Número seis [BSG] Gaius/Caprica

May 07, 2009 23:29

Otro beso más, para lauranio y
avada_kadaver .

Titulo: Número seis
Fandom: BSG
Pairing: Gaius/Caprica Seis
Summary: Allí estaba, por fin, el Gaius Baltar del que sentirse orgullosa. Como siempre había deseado, como nunca había dejado de esperar.
Advertencias: Spoilers del 4x20.


Número Seis

Todo el mundo esperaba algo de Gaius Baltar. Helo, cuando renunció a su puesto en el último raptor que salía de Cáprica para cedérselo a él, esperaba que ayudara a salvar a la humanidad, que les diera un futuro. Adama esperaba que pudiera diseñar un detector de cylons para librarles para siempre de los infiltrados. La presidenta que fuera su segundo en el gobierno, una cara pública algo excéntrica, algo endeble, pero siempre mejor que Tom Zarek. Quienes le votaron, esperaban que les llevara a una vida de prosperidad en Nueva Cáprica. Quienes le siguieron durante el juicio, esperaban que fuera condenado y ejecutado por rendirse a los cylons y colaborar con ellos. Incluso hubo quiénes esperaban que fuera su Mesías, que les guiara a la paz espiritual, a la creencia en el verdadero y único Dios.

Pero Cáprica Seis nunca esperó nada de Gaius el científico, el presidente, el prisionero de lujo de los cylons o el Mesías. Esperó, en cambio, muchas cosas de Gaius el Hombre. Esperó que confiara en ella, que la respetara, luego que la quisiera. Y cuando todo eso dejó de tener importancia, cuando inutilizó las defensas humanas y el ejército cylon cayó sobre las doce colonias devastando toda vida a su paso, Cáprica Seis cubrió a Gaius con su cuerpo y esperó que sobreviviera a la explosión.

A partir de ahí esperó volver a verle, y cuando lo hizo, cuando llegó a Nueva Cáprica llena de deseos de conciliación entre ambas de especies, de una convivencia pacífica y unida, Cáprica Seis dejó de esperar, excepto quizás en una parte de ella que nunca había sido programada, que quizás nunca habría debido existir. Porque aprendió a no esperar nada de ese Gaius desencantado, manoseado y más cínico que nunca. El Gaius lleno de remordimientos con olor a alcohol, deprimido y amargo, como el sabor a tabaco que le dejaban sus besos. Del Gaius que la seguía no por voluntad o placer, sino por sus circunstancias y su propia apatía. El Gaius que la cambió por D’Anna y la abandonó poco a poco.

En la celda de Galactica, habiendo traicionado a unos iguales que cada vez le parecían más diferentes, Cáprica Seis se prometió a sí misma no esperar nada más de Gaius. Se lo prometió cada vez que besó a Tigh, cada vez que hicieron el amor, cada vez que se llevó las manos al vientre abultado que cobijaba una vida que acaso hubiera soñado crear con Gaius.

Y le pareció que había cumplido su promesa cuando lo volvió a ver por los pasillos de la nave y le dijo que no había cambiado. Gaius el egoísta, enamorado de sí mismo, con más vidas que un gato y siempre cayendo de pie. Le miró y de pronto se sintió a años luz de él, de su vida juntos en Cáprica, incluso de su relación a dos bandas en la nave base con D’Anna.

Sin embargo, Cavil siempre había dicho que las Seis y las Ochos eran modelos débiles, maleables, dados a cometer estupideces propias de los humanos. Cáprica se dio cuenta de qué quizás tuviera razón pero que no podía importarle menos cuando vio a Gaius, con chaleco antibalas, traje de camuflaje, casco y rifle, parapetado tras un tanque de metal y muerto de miedo pero en el campo de batalla, y decidió que iba a luchar junto a él. Porque sabía que esa vez no se descargaría en un cuerpo nuevo y volvería a empezar, porque sabía que podría morir ahí, para siempre. Y no se le ocurría un lugar mejor para hacerlo que al lado de él.

“¿Qué haces aquí? ¿Qué? No creo que debas estar aquí” le dijo él, confuso, sorprendido y puede que algo molesto (preocupado).

Cáprica podría haberle respondido con un “Esa pregunta debería hacértela yo a ti” pero no lo hizo porque Gaius Baltar, el endeble, el cobarde, el mismo de siempre, no estaba allí. Allí estaba el Gaius Baltar que le gritaba con la mirada que debería estar un lugar seguro, que ahora podía morir, que no se arriesgara, el mismo Gaius Baltar que le había dado con la puerta en las narices a sus más fervientes seguidoras para quedarse a pelear.

Allí estaba, por fin, el Gaius Baltar del que poder sentirse orgullosa. Como siempre había deseado, como nunca había dejado de esperar.

Así que en medio de la batalla, las explosiones y los tiroteos, en medio de los temblores que sacudían la Galactica, de los quejidos metálicos de las estructuras y las luces parpadeantes, Cáprica se lo confesó. Le dijo “Estoy orgullosa de ti, por hacer esto. Por estar aquí cuando podrías haber huido. No creo que lo haya dicho antes pero siempre quise estar orgullosa de ti. Supongo que siempre sentí que era lo único que faltaba”, levantó la vista del suelo y le miró a los ojos, casi con miedo.

Se chocó con su mirada, impactada, paralizada, y Cáprica casi pudo leer en su rostro que iba a besarla como si no hubiera mañana antes de que le introdujera dos dedos bajo el cuello del chaleco y la atrajera hacia él, como si el hecho de que sus bocas no estuvieran ya enlazadas le desesperara. Y se besaron fuerte, con ganas, mientras el mundo se caía a cachos y las chispas saltaban, dentro y fuera de sus bocas, producto de una batalla final.

Cáprica nunca, jamás, dejó de esperar a Gaius Baltar. Quizás fuera un defecto de su modelo, quizás los Cinco Cylons y Cavil cometieron un error durante su creación, quizás la hicieron menos perfecta de lo que hubieran deseado. Quizás.

Pero a Cáprica le gustaba ser una Seis. Y a Gaius Baltar le gustaba que lo fuera.

(Número Seis y a mucha honra).

het, fandom: bsg, pairing: gaius/caprica

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