama está deshecha, pero su ropa no está.
-Se habrá levantado a mitad noche- repuso el animago con flema.
-¿No se suponía que tú estabas aquí, pulgoso?- le acusó Snape. Empezaba a notársele la furia. Mala señal.
-Quizá haya pegado una cabezadita- admitió sin reparo- acabo de ser rescatado de las garras de la muerte, ya sabes, a lo mejor tengo flu lag. Te veo un poco tenso, Sev, bebe conmigo. No te preocupes por tu ahijado. Habrá salido a pasear, no será el primer estudiante que lo hace, ni el último.
-Chucho sarnoso, claro que no es el primero ni el último,- Snape no se había sentado y recorría la sala a grandes pasos, demostrando agitación con el frú-frú de su túnica- pero es el único... ¡Bah! No sé por qué me molesto.
-Inténtalo, a lo mejor mi pobre cerebro perruno puede seguir tus explicaciones- invitó Sirius, haciendo un gesto hacia la otra butaca.
-No es momento, Black. Hay que averiguar dónde está Potter- el tono de Snape habría hecho que los de primero se mearan encima. Consiguió que Sirius perdiera algo de su nueva ecuanimidad.
-¿Harry está en peligro?- había palidecido.
-No- un no rotundo- pero necesito saber dónde está.
-¿Qué...?
-Luego. Espérame aquí.
Para su sorpresa, Black simplemente aceptó. Sin una pregunta ni una palabra. “Gracias, Merlín”
Severus Snape abandonó a paso vivo su despacho. Sin embargo, antes de llegar a salir de las mazmorras se detuvo. “¡Es madrugada, por Merlín! ¡No puedo entrar en la torre Gryffindor si no es una emergencia! Teniendo en cuenta que Albus no sabe nada de la conexión caliente de su alumno favorito con el Señor Tenebroso, dudo que mis patéticas sospechas sirvieran como excusa. De todas formas, apuesto mi varita a que no está allí, nunca obedece. ¡¿Cómo rayos puedo encontrarlo?! ¡Puta capa de los cojones! ¡Y maldita la vez que los Potter la consiguieron! Grrññmfñ puede estar en cualquier parte. ¡Jodido niñato, siempre dando por culo! ¡NO! ¡No, eso no, no! Tengo que encontrarlo. Como sea. Hoy no estoy de humor para crucios. Bastante tengo con lo que tengo.” Severus reflexionó por un momento sobre qué tenía exactamente: “tengo a Sexy-Black resucitado en mi despacho, a mi ahijado perdido y a Potter ni se sabe. ¡Merlín, qué desastre!”
Dio la vuelta y regresó a sus habitaciones. Se sentó frente al animago.
-Necesito una copa.
Sirius se levantó y la preparó a la manera muggle. Se la tendió al profesor diciendo
-Si quieres hielo te lo tendrás que poner tú, no tengo varita.
Severus abrió los ojos sorprendido, el otro no le había parecido indefenso en ningún momento. Sirius volvió a sentarse, mirando el fuego como si no tuviera más preocupaciones. Sin girarse preguntó
-¿Encontrar a tu ahijado te calmará?
-¡¿Qué sabes?!- rugió Snape.
-Nada, pero pienso que si ha dormido aunque sea unas horas, su olor estará en la cama y yo puedo rastrearlo.
El profesor de defensa lo miró como si le hubieran crecido dos cabezas.
-¿Estás bien, Sev?
“¡Rayos!”
-¡He dicho que... mmñgmfg...! ¡Perro malo! Vete a oler por ahí.
-¡Draco!
-¡Harry!
-¡Sirius!
-¡Severus!
-¡¿Black?!
-¡¿Profesor Snape?!
-¡Potter!
-¡Malfoy!
-¡¡BASTA!!
De repente la atmósfera del baño de los prefectos se había espesado, cuatro personalidades poderosas en pugna. Snape había llegado a su punto de ebullición.
-Sr.Potter- su voz era un susurro pavoroso- quiero una explicación. YA.
Harry sólo le miró, sus ojos brillantes como nunca.
-Sr.Potter, creo que no me ha oído- el hielo en la voz de Snape le puso la piel de gallina- quiero una explicación para este comportamiento inmoral dentro de la escuela, rompiendo varias normas en el proceso, como siempre. Usted ni siquiera es prefecto.
-Ven, Sev, siéntate aquí- Sirius palmeó el sofá junto a él, aparentemente indiferente (una vez superada la primera impresión) ante la desnudez salpicada de espuma de jabón de su ahijado y esa serpiente. Con desenvoltura examinó lo que había en la mesa. Sonriendo y brindando a los tres rostros estupefactos que lo miraban inmóviles, bebió un trago de la botella. Suspiró con satisfacción. Después, rápida y hábilmente, lió un porro.
-¿Me das fuego, Sev?
-¡.................!
“¡Aaaaaarrrrggh!”
Harry pensó que Snape iba a explotar. Literalmente. Sangre y huesos espachurrados contra las paredes.
Después de tantos años de conocerlo, Malfoy creyó que lo más sensato sería ponerse a cubierto.
Canuto seguía sonriendo.
Snape...
...
... Snape alcanzó el sofá con dos pasos. Se sentó junto al animago, le dio la varita y se recostó contra su pecho. Los dos adolescentes habían caído en estado de shock. Sirius encendió el caño y aspiró una honda calada. Con cuidado lo colocó entre los labios de Snape, quién fumó despacio. Con la otra mano Sirius le acariciaba el cabello. Severus cerró los ojos... “cuánto tiempo hace...”
-¿Un mal día?
-Peor.
-Todavía quedan algunas horas antes de que amanezca. Tiempo de sobra para arreglarlo.
-Tu oferta es tentadora, Black- compartieron una sonrisa cómplice incluso sin saber que el otro estaba sonriendo- pero es... complicado.
-¿Qué es complicado?
-El sexo- Snape fue tajante. Señaló con la mano a los dos menores que acababan de sentarse en el suelo a sus pies, desnudos bajo las túnicas desabrochadas, el cabello húmedo, el aroma fresco del jabón. De repente parecían tan inocentes, niños recién salidos del baño- Ellos dos. Son un peligro.
El profesor de defensa suspiró. Estaba cansado. Le dolía el alma. Los Gryffindor eran tan confortables, tan cálidos... al contrario que las serpientes. Sirius esperaba pacientemente que continuara.
-Parece ser que tu ahijado mata de placer al Señor Tenebroso. Literalmente.
-¡¿QUE?!- esta vez gritaron los tres. No había duda. Snape tenía un raro talento para dar noticias.
-Cuando tú follas a él le duele. Básicamente eso.
Snape miró directamente a los ojos de Harry al decirlo, ojos que se abrieron con incredulidad, se entrecerraron con sospecha y luego brillaron decididos.
“-Dime. Qué. Hace. Potter- Voldemort escupía las palabras con rabia.
-No he conseguido averiguar nada más, Señor.
-¡Crucio!”
“Potter, largo.”
“Todavía no, todavía no”
“¡Potter!”
“-¿Y bien? ¿Cómo te ha ido, Severus?
-Como siempre, Albus, como siempre.
-¿Qué es lo que quiere? ¿Está planeando algo nuevo?
-Quería comentar conmigo algunos rumores estudiantiles que sus mortífagos padres de familia le han contado. Ya sabes, quién sale con quién y todo eso.
-Supongo que se habrá enterado de lo de Harry.”
-¡POTTER!
Harry cayó hacia atrás, Snape continuaba sentado en el sofá, pero ahora tenía todo el cuerpo inclinado hacia delante y una expresión de auténtica furia en la mirada negra.
-Potter- repitió el hombre, su voz tenía el sonido de una imperdonable- si vuelve a hacer eso, yo mismo le mataré.
Snape pudo leer fácilmente en esos ojos, culpabilidad, arrepentimiento, ira. Harry cerró los ojos con fuerza, ocultando sus volátiles emociones. Cuando los abrió, fijos en los de su profesor, murmuró, en voz baja pero firme:
-Lo que no tengo no me lo pueden quitar.
Se estiró por encima del cuerpo del rubio y cogió las cosas. Lió un porro. Snape vio la práctica en los movimientos. Malfoy le dio fuego con su propia varita y el moreno exhaló el humo con un suspiro. Fumó sin compartir, enviando anillos de humo a hacer compañía a las pompas de jabón.
Una calma antinatural se había instalado en el baño de los prefectos.
Sirius y Snape, sentados en el sofá, fumaban un cigarrillo, cada uno perdido en sus propios pensamientos. La mano del animago continuaba acariciando distraídamente el cabello del profesor. Aparentaban una absoluta comodidad. Quizá no fuera tan extraño. Era fácil recuperar viejos hábitos. Viejos vicios. Después de todo, pese a no llegar a los cuarenta, ambos eran perros viejos. Habían visto el sentimiento de culpa de Harry. Más sabe Merlín por viejo que por mago.
Harry y Draco, sentados en el suelo, hombro con hombro, estaban tan relajados que parecía imposible que fueran los archi-rivales más explosivos que había conocido Hogwarts en varias generaciones. El león parecía abatido. Snape deseaba lanzarle una violenta diatriba sobre lo que pensaba de los complejos en general y del de héroe en particular. Harry recién empezaba a hundirse al caer en la cuenta (una vez más) de lo que la gente tenía que aguantar para que él viviera y ahora, encima, también para que pudiera tener sexo. Levantó la mirada perdida hacia el rubio, que simplemente le mantuvo la mirada.
-Una noche- se quejó el moreno.
-Te dije que eres gafe, león.
“Me parece que estos dos tienen montado un bonito arreglo gracias a la dichosa amnesia” pensó Snape.
Harry respiró hondo, resignado a su suerte. Su mala suerte.
-¿Cómo le duele?
-¿Disculpe, Sr.Potter?
-A Voldemort- Snape apretó los labios- le duele mucho, poco, cuánto.
-¿Cómo le duele a usted la cicatriz, Sr.Potter, como fuego, como hielo?- se burló el murciélago.
-Según, a veces duele como el demonio y a veces como todos los demonios juntos. A veces me desmayo.
Una simple y devastadora confesión dicha en tono neutro.
Snape la reconoció como lo que era. La derrota ante el dolor insoportable.
-Siente dolor, pero no ve nada- Harry sintió alivio y Malfoy desconcierto ante la explicación del profesor- la conexión inversa parece funcionar de otra manera.
-¿Hay algún patrón?
Al oír la pregunta, Snape no supo si admirar la entereza del león o lamentar el terco orgullo Potter. Contestó con toda la calma, concentrándose para ser lo más exacto posible.
-Dolor general, no localizado. Del estilo de un crucio, en mi opinión. La primera vez yo diría que muy agudo, la segunda fue peor (me llamó dos veces en la misma noche) y la tercera soportable.
-¿La de anoche?- se sorprendió Harry- ¿la de anoche fue la que menos le dolió?
Snape asintió y él se quedó mudo.
-Deduzco de esto que no sufre amnesia de esta última.
Harry se removió incómodo.
-¿Anoche?- intervino el rubio de repente.
-¿Anoche?- repitió Sirius, quien sorpresivamente estalló en carcajadas- ¡Este es mi Harry! Juaas la víspera de un rescate imposible se va de marcha ja ja ja un auténtico merodeador ja ja ja.
El moreno se ruborizó. Malfoy intentaba disimular un cóctel de confusión, incredulidad y celos. Snape ignoró a los otros dos y se centró en Harry, que había enrojecido hasta la raíz de los cabellos.
-Potter, ¿puedo?
Más asombroso aún que Snape se lo hubiera pedido, era que Harry había accedido, aunque no pudo evitar un ramalazo de ira al ver otra vez su vida convertida en un fascinante experimento público.
-Adelante, ya sabe lo que tiene que buscar- murmuró con desgana pero cuidando de mantener la conexión visual.
“-Entonces, querido Harry, has decidido...
-...aceptar nuestra invitación...- los gemelos casi ronroneaban. Harry se ruborizó. Al ver el sonrojo Fred le dijo:
-No creo que estés listo
Harry ya estaba rojo hasta las orejas, pero no bajó la mirada
-Lo que ví... me la pone dura.
-Buena elección de palabras, Harry- susurró George rodeando la mesa hasta quedar frente a él.
-Vas a comprobar cuánto- añadió Fred desde detrás.”
Snape salió de la mente de su alumno y miró en su dirección, una mueca de incredulidad en el rostro.
-¿En serio, Potter? ¿Con...?
-Sí.
Malfoy y Sirius los seguían como un partido de tenis.
-¿Drogas y alcohol?
-Solo lo que me dio usted en el castigo- puntualizó el menor.
-Bien.
Los dos permanecieron en silencio unos instantes, cada uno reorganizando mentalmente los nuevos datos.
-¿Qué tal su magia después?
Harry lo miró con cautela.
-¿Después de qué, exactamente?
-Después de lo de ayer y comparado con las otras veces.
El león suspiró. Su profesor era demasiado bueno en ese juego y él había perdido el ánimo festivo. “¡Menuda noche!”
-Las dos sin memoria... bueno, usted mismo lo vio. Magia descontrolada. Ayer, hum, nivelada.
-¿Nivelada?
-No he tenido ni un escape de magia desde entonces.
- Black tiene razón, se arriesgó demasiado, Sr.Potter.
-Fue por su culpa- le acusó el león, recuperando algo de su chispa- ¡usted y esa maldita fiesta!
Los dos atentos espectadores pusieron cara de “¿ein?”, mientras Potter seguía rezongando y el profesor aguantaba el chaparrón.
-Yo carcomiéndome por la puta amnesia y usted no tiene más idea que restregarme sus orgías juveniles por la cara. ¡Pues claro que me arriesgué!
Snape no dijo nada. En verdad su pedadogía fue un poco inusual aquella noche. Cuando Potter se calmó cayó en un silencio taciturno. Lo rompió con una pregunta que era más una conclusión.
-No es sólo el sexo, ¿verdad?- su voz era triste.
-No- le confirmó Snape- no es sólo el sexo.
-Es la magia.
Silencio.
Harry hundió los hombros abatido. Snape no había negado su última afirmación, y, si algo sabía de su adusto profesor, era que no le mentiría. No con algo así. El Gryffindor sintió la derrota. Perdido, se recostó contra el Slytherin, buscando un apoyo. Cualquiera. Las imágenes de sus últimas horas empañadas por la hiel de la derrota. Había rescatado a Sirius, hecho cosas flipantes con su magia (y la del rubio), después un sueño indoloro con Voldy y por fin el puto paraíso en manos de su mortífago favorito. Para, de repente, ser interrumpidos por sus respectivos padrinos y acabar enterándose de la aplastante victoria de Voldemort. Las prácticas sexuales del niño-que-vivió son materia de seguridad nacional. “¡Es humillante!”
Con movimientos bruscos se separó de Malfoy y empezó a liar un porro. En cuanto lo tuvo lo dejó a un lado e hizo otro. Después los encendió los dos y le pasó uno al rubio. Volvieron a acomodarse hombro con hombro. Sirius estudiaba con atención a Harry, como buscando descubrir algo que sólo podía intuir.
-La realidad siempre es más rápida que yo- le confió Harry al sly en un susurro- ¿sabes lo que pensaba cuando me he despertado?- el otro negó con la cabeza- que me había ganado por fin una noche de desparrame. Y mira lo que me toca.
La última frase salió de sus labios chorreando amargura. Ya no quedaba nada del subidón que había sentido al despertar. “¡Maldito Voldemort! Ya podía haberse dedicado al ganchillo, en vez de a las Artes Oscuras.”
-Una noche, rubio, una noche- volvió a lamentarse Harry- yo sólo pedía una noche y el muy cabrón me ha jodido ésta y todas las que vengan- siseó con el rostro congestionado de furia.
Los dos adultos no escuchaban la conversación, pero cada uno sacaba sus propias conclusiones. Después de seis años, Snape era un experto en interpretar las señales del león, y más, del león cabreado. No por nada, era él quien mejor y más rápido lo llevaba a ese estado.
-En otra vida habré hecho algo realmente espantoso- cuchicheó el gry al oído del rubio- porque si mi vida presente no era lo bastante mala, me faltaba la abstinencia. ¡Merlín sangrante! Para algo que sé hacer y que le duele- se quejó- no puedo hacerlo más porque luego él va y tortura a Snape. ¡Es frustrante! ¡Humillante! ¡Maldito Voldemort! ¡¿De qué me sirve...?!- “A menos que...”
Justo ahora el profesor estaba viendo un gesto que conocía muy bien, un gesto que solía ser preludio de... problemas, muchos problemas. En la postura de sus hombros, en la manera de llevarse el canuto a los labios, en todo ello vio Severus Snape las señales de alarma. Harry se estaba sacudiendo el desánimo igual que un león se sacude la melena. “Oh oh” pensó el profesor de defensa, “socorro, tiene un plan.” El gry cogió la botella y bebió. Apagó el porro por el sencillo procedimiento de tirarlo a una esquina con absoluta despreocupación. Su cuello pareció tensarse un punto y su expresión endurecerse. “Ya están aquí” suspiró Snape “hola problemas.”
-Lo que no tengo no me lo pueden quitar- repitió Harry con la mirada por un momento velada y ausente. Parpadeó y el brillo volvió a sus ojos. A Snape se le pusieron los pelos de punta. Disimuló un escalofrío repitiendo para sí como un mantra “son verdes, son verdes, verdes”- qué me dices, rubio, ¿te hace un poco de amnesia?
-Me hace.
Malfoy bebió un sorbo de la “Dos rombos”, tomó a Harry por el cuello y le dio de beber, de su boca a la de él, embriagándose los dos con alcohol y magia. El beso se iba haciendo más intenso, más fogoso, más ardiente. De pronto Sirius alzó la cabeza y olfateó. Snape le miró. Malfoy y Potter seguían a lo suyo. Sirius tenía la nariz arrugada y cara de concentración.
-Hay algo... -murmuró- algo...
-¿Qué hay, pulgoso?
-¿Tú no lo notas, Sev? Hay algo... como música.
-¿Música? Has perdido la cabeza, Black.
-No, no he perdido la cabeza, sólo los zapatos- contestó el animago con sarcasmo- que tú no lo notes no quiere decir que no exista, Sniv. Lo huelo, algo en Harry está bailando.
-Es sexo, Black, ¿o es que necesitas que te pongan subtítulos?- ironizó Snape señalando a los dos menores que, delante de ellos, se acababan de quedar en pelotas. “Bonitas pelotas, por cierto” pensó.
-Es un baile- le aseguró Sirius- y estoy invitado.
-¡¿Qué?!
El animago le ignoró. Se dejó caer al suelo junto a los desnudos adolescentes sólo para levantarlos. Bueno, alzó a Harry y Draco le siguió. Pero no fueron lejos. Más bien no fueron a ninguna parte. Sólo que ahora estaban de pie. Sirius. Harry. Draco.
Malfoy abrazó a Harry por detrás, haciéndole notar su miembro duro.
-Rubio...
Sirius se acercó más aún, los botones de su túnica clavándose en el pecho desnudo de su ahijado. Bajó la cabeza y saboreó los labios rojos y jugosos, Harry gimió, “mmm con esta música podría bailar hasta el amanecer”. Separó su boca de la de Harry sólo para inclinarse y besar al rubio. Aplastado entre ellos, Harry se puso más duro todavía al ver a dos centímetros de su nariz a Sirius-Bond devorando a Blondie-Malfoy, sintiendo el sexo erecto del rubio presionando contra sus nalgas mientras restregaba su propia erección contra la de su padrino. Intentó mantener la concentración “es el momento, si tiene que funcionar, si...” pero era muy difícil, mucho, porque otra vez su rubio estaba besando su espalda, sus hombros, dejando besos y mordiscos a lo largo de su columna vertebral, hasta llegar a sus nalgas, el sensible surco entre ellas, mmm la lengua de Malfoy explorando, torturando... y mientras Sirius había vuelto a su boca y tragaba todos los gemidos que el moreno no podía contener, le pelllizcaba los pezones y mordía el piercing.
Harry abrió los ojos, la vista nublada por el placer. Enfocó como pudo a su profesor y vio que seguía sentado tan compuesto como siempre. Quizá no tanto. Estaba ruborizado y parecía que respiraba con dificultad. Snape le devolvió la mirada. Harry tenía una expresión de determinación a pesar del placer que hacía temblar sus rodillas. A Snape esa expresión le decía, le decía...
-Legilimens- murmuró, y Harry no apartó la vista.
“Harry de pie, Malfoy le amaba y Sirius le amaba y en medio de todo un grito resonante amor amor amor amor amor amor...”
Harry cerró los ojos y gimió más fuerte todavía.
Como si el hecho de haberlo visto lo hubiera provocado, Snape vio como los amantes tomaban las posturas que acababa de ver en la mente de Potter. El aire se espesó. Sirius se arrodilló entre los muslos del león y tomó su virilidad en la boca, saboreándola, lamiéndola. Malfoy se puso de pie, su pecho contra la espalda del moreno, dejando besos calientes en el tatuaje, en el cuello, en toda esa piel tentadora que se le ofrecía ansiosa, le separó un poco las piernas y poco a poco le llenó por completo. Harry volaba. La lengua experta de su padrino le estaba volviendo loco, y la presión del rubio en ese punto, síiiiiiii, justo ahí, presionando mmm estaba a punto de perder la cabeza. Una mano enredada en los cabellos de Sirius, la otra levantada hacia el rubio, el cuerpo completamente arqueado, oh sí oh sí oh sí, las embestidas de Malfoy cada vez más fuertes, la succión de Sirius más intensa, oh merlín oh merlín, me quemo me quemo me quemo... Los gemidos descontrolados, las respiraciones agitadas, la temperatura subiendo, ya viene... oh merlín síiiii ... el mordisco de Malfoy en el cuello, su propio cuerpo estirándose al máximo, oh sí oh sí oh oh oh síiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
Harry clavó su mirada en la de Snape, y esta vez al profesor no le hizo falta la varita porque los pensamientos de Harry le arrollaron como caballos desbocados, amor amor amor amor amor amor amor.
-aaah aaaah aaaaah santo merlín síiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
Las antorchas se apagaron. Sólo se oían jadeos entrecortados. Con un chisporroteo volvieron a encenderse.
Harry, Draco y Sirius estaban en el suelo en un confuso montón, recuperando la respiración, acariciándose entre ellos con la languidez del deseo saciado. Voltearon a mirar al profesor y lo encontraron comiendo uvas de una cesta.
-¿...?
-Han aparecido- dijo Snape con toda la calma del mundo escogiendo esta vez una fresa.
-¿...?
-Mira y verás.
Miraron y, en efecto, había siete u ocho cestas de fruta desperdigadas por el suelo del baño de los prefectos. Harry se ruborizó. Snape lo notó pero prefirió no hacer ningún comentario.
Abandonaron el baño de los prefectos y se trasladaron a las habitaciones personales de Snape. Fumaron, bebieron y olvidaron que eran enemigos. La cama del profesor de defensa se convirtió en un campo de batalla. Nadie ganó. Nadie perdió. Brazos y piernas revueltos, el sudor, la humedad, el calor.... tanto calor. Harry se acercó a Severus con una sonrisa torcida y una afirmación torcida:
-Te debo algo, profesor....
Con movimientos felinos se escurrió hasta el regazo de su profesor y se enredaron en un juego de lenguas y gemidos, sus manos estaban por todas partes y sus cuerpos pedían más y más. Harry, como un gato goloso, atrapó el miembro de Snape con su boca. Borracho de lujuria, perdido en un vértigo sensual, el león seguía sus instintos. Quería aprenderse la forma de esa polla, su sabor, grabar en su memoria cada vena y cada pliegue de la piel. Sus dedos traviesos cosquilleando como patas de araña las pelotas mientras aumentaba el ritmo de su boca, haciendo presión con la lengua, Snape retorciéndose, entregado a las caricias del gry, deseando liberarse, correrse en esa boca hambrienta... Potter Potter Potter Potter... repitiendo el apellido para no gritar, los ojos verdes clavados en los suyos, exigiéndole placer con la mirada, queriendo ver... síii, queriendo ver su rendición... su... su... Merlín síiiiiiiiiii
Mucho rato después, recuperando el aliento entre copas y porros, Sirius abrió fuego.
-Ahora que ya nos “conocemos” todos, es la hora de la verdad.
-¿La qué?
-A ver, ¿cuál es el polvo más retorcido que habéis pegado?
-¡Pero Sirius!
-No seas mojigato, Potter, acabas de tragarte mi polla hasta la garganta.
-¡Aaaagh, padrino! NO hace falta decirlo así- se asqueó Draco.
-Yo te contestaré, pulgoso. El polvo más retorcido de mi vida fue con Cissy.
-No jodas- se rió Sirius pasándole el porro.
-¿Cissy?
-Narcissa.
-¿Mi madre?- aulló Draco.
-¿Narcissa Malfoy?- bufó Harry.
-Tu madre es una snob, Draco, pero tu padre tiene mucha suerte. ¿Qué me dices de ti, perro malo?
El animago sonrió de oreja a oreja.
-Moony.
-¡¿Remus?!
-¿Lupin?
-¿El profesor Lupin?
-Venga ya, Canuto- flipó Harry.
-Fue una noche loca en séptimo.
-¿Y lo más retorcido de tu vida fue en el colegio?- Snape chasqueó la lengua despectivo- me sorprendes, Black.
-Mmm.....- Sirius seguía sonriendo- ¿has estado alguna vez con un licántropo?
Silencio alucinado.
-Uuuuff- suspiró- De todas maneras, si tuviera que decir otro también sería de la escuela: Bellatrix.
-Te entiendo- dijo Snape- también era mi segunda opción.
-¡¿Bellatrix?!- los dos adolescentes estaban escandalizados.
-Uff- dijo Sirius.
-Uff- confirmó Snape- Draco, tu turno.
-No sé, aún soy joven. De momento, pues supongo que diría Pansy. En quinto. Se compró polvo de garra de dragón para los TIMOs y... no sé qué era pero... wooow....
-¿Harry?
-Estooo
-Sí, ¿qué nos cuenta el niño dorado?
-El niño amnésico olvida cada polvo, ¡¿satisfechos?!
-No sea mentiroso, Sr.Potter- susurró Snape.
Harry se sonrojó.
-Oh Potty, cuéntamelooo
-Olvídame, rubio.
-Venga, león- le pasó las manos por el cabello, enredando los dedos en los largos mechones desordenados… hasta que cerró el puño y jaló al moreno.
-Suéltame, Malfoy- gruñó Harry intentando soltarse del agarre.
-Dímelo, león, ese polvo de anoche... ese que sí que tienes en la memoria... cuéntamelo- ahora sus rostros estaban a dos centímetros de distancia. Los dos adultos veían con una sonrisa la inesperada competición, el duelo de fuerzas.
-No.
-Cuéntamelo.
Harry sonrió y se acercó aún más, sus labios ya casi besándose.
-Convénceme...
A muchos kilómetros de allí, Lord Voldemort, el Señor Tenebroso más poderoso del último siglo, yacía inconsciente en el suelo junto a su fiel Nagini.
Again, lástima de post perdido sobre la awesomidad del quidditch
potter,
fic